Encuentro.
Jennifer O'Hara |
A McNulty no le gustaba moverse por el distrito financiero, se encontraba fuera de lugar, pero decidió salir cuanto antes. Cuando salía de la pensión del distrito portuario donde se encontraban alojados, la voz de Smith volvió a increparlo.
— ¿A dónde vas con tanta prisa? —Smith escupía un poco de salivilla con cada palabra. Asqueroso.
Jonas inventó una excusa y salió. Vio que Smith le seguía, pero un cambio rápido de taxi bastó para despistarlo.
Jack Finnegan se sentía agotado. Había pasado los tres últimos meses dándole vueltas a la muerte de su compañera, Susan Ward, asesinada de un tiro en la cabeza. De su coche incendiado había rescatado unas notas y una grabadora que no había podido salvar del fuego. Dormir poco más de dos horas por noche destrozaba los nervios de cualquiera, y en comisaría le habían dado la baja por depresión. Aunque ya se sentía mucho mejor, seguía obsesionado y pernoctando dándole vueltas a la información que había caído en sus manos. Iba en contra de las órdenes de su hermano James, el comisario jefe, seguir en la investigación, pero no iba a dejar así aquello. Por fin, hacía un par de días que había encontrado un nombre: Campbell & Weber, una empresa de inversión en el distrito financiero de Manhattan. Así que, dispuesto a aclarar aquello, llevaba dos días vigilando la puerta del edificio donde se encontraba desde la cafetería que había justo enfrente. ¡Y mira qué casualidad! A media mañana entró por la puerta uno de sus nuevos conocidos de Brooklyn, Jonas McNulty, un tipo raro que se dedicaba a entretener niños en fiestas. Aunque ante el ojo experto de Jack Jonas se mostró incómodo al principio, se saludaron efusivamente y pidieron unas cervezas, riendo y comentando la casualidad que los había llevado allí. Su mutua simpatía por la tierra irlandesa y el rencor a los británicos les había hecho empatizar rápidamente. McNulty inventó una excusa y Jack sí que habló más abiertamente de Campbell & Weber.
Thomas O'Hara llevaba preocupado unas semanas. La procedencia del dinero que manejaba Campbell & Weber y, sobre todo, el de sus otros dos colegas Investor Managers parecía cada vez más sucia. Hacía un tiempo que había pedido la ayuda de Joey Wright, uno de los informáticos de la empresa, con quien al parecer compartía un apego por la legalidad que iba más allá de otras lealtades. Joey había hackeado las bases de datos, y los listados que hacía llegar a Thomas cada vez eran más preocupantes. Sobre todo había un cliente, el bufete Westchester Associates, que apestaba por los cuatro costados. También había tenido buen cuidado de aislar el capital de ciertos clientes por si necesitaba dejar precipitadamente a sus socios; lo sentía por su suegro, pero no estaba dispuesto a colaborar con una empresa cuyo capital podía proceder de fuentes delictivas. Se encontraba recalculando unos balances cuando su secretaria, Lisa Berg, le pasó una llamada urgente. Era su hermana Jennifer. Apenas podía entenderla porque hablaba entre sollozos:
— Tienen a Nora, Thomas. Se la han llevado y no sé qué han hecho con ella. Llego a las doce y media en autobús.
Thomas quedó muy preocupado, y excusándose ante Lisa, se marchó rápidamente a la estación de Bronx a esperar la llegada del autobús procedente de Boston.
John Gibbon había tenido una agenda muy atareada en los últimos días. El presidente de distrito Molinaro se mostraba muy activo en la movilización del electorado, y ya se rumoreaba que quería presentarse a la alcaldía de Nueva York cuanto antes. Como miembro de su gabinete, John veía allí la oportunidad de progresar y colaborar en el saneamiento de Estados Unidos, como un buen republicano. La recuperación de los valores tradicionales era fundamental para volver a ser una nación respetada y sana. Pero hacía un par de días había recibido una escueta llamada, de una voz distorsionada:
— Tenemos a su hermana Nora. Cuidado con lo que hace. Espere instrucciones.
Nora. Su hermana más pequeña. Era cierto que se había convertido en una especie de hippy, pero aun así era su hermana. Sin dudarlo un momento, llamó a la policía, que inmediatamente había montado un dispositivo de escucha en su teléfono, con dos agentes atendiéndolo día y noche.
Inventando una excusa, McNulty dejó a Finnegan y se metió en el edificio de enfrente. En la entrada le pusieron algunos problemas, pues su pinta con chupa de cuero y tejanos dejaba algo que desear, pero alegando que era un repartidor que traía un pedido pudo subir rápidamente a la planta 25, donde se encontraba Campbell & Weber. Las secretarias de recepción tampoco se mostraron muy receptivas, pero la labia de Jonas se impuso y finalmente, aunque le dijeron que el señor O'Hara había salido, lo dirigieron a su secretaria, Lisa Berg. Jack no tardó en seguir a Jonas, entrando en el edificio con muchos menos problemas. En recepción, incluso una secretaria, Jenny Milton, le hizo ojitos y le dio su tarjeta. Mientras tanto, McNulty había trabado contacto con la secretaria de Thomas, a la que instantáneamente había caído mal por sus rudos modales. Cuando Jack entró en el despacho y lo encontró allí se sorprendió, pero un gesto cómplice de Jonas le hizo guardar silencio. Jack se presentó como policía y concertó una cita para dentro de dos días con O'Hara. Acto seguido se marchó sin cambiar palabra con Jonas. Éste, tras un tira y afloja intenso con Lisa, consiguió que la secretaria llamara por teléfono a Thomas, diciéndole que había alguien que quería hablar con él urgentemente. McNulty consiguió citarse a las seis de la tarde con O'Hara en la cafetería de enfrente, tras lo cual se marchó rápidamente; había inventado la milonga de que tenía una furgoneta con un reparto a nombre de O'Hara y no quería que llamar la atención de los de seguridad. En la salida se encontró con Jack, que le preguntó qué demonios hacía él allí. Jonas se lo contaría tomando unas cervezas. Así que se sentaron en la cafetería de enfrente a la espera de que acudiera Thomas O'Hara.
En la estación de autobuses, por fin llegó el procedente de Boston. Tras unos instantes de angustia, al fin bajó Jennifer, que al ver a Thomas corrió a abrazarlo entre sollozos. Él la tranquilizó y se dirigieron a coger un taxi, no sin antes fijarse que dos tipos con gafas de sol y muy serios los seguían. Aquello empezaba a no gustarle a Thomas, que se situó junto a un coche patrulla en la puerta de la estación. Finalmente, pudieron coger un taxi que les llevó a su casa frente a Central Park sin más incidentes. Cuando estuvo duchada y tranquila, Jennifer le contó que había sido testigo del secuestro de una compañera suya en la ONG de Boston American Iniciatives For Children. Unos hombres la habían metido en un coche a la fuerza, golpeándola. Nora Gibbon y ella nunca habían tenido mucha relación, pero hacía varios días que la muchacha se había mostrado más cercana y con un aire muy preocupado; había repetido en varias ocasiones que tenían que hablar a solas cuando tuvieran algo de tiempo. Y en la huida habían intentado atropellarla; de hecho, le dolía una cadera. Thomas llamó al instante a un médico para que atendiera a su hermana, y de repente cayó en la cuenta del apellido de su compañera secuestrada: Gibbon. Hacía poco que Thomas había conseguido un nuevo cliente: John Gibbon, del partido republicano de Staten Island. Tras un par de llamadas, confirmó sus sospechas: Nora era la hermana de John. Sin perder tiempo, llamó a éste por teléfono. Para su sorpresa, Gibbon se mostró frío y calculador, rozando la psicopatía en su opinión, pero le informó de todo lo que sabía.
John trataba de guardar la compostura mientras los policías grababan su conversación con O'Hara. Finalmente quedó con él a las siete de la tarde en la cafetería de enfrente de Campbell & Weber. Los policías le pusieron un micro y le llevaron al punto de reunión, donde esperarían fuera por si tenían que intervenir.
Jack y Jonas se sentaron en la cafetería a comer. Se entabló una larga conversación entre ambos, durante la cual McNulty reveló su condición de policía en Dublín y que había acudido al edificio siguiendo el nombre de Jennifer O'Hara. Enseguida, Jack llamó a su hermano para pedirle el favor de que averiguara todo lo posible sobre Jennifer O'Hara. James lo reprendió por seguir haciendo averiguaciones, pero le aseguró que haría todo lo que pudiera. Siempre tenía tiempo para su hermano, aunque se encontraba muy ocupado con la ola de crímenes rituales. Precisamente en ese momento se encontraba en la escena de uno de ellos, con las entrañas del cadáver dispuestas sobre un altar entre velas e ídolos extraños. Qué asco de trabajo. Era posible que debido a ese tema, Jack tuviera que reincorporarse antes de lo previsto a su puesto. Jack le agradeció su ayuda de todo corazón, quería mucho a su hermano, que siempre se mostraba comprensivo y dispuesto.
Cuando ya llevaban varias cervezas, Jonas recibió una llamada al móvil: Smith. Le montó una bronca de las gordas. Al parecer, se había enterado de alguna manera de que hacía ya un par de días que habían recibido un encargo y él no se había enterado. Con un seco "que te jodan" McNulty dio por terminada la conversación. Puso el móvil en silencio y volvió con Jack, ocultando su preocupación.
Tras un par más de cervezas, Jack se sinceró con McNulty y le contó lo de su compañera asesinada y las sospechas que le habían llevado a investigar a Campbell & Weber. Poco antes de las seis recibió la llamada de su hermano que le dio toda la información de Jennifer O'Hara, que trabajaba en una ONG en Boston y tenía como compañera a Nora Gibbon, la hermana de un político republicano que había sido reportada como desaparecida. Interesante.
Poco después, tras dejar a su hermana y a su mujer en casa, hizo acto de presencia Thomas O'Hara. La tensión durante la conversación se podía cortar con un cuchillo. Los irlandeses se presentaron como policías y preguntaron por su hermana y la ONG. Thomas insistió una y otra vez en que deberían ir a comisaría, y aunque Jack lo puso en línea directa con su hermano, el ejecutivo siguió en sus trece. Aunque cada vez se iba suavizando más y se mostraba un poco más colaborador, no quiso revelar demasiada información. Casi sin darse cuenta, pasó una hora y apareció en la cafetería John Gibbon, andando muy recto y muy serio, actitud que mantuvo durante toda la conversación. A McNulty, paranoico en extremo, le pareció muy rara esa forma de comportarse en alguien cuya hermana acababa de ser secuestrada, pero prefirió callar. Gibbon contestó educadamente a sus preguntas, pero también insistió en que era necesario...
En la estación de autobuses, por fin llegó el procedente de Boston. Tras unos instantes de angustia, al fin bajó Jennifer, que al ver a Thomas corrió a abrazarlo entre sollozos. Él la tranquilizó y se dirigieron a coger un taxi, no sin antes fijarse que dos tipos con gafas de sol y muy serios los seguían. Aquello empezaba a no gustarle a Thomas, que se situó junto a un coche patrulla en la puerta de la estación. Finalmente, pudieron coger un taxi que les llevó a su casa frente a Central Park sin más incidentes. Cuando estuvo duchada y tranquila, Jennifer le contó que había sido testigo del secuestro de una compañera suya en la ONG de Boston American Iniciatives For Children. Unos hombres la habían metido en un coche a la fuerza, golpeándola. Nora Gibbon y ella nunca habían tenido mucha relación, pero hacía varios días que la muchacha se había mostrado más cercana y con un aire muy preocupado; había repetido en varias ocasiones que tenían que hablar a solas cuando tuvieran algo de tiempo. Y en la huida habían intentado atropellarla; de hecho, le dolía una cadera. Thomas llamó al instante a un médico para que atendiera a su hermana, y de repente cayó en la cuenta del apellido de su compañera secuestrada: Gibbon. Hacía poco que Thomas había conseguido un nuevo cliente: John Gibbon, del partido republicano de Staten Island. Tras un par de llamadas, confirmó sus sospechas: Nora era la hermana de John. Sin perder tiempo, llamó a éste por teléfono. Para su sorpresa, Gibbon se mostró frío y calculador, rozando la psicopatía en su opinión, pero le informó de todo lo que sabía.
John trataba de guardar la compostura mientras los policías grababan su conversación con O'Hara. Finalmente quedó con él a las siete de la tarde en la cafetería de enfrente de Campbell & Weber. Los policías le pusieron un micro y le llevaron al punto de reunión, donde esperarían fuera por si tenían que intervenir.
Jack y Jonas se sentaron en la cafetería a comer. Se entabló una larga conversación entre ambos, durante la cual McNulty reveló su condición de policía en Dublín y que había acudido al edificio siguiendo el nombre de Jennifer O'Hara. Enseguida, Jack llamó a su hermano para pedirle el favor de que averiguara todo lo posible sobre Jennifer O'Hara. James lo reprendió por seguir haciendo averiguaciones, pero le aseguró que haría todo lo que pudiera. Siempre tenía tiempo para su hermano, aunque se encontraba muy ocupado con la ola de crímenes rituales. Precisamente en ese momento se encontraba en la escena de uno de ellos, con las entrañas del cadáver dispuestas sobre un altar entre velas e ídolos extraños. Qué asco de trabajo. Era posible que debido a ese tema, Jack tuviera que reincorporarse antes de lo previsto a su puesto. Jack le agradeció su ayuda de todo corazón, quería mucho a su hermano, que siempre se mostraba comprensivo y dispuesto.
Cuando ya llevaban varias cervezas, Jonas recibió una llamada al móvil: Smith. Le montó una bronca de las gordas. Al parecer, se había enterado de alguna manera de que hacía ya un par de días que habían recibido un encargo y él no se había enterado. Con un seco "que te jodan" McNulty dio por terminada la conversación. Puso el móvil en silencio y volvió con Jack, ocultando su preocupación.
Tras un par más de cervezas, Jack se sinceró con McNulty y le contó lo de su compañera asesinada y las sospechas que le habían llevado a investigar a Campbell & Weber. Poco antes de las seis recibió la llamada de su hermano que le dio toda la información de Jennifer O'Hara, que trabajaba en una ONG en Boston y tenía como compañera a Nora Gibbon, la hermana de un político republicano que había sido reportada como desaparecida. Interesante.
Poco después, tras dejar a su hermana y a su mujer en casa, hizo acto de presencia Thomas O'Hara. La tensión durante la conversación se podía cortar con un cuchillo. Los irlandeses se presentaron como policías y preguntaron por su hermana y la ONG. Thomas insistió una y otra vez en que deberían ir a comisaría, y aunque Jack lo puso en línea directa con su hermano, el ejecutivo siguió en sus trece. Aunque cada vez se iba suavizando más y se mostraba un poco más colaborador, no quiso revelar demasiada información. Casi sin darse cuenta, pasó una hora y apareció en la cafetería John Gibbon, andando muy recto y muy serio, actitud que mantuvo durante toda la conversación. A McNulty, paranoico en extremo, le pareció muy rara esa forma de comportarse en alguien cuya hermana acababa de ser secuestrada, pero prefirió callar. Gibbon contestó educadamente a sus preguntas, pero también insistió en que era necesario...
¡BOOOOOOOOOOOOOMMMMMMMM!
Una fuerte explosión sacudió la calle, reventó el cristal de la cafetería, que cayó como lluvia sobre los reunidos, y el techo se resquebrajó y cayó. Los oídos les pitaban y apenas oían nada. Jack se encogió y no pudo reaccionar, con sus traumas disparados. Había gente ensangrentada por todas partes. En la calle, un par de personas destrozadas y un coche ardiendo. McNulty los hizo reaccionar y los sacó de allí rápidamente. Al salir, John pudo ver que el coche que ardía era el mismo en el que habían estado esperando los dos policías que le acompañaban. Le entraron ganas de vomitar. Jonas los condujo hacia el edificio de Campbell & Weber, donde entraron rápidamente mientras coches de policía llegaban a la escena. Cuando reaccionó, Jack llamó a su hermano, que le aseguró que acudiría rápidamente.
Pitándole todavía los oídos, Thomas llamó a su casa para asegurarse de que todo iba bien. Le contestó Jennifer; mientras hablaban,la mujer de Thomas, Anne, se oía de fondo hablando con un hombre.
— Todo va bien, Thomas. Han venido un par de agentes del FBI de tu parte —dijo la muchacha.
— ¿FBI? ¡Yo no he llamado al FBI! ¿Cómo...? —el teléfono se cortó, con un pitido continuo.
Thomas se quedó petrificado, y se dirigió a los demás, gritando que tenían que ir a su casa, su mujer y su hermana estaban en peligro. ¡Y posiblemente su hijo! ¡No!
La policía estaba dispuesta a preguntarles cuando llegó el hermano de Jack, el comisario jefe Finnegan de la 88th Precinct. Para entonces, McNulty había conseguido alejarse un poco del grupo y se encontraba cotilleando la escena del crimen...
Pitándole todavía los oídos, Thomas llamó a su casa para asegurarse de que todo iba bien. Le contestó Jennifer; mientras hablaban,la mujer de Thomas, Anne, se oía de fondo hablando con un hombre.
— Todo va bien, Thomas. Han venido un par de agentes del FBI de tu parte —dijo la muchacha.
— ¿FBI? ¡Yo no he llamado al FBI! ¿Cómo...? —el teléfono se cortó, con un pitido continuo.
Thomas se quedó petrificado, y se dirigió a los demás, gritando que tenían que ir a su casa, su mujer y su hermana estaban en peligro. ¡Y posiblemente su hijo! ¡No!
La policía estaba dispuesta a preguntarles cuando llegó el hermano de Jack, el comisario jefe Finnegan de la 88th Precinct. Para entonces, McNulty había conseguido alejarse un poco del grupo y se encontraba cotilleando la escena del crimen...
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