Los Tudbury. Retorno a Quiebramar-
Roben Tudbury |
La fama del algodón cultivado por los Tudbury había llegado lejos en los años anteriores, y Ancel sugirió a su tío Ser Meryn la posibilidad de establecer un mercado en Quiebramar donde su familia pudiera establecer una ruta de exportación a las ciudades libres. Ser Meryn contestó que no le parecía mala idea, pero los últimos años de penurias habían hecho que en lugar de algodón cultivaran nabos, y ni éstos crecían con fuerza últimamente. Era un proyecto que deberían dejar para el futuro.
Ya entrada la noche, Jeremiah posó los ojos en una de las sirvientas, con la que compartió su lecho. Durante el tonteo, salió a colación el nuevo y flamante escudero de Jeremiah, Regar Tudbury. La muchacha afirmaba que ese joven traía la mala suerte allí donde iba: su madre había muerto en el parto, y desde su llegada los Tudbury no habían vivido más que desgracias y estrecheces. El caballero desechó los comentarios, propios de una sirvienta ignorante.
Mientras tanto, Berormane trató de averiguar algún dato más de relevancia sobre las circunstancias en que lord Tom había sido presuntamente envenenado. Habló con el maestre Areos mientras ser Maras cantaba, y con ser Rodren mientras Breon narraba con toda la fuerza de sus pulmones el episodio de la caza del león del que había adoptado su blasón. Ambos se mostraban de acuerdo en que no habían sucedido acontecimientos de especial importancia hacía cinco o seis años, aparte de los típicos conflictos fronterizos por los campos de cultivo y el agua de riego. No obstante, un dato que le dio Areos le llamó la atención: la muerte de Liriel, la hija de ser Stevron, en un desgraciado accidente de equitación. Ser Rodren era quien la había encontrado, cerca del Vado Blanco, al este del castillo. Liriel era una excelente y apasionada amazona desde muy pequeña, y aquella había sido una de sus primeras salidas a cabalgar fuera del castillo. La habían encontrado al día siguiente con el cuello roto, al parecer estrellada contra un tronco. Sin embargo, en su caballo no habían encontrado ni una sola herida ni lesión. Un hecho sumamente desgraciado para ser Stevron y su esposa, Maryn Wagstaff, muerta al dar a luz a su hijo Regar (el nuevo escudero de Jeremiah).
La cena concluyó, y todos se retiraron a sus habitaciones. No tardaron en llamar a la puerta de las habitaciones de Ancel. No era otra que su abuela, lady Herena, acompañada por su hija, la madre de Ancel, Madelyne. La anciana se mostraba airada en grado sumo, y habló a Ancel en un tono de reproche que el muchacho nunca había oido hasta entonces. Su abuela fue muy dura con él, llamándole necio y riñéndole por cómo estaba llevando la situación con su padre lord Jeron. Madelyne le había informado de la situación y se había sorprendido de que su nieto, al que todos admiraban por su presunta inteligencia, fuera en realidad tan estúpido. ¿Acaso no se daba cuenta de que su padre podría desheredarlo en cualquier momento? Lady Herena dio tres lecciones que consideraba fundamentales a su nieto, siempre hablándole en tono de reproche aleccionador: "aparenta ser débil cuando seas fuerte, y fortaleza cuando seas débil", "no demuestres nunca tus sentimientos", y "el que tiene el ejército, tiene el poder". Esta última era una clara alusión a la Guardia de Halcones de Quiebramar, cuyo capitán, Loren Ashur, era leal sin ambages a lord Jeron Seabreeze. Si el señor de los Seabreeze maniobrara en contra de su primogénito, éste no contaría con ninguna protección, aparte, quizá, de su hermano y ser Breon. Tenía que poner remedio a aquello cuanto antes, pues sus informadores en Quiebramar ya la habían puesto sobre aviso de las maquinaciones que lord Jeron empezaba a llevar a cabo. Acto seguido, dejó que su nieto le diera un ligero beso y con un apretón confortador en su hombro, se marchó junto con Madelyne.
Durante el desayuno del día siguiente, ser Stevron llevó a Regar ante ser Jeremiah y lo puso oficialmente a su servicio. Berormane compartió a continuación con el resto del grupo lo que había descubierto sobre el envenenamiento de lord Tom y el accidente de la niña Liriel. Todos reaccionaron con incredulidad, pero con cautela. Tras un breve intercambio de impresiones, decidieron investigar en la medida de lo posible el extraño episodio de la niña. Según les explicó el maestre Areos, el encargado actual de las cuadras, un tal Uñasnegras, era en aquellos tiempos el mozo encargado de atender los caballos de Liriel. No perdieron el tiempo, y no tardaron en encontrar a Uñasnegras en los establos. El muchacho, sorprendido y aterrado ante la intrusión se negó a hablar al principio, pero Jeremiah y Breon podían ser muy expeditivos cuando querían. La intimidación surtió su efecto, y Uñasnegras les dijo cuanto sabía: había ensillado el caballo de Liriel aquella tarde, y pronto tuvo que ensillar otro para el muchacho Lothar, que salió tras ella. Ambos jugaban juntos habitualmente, así que no le dio importancia. Desde luego, no creía que existiera nada amoroso entre ellos, ya que Lothar contaba por aquel entonces con tan sólo siete u ocho años. El olor del orín de Uñasnegras resbalando por sus pantalones era intenso. Lo dejaron tranquilo. Al salir, una figura insolente los miraba, risueño; no era otro que Lukkan, el compañero de juergas de Roben Tudbury. Les preguntó qué podía llevar a aquellos gallardos caballeros a intimidar a un simple mozo de cuadras de aquella manera, lo que le ganó miradas torvas y respuestas despectivas. Lukkan se encogió de hombros y entró en los establos.
Roben y su séquito se encontraban en el patio interior preparando su equipaje y los caballos, partían inmediatamente. Ancel se dirigió a hablar con su tío, ante la sardónica mirada de éste. Intentó conversar sobre el pasado, para averiguar dónde y cómo se encontraba su tío hacía cinco o seis años, pero no obtuvo ninguna información de relevancia. A excepción de lo que ya sabía, el profundo desprecio que Roben sentía por sus hermanos y primos.
Tras despedirse de Roben, salieron sin tardanza hacia el lugar donde había tenido lugar el desgraciado accidente de Liriel. El paso del tiempo había borrado ya cualquier huella. Areos insistía en que el paraje estaba prácticamente igual que hacía un lustro; ni un árbol había sido cortado, quemado o plantado. Les mostró el árbol contra el que Liriel apareció muerta, según ser Rodren. A escasas docenas de metros del Vado Blanco. Al otro lado del río se extendían antiguos campos de algodón donde todavía se percibían los estragos que había causado el fuego; un incendio de hacía años que según lord Tom debían de haber provocado sus vecinos, los Lonmouth. Desde luego, si la niña era tan buena como decían montando a caballo, era muy raro que a pleno día, en un terreno llano y con pocos árboles, con un caballo en perfectas condiciones y que llevaba años montando, hubiera sufrido tal percance. Algo no cuadraba. Areos les comentó que lo mismo había pensado él en su momento, pero ante la falta de evidencias, se había admitido el accidente.
Según el mozo de cuadras, que se había mostrado muy reticente a darles información, Lothar había partido junto con Liriel, así que se dirigieron a hablar con él. El muchacho era una verdadera rata de biblioteca, y siempre se escabullía en cuanto podía para leer un libro. Lo encontraron enterrado entre los libros del maestre Areos. Al preguntarle sobre Liriel, Lothar bajó la cabeza, compungido y con lágrimas asomando a sus ojos; pero respondió balbuceando evasivas. No cesaba de repetir que deberían hablar primero con su padre, ser Rodren. Por mucho que insistieron su respuesta siguió siendo la misma, así que, acompañados del muchacho, se dirigieron a las estancias donde ser Rodren se encargaba de los asuntos de intendencia del castillo. El caballero se mostró reticente, incluso hostil al principio, dirigiendo miradas suspicaces a todos. Pero finalmente pudieron convencerle de que no emplearían la información para malos fines ni estaban buscando problemas a los Tudbury. Les contó lo que Lothar decía que había visto. El niño había presenciado toda la escena de lejos, pues llegó unos minutos después de Liriel. Dos jinetes se encontraban junto al Vado Blanco, tapados con tapas y capuchas sin blasón, y una tercera figura cogía de las riendas al caballo de Liriel, aparentemente tratando de calmar su encabritamiento. La muchacha ya yacía muerta estrellada contra el tronco. Lothar, presa del pánico, salió al galope y se perdió durante toda la noche entre las arboledas. El día siguiente, ser Rodren lo había encontrado cerca del lugar de los hechos, y el muchacho lo condujo hasta la niña muerta. Ser Rodren y lord Tom habían mantenido el episodio en secreto para que sus enemigos no supieran que los habían visto, y también para proteger al pequeño Lothar de posibles represalias.
Ante tal situación, decidieron que lo mejor sería alejar a Lothar de Caparazón Recio una buena temporada. Y qué mejor forma de alejarlo que adoptándolo como escudero de ser Breon. El caballero se mostró reticente ante la evidente falta de capacidades marciales y físicas del niño, pero aceptó por salvarle la vida. Lothar protestó tímidamente, pero su padre lo acalló pronto. Ser Rodren sólo temía la reacción que iba a tener su esposa Alyse, pero lidiaría con ella.
Después de despedirse de todos y preparar el equipaje, partieron de vuelta a Quiebramar, con la sensación de que la visita había sido, en su mayor parte, estéril. Sin embargo, habían descubierto hechos que merecerían una posterior revisión por su parte. Antes de su partida, alguien preguntó por el mozo Uñasnegras, que había desaparecido. Otro hecho inquietante que por el momento, debería quedar sin revelar.
De vuelta a Quiebramar, quedaban diez días por delante hasta su partida hacia Bastión de Tormentas. Berormane aprovechó para seguir adiestrando cuervos, y los demás para prepararse para el glorioso torneo. Las visitas de Ancel a lord Jeron no hacían más que engendrar cada vez más odio entre ambos, mientras que las de Jeremiah enorgullecían a su padre, que se preguntaba "por qué no había nacido él el primero". En una de sus escapadas al Halcón Plateado, Jana informó a Jeremiah de que lo único que había sucedido realmente interesante había sido el paso por el puerto de un extraño grupo, que se hacía llamar La Compañía Audaz, a cuyo frente iba un hombre extraño con un yelmo con cuernos de carnero, un hombre con cadenas de maestre pero que ya había dejado de parecerlo, una especie de septon y ¡un dothraki! Desde luego, un grupo pintoresco. Jeremiah intentó averiguar algo más sobre ellos, pero sin éxito.
Ancel, por su parte, mantuvo varias conversaciones con Loren Ashur para, como le había dicho su abuela, intentar ganárselo. No parecía hacer demasiados progresos. Durante una de tales conversaciones, que mantuvieron en el patio de armas, un estruendo a la espalda de Ancel llamó su atención. Por pura suerte, él y Ashur consiguieron esquivar un enorme tronco de madera que se les vino encima. En el patio se veían heridos y muertos por doquier. Uno de los trabuquetes con los que la nueva unidad de ingenieros se entrenaba se había quebrado y sus piezas habían salido despedidas hacia todas partes. Ancel, extremadamente irritado, rugió en busca del responsable, el jefe de ingenieros Mooton, y lo apabulló de tal modo que creía que el hombre se iba a echar a llorar. No estaba seguro de si había sido un accidente o un hecho provocado, así que en adelante se anduvo con mil ojos.
La inquietud de Jeremiah iba en aumento con cada día que pasaba sin recibir noticias de Lond, que había partido en busca de un buen caballo a Bastión de Tormentas. Un par de días antes de la salida hacia el torneo, Berormane llegó con un cuervo procedente de Caparazón Recio. Las noticias no eran buenas: al parecer, la casa Dannett acusaba a los Seabreeze de haber atacado un par de aldeas de sus campesinos por motivos desconocidos. Varios campesinos habían aparecido muertos. La casa Dannett era la propietaria de Arcos Altos, el puerto más cercano a Quiebramar, y de sus tierras colindantes, incluyendo el pequeño castillo de Redhill. Evidentemente, ningún Seabreeze había ordenado la matanza de campesinos Dannett... ¿o sí?
La cena concluyó, y todos se retiraron a sus habitaciones. No tardaron en llamar a la puerta de las habitaciones de Ancel. No era otra que su abuela, lady Herena, acompañada por su hija, la madre de Ancel, Madelyne. La anciana se mostraba airada en grado sumo, y habló a Ancel en un tono de reproche que el muchacho nunca había oido hasta entonces. Su abuela fue muy dura con él, llamándole necio y riñéndole por cómo estaba llevando la situación con su padre lord Jeron. Madelyne le había informado de la situación y se había sorprendido de que su nieto, al que todos admiraban por su presunta inteligencia, fuera en realidad tan estúpido. ¿Acaso no se daba cuenta de que su padre podría desheredarlo en cualquier momento? Lady Herena dio tres lecciones que consideraba fundamentales a su nieto, siempre hablándole en tono de reproche aleccionador: "aparenta ser débil cuando seas fuerte, y fortaleza cuando seas débil", "no demuestres nunca tus sentimientos", y "el que tiene el ejército, tiene el poder". Esta última era una clara alusión a la Guardia de Halcones de Quiebramar, cuyo capitán, Loren Ashur, era leal sin ambages a lord Jeron Seabreeze. Si el señor de los Seabreeze maniobrara en contra de su primogénito, éste no contaría con ninguna protección, aparte, quizá, de su hermano y ser Breon. Tenía que poner remedio a aquello cuanto antes, pues sus informadores en Quiebramar ya la habían puesto sobre aviso de las maquinaciones que lord Jeron empezaba a llevar a cabo. Acto seguido, dejó que su nieto le diera un ligero beso y con un apretón confortador en su hombro, se marchó junto con Madelyne.
Durante el desayuno del día siguiente, ser Stevron llevó a Regar ante ser Jeremiah y lo puso oficialmente a su servicio. Berormane compartió a continuación con el resto del grupo lo que había descubierto sobre el envenenamiento de lord Tom y el accidente de la niña Liriel. Todos reaccionaron con incredulidad, pero con cautela. Tras un breve intercambio de impresiones, decidieron investigar en la medida de lo posible el extraño episodio de la niña. Según les explicó el maestre Areos, el encargado actual de las cuadras, un tal Uñasnegras, era en aquellos tiempos el mozo encargado de atender los caballos de Liriel. No perdieron el tiempo, y no tardaron en encontrar a Uñasnegras en los establos. El muchacho, sorprendido y aterrado ante la intrusión se negó a hablar al principio, pero Jeremiah y Breon podían ser muy expeditivos cuando querían. La intimidación surtió su efecto, y Uñasnegras les dijo cuanto sabía: había ensillado el caballo de Liriel aquella tarde, y pronto tuvo que ensillar otro para el muchacho Lothar, que salió tras ella. Ambos jugaban juntos habitualmente, así que no le dio importancia. Desde luego, no creía que existiera nada amoroso entre ellos, ya que Lothar contaba por aquel entonces con tan sólo siete u ocho años. El olor del orín de Uñasnegras resbalando por sus pantalones era intenso. Lo dejaron tranquilo. Al salir, una figura insolente los miraba, risueño; no era otro que Lukkan, el compañero de juergas de Roben Tudbury. Les preguntó qué podía llevar a aquellos gallardos caballeros a intimidar a un simple mozo de cuadras de aquella manera, lo que le ganó miradas torvas y respuestas despectivas. Lukkan se encogió de hombros y entró en los establos.
Roben y su séquito se encontraban en el patio interior preparando su equipaje y los caballos, partían inmediatamente. Ancel se dirigió a hablar con su tío, ante la sardónica mirada de éste. Intentó conversar sobre el pasado, para averiguar dónde y cómo se encontraba su tío hacía cinco o seis años, pero no obtuvo ninguna información de relevancia. A excepción de lo que ya sabía, el profundo desprecio que Roben sentía por sus hermanos y primos.
Tras despedirse de Roben, salieron sin tardanza hacia el lugar donde había tenido lugar el desgraciado accidente de Liriel. El paso del tiempo había borrado ya cualquier huella. Areos insistía en que el paraje estaba prácticamente igual que hacía un lustro; ni un árbol había sido cortado, quemado o plantado. Les mostró el árbol contra el que Liriel apareció muerta, según ser Rodren. A escasas docenas de metros del Vado Blanco. Al otro lado del río se extendían antiguos campos de algodón donde todavía se percibían los estragos que había causado el fuego; un incendio de hacía años que según lord Tom debían de haber provocado sus vecinos, los Lonmouth. Desde luego, si la niña era tan buena como decían montando a caballo, era muy raro que a pleno día, en un terreno llano y con pocos árboles, con un caballo en perfectas condiciones y que llevaba años montando, hubiera sufrido tal percance. Algo no cuadraba. Areos les comentó que lo mismo había pensado él en su momento, pero ante la falta de evidencias, se había admitido el accidente.
Según el mozo de cuadras, que se había mostrado muy reticente a darles información, Lothar había partido junto con Liriel, así que se dirigieron a hablar con él. El muchacho era una verdadera rata de biblioteca, y siempre se escabullía en cuanto podía para leer un libro. Lo encontraron enterrado entre los libros del maestre Areos. Al preguntarle sobre Liriel, Lothar bajó la cabeza, compungido y con lágrimas asomando a sus ojos; pero respondió balbuceando evasivas. No cesaba de repetir que deberían hablar primero con su padre, ser Rodren. Por mucho que insistieron su respuesta siguió siendo la misma, así que, acompañados del muchacho, se dirigieron a las estancias donde ser Rodren se encargaba de los asuntos de intendencia del castillo. El caballero se mostró reticente, incluso hostil al principio, dirigiendo miradas suspicaces a todos. Pero finalmente pudieron convencerle de que no emplearían la información para malos fines ni estaban buscando problemas a los Tudbury. Les contó lo que Lothar decía que había visto. El niño había presenciado toda la escena de lejos, pues llegó unos minutos después de Liriel. Dos jinetes se encontraban junto al Vado Blanco, tapados con tapas y capuchas sin blasón, y una tercera figura cogía de las riendas al caballo de Liriel, aparentemente tratando de calmar su encabritamiento. La muchacha ya yacía muerta estrellada contra el tronco. Lothar, presa del pánico, salió al galope y se perdió durante toda la noche entre las arboledas. El día siguiente, ser Rodren lo había encontrado cerca del lugar de los hechos, y el muchacho lo condujo hasta la niña muerta. Ser Rodren y lord Tom habían mantenido el episodio en secreto para que sus enemigos no supieran que los habían visto, y también para proteger al pequeño Lothar de posibles represalias.
Ante tal situación, decidieron que lo mejor sería alejar a Lothar de Caparazón Recio una buena temporada. Y qué mejor forma de alejarlo que adoptándolo como escudero de ser Breon. El caballero se mostró reticente ante la evidente falta de capacidades marciales y físicas del niño, pero aceptó por salvarle la vida. Lothar protestó tímidamente, pero su padre lo acalló pronto. Ser Rodren sólo temía la reacción que iba a tener su esposa Alyse, pero lidiaría con ella.
Después de despedirse de todos y preparar el equipaje, partieron de vuelta a Quiebramar, con la sensación de que la visita había sido, en su mayor parte, estéril. Sin embargo, habían descubierto hechos que merecerían una posterior revisión por su parte. Antes de su partida, alguien preguntó por el mozo Uñasnegras, que había desaparecido. Otro hecho inquietante que por el momento, debería quedar sin revelar.
De vuelta a Quiebramar, quedaban diez días por delante hasta su partida hacia Bastión de Tormentas. Berormane aprovechó para seguir adiestrando cuervos, y los demás para prepararse para el glorioso torneo. Las visitas de Ancel a lord Jeron no hacían más que engendrar cada vez más odio entre ambos, mientras que las de Jeremiah enorgullecían a su padre, que se preguntaba "por qué no había nacido él el primero". En una de sus escapadas al Halcón Plateado, Jana informó a Jeremiah de que lo único que había sucedido realmente interesante había sido el paso por el puerto de un extraño grupo, que se hacía llamar La Compañía Audaz, a cuyo frente iba un hombre extraño con un yelmo con cuernos de carnero, un hombre con cadenas de maestre pero que ya había dejado de parecerlo, una especie de septon y ¡un dothraki! Desde luego, un grupo pintoresco. Jeremiah intentó averiguar algo más sobre ellos, pero sin éxito.
Ancel, por su parte, mantuvo varias conversaciones con Loren Ashur para, como le había dicho su abuela, intentar ganárselo. No parecía hacer demasiados progresos. Durante una de tales conversaciones, que mantuvieron en el patio de armas, un estruendo a la espalda de Ancel llamó su atención. Por pura suerte, él y Ashur consiguieron esquivar un enorme tronco de madera que se les vino encima. En el patio se veían heridos y muertos por doquier. Uno de los trabuquetes con los que la nueva unidad de ingenieros se entrenaba se había quebrado y sus piezas habían salido despedidas hacia todas partes. Ancel, extremadamente irritado, rugió en busca del responsable, el jefe de ingenieros Mooton, y lo apabulló de tal modo que creía que el hombre se iba a echar a llorar. No estaba seguro de si había sido un accidente o un hecho provocado, así que en adelante se anduvo con mil ojos.
La inquietud de Jeremiah iba en aumento con cada día que pasaba sin recibir noticias de Lond, que había partido en busca de un buen caballo a Bastión de Tormentas. Un par de días antes de la salida hacia el torneo, Berormane llegó con un cuervo procedente de Caparazón Recio. Las noticias no eran buenas: al parecer, la casa Dannett acusaba a los Seabreeze de haber atacado un par de aldeas de sus campesinos por motivos desconocidos. Varios campesinos habían aparecido muertos. La casa Dannett era la propietaria de Arcos Altos, el puerto más cercano a Quiebramar, y de sus tierras colindantes, incluyendo el pequeño castillo de Redhill. Evidentemente, ningún Seabreeze había ordenado la matanza de campesinos Dannett... ¿o sí?