El grupo tenía poco tiempo. Que ellos supieran, en el restaurante había como mínimo tres secuaces de UNSUP. Con Finnegan y Gibbons inconscientes, subieron en ascensor hasta el piso 12, donde se encontraban sus habitaciones, e intentaron encontrarlas, pero no tuvieron suerte y todas las intentonas con las llaves-tarjeta de los inconscientes fueron infructuosas. Así que todavía se encontraban en el pasillo cuando los tipos "S" de la Compañía hicieron acto de aparición. Tras dar una explicación apresurada de su tardanza salieron discretamente del hotel, de forma sorprendentemente fácil.
En un par de furgonas negras llevaron a la pareja inconsciente al complejo costero de UNSUP, que se encontraba en clara connivencia con los militares allí estacionados, tanto nigerianos como estadounidenses. Jack tuvo una inconsciencia inquieta y estremecedora, repitiendo los sueños vívidos del paraje africano que ya había tenido en el avión, pero esta vez además se veía arrastrado por sus propios compañeros hasta el escenario de la detonación de la bomba. Pero siempre, al final de los sueños, encontraba consuelo en una luz extraña. A los sueños de la destrucción nuclear también se sumaron otros aún más extraños: siluetas luminosas y otras compuestas de tinieblas luchando entre ellas con él atrapado en medio de lo que quiera que fuera aquello. Y una cosa no variaba: el padre Estepháneos siempre le ayudaba y le prestaba una valiosa ayuda. Despertó, agotado de los dramáticos sueños, para encontarse en una habitación en penumbra ante la presencia de una mujer, que no resultó ser sino Dorothy St. James, la antigua socia de Thomas y famosa diabolista.
Con una media sonrisa, la mujer le dio la bienvenida a "la Compañía". Jack se mostró todo lo hostil que pudo dado el malestar que sentía, amenazándola con matarla si alguno de sus compañeros había sufrido daño. Dorothy le contestó educadamente, descartando sus amenazas con un simple gesto; pero la cabeza de Jack pareció estallar cada vez que una amenaza surgía de su boca, hasta que quedó sin resuello, intentando recuperar la respiración. La mujer acabó diciéndole que "todo sería más fácil cuando se reuniera con sus compañeros", y salió de la estancia.
Por la mañana, los personajes fueron emplazados a varias reuniones, a las que les condujo una bella secretaria, cuyo nombre era simplemente "Lilly".
Thomas fue conducido a presencia nada más y nada menos que de Leopold Croix-Parker, el tercero de los socios de su empresa, que también trabajaba para UNSUP. No sólo eso, sino que parecía estar justo por debajo de Dorothy en el escalafón. Leopold habló a Thomas acerca de lo que llamaban el Nuevo Orden Mundial, que la Compañía perseguía y quería hacer posible. Todo lo que pretendían era un mundo mejor que el actual, por supuesto comandado por las mejores mentes del mundo, las suyas. Aunque su argumento tenía evidentes puntos débiles, Thomas optó por llevarle la corriente cuando Leopold empezó a alabar su pericia para las inversiones y la necesidad que la Compañía tenía de gente como él en su vertiente económica. Y pronto pasó a hacerle una generosa oferta: trabajar para UNSUP a cambio del soporte de la compañía entera. La vida solucionada para él y toda su familia. Thomas, por supuesto, aceptó, no tenía otro remedio que hacerlo teniendo lo que sea que le hubieran puesto en la cabeza. Con una sonrisa de satisfacción, Leopold pasó a exponerle el que debía ser su primer servicio para la Compañía. Debería organizar una reunión en Ginebra con toda su cartera de clientes europeos para exponerles la conveniencia de invertir una fuerte cantidad de dinero en empresas asociadas a UNSUP, y convencerlos en la medida de lo posible de dejarle libertad para operar con todo eso. De la larga diatriba de proposiciones veladas que Leopold le soltó, Thomas entendió claramente que la intención de la Compañía era intentar hundir la economía mundial para emerger como los salvadores; gobiernos enteros caerían y serían reemplazados por sus propios candidatos. Y, por supuesto, cuando el Nuevo Orden fuera instaurado, Thomas tendría una posición preeminente entre los dirigentes, los Illuminati. O'Hara disimuló su asombro bien, y aceptó con una tranquilidad que pareció inquietar a Leopold.
En otro despacho del complejo, Joey era conducido a presencia de alguien llamado Brian Moore, que según se presentó, era uno de los peces gordos del área tecnológica de la Compañía. Habló también del Nuevo Orden, y de la necesidad que la Compañía tenía de tipos como Joey. Pondrían todos los recursos del mundo a su alcance si decidía colaborar con ellos. A cambio debía acabar con los rumores que había extendido por internet y que estaban perjudicando los intereses de UNSUP. Reticente, Joey se vio forzado a aceptar.
Jonas, por su parte, despertó al lado del cuerpo desnudo de Sally. Habían pasado la noche juntos haciendo el amor sin cesar. Tras unos segundos de cariño y reconocimiento mutuo, ambos fueron convocados a presencia de sendas personalidades de la Compañía. Jonas debía reunirse con un tal Karl Jund (¿de qué le sonaba ese nombre?), y Sally fue llevada a presencia de "la señora Tinaschek".
Karl Jund, un hombre maduro y recio, vestido con un traje de corte excesivamente clásico, recibió a McNulty con una sonrisa algo tensa. Tras hacerle la introducción acerca del Nuevo Orden Mundial, le habló de algo llamado la "Sección S". La sección S la formaban los guerreros de élite de la Compañía. Había visto ya a algunos de ellos, de los que la mayoría lucían una "S" tatuada o marcada en algún rincón escondido de su cuerpo. Y lo puso en antecedentes: la Sección S había sido creada hacía décadas por Heinrich Himmler y sus camaradas de la Sociedad de Thule siguiendo conceptos aprendidos de los escritos de Helena Petrovna Blavatsky y de maltrechas copias de obscenos rituales incluidos en manuscritos antiquísimos procedentes de Egipto e Israel. Los guerreros de la Sección S veían sus capacidades aumentadas mediante métodos que escapaban a la comprensión humana. La oferta de Karl Jund era que McNulty y Finnegan pasaran a engrosar las filas de la Sección, pues sus aptitudes le sugerían que serían individuos especialmente aptos una vez pasaran el proceso. Cuando McNulty se interesó por "el proceso", Jund sólo le reveló que era algo que implicaba un viaje al Tíbet y una preparación física y psicológica. Jonas no contestó nada definitivo, pero prometió que lo pensaría. Jund, quizá un poco decepcionado, lo despidió educadamente y lo emplazó a volver a hablar tan pronto como fuera posible.
Pocas horas después, Dorothy St. James, Karl Jund y Rufara reunían al grupo al completo. Jack se mostraba resentido, pero entendía que no habían tenido más remedio que traerlos hasta allí. Sally apareció con una sonrisa. Susurró a Jonas que le habían ofrecido optar en breve a la subdirección del New York Times, y utilizar todos los recursos de UNSUP para garantizarle opciones a llevarse el premio Pulitzer; además, aquel Nuevo Orden era lo mejor que podría pasarle al mundo. Parecía que la Compañía se la había ganado. El grupo pudo compartir sus inquietudes e información; todos ellos se encontraban un poco extraños desde que habían despertado en UNSUP, pero era una sensación leve, como una especie de ligerísimo cosquilleo en algunas partes del cuerpo. Cuando el resto del grupo oyó el nombre de Karl Jund, todos lo reconocieron como el hombre que firmaba el diario de Helena Blavatsky que habían encontrado en Westchester Associates. ¿¿Cómo era posible que fuera el padre de Merten Jund si su apariencia era la de un hombre más joven??
Cuando los jefazos de la Compañía expusieron sus deseos de que todos colaboraran y formaran "la célula del señor O'Hara", Jack, Jonas y Joey no se mostraron colaboradores. Tenían muchas dudas respecto a las intenciones de la Compañía, y el convencimiento de que el Nuevo Orden Mundial no era tan bueno. La agresividad en la conversación fue aumentando, hasta que Jund hizo un gesto. A través del intercomunicador implantado en su oído, Thomas oyó aterrado cómo el alemán daba orden a sus hombres de que erradicaran a los rebeldes, así que se levantó y pidió que los dejaran solos, él haría ver la verdad a sus compañeros. Dorothy y compañía se mostraron reticentes, pero como muestra de buena voluntad salieron de la sala. Thomas sabía que estarían vigilándolos, así que se propuso ser lo mas convincente posible, y no revelar nada que pudiera comprometerlos.
Tras una extensa conversación, con gestos velados y palabras susurradas, Thomas convenció al resto para fingir de la manera más sincera posible y esperar una mejor oportunidad. Jack pudo superar sus más profundas convicciones [punto de relato], y por fin accedieron a formar la célula de UNSUP que quedaría bajo el mando directo de Thomas. Éste desechó al instante la ligera satisfacción y ansiedad de poder que empezó a sentir.
Dorothy y los demás parecían satisfechos por fin. Dando la bienvenida al grupo a las filas de la Compañía, les emplazaron a pedir cualquier cosa que necesitaran a Rufara, que se encargaría de ser su enlace y suministro logístico.
A las pocas horas, Thomas empezaba a contactar con algunos de sus clientes europeos y de Oriente Medio. Joey recibía un portátil cuya tecnología no creía que existiese todavía, con el sistema operativo de UNSUP. Por supuesto, lo primero que hizo fue intentar entrar en zona restringida, pero no tuvo éxito y no quedó seguro de que no hubiera dejado alguna pista; lo intentaría solucionar más adelante. Cuando pidió si era posible que su compañero Lucas colaborara con él, le contestaron que primero debería deshacer la ola de rumores que había iniciado en la red, y para mostrar su buena voluntad, Joey se puso a ello inmediatamente. McNulty, por su parte, insistió ante Karl Jund acerca de la recuperación de su memoria y la posibilidad de volver a ver a su mujer y su hijo; el alemán le tranquilizó, diciéndole que no se preocupara y que intentarían solucionar aquellos problemas en breve plazo. Por lo pronto, reunió a Jonas y a Jack para comentarles su intención de convertirlos en guerreros de la Sección S en los próximos días, para lo que tendrían que viajar al Tíbet en breve; Jack tuvo un muy mal presentimiento, pero no veía otra salida que aceptar, a pesar de que en la conversación Jund les dijo que en ocasiones se producían resultados extraños, aunque no creía que ese fuera a ser el caso.
Mientras tanto, Hans Haller y el padre Kostas Estepháneos se habían quedado solos, y nadie había visto a John Gibbons desde el viaje a Lagos...