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La Santa Trinidad

La Santa Trinidad fue una campaña de rol jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia entre los años 2000 y 2012. Este libro reúne en 514 páginas pseudonoveladas los resúmenes de las trepidantes sesiones de juego de las dos últimas temporadas.

Los Seabreeze
Una campaña de CdHyF

"Los Seabreeze" es la crónica de la campaña de rol del mismo nombre jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia. Reúne en 176 páginas pseudonoveladas los avatares de la Casa Seabreeze, situada en una pequeña isla del Mar de las Tormentas y destinada a la consecución de grandes logros.

martes, 29 de septiembre de 2020

El Día del Juicio
[Campaña Unknown Armies/FATE]
Temporada 3 - Capítulo 15

Comienza el traslado. Una nueva Habilidad.

La vehemencia de Frank Evans dejó a todos helados durante un momento. Tras unos segundos, Sigrid consiguió seguir explicándose:

 —No hace falta que me habléis de la catadura moral de Jacobsen, Frank. Sé que es un fascista de corazón, y que sin duda quiere más a los libros que a las personas. Yo misma —tragó saliva y bajó la vista— era así hasta hace poco. Pero —añadió tras una pausa dramática— la obligación de ayudar a Jacobsen no es por el mero hecho de ayudarle; aquí ya nadie duda de la veracidad de las corazonadas de Patrick, y ese libro que necesitamos es crucial para salvar la existencia, y Jacobsen puede ser una pieza muy útil para conseguirlo. Mi hija es algo secundario en este caso.

Ante esta última frase, todo el mundo intercambió miradas de incredulidad. "Ah, Sigrid", pensó Patrick, "con lo bien que ibas".

El congresista Philip Ackerman
 —Aun así —replicó Evans, mientras Yatsenko fruncía los labios en un gesto de preocupación—, no estoy de acuerdo en que le ayudéis. ¿Pretendes hacernos creer que tu hija no importa? Os vais a poner en peligro a vosotros mismos y a la organización, ¡y no puedo apoyar eso! —soltó un ligero puñetazo en la mesa.

 —No creo que...—empezó Patrick, mostrando las manos en un gesto conciliador, pero fue interrumpido por Ackerman.

 —Por favor —dijo el congresista, poniéndose en pie—, tienen que calmar esos ánimos. Frank, tranquilícese —le reprochó con la voz y la mirada—. Ahora, si son tan amables, déjennos unos minutos a solas al señor Hansen, al señor Evans y a mí —cuando el congresista se refería a miembros de la organización por los apellidos y no por los nombres de pila, era mejor obedecer.

Así que todos salieron, y cuando la sala se quedó vacía y tranquila, el congresista sonrió a Derek:

 —Derek, sabes lo mucho que confío en ti, y la peripecia en Washington me ha reafirmado en esa confianza. Así que paso la pelota a tu tejado. ¿Crees que es buena idea que acudáis a Londres y ayudéis a ese.. Illuminati?

Derek aclaró su garganta.

 —No sé si es buena idea, Phillip, la verdad —empezó con sinceridad—; pero lo cierto es que Patrick tiene una especie de... sentido de la realidad... de la existencia... muy especial,  y ha demostrado estar en lo cierto en varias ocasiones. Y ahora mismo, todo apunta a que el libro del que te hemos hablado es importantísimo para que todo lo que existe no se vaya al cuerno, algo relacionado con Tunguska y las columnas de Sombras de las que te hemos hablado. Desde luego, sería una desgracia que cayera en malas manos, como las de Novikov o el alcalde.

 —¿Y de qué modo os podría ayudar Jacobsen a conseguirlo? —preguntó el congresista, ante el silencio prudente de Evans.

 —Eso no lo sé, a ese problema deberá ponerle solución Sigrid a su debido tiempo.

 —¿Y confías en ella? ¿Plenamente? Tengo entendido que no es muy buena persona...

 —Absolutamente, Philip —contestó Derek mientras sentía la preocupación de Sigrid a través de su vínculo sobrenatural. Contestó con una convicción plena, que se transmitió a su mirada—. Te aseguro que ya no es la misma.

Ackerman miró a Evans, sin decirle ni una palabra, y asintió volviendo a mirar a Derek.

 —Si es así, Derek, por mi parte no hay más dudas. Tienes mi total confianza, y si juzgas que una acción es necesaria, así debe ser. Haced pasar a todos de nuevo, por favor.

Una vez todos reunidos de nuevo, Ackerman anunció:

 —Bien, ya hemos tomado una decisión. El grupo que Derek escoja viajará al Reino Unido para resolver los asuntos que tengan que resolver, y les acompañaréis vosotros, Theo, Artem —dijo mirando a los Vástagos de Mitra, que no parecieron torcer el gesto—. Frank se quedará aquí para darme protección (a mí y a la CCSA). No obstante —continuó, con tono firme—, no partiréis hasta que la agencia se encuentre trasladada y a salvo en la clandestinidad.

 —Muy bien —contestó Derek—. Jonathan vendrá con nosotros, y la organización se quedará a tu cargo, Sam.

Samantha Owens asintió, aceptando la responsabilidad.

 —De todas maneras —añadió Ackerman—, tampoco me gustaría que salierais hacia allí sin un mínimo plan. ¿Qué vais a hacer si amenazan a la hija de Sigrid? ¿O si os retienen más tiempo de la cuenta? Son cuestiones que requieren una previsión; espero que me déis alguna antes de marcharos. Por otra parte, Sigrid, ¿puedes darnos toda la información que sepas sobre Jacobsen?

Aliviada por cómo se había desarrollado el asunto, Sigrid reveló todo lo que sabía sobre Jacobsen, sin guardarse ni el más ligero recuerdo: habló de su extenso ejército personal de adeptos y mercenarios, que se extendía por toda Europa; de su villa cercana a Londres, que era una pequeña fortaleza, de la que dibujó un plano con todo lo que recordaba; de su Biblioteca, una de las más importantes del mundo, distribuida en varias localizaciones por seguridad; y de los continuos conflictos entre la logia de bibliomantes de Europa Occidental y la de Europa Oriental, cómo ambas andaban siempre a la greña, y no eran raros los enfrentamientos, sobre todo en territorio austríaco y checo. Además, la conversación también derivó en un momento dado hacia las extrañas columnas de Sombras que habían tenido lugar en distintos momentos, la última en Tunguska; según los Vástagos de Mitra, los Persas (sus hermanos de rango superior) tenían la teoría de que dichas columnas correspondían a roturas temporales del Velo, que acababan por arreglarse a las pocas horas o días. "Interesante", pensó Patrick, "¿será verdad?". 

 

Una vez finalizada la reunión, el grupo se reunió por fin discretamente. Tomaso planteó la posibilidad de que, en caso de que pudieran volver a la realidad anterior, quizá la encontrarían tan cambiada que apenas la reconocieran. Sally aún fue más allá:

 —¿Os habéis planteado que sea posible que no podáis volver a la anterior realidad? Y además, en caso de que sea posible, ¿qué pasa conmigo, con Jonathan, con tu hija Esther, con Helen o con tu familia, Derek? ¿Nos quedaremos aquí mientras os vemos desaparecer? —acabó con los ojos llorosos.

Este pequeño discurso de Sally tuvo un fuerte impacto en el grupo, porque revelaba cuestiones que ni siquiera se habían planteado, preocupados como habían estado por el objetivo fundamental de retornar a la existencia anterior. Conversaron largo y tendido sobre los interrogantes planteados, pero finalmente decidieron dejarlo para más adelante, ante la imposibilidad de llegar a ninguna conclusión.

 —Lo que tampoco entiendo —anunció Sigrid en un momento de la conversación— es por qué Jacobsen insiste tanto en que yo acuda en su ayuda. Realmente, soy muy novata en las artes Bibliománticas, y no creo que fuera de mucha utilidad en un conflicto entre logias...

Patrick se quedó pensativo unos segundos.

 —¿Y si —planteó el profesor— Jacobsen se ha enterado de alguna forma de que ganaste esa... "carga mayor" y lo ha relacionado con el libro de Taipán que le recomendaste no comprar? En ese caso, nos meteremos directos en una trampa.

 —Pues es una posibilidad —contestó Sigrid después de unos momentos de silencio—. Pero, ¿qué voy a hacer? ¿Dejar a mi hija a su suerte? No puedo hacer eso.

Todos estuvieron de acuerdo en que, aunque habría que prever la contingencia de una trampa, no podrían dejar a Sigrid sola en aquella situación. El vínculo kármico era fuerte, y la angustia de la anticuaria pronto se convirtió en la angustia de todos.

Para intentar averiguar más cosas y no viajar a ciegas, Sigrid intentó contactar con dos bibliomantes conocidos suyos en Europa. La primera, Kendra Peony, británica, no respondió a sus llamadas. El segundo, Jesús Cerro, español, sí que descolgó al segundo intento. Cerro resultó algo esquivo, asegurando que él ya no quería problemas, que "ya no estaba en ese mundillo" y que se había retirado de las tramas y conspiraciones del submundo ocultista.

 —Pero es verdad que no puedo evitar que me lleguen ciertas informaciones —dijo el ¿antiguo? bibliomante—, y aunque no eres mi persona preferida, Sigrid, te voy a hacer el favor de compartirlas...

 —Y te lo agradezco, Jesús, de verdad.

 —Mira —Cerro bajó inconscientemente la voz—, parece que la biblioteca de Franz Liszt (¿te acuerdas del bastardo ese?) en Viena ha sido totalmente arrasada. Un edificio entero de corte clásico se vino abajo atrapando a varias personas, una catástrofe, vaya. Y por lo que se dice, no ha sido la única biblioteca arcana que ha sido destruida en Austria.

 —¿Y quién crees que puede haber sido el causante? ¿La logia oriental?

 —Bah, yo creo que no. Esto no se parece en nada a las riñas fronterizas de los últimos años. Ni siquiera parece obra de un bibliomante. ¿Qué bibliomante en su sano juicio quemaría miles de libros?

 —Desde luego, es muy extraño —acordó Sigrid—. Entonces, ¿no se sospecha de nadie? ¿No tenéis miedo por ahí?

 —Pues que yo sepa, ni Jacobsen ni Liszt ni Katrina Rike ni ninguno de los otros tiene ni idea de quién ha sido. Y yo, personalmente, ya estoy fuera de todo eso, así que no, no temo nada...

Sigrid se despidió de Jesús, deseando que pudieran saludarse en un futuro sin conspiraciones de por medio, y tras darle las gracias de nuevo, colgó. "La cosa está bien jodida", pensó.

Patrick, por su parte, se reunió con Ackerman para preguntarle por ese Persa que le reveló los misterios del submundo ocultista y le planteó la creación de la CCSA. El profesor tenía sospechas de que podía conocer a ese hombre, pero según le dijo el congresista, se trataba del embajador de Reino Unido destinado en los Estados Unidos por aquellas fechas, así que Patrick cambió de tema.

 —¿Recuerda algo sobre la posesión, congresista? —preguntó—. Cualquier información podría sernos de ayuda para entender mejor sus mecanismos.

 —Como ya dije, solo recuerdo ligeramente los primeros momentos, y solo como... sensaciones, no tengo memorias. Lo recuerdo como una especie de pesadilla en la que alguien no paraba de empujarme... de empujarme mentalmente, claro, como si quisieran ocupar el espacio de mi voluntad, desplazándome.

 —Ya veo... muchas gracias, señor —se despidió Patrick—. Si recuerda algo más, por favor, no dude en decírmelo; como le digo, cualquier información puede ser importante.

Después, obsesionado con entender las posesiones y preocupado por las alteraciones que había detectado en el aura de Jonathan y en la suya misma, Patrick reunió al grupo y al capitán del equipo 1. Concentrándose, intentó algo que no había hecho nunca: alterar el aura de una persona. Lo intentó con el aura de Jonathan, tratando de corregir aquella especie de malformaciones que revelaban una susceptibilidad acrecentada a las posesiones, pero no tuvo éxito.

 —Quizá... —sugirió, mesándose la barba—, ¿y si?.... —se quedó distraído, con la mirada perdida.

 —¡¿"Y si" qué?! —inquirió Derek, haciéndole reaccionar.

 —¡Perdón! Tomaso, ¿no crees que tú podrías ser capaz de reparar el daño que nos han hecho esos demonios? ¿Esta... debilidad a las posesiones?

Tomaso se sorprendió. Nunca se le hubiera ocurrido que pudiera hacer tal cosa... "¿pero y si puedo? Ayudaría a mucha gente".

 —Pues la verdad es que no tengo ni idea —contestó—, pero con la ayuda del Señor, todo es posible. Lo único que puedo asegurarte es que le rogaré con todas mis fuerzas.

 —Bueno, no pido más —dijo Patrick—. "Si con eso basta, estupendo".

Durante un par de horas, Tomaso se situó frente a Jonathan y rezó, elevando sus oraciones para la sanación del agente. Pero no sucedió nada, y Patrick no detectó ninguna alteración en su aura. Así que decidieron que lo intentarían por la tarde en un entorno más adecuado. Después de comer, Tomaso, las tres hermanas y el resto del grupo se desplazaron a la iglesia de su primo, donde el diácono les permitió la entrada sin hacer muchas preguntas.

Esta vez sí. Tomaso, respaldado por las tres monjas, Margaret, y algún otro creyente, elevó sus oraciones en aquel lugar de culto. Transcurrida media hora, el italiano empezó a brillar con una ligerísima luz dorada. "Y las hermanas están llorando", se fijó Derek. Efectivamente, las tres monjas mostraban un rostro beatífico y dejaban correr libremente las lágrimas por su rostro. "Vamos a ver qué pasa".

Al cabo de otros veinte minutos, Tomaso notó un calor, un calor reconfortante, diría que incluso celestial. Abrió los ojos, y se sorprendió al mirar su entorno. Su  mirada iba más allá de lo físico, y pudo ver efectivamente la mácula que inundaba a Jonathan: una mancha oscura en su frente que cambiaba de forma, como si estuviera hecha de líquido. Y lo mismo le sucedía a Patrick.

 —Siento calor, Patrick —dijo Jonathan al profesor, anunciando que por fin algo ocurría. Durante una hora se había limitado a decir cada cierto tiempo que "no notaba nada" —. Algo pasa. Bastante calor, quema un poco, pero es agradable.

Tomaso pidió por Jonathan, por su salvación y la protección contra los engendros malignos, hasta el límite de la extenuación.

Y alguien le escuchó. A punto de perder pie, fue ayudado por dos de las hermanas para no caerse.

 —¡Uffff! ¡Ay! —exclamó Jonathan. Pero enseguida los tranquilizó—: No pasa nada, no pasa nada, he sentido un quemazón durante un momento.

Patrick miró su aura, y sonrió con satisfacción.

 —Pues parece que Tomaso lo ha conseguido, amigos. El aura de Jonathan vuelve a estar "limpia". Y su aspecto —efectivamente, las ojeras y la lividez de Jonathan se habían atenuado hasta ser casi inexistentes—.

Todos se felicitaron por aquello, abrazaron a Tomaso (que por fin había caído de rodillas, agotado) y golpearon efusivamente la espalda de Patrick, porque habían conseguido algo que podría cambiar la situación de mucha gente. De momento, habría que probar a restaurar la normalidad en el propio Patrick y en el congresista, y si tenían éxito, ya se vería en el futuro. Las hermanas lloraban de júbilo.


Regresaron a la CCSA, donde la empresa de mudanzas ya estaba cargando camiones para llevar el mobiliario a un almacén de alquiler y despistar a posibles observadores. "Bien, Linda, eficiente como siempre", pensó Derek. Minutos más tarde, compartieron la experiencia de la iglesia con Ackerman, que se mostró entusiasmado.

 —Entonces, ¿creéis que podréis quitarme esa... "mácula" antes de marcharos a Europa? —preguntó, entusiasmado.

 —Esperemos que sí, Philip —respondió Derek—. De momento, parece que restaurar a Jonathan ha dejado agotado a Tomaso, y tendrá que descansar por lo menos hasta mañana. Veremos cómo lo  hacemos.

Mientras Tomaso descansaba, Patrick reunió al grupo, insistiendo en la necesidad de ahondar en sus habilidades y capacidades. No sabía muy bien cómo podrían hacerlo, pero reiteró en que deberían dedicar un tiempo a averiguarlo.

 

Por la noche, Derek volvió a soñar. Se despertó sin despertar realmente, y se dio cuenta de que estaba soñando cuando vio que la ventana no tenía la persiana que sí estaba presente en el mundo real. En el exterior, apoyado en el alféizar, un cuervo miraba hacia dentro, pero al parecer, sin verle. Y en esta ocasión no fue solo Derek; Patrick también "despertó", y al ver el cuervo, sin saber qué hacer, fue en busca de Derek, a quien encontró de pie mirando hacia la ventana. Se miraron, extrañados de encontrarse en un sueño. Tomaso y Sigrid también despertaron, pero se quedaron en sus habitacines, expectantes, Tomaso rezando en silencio. Finalmente, Derek hizo uso de sus habilidades innatas de atlante, y ahuyentó a los cuervos, que se unieron a una bandada que volaba alrededor del edificio y se marcharon. "No dejan de buscarnos", dijo a Patrick.

 

La mañana siguiente preguntaron al resto de la organización si habían soñado con cuervos en sus ventanas. Solamente los Vástagos de Mitra y Ackerman respondieron afirmativamente.

 —¿Vosotros también? —dijo Evans, extrañado—. ¿Qué significa? Nosotros lo habíamos interpretado como un buen augurio, el cuervo de la victoria.

 —Significa —contestó Patrick, desviando la atención de Derek, cuya condición de atlante y habilidades especiales habían sido mantenidas en secreto— que nos están buscando, y que debemos despistarles lo antes posible. Creemos que no nos han encontrado —miró a Derek—, así que hay tiempo.

 —¿Y tenéis idea de cuál es el motivo por el que unos hayamos visto los cuervos y otros no? —preguntó Ackerman.

 —La verdad es que no, quizá simplemente los demás no lo recuerden, como pasa con muchos sueños —mintió Patrick, para quien era un hecho que los únicos que habían visto los cuervos eran aquellos que contaban con habilidades extraordinarias de algún tipo. "¿Pero dónde quedan Margaret y Samantha en todo esto?", pensó, "ellas son también extraordinarias, sus auras son claras al respecto".

 —Bien —sentenció Ackerman—, un motivo más que suma puntos para el traslado rápido. Derek, supongo que habrás pedido al personal la máxima discreción sobre la nueva sede, ¿verdad? 

 —Por supuesto, Philip.

 —Muy bien, pues aceleremos eso todo lo que podamos. Otra cosa, en una hora y media debemos estar en el hotel donde voy a dar la rueda de prensa, prepárense todos —Derek se puso a dar órdenes y los agentes se dispersaron.

Mientras tanto, Tomaso repasaba su móvil y veía un mensaje que le habían enviado la noche anterior. Le citaban a mediodía en Battery Park para entregarle los pasaportes falsos que había pedido.

Antes de salir hacia la comparecencia del congresista, Patrick aprovechó para telefonear a los profesores expertos en posesiones de los que había conseguido el contacto los días anteriores. Finalmente, consiguió ponerse en contacto con el tal Henry Watts. El profesor fingió estar buscando tema para su tesis doctoral, que pretendía hacer versar sobre los procesos que conducían a la posesión. Watts no se mostró muy colaborador:

 —Hágame caso, señor Sullivan —dijo—, y busque otro campo de investigación para su tesis.

Patrick intentó tirarle de la lengua, pero Watts le colgó sin más explicaciones. Así que se puso en contacto con otro de los expertos, Sam Walsh. Esta vez, cambió la excusa de la aproximación:

 —Doctor Walsh, le llamo porque hay una familia cuyos hijos han sido poseídos y están desesperados, han acudido a mí como psicólogo, pero no tengo los conocimientos necesarios. Sé que usted escribió una tesis, pero no he podido encontrarla en Internet. ¿Podríamos vernos y tener una conversación sobre los procesos de la posesión?

 —En teoría —contestó el doctor— mi tesis tiene que estar en la biblioteca de la Universidad, señor Sullivan. Puede acudir allí en persona y consultarla, supongo. Pero ya no me dedico a ese campo de investigación, y no creo que pueda serle de mucha ayuda...

 —No obstante, doctor, me gustaría poder consultarle en caso de necesitarlo.

 —Bien, si me es posible, intentaré aclarar sus dudas —atajó Walsh. "Me responde así solo por educación", pensó Patrick. "A ninguno le gusta hablar de su campo de tesis, curioso".


Un poco más tarde, tuvo lugar la comparecencia en rueda de prensa de Ackerman. Todos los agentes operativos de la agencia establecieron un perímetro de seguridad, pero afortunadamente no tuvieron que intervenir porque el evento se desarrolló sin sobresaltos. La expectación era máxima; los periodistas asaltaron a Ackerman con preguntas, pero él se ciñó al guión establecido, dando solo la información que había previsto: dijo que había sufrido un ataque contra su persona, que había tenido que ponerse a sí mismo y a su familia a salvo fuera de Washington, y que de momento iba a permanecer en localizaciones seguras por precaución. Por supuesto, el maquillaje ocultó cualquier rastro de su anterior posesión. En un revuelo de flashes, grabadoras y móviles, Derek y los Vástagos de Mitra sacaron al congresista de allí.

Poco después, a mediodía, Tomaso recibía los pasaportes falsos a cambio de una generosa suma de dinero que salió de la cuenta de Patrick. Por fin, ya estaban habilitados para viajar a Europa de forma segura.



jueves, 17 de septiembre de 2020

El Día del Juicio
[Campaña Unknown Armies/FATE]
Temporada 3 - Capítulo 14

Los Vástagos de Mitra. Ackerman despierta.

Los "guerreros" les hablaron de los demonios y sus poderes y de los tipos de demonios que alguien se había dedicado a clasificar.

 —Vamos a ver... —dijo Frank Evans, enumerando con los dedos—, están los Ocultos, que son humanos poseídos por demonios de poder limitado, y que solo muestran algunos rasgos leves de posesion... están también los Manifestados, que son en los que más se notan los rasgos demoníacos porque tienen falta de control... los Etéreos son los que han atravesado el velo sin poseer entes físicos, y se parecen a lo que llamamos fantasmas... los Anormales son los que han poseído animales en lugar de humanos, la mayoría han enloquecido y son presa de horribles mutaciones... y luego están los más cabrones de todos, los Príncipes.

Príncipe Demoníaco
 —Essos sí son durhos —corroboró Yatsenko.

 —Sí —continuó Evans—, cuando se junta un demonio de gran poder con un humano especialmente taimado o hábil, se produce un Príncipe, que puede mostrar rasgos demoníacos a voluntad, y desarrolla unos poderes muy arriba en la escala.

 —Entonces —tomó la palabra Tomaso— creo que está claro: mi hermano es un Príncipe, sin duda, y posiblemente la esposa de Patrick también lo sea.

Sobre esta última afirmación hubo varias dudas, aunque parecía bastante probable que Helen tuviera un nivel de poder comparable al de Paolo. Además, Patrick había detectado en su aura que estaba poseída por varias entidades, y eso, según le habían dicho, era bastante raro. Patrick suspiró, triste.

También les revelaron que incluso entre aquellos engendros de la oscuridad existían disensiones y facciones, aunque no pudieron darles más detalles sobre cuáles y cuántas.

 —Perho no hay que olvidarh a loss Caídos, Frank —dijo en un momento dado Yatsenko.

 —Es verdad —Evans afirmó con la cabeza—. Los Caídos hacen la guerra por su lado. No sabemos mucho de ellos, solo que son un grupo de Príncipes que en ocasiones se han enfrentado a sus propios congéneres. Se dice que son demonios que han conseguido poseer a humanos excepcionales con recuerdos de épocas antiguas; quizá atlantes, o lemuritas, o yo qué sé... el caso es que no dudarán en esclavizarnos, como todos los demás; por suerte, nosotros nos opondremos a ellos siempre.

 —¡Siemprhe! —coreó Yatsenko.

En ese momento, Derek carraspeó, y aprovechó para preguntar:

 —Y, cambiando de tema... ¿quiénes, concretamente, sois "vosotros"? —Yatsenko y Evans se miraron, y sonrieron.

 —Nosotros, amigo mío —explicó Evans, mostrando las palmas de sus manos y levantando la voz poco a poco—, somos el único y mejor escudo de la humanidad contra los Engendros, somos los guerreros sagrados, los legionarios del cielo, el Culto a Sol Invictus...  somos Los Vástagos de Mitra —acabó, con un rugido y secundado por Yatsenko.

 —Entiendo —dijo Sigrid, cuya voz calmada contrastó con las últimas palabras estentóreas de Evans—; vosotros debéis, de alguna forma, ser los herederos del Culto a Mitra que se extendió por Europa en la antigüedad, ¿no? Según he leído, muchos guerreros romanos eran iniciados en sus misterios.

 —Así es —contestó Yatsenko, ya más serio—; dessde aquellos tiempos nos hemos enfrhentado sin descanso a loss Engendrhos.

Continuaron explicando algunos detalles del culto a Mitra y su guerra contra los subyugadores de la humanidad, y revelaron que tanto Yatsenko como Moss tenían el rango de "Soldado", y que Evans había llegado al rango de "León", lo que lo convertía en el superior de los dos primeros. El rango más alto se llamaba "Padre", y ninguno de los tres conocía a quien lo ostentaba en ese momento.

El culto procedía de la antigua Persia y, efectivamente, como había dicho Sigrid, se había extendido rápidamente por el joven Imperio Romano. Por lo que explicaron, Jesús tenía muchas características muy similares a Mitra, tantas que incluso podrían haber sido la misma persona; desde luego (según los mitraistas) los cristianos debían de haber encontrado algo más que inspiración en la figura de Mitra; Tomaso torció el gesto ante tal afirmación.

Como gesto de buena voluntad, Patrick les reveló su capacidad para percibir las auras de las personas, y les explicó lo que pudo sobre ella. Sigrid también reveló su condición de bibliomante (cosa que los adeptos ya se olían). De la condición de atlante de Derek no revelaron ni una palabra, pero Evans y Yatsenko no pudieron dejar de preguntar:

 —¿Y tú, Tomaso? También eres especial, ¿no? Aquel destello de poder divino que hubo en la iglesia no nos pasó desapercibido, y según las monjas, procedió de ti.

 —Bueno —contestó Tomaso, algo arrebolado—, en realidad no estoy muy seguro... sí que es cierto que siempre me he sentido cercano al Señor, y que tengo la sensación de que en ocasiones mis plegarias son escuchadas. —Hizo una pausa, incómodo; reservado como era, no estaba acostumbrado a revelar tanta información sobre sí mismo, ni siquiera a sus amigos. No obstante, continuó—: Quizá las hermanas fueron capaces de canalizar a través de mí esa energía... o acceder a través de mí al lugar donde se encuentra... ni idea, la verdad.

Los mitraistas se dieron por satisfechos con la explicación de Tomaso a ojos vista, y se congratularon de estar al lado de un grupo tan... especial.

Más tarde, a instancias de Sigrid, Derek convocó una reunión general de la CCSA a la que acudieron prácticamente todos los miembros excepto los heridos. La intención era poner en común todas las piezas del puzzle de la jornada anterior. Con los testimonios de los distintos agentes hicieron un recuento de los enemigos: hicieron acto de presencia al menos seis demonios en el jardín delantero y seis demonios en la parte trasera (los que hundieron la iglesia en sombras), además de los cuatro demonios que habían entrado a la iglesia. En total, dieciséis demonios, seguramente con dos o tres Príncipes entre sus filas

 —Tras lustros de combatir a los Engendros —dijo Frank Evans—, puedo decir que dieciséis demonios reunidos en un mismo lugar es un hecho extraordinario. Lo máximo que he visto yo ha sido un grupo de siete, quizá ocho, demonios. ¿Y tú, Artem?

 —Lo missmo —contestó Yatsenko—; como mucho, puede que nuevhe aquella vezh en Lisboa. Y nunca, jamás máss de dos o trhes en terrheno sagrhado.

 —¿Creéis que puede haber sucedido algo o darse una situación que lo haya permitido? —preguntó Patrick, ante lo que los dos Vástagos se encogieron de hombros y negaron con la cabeza.

Mientras estaban discutiendo sobre estos temas, Hayden Baxter, el agente más joven de la organización, pareció ir a decir algo interesante, pero se arrepintió en el último momento. Le insistieron mucho para que dijera lo que tuviera que decir, y finalmente lo convencieron. El motivo de su reticencia a hablar era que se había asustado ante aquel despliegue de poder, y había corrido en busca de refugio.

 —Perdonadme, de verdad —se disculpó, casi con lágrimas en los ojos—. No quería fallaros, pero me vi superado por la situación.

 —No te preocupes, tío ñoño —le dijo con una sonrisa Samantha Owens, su capitana, confortándolo—; eso le pasa al más pintado, ahora cuéntanos lo que ibas a decir.

Baxter reveló que mientras los Vástagos de Mitra y los demonios peleaban en el jardín frontal, pudo ver desde su refugio (tras un par de árboles que formaban una especie de "V") cómo llegaban a la escena al menos cinco figuras con profusos tatuajes tribales que parecían moverse sobre su piel. Aunque casi todas llevaban capuchas especialmente preparadas para ocultar sus rostros, algunas no las llevaban subidas, y sus manos se movían a la velocidad del rayo.

 —Juro —dijo, vehemente— que vi cómo una bola de fuego salía de entre las manos de uno de ellos, después de que hiciera unos gestos imposibles y rapidísimos.

Además de ese grupo, hizo acto de presencia otra figura, grande, imponente y encapuchada, con una presencia física tremenda, que se enzarzó con uno de los demonios.

 —Joder, saltaron chispas cuando empezó a darle puñetazos. Y es que durante la pelea se le desplazó la capucha, ¡y juraría que se trataba del alcalde!

Y eso no era todo; además, también pudo ver cómo desde el exterior del jardín, al menos tres tipos disparaban hacia el interior; pero no pudo distinguir sobre cuál de los grupos.

 —Bueno —dijo Derek—, para mí es evidente que el exorcismo del congresista era lo suficientemente importante como para congregar a tres o cuatro facciones en el lugar. Y con dieciséis demonios presentes, nada menos. Así que tenemos que proteger a Philip, cueste lo que cueste.

 —Estoy de acuerdo —secundó Evans.

Tras unos momentos de silencio y de afirmaciones silenciosas por parte de los agentes, Patrick continuó:

 —Lo que me parece extraordinario es que hayamos salido de esta solamente con varios heridos leves. Después de todo lo que nos han lanzado, ¡eso dice mucho de todos vosotros! —algunas sonrisas asomaron en los rostros de los agentes, que se miraron entre sí, afirmando con la cabeza.

 —Es cierto —interrumpió Samantha Owens—, lo habéis hecho todos muy bien. —Miró a su alrededor con una sonrisa sincera, algo poco frecuente en ella, pero enseguida volvió a su habitual gesto serio—: Pero también es cierto que la falta de bajas hay que agradecérsela a los nuevos incorporados, los amigos de Artem —tendió una mano hacia Evans y Yatsenko—; por desgracia, uno de ellos fue malherido y no puede estar aquí...

 —Theo Moss, el único herido grave que hemos tenido —puntualizó Derek.

 —Así es —retomó Owens—, y aun así, aguantó mucho más castigo de lo que yo considero humanamente posible. Y además (y estoy segura de que no fui solo yo) vi cosas que distan mucho de ser normales. Hubo un momento, cuando los demonios del jardín nos golpearon con todo y yo me convencí de que íbamos a morir, este señor —se levantó y señaló a Frank Evans— extendió su brazo, y todo lo que nos llegaba rebotó contra una barrera de fuerza invisible. Personalmente, me gustaría saber qué es lo que sois en realidad, Artem.

Todo el mundo dirigió su mirada hacia Evans y Yatsenko. Este, de sobra conocido por todos los presentes, y apreciado por muchos de ellos, contestó:

 —Me gustarhía poderh contestarhte con todo el detalle posible, Sam. Perho hay cosas que todavía no esstamos autorhizados a desvelarh. Lo que debéis saberh es que estamos en el mismo bando, que haremos todo lo posible por derrhotar a nuestros enemigos y lucharhemos porh la CCSA, el directorh y el congrhesista con todas nuestrhas fuerhzas. Eso deberhía bastarh porh ahora.

Samantha se dio por satisfecha con la diatriba de Artem, al menos de momento, y tras unas palabras de agradecimiento, se dio por terminada la reunión. Patrick llamó a Derek y a Jonathan a un aparte. El había percibido pacientemente el aura de todos los presentes durante la reunión, y reveló que tanto él mismo como Jonathan lucían unas anomalías que parecían revelar que se habían hecho más susceptibles a las posesiones demoníacas. Incluso, ahora que se había fijado bien, sus efectos se notaban físicamente en cosas livianas: ojeras ligeramente más marcadas, tez levemente más blanquecina...

 —Si notas algo raro, Jonathan —dijo Patrick—, avísanos enseguida por favor.

 —Sí, claro, no te preocupes, así lo haré —contestó el capitán, tenso por la nueva revelación.

A los pocos minutos, alguien avisaba a Derek de que el congresista Ackerman había despertado. "Por fin", pensó, "ahora, esperemos que sea el mismo de siempre". Derek, Patrick, Sigrid, Tomaso, Frank Evans, Samantha Owens, Margaret Jenkins y Benjamin Rowland acudieron rápidamente a ver su estado.

El congresista estaba débil, con ojeras acusadas, tez blanquecina, bastantes más canas y algo más delgado. "Parece una versión acentuada de Jonathan y mía", pensó Patrick, que, viendo su aura, detectó las mismas anomalías que las que había detectado en él mismo y en Jonathan, pero mucho más evidentes.

El congresista sonrió al ver a tantos rostros amigos, pero pareció sonreír especialmente a Derek. "¿Le habrán contado algo sobre el episodio de Washington?", pensó Patrick, "¿O es que realmente Derek y él son tan cercanos?".

 —Como me alegro de veros a todos —dijo el congresista con voz cansada, pasando su mirada por el nutrido grupo, y deteniéndose finalmente en Derek—; especialmente a ti, amigo mío; la doctora ya me ha contado algo de lo que pasó en Washington. Sabía que no me defraudarías.

En ese momento, también entró Amy Bowen, procedente del hotel cercano, y a quien habían llamado por teléfono. Tenía lágrimas en los ojos.

 —Philip... menos mal —sollozó.

 —Amy, fiel hasta el fin, menos mal que me hiciste caso y llamaste a Derek a tiempo... ven aquí, anda 

La secretaria se acercó y lo abrazó. Derek se acercó y tocó su otro hombro, aliviado. A los pocos segundos, ella se apartó y Ackerman continuó:

 —Veo que me tenéis que poner al día... Frank, ¿qué haces tú aquí en Nueva York? ¿Y a quién tengo el placer de conocer aquí? —añadió, mirando a Tomaso, Sigrid y Patrick.

Derek le presentó brevemente a sus compañeros y amigos, subrayando su importancia para sus objetivos, y le explicó en voz baja todo lo que había sucedido en las últimas jornadas. Evans también le explicó las razones de su traslado a Nueva York junto con Theo Moss. Ackerman les escuchó con los ojos cerrados, pacientemente.

 —Vaya —dijo al fin—, parece que la CCSA es incluso más importante de lo que habíamos pensado en un principio... bien, bien, buen trabajo, y encantado de conoceros a todos. En especial a usted, señora Olafson —añadió sonriendo—, es una sorpresa tener en nuestras filas a una librera tan famosa —Sigrid rebulló, incómoda—.

Cuando le preguntaron por su propia vivencia, Ackerman aseguró que no recordaba nada de la última semana. Su último recuerdo era entrando al apartamento de Sannon Miller, donde la jefa de su gabinete le había invitado a cenar. Sí que recordaba los primeros estadios de la posesión, como una pesadilla, una continua lucha de voluntad contra la entidad que trataba de poseer su mente.

 —Temo que todo esto sea cosa de mi propio círculo, y no sé dónde podrá llevarnos. 

 —Por suerte —dijo Amy—, el director Hansen pudo evitar que la prensa pudiera hacerse con cualquier tipo de prueba y lo puso a salvo enseguida.

 —Sí, y por ello le estaré eternamente agradecido. —Su rostro pareció reflejar una determinación recién adquirida—: Por lo que habéis contado, es el momento entonces de cerrar todas las demás sedes de la CCSA (excepto quizá Chicago, ya veremos), y hacer que la organización pase a la clandestinidad.

 —Efectivamente —contestó Derek, confortado al ver a Ackerman tomando decisiones—, ya estamos en ello, pero vamos a necesitar financiación, Philip.

El congresista pensó unos momentos, y continuó:

 —No creo que eso sea problema si cerramos el resto de delegaciones y redirigimos los fondos a esta; supongo que incluso podremos aumentar el personal. Amy —se dirigió a su secretaria—, llama a Sanders y a Nicholson, que se encargue de todo; mañana daremos una rueda de prensa. Y vosotros, Derek, seguid con los procesos que tengáis abiertos, la financiación llegará en no más de una semana.

 —Muy bien, Philip —respondió el director—, nos vendrá bien, porque precisamente...

 —Creo que ya está bien por ahora —interrumpió Olivia Wells, la doctora, que irrumpió en tromba en la habitación—, el congresista debería descansar al menos hasta la noche. ¡Por favor, salgan todos!

Todo el mundo obedeció las órdenes de la doctora y salieron, dejando a Ackerman reposando. "Sí que le hace falta, se le ve débil", pensó Derek. Pero no tuvo mucho tiempo para la introspección, porque enseguida reclamó su atención Linda, su secretaria.

 —He conseguido una cita con la comercial de la mansión esta misma mañana a las once y media, director, alguien debería reunirse con ella a esa hora.

Cuando Derek preguntó a Amy Bowen (que estaba inmersa en un torbellino de llamadas y cálculos) qué renta sugería gastar como máximo en el alquiler de la nueva sede, la secretaria de Ackerman sugirió un máximo de unos cien mil dólares.

Un poco más tarde de la hora acordada, el grupo llegaba a la mansión en cuestión. "Linda ha hecho un trabajo excelente, como siempre", pensó Derek, "un sitio discreto y protegido, y unas instalaciones que nos vienen como anillo al dedo". Se desesperaron un poco cuando la comercial les anunció el precio: doscientos mil dólares al mes. No obstante, fue ahí donde entró Tomaso, viendo la futilidad de las negociaciones que llevaban a cabo Derek y Patrick; no le costó demasiado seducir a la mujer, que a cambio de una cena, acordó negociar la renta a la baja para conseguir dejarla en ciento treinta mil dólares. Omega Prime se encargaría, a petición de Tomaso, de desviar los fondos desde la cuenta de Patrick (en posesión aún de los tres millones que le había pagado Novikov) a una cuenta a nombre de alguna de las empresas que usaba para sus negocios con la mafia y con Samantha, Jonathan, Margaret y Sally como titulares. En meses posteriores, harían lo mismo pero tomando el dinero de la cuenta de la CCSA.

Ya por la tarde, acudieron junto con las "titulares" de la cuenta a la oficina de la inmobiliaria, donde formalizaron el contrato en un tiempo récord. Poco después, las administrativas de la CCSA lo ponían todo en marcha para que una empresa de mudanzas empezara con el traslado en el más breve plazo posible.

Por la noche, Tomaso no tuvo más remedio que salir a cenar con la agente inmobiliaria, pero una droga suministrada hábilmente en la bebida impidió que la cita llegara a más sin frustraciones ni discusiones "y, sobre todo, sin engañar a Sally", pensó, alborozado.


Mientras Tomaso esquivaba a su cita, en la CCSA, Sigrid recibía la llamada de Jacobsen. El Bibliomante estaba enojado por la falta de respuesta a sus mensajes, y preguntó qué pasaba.

 —Tranquilo Emil, es que he tenido bastante lío por aquí, no sé si has visto las noticias.

 —Algo he visto —respondió bruscamente—, pero con lo que tengo entre manos, bastante tengo, ¿qué te retrasa?

 —Bueno, están pasando cosas extrañas aquí, pero no te preocupes, porque estoy reuniendo un equipo para acudir a Londres lo antes posible —mintió.

 —Eso espero, Sigrid, tenemos que reunir a todo el resto de la logia y a toda la ayuda que podamos reunir para ver qué ha pasado en Viena. No quiero que pase lo mismo en Londres. Por cierto —añadió como si hubiera estado a punto de olvidársele—, he puesto bajo mi protección a tu hija Esther y a tus amigos, Martha e Irving; no temas por ellos.

"Maldito bastardo", pensó Sigrid, "y me lo dice como si nada. ¿Cuándo pasarás a las amenazas directas, Emil?".

 —Te lo agradezco, Emil —dijo, mintiendo lo mejor que pudo—. No te preocupes, pronto llegaremos.

 —Tú asegúrate de que los que te acompañen sean gente de fiar, ¿eh? —y colgó.

 

Por la noche, el grupo volvió a visitar a Ackerman, que se encontraba sentado a una mesa con Amy y los Vástagos de Mitra. Theo Moss se encontraba vapuleado y maltrecho, pero se había recuperado rápidamente. Todos sonrieron al verlos de nuevo.
 
 —El tema de la nueva sede ya está arreglado, Philip —anunció Derek, que a continuación se dirigió a Amy—. La hemos conseguido por ciento treinta mil dólares mensuales, señorita Bowen, ¿le parece razonable?
 
 —¿Eh? —Amy no estaba acostumbrada a que pidieran su aprobación para los presupuestos, pero descubrió que le gustaba—, sí... sí, señor Hansen, parece muy razonable; ¿han conseguido el capital para el desembolso inicial? ¿Sí? Espendo. Yo ya he contactado con los congresistas y creen que no habrá problema en que se apruebe el desvío de fondos la semana que viene...

 —A una nueva organización ficticia —interrumpió Ackerman—. Fingiremos que cerramos la CCSA por falta de utilidad. Muy bien hecho, me encanta ver gente eficiente a mi alrededor. Estábamos aquí, conversando y poniéndome al día —miró a los mitraistas y guiñó un ojo—; parece que tienen un alto concepto de vosotros, lo que me congratula.

Después de intercambiar palabras amables, pasaron a cosas más prácticas, intentando que Ackerman recordara si había vivido algo fuera de lugar en las últimas semanas, pero no pudo recordar nada que saliera de la rutina en un pasado próximo.

 —Es importante que haga memoria, señor —le aseguró Patrick—, cualquier pista nos podría ayudar a entender mejor las posesiones y su situación.

 —Sí, sí, y me encantaría ayudarte, Patrick —contestó Ackerman—, pero es que las últimas semanas fueron pura rutina...quizá Shannon se mostraba más antipática de lo normal, pero mi recuerdo puede estar sesgado... pero nada más.

 —Está bien, no se preocupe, señor, pero si recuerda algo, cualquier cosa, háganoslo saber, por favor.

 —Por supuesto, no os preocupéis, claro que sí. En otro orden de cosas, les estaba diciendo a Frank, Artem y Theo que mañana compareceré públicamente ante la prensa aquí en la sede, así que habrá que reforzar la seguridad. Contaremos la historia de que atentaron contra mí y tuve que desaparecer durante unos días... en fin, ya sabéis.

Patrick intentó ahondar más en la relación que unía a Ackerman con los Vástagos de Mitra, y el congresista respondió que hace unos diez años conoció en una cena diplomática a uno de sus superiores, un Vástago con el rango de "Persa", que le abrió los ojos a la realidad del mundo, y le dio la idea de crear la CCSA; el resto era historia. Intentaron averiguar también si Ackerman conocía a aquel que ostentaba el mayor rango en el culto, pero parecía ignorar su identidad.

 —Además, tenemos algo que decirte —dijo Derek—. Hemos de partir urgentemente hacia Europa, para buscar un libro —Ackerman miró a Sigrid—. 

 —Un libro extremadamente importante, señor —añadió la anticuaria.

 —Y, al parecer —intervino Patrick—, relacionado de alguna forma con el reciente evento de Tunguska donde se ha levantado una columna de sombras y han desaparecido varios sacerdotes, como supongo que ya le habrán contado los Vástagos.

 —Sí, me lo han contado, pero estoy un poco aturdido con tanta información. Bien, Derek, yo confío plenamente en ti, y si juzgas que es necesario que vayáis, adelante. Eso sí, no me gustaría que os marcharais antes de que la organización se haya trasladado y esté a salvo.

Sigrid se aclaró la garganta antes de continuar, azorada:

 —Hay algo más... Tenemos que aprovechar para pasar por Londres y ayudar a un socio mío... el librero Emil Jacobsen.

 —¡¿Cómo?! —rugió Evans—. ¿Estás diciendo que tenemos que ayudar al cabrón fascista de Emil Jacobsen, el Bibliomante? ¡¡¿¿A un maldito Illuminati??!!

jueves, 3 de septiembre de 2020

El Día del Juicio
[Campaña Unknown Armies/FATE]
Temporada 3 - Capítulo 13

 El Exorcismo de Ackerman. Un día movido.

Por la mañana, Linda reclamó la atención de Derek, anunciando que había encontrado una mansión en Westchester (al norte del estado) grande pero bastante discreta, que creía que serviría perfectamente a los propósitos de la CCSA y cumplia con todas las indicaciones que le había dado hacía un par de días. Eso sí, la transacción implicaría un fuerte movimiento de dinero, y no podrían hacerlo sin el apoyo de Ackerman. Derek esperaba que ese asunto estuviera solucionado para la tarde o, como mucho, para el día siguiente, así que encargó a Linda avanzar en los trámites con toda la discreción que fuera posible.

Patrick ojeó algunos artículos y trabajos sobre posesiones, y obtuvo los nombres de tres expertos en la materia en la Universidad de Nueva York: Sam Walsh, Henry Watts y Kate Mccullough. Lo que parecía claro era que todos los estudios sobre las posesiones y los demonios adolecían de una sistemática falta de fondos y de medios por parte de las administraciones. El profesor se hizo el firme propósito de investigar todo lo que pudiera sobre el tema en un futuro próximo, si sus avatares le daban el tiempo para ello, claro.

No muy tarde, Derek envió a un equipo de tres a comprobar la situación en la Iglesia de San Patricio, y cuando le informaron de la normalidad de la situación, subieron a Ackerman a un furgón y los agentes de campo de la CCSA salieron en pleno hacia el templo. Tomaso, Patrick y las tres hermanas partieron en un coche, y Derek, Sigrid y los "guerreros" (así llamaban de momento a Frank Evans, Artem Yatsenko y Theo Moss) custodiando a Ackerman. Otros dos grupos de tres agentes les seguirían a cierta distancia.

No notaron nada raro hasta que llegaron al lugar. En ese momento, Patrick se apercibió de que dos coches habían llegado a la vez que ellos y habían parado a una distancia prudencial, y lo malo es que recordaba haber visto esos vehículos en un par de ocasiones durante el camino. Además, otro vehículo, un Chevrolet negro, discreto pero lujoso, se encontraba estacionado también al otro lado de la avenida, más adelante, y Tomaso no tardó en reconocerlo como uno de los coches habituales de la familia Leone.

 —Esto no me gusta nada —anunció Tomaso.

 —Desde luego —contestó Patrick—, no tiene buena pinta... tenemos que avisar a los demás.

Frank Evans
Avisaron al resto del grupo por el pinganillo, pero no había tiempo para cancelar nada, y la operación continuó. Trasladaron rápidamente a Ackerman al interior de la Iglesia, atravesando el jardín que la rodeaba, y allí les recibieron el equipo que había acudido en avanzadilla, el diácono Isaac Barrett y dos de los trabajadores de la iglesia. Estos últimos fueron conminados a marcharse y así lo hicieron, y Derek se apresuró a dar órdenes. El equipo que había acudido antes a la iglesia haría ahora guardia en el jardín; otro equipo (el de Jonathan) vigilaría los tres accesos secundarios al templo; otro esperaría en el furgón, preparados por si había que huir o se necesitaban refuerzos, y los tres "guerreros" vigilarían la puerta principal. Derek y Tomaso asistirían a la ceremonia junto con Margaret Jenkins, las hermanas, el diácono y un par de agentes más con convicción católica; por su parte, Sigrid y Patrick subieron al campanario para tener una posición desde la que vigilar el entorno.

Y así, mientras las hermanas encendían velas, alzaban sus oraciones y realizaban las ceremonias necesarias para iniciar el ritual, comenzó un día muy ajetreado. Haciendo uso de sendos prismáticos, Sigrid y Patrick se dedicaron a controlar la avenida que discurría por delante de la iglesia, en cuyo lado opuesto, en una vía de servicio, se encontraban estacionados los dos vehículos que parecían haberles seguido y el Chevrolet de los Leone.

Transcurrida una hora desde el inicio del exorcismo, Sigrid llamó la atención de Patrick: dos Cadillac negros y lujosos hacían acto de aparición.

 —¿Ese coche no es el que vimos...? —empezó Sigrid, pero cortó la frase a mitad cuando su sospecha se confirmó al bajar del coche un hombre negro al que habían visto hacía poco en el entorno del convento: Alex Abel de nuevo.

Al multimillonario le acompañaba otro hombre, enorme y de pelo blanco, que sin duda era su guardaespaldas, Epónimo. Del segundo coche no bajó nadie. Abel se dirigió hacia el Chevrolet que según Tomaso pertenecía a los Leone. Este último dato también se vio confirmado cuando la puerta trasera se abrió y apareció Salvatore. Por la otra puerta trasera bajó del coche una figura alta, encapuchada y con gafas de sol que no alcanzaron a identificar por el momento; no obstante, como a lo largo del día lo verían varias veces bajando y accediendo al vehículo, finalmente lo reconocieron: no era otro que Dan Simmons, vestido de tal guisa para que no lo reconocieran. Los cuatro mantuvieron una conversación relativamente acalorada, y finalmente Abel volvió a su coche y se marchó, dejando al segundo vehículo allí. Unos tres cuartos de hora después, llegaron dos furgones que se situaron tras el vehículo que se había quedado allí, y del que habían salido tres tipos a fumar un pitillo y estirar las piernas.

En el interior de la iglesia, la hermana Theresa se acercó a Derek.

 —Parece que la entidad con la que estamos tratando es bastante fuerte, director —susurró—. No es algo con lo que la hermana Rose no pueda lidiar, pero nos tememos que esto va a llevar más tiempo de lo esperado. Para no agotarse, Rose necesita debilitar al demonio con un ritual de poca intensidad, pero que va a requerir varias horas.

 —Si esa es la vía con más garantías para liberar al congresista de la entidad, adelante hermana —respondió Derek. 

La hermana Theresa asintió con la cabeza, y volvió a su puesto al lado de Rose. Así, comenzó un ritual de desgaste en el que los agentes presentes, Tomaso y Derek colaboraron activamente, sintiéndose cada vez más cansados; las hermanas parecían estar canalizando sus reservas de fe y de lealtad en el ritual. 

Alrededor de las tres de la tarde, uno de los tipos que se encontraban alrededor de los coches que les habían seguido inicialmente (y de los que habían contado una media docena de hombres y mujeres), se separó del resto y cruzó el semáforo de la avenida en dirección a la iglesia. Patrick se movilizó de inmediato y bajó hacia la puerta principal, mientras Sigrid permanecía observando. El profesor bajó las escaleras todo lo rápido que pudo, y pasó junto a la nave donde se estaba realizando el exorcismo; no pudo evitar retrasarse unos segundos al sentir la oscuridad, la incomodidad y el frío que transmitía la escena. Así que solo llegó a tiempo de ver que el tipo se marchaba, alejándose de Theo Moss y Yatsenko, que eran los que le habían impedido el acceso a la iglesia.

Theo Moss

 —¿Qué quería ese tipo? —preguntó Patrick.

 —Según noss ha dicho —contestó Yatsenko, con su arrastrar de palabras—, solo querhía rezarh un rhato.

 —El muy imbécil —prosiguió Theo Moss— se ha fingido indignado y dice que llamará a la policía, que esto es muy raro. Como si él no lo fuera... ha habido un momento, no sé... diez segundos, en los que ha mirado hacia el la puerta de la iglesia y se le han quedado los ojos vidriosos, como si pudiera ver a través. Ahí es cuando nos hemos vuelto menos amistosos —dirigió una sonrisa cómplice a Yatsenko.

Patrick asintió, y se concentró para ver el aura del tipo que se alejaba. Con la experiencia que ya tenía, no le resultó difícil identificar que, sin lugar a dudas, estaba poseído por un demonio. Desde el campanario no había podido ver las auras de la pequeña multitud que se encontraba al otro lado de la avenida por estar demasiado lejos, pero ahora estaba convencido de que les iban a causar problemas.

 —Perfecto, Theo —felicitó Patrick—. Vuelvo a subir al campanario a vigilar; vosotros tened cuidado, ese tipo está poseído por un demonio, y no uno débil precisamente.

Antes de que los guerreros tuvieran tiempo de preguntarle cómo era que sabía eso, Patrick se escabulló hacia el interior de la iglesia.

La amenaza del tipo resultó ser cierta cuando una hora después aparecía un coche de policía con una pareja de agentes que se dirigió hacia la puerta principal de la iglesia. Sin embargo, no supuso mayor obstáculo, porque el diácono se unió a Evans y los demás, y pareció convencer a los policías de que no había mayor problema y simplemente era que la iglesia estaba de reformas.

 

Derek se sorprendió cuando, al mirar por una de las ventanas, vio que ya estaba anocheciendo."Pero si hace apenas unos minutos que la hermana Theresa habló conmigo...", pensó, "¿o no?". El ritual se recrudeció en ese momento; la hermana Mary elevó la voz, que en el crucero de la iglesia se convirtió en un rugido atronador declamando frases en latín. Ackerman reaccionó entonces, con gemidos y rugidos, y comenzó a dirigirse a todos los presentes con las habituales puyas propias de los demonios.

"Tu hermano pronto hará que te reúnas con nostros, Tomaso"

"Derek, ¿cómo está tu familia? ¿Está bien? ¿Sí, eso crees?"

"Esta monja... hermana Mary... ¿por qué tomaste los votos? ¿no lo quieres contar, eh? ¿lo cuento yo? Jajajaja".

La hermana Mary dudó un momento cuando el demonio se dirigió a ella en estos términos, pero las otras dos monjas la ayudaron a concentrarse de nuevo.

En el exterior, ya pasado el crepúsculo, los seis hombres y mujeres que pululaban alrededor de los dos coches originales, se reunieron. Tras hacer una serie de gestos extraños y unos segundos en silencio, comenzaron a caminar de repente hacia la iglesia, cruzando una avenida en la que ya había muy poco tráfico y llegando al jardín de entrada. Patrick y Sigrid se apresuraron a bajar, pistola en mano. El profesor se dirigió hacia la puerta principal para reunirse con los guerreros y Sigrid hacia la nave principal, hacia el exorcismo.

En ese momento, el grupo y los capitanes oyeron cómo Jonathan hablaba por el pinganillo:

 —Cuida... ¡urgh! —y a continuación, nada. O había muerto, o había quedado inconsciente.

Casi en el mismo instante, la hermana Mary atacó al demonio con todas sus reservas, y Tomaso rezó con ella con todas sus fuerzas. Un fogonazo de luz iluminó al italiano, y saltó de su cuerpo hacia Ackerman, que parecía retorcerse de dolor debido al agua bendita que las hermanas Theresa y Rose le rociaban. En cuanto la luz, de un color amarillo cálido, alcanzó al congresista, este se calmó en el acto, y cayó en una profunda inconsciencia. La hermana Mary y Tomaso cayeron de rodillas, agotados. Derek sintió cómo sus piernas también flaqueaban, pero conseguía mantenerse en pie.

 —Tomaso, tenemos problemas —dijo, ayudando a levantarse a su amigo—. Jonathan ha caído.

Patrick y Yatsenko, que habían ido a investigar qué le había sucedido a Jonathan, informaron de que el capitán estaba inconsciente pero vivo. Encargaron al resto del equipo que vigilaba las puertas que lo sacaran de allí.

El grito de la hermana Rose les puso sobre aviso. Sobre el altar habían aparecido tres figuras envueltas en sombras, y una cuarta trepaba por una de las columnas hacia el techo, con un gesto horripilante y la cabeza vuelta hacia el suelo.

Sobre el altar se encontraba Helen, la esposa de Patrick, y Paolo, el hermano de Tomaso, ambos con algún rasgo demoníaco pero con aspecto eminentemente humano. La tercera figura estaba más deformada, lívida, con varios ojos extra y unas mandíbulas que daban a su rostro un aspecto arácnido espantoso. Este era el que había provocado el grito de terror de Rose. Derek gritó órdenes por el pinganillo a todos los equipos, y el equipo del coche acudió a reforzar la entrada.

Justo en ese momento, Sigrid hacía acto de aparición en la nave, y dirigió su mirada al altar, con un escalofrío. La anticuaria sintió que su corazón se detenía cuando en el rostro de aquel monstruo arácnido reconoció el de su hijo Daniel. Soltó un grito desgarrador que llamó la atención de Derek y Tomaso, se quedó congelada, cayó de rodillas y vomitó todo lo que había en su estómago mientras lloraba desconsolada.  Entonces fue cuando aquellos reconocieron al hijo de Sigrid en aquella figura infernal.

Y comenzaron a disparar. Pronto se unieron a la escena Yatsenko y Patrick, que accedieron por la parte de atrás.

Paolo extendió sus brazos y procedió a proyectar sombras sobre los presentes, dejando inconscientes a una monja y a uno de los agentes que había colaborado en la ceremonia. Yatsenko abatió al hijo de Sigrid (pero pareció evidente que no lo había matado) mientras Helen, entre risotadas, creaba una especie de esfera de sombras y se disponía  lanzarla sobre sus atacantes. Entonces Patrick recurrió a sus capacidades: concentrándose, hizo que la que había sido su esposa resbalara en los escalones del altar; de esa manera, la esfera de sombras salió despedida hacia arriba y engulló al cuarto demonio que ahora se movía por el techo dispuesto a caer sobre Derek. El engendro desapareció en el acto, con un sonido sordo y una onda expansiva que aturdió a varios. Theo Moss atravesó violentamente la puerta principal, afectado por algún potente impacto, y cayó sobre los bancos de las últimas filas. Frank Evans y varios agentes entraron tras él, disparando hacia el exterior.

 —¡Tenemos que salir de aquí! —gritó Evans—. ¡¡¡Ya!!!

Contra todo pronóstico Theo Moss se puso en pie, aunque maltrecho y herido. Una gran bola de fuego explotó en la puerta principal. El grupo de agentes de reserva apareció por la parte derecha del crucero, y recogieron a Sigrid y a los heridos, mientras Yatsenko, Evans, Derek, Tomaso y el resto de agentes disparaban a discreción, en una tormenta de fuego que les permitió escabullirse hacia el interior del templo ante los sollozos del diácono Barrett, que no podía evitar los destrozos en su iglesia.

Salieron a al jardín posterior en la oscuridad de la noche, rodearon varios parterres y, amparados por los tupidos setos, rodearon la iglesia. En la parte posterior pudieron ver seis figuras giradas hacia el templo, envueltas por un velo de sombras que, emanando de ellas, parecía empezar a envolver la iglesia. Prefirieron no llamar su atención, y escabullirse todo lo discretamente que fue posible hasta los coches y el furgón. Durante el trayecto, Patrick notó una sensación aberrante: como si su corazón se encogiera y estuviera a punto de detenerse, mientras bombeaba una sangre más fría de lo normal. Estuvo a punto de desvanecerse, pero consiguió sobreponerse. Otro de los agentes cayó al suelo, y otro relataría más tarde que había sentido la misma sensación; sin duda, era lo que le había pasado a Jonathan; Paolo y Helen no debían de estar muy lejos de ellos.

Mientras montaban en los vehículos y ponían a salvo a Ackerman en el furgón, alguien soltó una exclamación de sorpresa:

 —¡¿Pero qué coj...?! ¡Mirad eso!

Se volvieron hacia la iglesia, ya prácticamente envuelta en el halo de sombras que proyectaban los seis engendros de la parte posterior; el majestuoso edificio principal había empezado a derrumbarse en medio de un extraño silencio y un incómodo frío. En el jardín delantero todavía se podían ver y oir señales de intensa lucha. El diácono rompió en llanto, y los demás sintieron un escalofrío, pero eso no les impidió continuar su camino. Tomaso y Patrick ayudaron a Sigrid, que seguía en estado de shock, a subir al furgón, y la comitiva partió a toda prisa de allí, sin encender las luces durante un buen rato. Haciendo gala de sus habilidades psicológicas, Patrick consiguió liberar a Sigrid del trauma que había sufrido al ver a su hijo, y la recuperó lo suficiente para que fuera capaz de hablar y moverse normalmente; la anticuaria y el profesor se abrazaron, consolándose mutuamente, confortados por el calor de la amistad y el alivio de haber salido con vida de aquello.

Ya de vuelta en la CCSA, los médicos trataron las heridas de los agentes, en su mayoría leves, y Theo Moss por fin cayó inconsciente después de aguantar todo el trayecto como un titán. Una vez se hubieron establecido y organizado, Frank Evans acudió al grupo, muy cabreado.

 —¡No sé qué ha pasado allí —rugió—, pero alguien se ha debido de ir mucho de la boca! ¡Si estamos seguros de que ningún agente lo ha hecho, deberíamos hablar con el diácono!

Efectivamente, un traumatizado diácono, lloroso por el desastre de la iglesia, admitió casi al instante:

 —S... sí, sí, es así..., t..., t..., todos los diáconos informamos a don Salvatore de c.... cualquier cosa fuera de lo común que suceda en nuestras iglesias.

 —¿Cómo? —requirió Derek, invadido por la furia—. ¿Los diáconos informáis a la mafia? ¿A los Leone?

 —¿Eh? —el diácono le miró, sorprendido—, ¿mafia? N.. no... no... yo hablo de Salvatore Salvini, el coordinador de las organizaciones benéficas de la ciudad... Les informamos —tragó saliva— a cambio de una gratificación.

La indignación se apoderó de Tomaso, Derek y los demás, y notaban que Frank Evans se moría de ganas de golpear al religioso, pero ante su aparente inocencia y el berrinche que tenía encima, decidieron no tomar ninguna represalia con él. Tomaron buena nota para ser más cuidadosos en el futuro, eso sí. "Habrá que averiguar si el tal Salvini tiene algo que ver o incluso es la misma persona que Salvatore Leone", pensó Derek. Eso sí, el diácono permanecería en la CCSA indefinidamente.

Por fin se acostaron a descansar, totalmente agotados por los acontecimientos del día. Y Derek soñó, quizá debido a su sangre atlante.

Se encontraba mirando por la ventana a una calle muy parecida a la que en la vida real se mostraba desde la ventana de la CCSA, pero era una calle diferente. Como si hubiera retrocedido cincuenta o sesenta años en el tiempo, y aun así diferente. Varias farolas alumbraban la oscuridad con conos de luz muy definidos, como si estuviera dentro de una película de cine negro de los años cincuenta. Pero los edificios que rodeaban la oficina eran los de siempre. Aunque en blanco y negro. 

De pronto, lentamente, amenazadoramente, varias figuras entraron a la vez en los conos de luz. Una de ellas era Helen, la esposa de Patrick, otro el hermano de Tomaso, Paolo, un tercero el hijo de Sigrid, Daniel, y aún aparecieron tres o cuatro más. Cada una en un cono de luz y envueltas en sombras. Se detuvieron en el centro de los conos, y levantaron la mirada hacia Derek. Aparte de la inquietud normal, cuando le miró Paolo, sintió una sensación de peligro que le erizó el vello y le provocó náuseas. Pero un conocimiento ancestral, quizá despertado por el instinto de supervivencia, le reveló que debería ser capaz de manipular su aura para rechazar a los intrusos. Y así lo hizo. Se concentró, poniendo toda su voluntad en rechazar a los extraños. Estos, que se habían vuelto a poner lentamente en movimiento y se encontraban a punto de abandonar los conos de luz acercándose hacia Derek, se detuvieron de repente; miraron alrededor, confundidos, y caminaron durante unos momentos en círculos, hasta que salieron de las áreas iluminadas por puntos al azar. "Eso debería detenerlos durante un tiempo", pensó Derek, y a continuación se acostó pora descansar de nuevo.

Por la mañana comentó todo el episodio con sus compañeros; la interpretación era evidente: los demonios trataban de localizarlos y sólo las especiales capacidades de Derek los mantendrían a salvo, al menos durante un tiempo.

Más tarde, las tres monjas se reunieron con Tomaso, intrigadas por ese fogonazo de Gracia divina que surgió de él y que liberó definitivamente al congresista de su poseedor. El italiano prefirió no decir nada, humilde y sonrojado, así que las hermanas mantendrían el secreto hasta que él diera su permiso, pero le transmitieron su deseo de permanecer junto a él, ahora que el convento había sido arrasado y se habían quedado sin hogar. Tomaso no tuvo los arrestos para rechazarlas, así que aceptó de momento.

Sigrid vio también que había recibido otro mensaje de Jacobsen convocando a sus "tropas" a Londres, llamó a Esther y Lucía, y comprobó que estaban bien, aunque cuando le preguntaron por Daniel y Esther le transmitió su preocupación por las noticias que se filtraban desde Nueva York, le costó guardar la compostura.

Después de desayunar y reponer fuerzas, el grupo se reunió con los tres "guerreros", dispuestos a sacarles toda la información que todavía no les habían revelado...