Selene tuvo un breve encuentro con Leyon durante el que le instó a rescatar a los Rastreadores del Silenciado para que pudieran levantar el bloqueo que con su ayuda le había impuesto Urion. Aunque tenía consigo el poder de las Kothmorui, si pudiera acceder plenamente al poder de su Señor Oscuro podría ponerse al nivel del más poderoso de los kaloriones. Aunque Leyon hizo todo lo posible por convencerla de que así sería, en su fuero interno se propuso urdir algún plan para que aquella mujer no se hiciera aún más poderosa.
Ayreon llevaba a los dos paladines, Rimen y Hassler, como sendas sombras a su alrededor. Hassler expresó sus dudas acerca de la conveniencia de la alianza con los kaloriones, y preguntó si su señor Emmán estaba de acuerdo con ella. El Gran Maestre Paladín, haciendo uso de toda su capacidad retórica, le convenció de que era la única vía posible si querían sobrevivir a la Sombra. Pero se acercaba el día en que la Luz prevalecería y no habría más extrañas alianzas.
Por otro lado, la urgencia de moverse era suprema. No podían permanecer allí mucho tiempo más con aquella cantidad de refugiados. Mientras Demetrius se recuperaba, Selene se impacientaba. La kalorion dejó ver demasiado su verdadera naturaleza en la acalorada discusión con Leyon y los demás, cosa que no pasó inadvertida para Ar'Kathir:
—¿Por ventura os encontráis indispuesta, mi señora? —preguntó el monarca hidka, con su peculiar modo de hablar, mientras los demás poderosos reunidos allí observaban con curiosidad a la mujer.
Selene se dio cuenta de que se había extralimitado y estaba poniendo en peligro su tapadera. Cambió rápidamente su actitud y todo volvió a la normalidad.
Con Demetrius ya recuperado aunque agotado por los esfuerzos que le suponía la canalización de la energía de Mandalazâr, los Rastreadores exploraron la situación en Gilmorath antes de acudir con todas sus fuerzas. La ciudad estaba intacta y todo lo tranquila que podía estar en las circunstancias actuales. El bardo abrió un portal a la plaza central de Gilmorath. Durante varias horas la columna marchó a través y finalmente pudieron reunirse con las fuerzas y los refugiados que habitaban la villa.
Pero el traslado a Gilmorath no era suficiente. Urion y los demás seguramente no tardarían en aparecer; había que salir de Doranna, y así lo acordaron. Barajaron dos opciones: Emmolnir o el yermo losiar, y finalmente se decidieron por la primera. A pesar de que ya había un gran número de personas reunidas en torno a la Torre de los Paladines de Emmán, les pareció la mejor opción unificar sus fuerzas. Sin embargo, un número importante de elfos no querían abandonar sus tierras, con lo que tuvieron que dejar atrás al menos a un diez por ciento de ellos. Aquí y allá se repetían escenas de dolor y de separación. La frustración de Ayreon fue mayúscula, y hasta el último momento trató de convencer a cada uno de los elfos de que el exilio era su mejor opción. Finalmente, no le quedó más remedio que dejar por imposible convencer a muchos de ellos, gran parte de los cuales seguramente se dejarían morir en los días sucesivos. El único factor positivo fue que gran parte de los nihilistas quedaron en Doranna, con lo que se solucionó al menos uno de sus problemas. Unos ciento cincuenta mil elfos, todo lo que quedaba libre de su raza, pudieron cruzar los portales que los sacarían de Doranna.
Ya en Emmolnir multitud de asuntos requerían la atención de los personajes, en su mayoría gestiones rutinarias que afrontaron con buen ánimo. La sola necesidad de organizar a tanta gente reunida en los prados que rodeaban la torre ya era una tarea ingente, y se nombraron un buen número de cargos para tal fin.
A las dos de la mañana acabaron de pasar los elfos a través de los portales y los personajes se reunieron a solas en los aposentos privados de Ayreon para comenzar a planear cómo iba a ser el viaje (y posiblemente, el asalto) a Puerto Reghtar, la ciudad de Urion. Discutieron y discutieron y por más que proponían no veían cómo podían llegar allí, coger lo que querían y luego escapar con posibilidades de volver a Aredia ilesos. Se antojaba una misión imposible. Lo que estaba claro era que había que atacar rápidamente o Urion les golpearía antes, pudiendo acabar con gran parte de las fuerzas de la Luz al pie de la Torre.
Se organizó una gran reunión en la Sala Blanca, a la que acudieron decenas de personas: los Rastreadores Adens, Arixos, Arixareas, Doros y Naxaus; los monarcas elfos, hidkas y humanos Ar'Kathir, Ar'Thuran, Enthalior, Rûmtor, lady Angrid y sus respectivos senescales; los kaloriones Selene, Murakh y Carsícores en sus identidades de lady Sarya, lord Fergal y lord Turkainn; los emmanitas, con Ibrahim, Jasafet, Unzhiel, Hassler, los capitanes de los paladines y los ujieres y administradores de la Torre; los ilvos Lord Ergialaranindal, Vensider, Dailomentar y Argimentur; los vestalenses Ordreith, Yrm Ybden, y Erhei; y Regar de Khoul, Heratassë y Elsakar. Un grupo de emisarios tendrían informados a los líderes en Haster de todo cuanto ocurriera durante la reunión.
Algunos de los presentes -incluyendo a los personajes- ya habían estado antes en Puerto Reghtar, y con su guía se dibujaron planos y se trazaron estrategias de ataque. Puerto Reghtar era una ciudad militar, por la que pasaba todo el tráfico de tropas y mercancía hacia Aredia (no en vano uno de los extremos del portal que une los dos continentes se encontraba en el interior de sus murallas portuarias) y el asalto iba a ser casi imposible sin transportar un ejército. Arixareas les explicó que los Rastreadores se distribuían por toda la fortaleza que ocupaba uno de los arrecifes cercanos a la costa donde tenía su guarida Urion, y que él supiera, no tenían restricciones a su movimiento. Por otra parte, entrar en la fortaleza no era todo el trabajo; una vez dentro, tendrían que convencer a los Rastreadores de su equivocación al aliarse con los kaloriones y quizá mostrarles otro albor, o demostrar que el que habían seguido no era válido.
Convocaron a Eltahim para preguntarle si estaba de acuerdo en si la podían utilizar para mostrar a los Rastreadores un nuevo albor. Ella, por supuesto, contestó que sí. Podría ser otra opción. También plantearon la posibilidad de que Eltahim cerrara el portal que unía Krismerian y Aredia. Ella no sabía cómo hacerlo, pero lo intentaría. Demetrius no estaba de acuerdo en arriesgar tanto la vida de su mujer, y así lo hizo constar.
Ergialaranindal en cambio, abogaba por atacar en otro sitio: Ovam. La ciudad del Cónclave del Dragón más cercana a donde se encontraba la parte arédica del portal que la Sombra utilizaba para viajar entre los continentes. Con todo lo que tenían, la ciudad no tardaría más de unas horas en caer; podrían apoderarse de ella y poner un formidable obstáculo al paso de tropas y suministros desde Krismerian. Por lo menos, daría a la Sombra un objetivo con el que distraerse en lugar de atacar Emmolnir.
Tuvieron en consideración la proposición de Ergialaranindal, por supuesto, pero finalmente la desestimaron.
Decidieron que sí que viajarían a Ovam para apoderarse de varios barcos de la flota de la Sombra. En lo que parecía un plan definitivo, navegarían durante unos dos días de travesía hasta la entrada al portal, y a bordo de los barcos oscuros entrarían a Puerto Reghtar. Una vez allí, Carsícores, Heratassë y la artillería pesada reventarían algún muro de la fortaleza y entretendrían a los defensores. El grupo se infiltraría y convocaría a los rastreadores, a los que con la ayuda de Eltahim y Elsakar intentarían convencer. Selene podría ayudarles con sus poderes. Saldrían hacia el interior de Krismerian con los poderes de teleportación de Heratassë y los demás, hasta que tuvieran tiempo y fuerzas para transportar a todo el mundo. No era el mejor de los planes, pero hasta el momento era lo mejor que habían podido conseguir.
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