Comienza el traslado. Una nueva Habilidad.
La vehemencia de Frank Evans dejó a todos helados durante un momento. Tras unos segundos, Sigrid consiguió seguir explicándose:
—No hace falta que me habléis de la catadura moral de Jacobsen, Frank. Sé que es un fascista de corazón, y que sin duda quiere más a los libros que a las personas. Yo misma —tragó saliva y bajó la vista— era así hasta hace poco. Pero —añadió tras una pausa dramática— la obligación de ayudar a Jacobsen no es por el mero hecho de ayudarle; aquí ya nadie duda de la veracidad de las corazonadas de Patrick, y ese libro que necesitamos es crucial para salvar la existencia, y Jacobsen puede ser una pieza muy útil para conseguirlo. Mi hija es algo secundario en este caso.
Ante esta última frase, todo el mundo intercambió miradas de incredulidad. "Ah, Sigrid", pensó Patrick, "con lo bien que ibas".
El congresista Philip Ackerman |
—No creo que...—empezó Patrick, mostrando las manos en un gesto conciliador, pero fue interrumpido por Ackerman.
—Por favor —dijo el congresista, poniéndose en pie—, tienen que calmar esos ánimos. Frank, tranquilícese —le reprochó con la voz y la mirada—. Ahora, si son tan amables, déjennos unos minutos a solas al señor Hansen, al señor Evans y a mí —cuando el congresista se refería a miembros de la organización por los apellidos y no por los nombres de pila, era mejor obedecer.
Así que todos salieron, y cuando la sala se quedó vacía y tranquila, el congresista sonrió a Derek:
—Derek, sabes lo mucho que confío en ti, y la peripecia en Washington me ha reafirmado en esa confianza. Así que paso la pelota a tu tejado. ¿Crees que es buena idea que acudáis a Londres y ayudéis a ese.. Illuminati?
Derek aclaró su garganta.
—No sé si es buena idea, Phillip, la verdad —empezó con sinceridad—; pero lo cierto es que Patrick tiene una especie de... sentido de la realidad... de la existencia... muy especial, y ha demostrado estar en lo cierto en varias ocasiones. Y ahora mismo, todo apunta a que el libro del que te hemos hablado es importantísimo para que todo lo que existe no se vaya al cuerno, algo relacionado con Tunguska y las columnas de Sombras de las que te hemos hablado. Desde luego, sería una desgracia que cayera en malas manos, como las de Novikov o el alcalde.
—¿Y de qué modo os podría ayudar Jacobsen a conseguirlo? —preguntó el congresista, ante el silencio prudente de Evans.
—Eso no lo sé, a ese problema deberá ponerle solución Sigrid a su debido tiempo.
—¿Y confías en ella? ¿Plenamente? Tengo entendido que no es muy buena persona...
—Absolutamente, Philip —contestó Derek mientras sentía la preocupación de Sigrid a través de su vínculo sobrenatural. Contestó con una convicción plena, que se transmitió a su mirada—. Te aseguro que ya no es la misma.
Ackerman miró a Evans, sin decirle ni una palabra, y asintió volviendo a mirar a Derek.
—Si es así, Derek, por mi parte no hay más dudas. Tienes mi total confianza, y si juzgas que una acción es necesaria, así debe ser. Haced pasar a todos de nuevo, por favor.
Una vez todos reunidos de nuevo, Ackerman anunció:
—Bien, ya hemos tomado una decisión. El grupo que Derek escoja viajará al Reino Unido para resolver los asuntos que tengan que resolver, y les acompañaréis vosotros, Theo, Artem —dijo mirando a los Vástagos de Mitra, que no parecieron torcer el gesto—. Frank se quedará aquí para darme protección (a mí y a la CCSA). No obstante —continuó, con tono firme—, no partiréis hasta que la agencia se encuentre trasladada y a salvo en la clandestinidad.
—Muy bien —contestó Derek—. Jonathan vendrá con nosotros, y la organización se quedará a tu cargo, Sam.
Samantha Owens asintió, aceptando la responsabilidad.
—De todas maneras —añadió Ackerman—, tampoco me gustaría que salierais hacia allí sin un mínimo plan. ¿Qué vais a hacer si amenazan a la hija de Sigrid? ¿O si os retienen más tiempo de la cuenta? Son cuestiones que requieren una previsión; espero que me déis alguna antes de marcharos. Por otra parte, Sigrid, ¿puedes darnos toda la información que sepas sobre Jacobsen?
Aliviada por cómo se había desarrollado el asunto, Sigrid reveló todo lo que sabía sobre Jacobsen, sin guardarse ni el más ligero recuerdo: habló de su extenso ejército personal de adeptos y mercenarios, que se extendía por toda Europa; de su villa cercana a Londres, que era una pequeña fortaleza, de la que dibujó un plano con todo lo que recordaba; de su Biblioteca, una de las más importantes del mundo, distribuida en varias localizaciones por seguridad; y de los continuos conflictos entre la logia de bibliomantes de Europa Occidental y la de Europa Oriental, cómo ambas andaban siempre a la greña, y no eran raros los enfrentamientos, sobre todo en territorio austríaco y checo. Además, la conversación también derivó en un momento dado hacia las extrañas columnas de Sombras que habían tenido lugar en distintos momentos, la última en Tunguska; según los Vástagos de Mitra, los Persas (sus hermanos de rango superior) tenían la teoría de que dichas columnas correspondían a roturas temporales del Velo, que acababan por arreglarse a las pocas horas o días. "Interesante", pensó Patrick, "¿será verdad?".
Una vez finalizada la reunión, el grupo se reunió por fin discretamente. Tomaso planteó la posibilidad de que, en caso de que pudieran volver a la realidad anterior, quizá la encontrarían tan cambiada que apenas la reconocieran. Sally aún fue más allá:
—¿Os habéis planteado que sea posible que no podáis volver a la anterior realidad? Y además, en caso de que sea posible, ¿qué pasa conmigo, con Jonathan, con tu hija Esther, con Helen o con tu familia, Derek? ¿Nos quedaremos aquí mientras os vemos desaparecer? —acabó con los ojos llorosos.
Este pequeño discurso de Sally tuvo un fuerte impacto en el grupo, porque revelaba cuestiones que ni siquiera se habían planteado, preocupados como habían estado por el objetivo fundamental de retornar a la existencia anterior. Conversaron largo y tendido sobre los interrogantes planteados, pero finalmente decidieron dejarlo para más adelante, ante la imposibilidad de llegar a ninguna conclusión.
—Lo que tampoco entiendo —anunció Sigrid en un momento de la conversación— es por qué Jacobsen insiste tanto en que yo acuda en su ayuda. Realmente, soy muy novata en las artes Bibliománticas, y no creo que fuera de mucha utilidad en un conflicto entre logias...
Patrick se quedó pensativo unos segundos.
—¿Y si —planteó el profesor— Jacobsen se ha enterado de alguna forma de que ganaste esa... "carga mayor" y lo ha relacionado con el libro de Taipán que le recomendaste no comprar? En ese caso, nos meteremos directos en una trampa.
—Pues es una posibilidad —contestó Sigrid después de unos momentos de silencio—. Pero, ¿qué voy a hacer? ¿Dejar a mi hija a su suerte? No puedo hacer eso.
Todos estuvieron de acuerdo en que, aunque habría que prever la contingencia de una trampa, no podrían dejar a Sigrid sola en aquella situación. El vínculo kármico era fuerte, y la angustia de la anticuaria pronto se convirtió en la angustia de todos.
Para intentar averiguar más cosas y no viajar a ciegas, Sigrid intentó contactar con dos bibliomantes conocidos suyos en Europa. La primera, Kendra Peony, británica, no respondió a sus llamadas. El segundo, Jesús Cerro, español, sí que descolgó al segundo intento. Cerro resultó algo esquivo, asegurando que él ya no quería problemas, que "ya no estaba en ese mundillo" y que se había retirado de las tramas y conspiraciones del submundo ocultista.
—Pero es verdad que no puedo evitar que me lleguen ciertas informaciones —dijo el ¿antiguo? bibliomante—, y aunque no eres mi persona preferida, Sigrid, te voy a hacer el favor de compartirlas...
—Y te lo agradezco, Jesús, de verdad.
—Mira —Cerro bajó inconscientemente la voz—, parece que la biblioteca de Franz Liszt (¿te acuerdas del bastardo ese?) en Viena ha sido totalmente arrasada. Un edificio entero de corte clásico se vino abajo atrapando a varias personas, una catástrofe, vaya. Y por lo que se dice, no ha sido la única biblioteca arcana que ha sido destruida en Austria.
—¿Y quién crees que puede haber sido el causante? ¿La logia oriental?
—Bah, yo creo que no. Esto no se parece en nada a las riñas fronterizas de los últimos años. Ni siquiera parece obra de un bibliomante. ¿Qué bibliomante en su sano juicio quemaría miles de libros?
—Desde luego, es muy extraño —acordó Sigrid—. Entonces, ¿no se sospecha de nadie? ¿No tenéis miedo por ahí?
—Pues que yo sepa, ni Jacobsen ni Liszt ni Katrina Rike ni ninguno de los otros tiene ni idea de quién ha sido. Y yo, personalmente, ya estoy fuera de todo eso, así que no, no temo nada...
Sigrid se despidió de Jesús, deseando que pudieran saludarse en un futuro sin conspiraciones de por medio, y tras darle las gracias de nuevo, colgó. "La cosa está bien jodida", pensó.
Patrick, por su parte, se reunió con Ackerman para preguntarle por ese Persa que le reveló los misterios del submundo ocultista y le planteó la creación de la CCSA. El profesor tenía sospechas de que podía conocer a ese hombre, pero según le dijo el congresista, se trataba del embajador de Reino Unido destinado en los Estados Unidos por aquellas fechas, así que Patrick cambió de tema.
—¿Recuerda algo sobre la posesión, congresista? —preguntó—. Cualquier información podría sernos de ayuda para entender mejor sus mecanismos.
—Como ya dije, solo recuerdo ligeramente los primeros momentos, y solo como... sensaciones, no tengo memorias. Lo recuerdo como una especie de pesadilla en la que alguien no paraba de empujarme... de empujarme mentalmente, claro, como si quisieran ocupar el espacio de mi voluntad, desplazándome.
—Ya veo... muchas gracias, señor —se despidió Patrick—. Si recuerda algo más, por favor, no dude en decírmelo; como le digo, cualquier información puede ser importante.
Después, obsesionado con entender las posesiones y preocupado por las alteraciones que había detectado en el aura de Jonathan y en la suya misma, Patrick reunió al grupo y al capitán del equipo 1. Concentrándose, intentó algo que no había hecho nunca: alterar el aura de una persona. Lo intentó con el aura de Jonathan, tratando de corregir aquella especie de malformaciones que revelaban una susceptibilidad acrecentada a las posesiones, pero no tuvo éxito.
—Quizá... —sugirió, mesándose la barba—, ¿y si?.... —se quedó distraído, con la mirada perdida.
—¡¿"Y si" qué?! —inquirió Derek, haciéndole reaccionar.
—¡Perdón! Tomaso, ¿no crees que tú podrías ser capaz de reparar el daño que nos han hecho esos demonios? ¿Esta... debilidad a las posesiones?
Tomaso se sorprendió. Nunca se le hubiera ocurrido que pudiera hacer tal cosa... "¿pero y si puedo? Ayudaría a mucha gente".
—Pues la verdad es que no tengo ni idea —contestó—, pero con la ayuda del Señor, todo es posible. Lo único que puedo asegurarte es que le rogaré con todas mis fuerzas.
—Bueno, no pido más —dijo Patrick—. "Si con eso basta, estupendo".
Durante un par de horas, Tomaso se situó frente a Jonathan y rezó, elevando sus oraciones para la sanación del agente. Pero no sucedió nada, y Patrick no detectó ninguna alteración en su aura. Así que decidieron que lo intentarían por la tarde en un entorno más adecuado. Después de comer, Tomaso, las tres hermanas y el resto del grupo se desplazaron a la iglesia de su primo, donde el diácono les permitió la entrada sin hacer muchas preguntas.
Esta vez sí. Tomaso, respaldado por las tres monjas, Margaret, y algún otro creyente, elevó sus oraciones en aquel lugar de culto. Transcurrida media hora, el italiano empezó a brillar con una ligerísima luz dorada. "Y las hermanas están llorando", se fijó Derek. Efectivamente, las tres monjas mostraban un rostro beatífico y dejaban correr libremente las lágrimas por su rostro. "Vamos a ver qué pasa".
Al cabo de otros veinte minutos, Tomaso notó un calor, un calor reconfortante, diría que incluso celestial. Abrió los ojos, y se sorprendió al mirar su entorno. Su mirada iba más allá de lo físico, y pudo ver efectivamente la mácula que inundaba a Jonathan: una mancha oscura en su frente que cambiaba de forma, como si estuviera hecha de líquido. Y lo mismo le sucedía a Patrick.
—Siento calor, Patrick —dijo Jonathan al profesor, anunciando que por fin algo ocurría. Durante una hora se había limitado a decir cada cierto tiempo que "no notaba nada" —. Algo pasa. Bastante calor, quema un poco, pero es agradable.
Tomaso pidió por Jonathan, por su salvación y la protección contra los engendros malignos, hasta el límite de la extenuación.
Y alguien le escuchó. A punto de perder pie, fue ayudado por dos de las hermanas para no caerse.
—¡Uffff! ¡Ay! —exclamó Jonathan. Pero enseguida los tranquilizó—: No pasa nada, no pasa nada, he sentido un quemazón durante un momento.
Patrick miró su aura, y sonrió con satisfacción.
—Pues parece que Tomaso lo ha conseguido, amigos. El aura de Jonathan vuelve a estar "limpia". Y su aspecto —efectivamente, las ojeras y la lividez de Jonathan se habían atenuado hasta ser casi inexistentes—.
Todos se felicitaron por aquello, abrazaron a Tomaso (que por fin había caído de rodillas, agotado) y golpearon efusivamente la espalda de Patrick, porque habían conseguido algo que podría cambiar la situación de mucha gente. De momento, habría que probar a restaurar la normalidad en el propio Patrick y en el congresista, y si tenían éxito, ya se vería en el futuro. Las hermanas lloraban de júbilo.
Regresaron a la CCSA, donde la empresa de mudanzas ya estaba cargando camiones para llevar el mobiliario a un almacén de alquiler y despistar a posibles observadores. "Bien, Linda, eficiente como siempre", pensó Derek. Minutos más tarde, compartieron la experiencia de la iglesia con Ackerman, que se mostró entusiasmado.
—Entonces, ¿creéis que podréis quitarme esa... "mácula" antes de marcharos a Europa? —preguntó, entusiasmado.
—Esperemos que sí, Philip —respondió Derek—. De momento, parece que restaurar a Jonathan ha dejado agotado a Tomaso, y tendrá que descansar por lo menos hasta mañana. Veremos cómo lo hacemos.
Mientras Tomaso descansaba, Patrick reunió al grupo, insistiendo en la necesidad de ahondar en sus habilidades y capacidades. No sabía muy bien cómo podrían hacerlo, pero reiteró en que deberían dedicar un tiempo a averiguarlo.
Por la noche, Derek volvió a soñar. Se despertó sin despertar realmente, y se dio cuenta de que estaba soñando cuando vio que la ventana no tenía la persiana que sí estaba presente en el mundo real. En el exterior, apoyado en el alféizar, un cuervo miraba hacia dentro, pero al parecer, sin verle. Y en esta ocasión no fue solo Derek; Patrick también "despertó", y al ver el cuervo, sin saber qué hacer, fue en busca de Derek, a quien encontró de pie mirando hacia la ventana. Se miraron, extrañados de encontrarse en un sueño. Tomaso y Sigrid también despertaron, pero se quedaron en sus habitacines, expectantes, Tomaso rezando en silencio. Finalmente, Derek hizo uso de sus habilidades innatas de atlante, y ahuyentó a los cuervos, que se unieron a una bandada que volaba alrededor del edificio y se marcharon. "No dejan de buscarnos", dijo a Patrick.
La mañana siguiente preguntaron al resto de la organización si habían soñado con cuervos en sus ventanas. Solamente los Vástagos de Mitra y Ackerman respondieron afirmativamente.
—¿Vosotros también? —dijo Evans, extrañado—. ¿Qué significa? Nosotros lo habíamos interpretado como un buen augurio, el cuervo de la victoria.
—Significa —contestó Patrick, desviando la atención de Derek, cuya condición de atlante y habilidades especiales habían sido mantenidas en secreto— que nos están buscando, y que debemos despistarles lo antes posible. Creemos que no nos han encontrado —miró a Derek—, así que hay tiempo.
—¿Y tenéis idea de cuál es el motivo por el que unos hayamos visto los cuervos y otros no? —preguntó Ackerman.
—La verdad es que no, quizá simplemente los demás no lo recuerden, como pasa con muchos sueños —mintió Patrick, para quien era un hecho que los únicos que habían visto los cuervos eran aquellos que contaban con habilidades extraordinarias de algún tipo. "¿Pero dónde quedan Margaret y Samantha en todo esto?", pensó, "ellas son también extraordinarias, sus auras son claras al respecto".
—Bien —sentenció Ackerman—, un motivo más que suma puntos para el traslado rápido. Derek, supongo que habrás pedido al personal la máxima discreción sobre la nueva sede, ¿verdad?
—Por supuesto, Philip.
—Muy bien, pues aceleremos eso todo lo que podamos. Otra cosa, en una hora y media debemos estar en el hotel donde voy a dar la rueda de prensa, prepárense todos —Derek se puso a dar órdenes y los agentes se dispersaron.
Mientras tanto, Tomaso repasaba su móvil y veía un mensaje que le habían enviado la noche anterior. Le citaban a mediodía en Battery Park para entregarle los pasaportes falsos que había pedido.
Antes de salir hacia la comparecencia del congresista, Patrick aprovechó para telefonear a los profesores expertos en posesiones de los que había conseguido el contacto los días anteriores. Finalmente, consiguió ponerse en contacto con el tal Henry Watts. El profesor fingió estar buscando tema para su tesis doctoral, que pretendía hacer versar sobre los procesos que conducían a la posesión. Watts no se mostró muy colaborador:
—Hágame caso, señor Sullivan —dijo—, y busque otro campo de investigación para su tesis.
Patrick intentó tirarle de la lengua, pero Watts le colgó sin más explicaciones. Así que se puso en contacto con otro de los expertos, Sam Walsh. Esta vez, cambió la excusa de la aproximación:
—Doctor Walsh, le llamo porque hay una familia cuyos hijos han sido poseídos y están desesperados, han acudido a mí como psicólogo, pero no tengo los conocimientos necesarios. Sé que usted escribió una tesis, pero no he podido encontrarla en Internet. ¿Podríamos vernos y tener una conversación sobre los procesos de la posesión?
—En teoría —contestó el doctor— mi tesis tiene que estar en la biblioteca de la Universidad, señor Sullivan. Puede acudir allí en persona y consultarla, supongo. Pero ya no me dedico a ese campo de investigación, y no creo que pueda serle de mucha ayuda...
—No obstante, doctor, me gustaría poder consultarle en caso de necesitarlo.
—Bien, si me es posible, intentaré aclarar sus dudas —atajó Walsh. "Me responde así solo por educación", pensó Patrick. "A ninguno le gusta hablar de su campo de tesis, curioso".
Un poco más tarde, tuvo lugar la comparecencia en rueda de prensa de Ackerman. Todos los agentes operativos de la agencia establecieron un perímetro de seguridad, pero afortunadamente no tuvieron que intervenir porque el evento se desarrolló sin sobresaltos. La expectación era máxima; los periodistas asaltaron a Ackerman con preguntas, pero él se ciñó al guión establecido, dando solo la información que había previsto: dijo que había sufrido un ataque contra su persona, que había tenido que ponerse a sí mismo y a su familia a salvo fuera de Washington, y que de momento iba a permanecer en localizaciones seguras por precaución. Por supuesto, el maquillaje ocultó cualquier rastro de su anterior posesión. En un revuelo de flashes, grabadoras y móviles, Derek y los Vástagos de Mitra sacaron al congresista de allí.
Poco después, a mediodía, Tomaso recibía los pasaportes falsos a cambio de una generosa suma de dinero que salió de la cuenta de Patrick. Por fin, ya estaban habilitados para viajar a Europa de forma segura.