Tour por Europa(I). Novikov revelado.
Durante el (poco) tiempo que duró el viaje a Sicilia, se entabló una conversación muy interesante entre el grupo y Novikov, donde el ruso reveló parte de su pasado y su naturaleza. Les dio mucha información sobre la Corporación, y ante la petición de una prueba de buena voluntad, de la explicación de su rencor hacia la Corporación, él contestó sucintamente: "arrepentimiento y penitencia", dijo. Mulder también explicó las razones de su estancia allí, cómo lo habían dejado inconsciente en Abu Simbel al estar tras la pista del De Occultis Spherae, y de la revista donde se enteró de su existencia, Nuevo Amanecer. La sorpresa fue evidente en los ojos de Finnegan y Estepháneos, y éste sacó de entre los plieges de su ropa el ejemplar que Jack le había confiado. La sorpresa de Mulder entonces no fue menor que la de ellos. El canadiense mantuvo una conversación con el padre Estepháneos, interesadísimo por lo que el sacerdote pudiera decirle, y la conclusión era que había un fondo de verdad en los horribles rituales descritos en las fotocopias de mala calidad. Mulder no sabía arameo, y por ello hizo que Esthepháneos le tradujera todo el texto.
Interesado, Novikov tomó la revista unos minutos, para echar un vistazo a su contenido. Y algo inquietó sobremanera a los personajes. El ruso no movía los ojos a pesar de estar evidentemente leyendo. Ahora que se fijaban, sus ojos parecían extrañamente muertos. Sin embargo, las miradas expertas de Finnegan y McNulty ya se habían apercibido de la extraña capacidad de Novikov de ser consciente de todo lo que le rodeaba, aunque lo tuviera fuera del ángulo de visión. Era evidente que el ruso era mucho más de lo que aparentaba, y no estaban seguros de que aquello fuera del todo bueno. McNulty no pudo estar callado, fiel a su naturaleza, y bombardeó a preguntas a Novikov hasta que éste se mostró molesto y con un golpe distraído destrozó la mesilla que tenía a su lado. Al darse cuenta de lo que había hecho, Novikov pareció compungido y disculpándose, se ausentó durante unos minutos.
De vuelta, Novikov insistió en la importancia del hecho de que la fortuna de los clientes de O'Hara no cayera en manos de UNSUP y también en que les ofrecería toda la ayuda posible para impedirlo. Además, podían contar con su ayuda en el futuro, y eso debería bastar para dar una prueba de buena voluntad a McNulty. También expresó de nuevo su satisfacción por que Mulder no se hubiera pasado a las filas de UNSUP (al parecer, Novikov tenía un concepto de Mulder que ni éste mismo entendía muy bien). Volvieron a tratar el asunto de la Corporación; Novikov les dijo que se trataba de una organización muy antigua, y que no siempre había tenido la forma que tenía en aquel entonces. Les habló también distraídamente de sus recuerdos. De sus recuerdos del emperador Napoleón y la batalla en Austerlitz, de su estancia en Alemania y la Rosacruz de Oro, de Aleister Crowley y la Golden Dawn. Por desgracia, sus recuerdos eran insoportablemente leves y fragmentados. Algo le había pasado que había destrozado sus recuerdos anteriores a la década de los 60. Pero si lo que decía era verdad, aquello significaba que Novikov tenía al menos doscientos años de vida, muy probablemente más. Y para rubricar sus palabras, el ruso se desabrochó la camisa. La parte de su torso a la vista era un desastre de cicatrices y heridas que removían el estómago. Además, su hombro izquierdo dejaba ver el principio de unas extrañas planchas de metal que revelaban sin lugar a dudas la naturaleza biónica de su brazo izquierdo.
Cuando el grupo salió de su asombro, Novikov volvió a abrocharse y les preguntó sobre su estancia en la Corporación. Al mencionar lo del viaje al Tíbet, él les preguntó si estaban seguros de que viajaban al Tíbet, y no al paraje de Tunguska, donde le constaba que UNSUP poseía una base. Ellos contestaron que no podían estar seguros, evidentemente.
El viaje se alargó un poco más porque hicieron un rodeo para aterrizar en algún lugar de Azerbayán. Allí, Novikov poseía un complejo donde trabajaban varios científicos, e hicieron un alto para que Hans Haller se quedara al mando de un equipo. Con suerte, dijo, en breve podrían recuperar la memoria de McNulty.
Al reanudarse el vuelo, intentaron descansar. Sorprendentemente, Finnegan durmió a pierna suelta; las pesadillas ya no turbaban su sueño, al parecer. Al despertar recordaría de nuevo el sueño del paisaje africano con la gente corriendo y el hongo nuclear, pero no había sido lo suficientemente vívido como para despertarlo. Agradeció con toda su alma el descanso.
Mientras Thomas hacía la ronda de llamadas a sus clientes, McNulty se dirigía a pedir disculpas a Novikov por su actitud hostil del inicio. Además, le pidió protección para Sally, que había quedado en poder de UNSUP. A pesar de que Novikov llevaba todo el vuelo bebiendo un whisky tras otro, el alcohol no parecía afectarle. Pero el gesto de McNulty le gustó, y sirvió para que, casualmente, el ruso se sincerara un poco más. Novikov le habló de sus fragmentados recuerdos sobre el incidente de Tunguska, que contrariamente a la creencia popular no se había tratado de un meteorito, y del archipiélago de Nueva Zembla, donde a mediados del siglo XX se había hecho detonar la mayor bomba atómica hasta la fecha, la bomba del Zar. Con una voz que contagió un abismo de tristeza a McNulty, le habló de las muertes de miles de pesonas inocentes en ambos incidentes (a pesar de que Nueva Zembla se suponía deshabitada), ambos experimentos que él mismo ordenó. Mulder, que había despertado hacía unos pocos minutos, se incorporó discretamente a la conversación, preguntando de nuevo por Aleyster Crowley y el diabolismo, que creía relacionado con el libro que perseguía. Novikov le respondió que de hecho Crowley no era diabolista, sino todo lo contrario, en tiempos fue enemigo de la Golden Dawn, fundó la Thelema y aunque se relacionó con el Club Fuego Infernal escribió de hecho el Liber Samekh, para invocar a los ángeles custodios, opuestos a los demonios. Mulder absorbió la información, ávido de conocimientos y con una curiosidad creciente. Volviendo a su conversación inicial, Novikov aseguró a McNulty que haría todo lo que pudiera por su amiga Sally.
Aproximándose a Sicilia, Novikov quiso a explicar a Thomas quién era en realidad su cliente Nicola Ferretti. El magnate de empresas de motor y de transporte no era otro que Il Signore Ferro, uno de los más influyentes capos de la mafia siciliana. Thomas ya lo había sospechado en el pasado, pero aun así la información lo inquietó, debido a sus prejuicios para con la ilegalidad. Antes de aterrizar, Novikov le pidió un favor a Thomas: el ruso le dijo que debía citar a sus clientes a una reunión en San Petersburgo en el plazo de tres semanas; podía usar la excusa que le pareciera mejor, y revelar que él era quien convocaba la reunión, cualquier cosa, pero era necesario que acudieran en la fecha acordada. O'Hara le prometió que haría todo lo que estuviera en su mano.
Después de aterrizar en el aeropuerto de Palermo, se encontraron con problemas para salir, porque no habían pensado en la documentación necesaria. McNulty, Finnegan y Mulder habían sido desprovistos de sus pasaportes y tuvieron que recurrir a diversos contactos para que les dejaran entrar de urgencia en el país. Una vez dentro, alquilaron un coche y se dirigieron a la mansión de Nicola Ferretti o, mejor dicho, Il Signore Ferro. La mansión era todo lo hortera que se podía esperar de un mafioso, y también tan fuertemente vigilada como cabía esperar. Después de ser desarmados, los llevaron a presencia de Ferretti. El italiano se mostró amable, como siempre que hablaba con Thomas. Le habló sin embargo de una extraña llamada que había recibido del señor Campbell alertándole contra su yerno, y Thomas le habló de UNSUP, de la Corporación y sus planes. Ferretti pareció creerlo todo, y habló de la competencia que esos malditos de World Interlaced (filial de UNSUP) le estaban haciendo. Por supuesto, O'Hara podía contar con seguir controlando su paquete de inversiones, y además acudiría a la reunión con Novikov, aunque no le hacía gracia desplazarse a terreno no neutral. Además, llegaron a un acuerdo extra: si O'Hara -o sus compañeros- era capaz de acabar con World Interlaced, o al menos con sus negocios en Europa, le podría pedir el favor que quisiera (que no estuviera fuera de su alcance, por supuesto). Extremadamente satisfecho, el grupo se retiró de nuevo al aeropuerto.
La segunda parada en el viaje era Mónaco. Aunque a Thomas le inquietaba sobremanera no haber podido hacerse con ninguno de los secretarios de la familia real. Los que habían contestado al teléfono le habían respondido con preguntas esquivas. Intentarían entrar en el principado y encontrarse con alguno de ellos en persona. Ya más preparados en el aspecto documental, pudieron salir del aeropuerto sin apenas problemas, aunque desarmados. Jessica sabía de un contacto que les proveería armas fuera del aeropuerto. Montecarlo era un hervidero de gente, un caos, porque precisamente el día siguiente tendría lugar el Gran Premio de Fórmula 1. Pagaron una pequeña fortuna por alojarse en uno de los hoteles-casino de la ciudad, y al día siguiente tomaron posiciones entre el público del circuito. Algo que les extrañó mucho fue que para acceder al recinto no hubiera controles de armas, y eso empezó a alimentar las sospechas del grupo de que algo malo iba a ocurrir. En un momento dado, en el palco de personalidades hicieron acto de aparición el príncipe Alberto y su familia al completo. Para decepción de Thomas, entre las personalidades que los acompañaban se encontraban el propio Bertrand Campbell y Merten Jund. Por pura suerte, Thomas se apercibió de que uno de los guardias de seguridad se movía a una velocidad sobrehumana durante un momento; ¿sección S en el circuito? Ante la imposibilidad de tener un encuentro con algún miembro de la familia o sus secretarios, y ante la presencia de gente de UNSUP allí, Thomas se resignó a tachar Mónaco de su lista de clientes y marcharse hacia Francia. Además, todo aquello era muy raro, y si había un atentado, preferían no estar presentes, así que volvieron rápidamente al avión. La segunda parada resultó en fracaso.
La tercera parada era Marsella. Thomas había quedado allí con Berenice Girard, una de sus mejores clientes y antigua amante. Ella también le había hablado de una extraña llamada del señor Campbell acusando a Thomas de haber perdido la cabeza, pero la desechó al hablar con éste. Thomas estaba deseando ver a Berenice, no podía evitar sentir un fuerte sentimiento de protección hacia ella; quizá todavía la quería. En el vuelo, Mulder tuvo una conversación subida un poco de revoluciones con Thomas. Al erudito canadiense le cargaba la actitud incrédula de O'Hara en cuanto al aspecto ocultista de todo lo que les estaba pasando, y así se lo hizo saber. No obstante, la intervención contemporizadora de Finnegan contribuyó a que los ánimos se calmaran y no llegara la sangre al río.
En el hotel donde Thomas había quedado con mademoiselle Girard pasaba el tiempo, y la mujer no aparecía. Thomas rebullía preocupado, hasta que sonó su teléfono. Berenice le advirtió de que su coche estaba siendo seguido por un par de automóviles negros y estaba dando rodeos para despistarlos, sin éxito. Thomas acordó encontrarse con ella en un paraje transitado de la ciudad donde realizarían un cambio de vehículo. Salieron rápidamente y el plan salió a la perfección. Cruzándose en una pequeña callejuela, Berenice salío precipitadamente del rolls donde se encontraba y que conducía un chófer y subió al coche del grupo. Los dos coches negros continuaron siguiendo al rolls y ellos continuaron en dirección contraria, directos al aeropuerto. Berenice soltó un suspiro de alivio y dio un beso a Thomas, peligrosamente cerca de sus labios. Algo en él se agitó, pero lo contuvo rápidamente, presentándola al resto del grupo. Berenice, aunque madura, era realmente atractiva y llevaba una cruz celta al cuello, algo de lo que se apercibió rápidamente Mulder. Interesado por el aspecto oculto del culto druídico, Mulder le preguntó acerca del colgante; ella contestó que era ecologista a ultranza, y le gustaba el concepto del culto druídico a la naturaleza, eso era todo.
Ya en el avión, Berenice les contó que Bertrand Campbell había insistido mucho para que acudiera a Mónaco a encontrarse con él, hasta que no tuvo más remedio que "mandarlo a la mierda". Así que el suegro de O'Hara no debía de encontrarse muy contento. Cuando Novikov y Thomas le hablaron de la reunión en San Petersburgo y el posible peligro en el que se encontraba tras haber rechazado a Campbell, Girard decidió permanecer con ellos al menos hasta que se celebrara la reunión.