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La Santa Trinidad

La Santa Trinidad fue una campaña de rol jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia entre los años 2000 y 2012. Este libro reúne en 514 páginas pseudonoveladas los resúmenes de las trepidantes sesiones de juego de las dos últimas temporadas.

Los Seabreeze
Una campaña de CdHyF

"Los Seabreeze" es la crónica de la campaña de rol del mismo nombre jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia. Reúne en 176 páginas pseudonoveladas los avatares de la Casa Seabreeze, situada en una pequeña isla del Mar de las Tormentas y destinada a la consecución de grandes logros.

martes, 22 de diciembre de 2020

El Día del Juicio
[Campaña Unknown Armies/FATE]
Temporada 3 - Capítulo 20

Un Accidente de Tráfico. Cinco Figuras extrañas.

Haciéndose eco de las peticiones de Paula, Tomaso investigaría durante las siguientes horas todo lo que pudiera acerca de la Orden de Hermes Trimegisto en Austria y sobre los extraños símbolos dibujados en el borde del círculo que había desvelado Patrick.

Tras documentar bien la escena haciendo multitud de fotos y vídeos, se marcharon de allí. De vuelta en el hotel, el grupo se reunió en la suite de Paula para compartir impresiones, mientras Tomaso se apartaba con su portátil y llamaba a Sally con el móvil, y la hermana de Jacobsen hacía también un aparte con Jesús Cerro y con Sigrid.

Jesús Cerro, Bibliomante español
 —Quería preguntaros —empezó— si vosotros podríais averiguar algo sobre el círculo y los símbolos, con vuestras habilidades.

 —Bueno... —contestó Jesús— yo conseguí tener éxito en un ritual para recavar información parecida hace tiempo... quizá podría intentarlo, con una buena provisión de cargas como la que tenemos. Pero para asegurarnos lo más posible el éxito, necesito realizarlo en una biblioteca especializada en temas esotéricos.

 —Eso no será problema —anunció Paula, esbozando una mueca que quizá era una leve sonrisa—, en Viena no faltan coleccionistas de libros arcanos, y seguro que Sigrid conoce a alguno.

—A un par, sí. —Contestó Sigrid, cuando los otros dos se giraron a mirarla; tras dudar unos segundos acariciando distraídamente la cabeza de toro de su pulsera minoica, zanjó—: ningún problema.

Tras hacer un par de llamadas, Sigrid consiguió que Gabriel Mayer, uno de sus conocidos coleccionistas esotéricos les diera acceso a su biblioteca, de hecho, podrían trasladarse allí casi inmediatamente. Paula afirmó, con satisfacción.

Cuando Sigrid informó a Patrick de los planes para desplazarse a la biblioteca, este, viendo la vía libre, llamó a Derek. Acordaron que mientras Paula y los demás hacían lo que tuvieran que hacer en aquella biblioteca, ellos se desplazarían solos hasta la mansión de Liszt para ver qué podían averiguar lejos de miradas extrañas.

En poco más de media hora, Sigrid, Jesús Cerro, Jonathan, Mark Collins, Tine Kunst, Mara Kirstein y la propia Paula se montaban en un furgón para desplazarse hasta la biblioteca de Mayer. Previamente, Jonathan había llamado por teléfono a Derek para informarle del movimiento; como el director de la CCSA ya había planeado desplazarse a la mansión de Liszt junto a Patrick, encargó a los Vástagos de Mitra seguir el vehículo del grupo de Sigrid para reaccionar ante cualquier posible eventualidad.

Mientras Sigrid y los demás abordaban el furgón, Derek esperaba a Patrick con otro vehículo en la parte de atrás del hotel. Cuando el profesor salío a la calle, afirmó levemente con la cabeza en dirección a su amigo, miró a un lado, a otro, y se dispuso a cruzar.

 —Vaya, vaya, Patrick —dijo una voz a su espalda, mientras alguien le tocaba con el dedo en un hombro. Se giró para ver el rostro socarrón de Elliot Saunders... "mierda", pensó, "no me lo quito de encima"—, podías avisar de que te marchas, ¿acaso no somos colegas de fatigas ya?

 —Hay cosas que debo hacer solo, Elliot.

 —¿Solo? ¿Estás seguro? —preguntó Saunders, mirando descaradamente hacia donde estaba Derek.

 —Sí. Muy seguro —Patrick intentó dar a su voz el tono más firme que pudo, esperando que Elliot no le rebatiera.

 —Muy bien, como quieras —sentenció el dipsomante, encogiéndose de hombros, y acto seguido se marchó. Patrick le hizo unas señas a Derek para que le recogiera más adelante, lejos de ojos curiosos, y pocos minutos después estaban en marcha hacia la mansión.

Poco después, el vehículo de Sigrid y los demás iniciaba la marcha, con Collins en el volante y Paula a su lado. Se dirigieron hacia el sur de la ciudad, siguiendo las indicaciones de la anticuaria, que cada vez necesitaba sentir más el tacto de su pulsera mientras pensaba, aunque parecía no darse cuenta.

 —¿Crees que ese tal Mayer nos dará acceso completo a su biblioteca, Sigrid? —Preguntó Paula—. Por lo que cuentas, debe de ser algo digno de ver.

 —Supongo que mientras no te reconozca y no le revelemos quién eres realmente ni para quién trabajamos, no habrá problema —respondió Sigrid, con ironía. Jesús dejó escapar una risita divertida—.

 —Muy graciosa —dijo Paula—, muy graciosa. No, en serio, Sigrid...

No pudo acabar la frase. Un furgón de apariencia militar surgió de la nada procedente de una travesía a la derecha, y les embistió. Afortunadamente, Collins pudo evitar lo peor del impacto, y dando un volantazo pudo evitar una colisión directa, que seguramente los habría enviado volando a alguna azotea y habría matado a Paula y a los que se sentaban en la parte derecha. Aun así, chocó contra un par de coches que venían en la misma dirección, el bordillo provocó una pérdida de control, se llevó por delante un par de farolas y acabó por estrellarse (a una velocidad ya reducida) contra una fachada.

 —¡¿Qué pasa? ¿Qué pasa?! —gritó Jesús.

Sigrid, conmocionada, no acertó a contestar. Paula y Mark Collins, que viajaban en la parte de delante, se habían dado un buen golpe,  la mujer sangraba por la cabeza. El resto había quedado sin respiración por los cinturones y no acertó a ver cómo el furgón que los había embestido se había detenido y por sus puertas salían tres hombres enfundados en uniformes negros con cascos, visores, y fusiles de asalto.

Por suerte, los Hijos de Mitra los habían seguido bien de cerca y habían conseguido detener su coche sin consecuencias. Artem empezó a disparar parapetado en una puerta, abatiendo a uno de los tipos, mientras Theo rodeaba la escena y disparaba a su vez desde otro punto. Consiguieron así dar tiempo al grupo del furgón para que pudieran reaccionar y Collins arrancó el vehículo de nuevo. Pero uno de los paramilitares del furgón consiguió herir de gravedad al hombre de Jacobsen en un hombro, con lo que perdió el control del vehículo y volvió a estrellarlo contra otro coche atravesado en la calle. 

En el interior del furgón, algunos comenzaron a reaccionar. Mara sacó por fin un cuchillo de un pliegue de su ropa y se cortó un antebrazo, haciendo que uno de los tipos que apuntaba en su dirección se retorciera de dolor en el suelo. Jesús sacó una pistola y empezó a disparar prácticamente a ciegas, mientras Tine Kunst conseguía abrir la puerta de su lado y se disponía a saltar como un gato al exterior. Sigrid se giró para seguir a la alemana y salir de allí, y al girarse vio las luces de otro furgón acercarse a toda velocidad hacia ellos.

Artem oyó primero un estruendo metálico, y al girarse vio cómo un furgón blindado se llevaba por delante un par de coches que habían quedado atravesados. El vehículo se acercaba a toda velocidad al furgón de Sigrid y los demás, así que intentó detenerlo disparando con desesperación. Pero sus balas no hicieron mella alguna. Tine Kunst y Jonathan salieron del vehículo, este último disparando contra uno de los enemigos que se enfrentaba a los Hijos de Mitra, y Jesús había pasado a la parte de delante, apartando con la ayuda de Mara a Collins hacia la parte de atrás; Paula lo observaba todo con la mirada perdida, conmocionada.

"No, no puede ser", pensó Sigrid, "¡nos va a arrollar! ¡vamos a morir!¡No, esto no puede acabar así! ¡NO!". 

No había dejado de tocar la pequeña cabeza de toro de su pulsera, que de repente pareció arder en su muñeca. Las cargas que tenía parecieron bailar en su mente, y cambiar. "¿Cambiar? ¿Cómo?". Pero no había tiempo de pensar. Comprendiendo lo que ocurría inconscientemente, aceptó el proceso como algo natural, y desechando las cargas de Bibliomancia, concentrándose en el tacto ardiente de su pulsera, un nuevo poder entró en ella. Lo canalizó hacia el vehículo que ya se encontraba a escasos metros de ella.

Artem y Theo, gritando de desesperación por ver la muerte de Sigrid y Jonathan tan cerca y ya sin balas en los cargadores, se quedaron de piedra cuando el furgón pareció oxidarse en unas décimas de segundo, y cuando un latido más tarde, las ruedas parecieron no poder soportar más el peso del vehículo y salieron despedidas. El conductor no pudo mantener el control; el chasis, arrastrando por el suelo, dio contra el bordillo de una de las aceras y con un estruendo ensordecedor el furgón salió despedido y dio varias vueltas de campana. Los Hijos de Mitra no daban crédito a lo que habían visto, pero reaccionaron enseguida. Viendo que Sigrid y los demás estaban más o menos bien, decidieron volver a su coche y pasar desapercibidos. 

Cerro consiguió por fin apartar a Collins del volante y, aunque él mismo creía haberse roto un par de costillas, se sobrepuso al dolor y al creciente mareo y consiguió poner de nuevo en marcha el coche. Chirriando ruedas se alejó de la escena, cuando se empezaban a oír las primeras sirenas de policía acercándose.

Derek, Patrick y Tomaso notaron respectivamente la increíble angustia que Sigrid había experimentado en el momento en que creía que iba a morir. Los dos primeros tuvieron que detener el coche hasta que la sensación pasó y notaron cómo Sigrid se recuperaba. Tomaso organizó al grupo del hotel para salir al encuentro del grupo de Paula. Pocos minutos después avistaban el furgón, abollado y maltrecho por el trance vivido. El italiano soltó un disimulado suspiro de alivio cuando vio que Sigrid y Jonathan se encontraban bien.

Tuvieron que llevar a Collins a un hospital, donde lo ingresaron de urgencia para poder operarle y curar su hombro. Después de que Paula fuera suturada de una brecha en la cabeza, se marcharon al hotel a descansar y Tine Kunst se quedó en el hospital para informarles de cualquier novedad sobre el estado de Mark. Ya en el hotel, Sigrid, en shock, pidió a Paula que le concediera un tiempo a solas para pensar en lo que había pasado, y esta se lo concedió. Mientras, Tomaso informaba de lo infructuosa de su búsqueda hasta el momento, y de que lo único que había averiguado era que la presencia de los Herméticos en Austria había sido prácticamente nula, que habían operado sobre todo en oriente medio y en Europa occidental.

Derek y Patrick dejaron el coche en un lugar discreto a aproximadamente medio kilómetro de la mansión, y se acercaron andando. 

 —Estás muy callado, Patrick —dijo Derek—. ¿Qué piensas? ¿En lo que haremos al llegar?

 —Pues sí —contestó Patrick—. Mi intención era, aprovechando que mi habilidad de alterar la realidad es mucho más fácil en ese edificio, hacer retroceder el tiempo en el punto de la biblioteca para ver quién dibujó ese círculo. Pero he cambiado de idea, porque si hago retroceder el tiempo, quien fuera que lo hiciera aparecerá allí y nos podrá ver. No sé, es todo muy complicado... bueno, ya estamos aquí.

Patrick miró a su alrededor. Efectivamente, lo que durante todo el viaje había tenido intención de hacer al llegar allí, ahora no le parecía tan buena idea, así que decidió hacer algo más... mundano. Se dedicó a apartar los escombros, algo que hizo, para su sorpresa, de manera bastante sencilla. Desde luego, le era mucho más fácil controlar su habilidad en aquel lugar.

 —Bueno, quizá ahora Sigrid y los demás puedan utilizar los artefactos de Jacobsen —anunció.

 —Sí, esperemos que sí, a ver si acabamos con esto de una vez —contestó Derek, sorprendido al ver por primera vez las habilidades de Patrick en acción con unos efectos tan físicos.

Mientras caminaban hacia su coche, Derek llamó la atención de Patrick sobre un ruido cada vez más claro. Corrieron hasta alcanzar el coche, y observaron desde el pequeño bosquecillo donde se encontraba a resguardo. No tardaron en aparecer dos todoterrenos bordeando el camino de la colina. De ellos bajaron siete individuos, hombres y mujeres, que se dirigieron rápidamente al interior de la mansión. Una octava figura se había quedado dentro del primer vehículo, sentada en la parte trasera, y uno de los siete que se habían apeado se quedó rezagado, fuera de los muros, inmóvil. Patrick y Derek observaron muy quietos durante unos minutos.

 —¿Qué demonios está haciendo? —preguntó Derek.

 —No lo sé —respondió Patrick—, parece que está rezando, o algo así, seguro que es alguno de esos malditos rituales arcanos.

 —Joder, entonces deberíamos irnos de aquí cuanto...

 —Espera, ¡mira!

El vello de ambos se erizó cuando alrededor del individuo comenzaban a levantarse cinco montículos de tierra, que no tardaron en dejar paso a cinco figuras humanoides. 

 —¿Qué coj...? —empezó Derek.

 —Esas cosas miden por lo menos dos metros y medio, Derek. Menos mal que hemos salido a tiempo de allí.

Acto seguido, tanto el obrador del ritual como los cinco nuevos seres (desde allí no acertaban a averiguar qué eran en realidad) se precipitaron hacia el interior del complejo.

 —Vámonos, Patrick, no podemos arriesgarnos.

 —Espera, espera —los ojos de Patrick brillaban febriles. Estaba dispuesto a averiguar todo lo que fuera posible de aquella gente.

Pocos minutos después, dos de los que habían entrado a la casa salían y se acercaban a hablar con el tipo que se había quedado en el primer todoterreno. No tardó en incorporarse al grupo una cuarta figura, aparentemente una mujer. A los pocos segundos, Derek sintió una sensación extraña, como si una especie de zarcillos invisibles rozaran su mente, o su espíritu.

 —Patrick... —dijo, dubitativo—, creo que están tratando de localizarnos.

 —¿Puedes evitarlos? ¿O repelerlos, o lo que sea que seas capaz de hacer?

 —Creo que sí... —la voz de Derek dejó traslucir el esfuerzo de la concentración requerida por sus habilidades—, pero cada vez siento que es más difícil, proyecta una especie de... zarcillos, yo qué sé qué son, y cada vez hay más. ¡Larguémonos!

Patrick no discutió más. Aunque lo que más le habría gustado en el mundo habría sido entrar allí y hacer preguntas directas, el sentido común prevaleció. Aprovechando la cobertura de los árboles, pronto rodeaban la siguiente colina y salían a una carretera secundaria que los conduciría a la autopista; por fin, Derek dejó de notar la asquerosa presencia de aquellos tentáculos invisibles.

De vuelta al hotel, ambos llegaron por separado, y Patrick se encontró con que en la recepción le esperaba Adrian White. 

 —Señor Sullivan, por favor, acompáñeme; la señora Jacobsen desea hablar con usted —Paula y los demás ya habían vuelto de su cura de urgencia y de dejar a Collins en el hospital. "Vaya, seguro que Saunders se ha ido ya de la boca", pensó Patrick, que acompañó sin resistencia a White.

En la suite de Paula le esperaban ella misma, Anaya Green, Lucas Gardet, Elliot Saunders (que le dirigió una sonrisa, enseñó las palmas de sus manos y se encogió de hombros), y algunos más. Básicamente, Paula le preguntó por qué había ido sin informarla a la mansión de Liszt, y después le amenazó con que se atuviera a las consecuencias si aquello se repetía.

 —En esta misión no puede haber ningún cabo suelto, señor Sullivan, y si tengo la sensación de que usted lo es, obraré en consecuencia.

Patrick recurrió a todo su carisma para relajar la tensión en la conversación, y cuando parecía que lo había conseguido y se disponía a levantarse para marcharse, Anaya Green continuó:

 —Eso no es todo, señor Sullivan. Sabemos que no fue usted solo a la mansión de Liszt. Y su acompañante no está incluido en este grupo. ¿Podría darnos los detalles de esa persona?

 —Creo que están ustedes equivocadas, señoras —respondió Patrick con la más desarmante de sus sonrisas—, en realidad, yo... —no pudo acabar la frase; un hastiado gesto de paula hacia Gardet hizo que este utilizara sus habilidades mentales sobre Patrick, que sufrió un pequeño shock de impotencia cuando sintió que perdía el control sobre lo que podía y no podía decir. Sintiendo un tremendo dolor de cabeza, acabó dando varios detalles sobre la identidad de Derek y revelando que aparte de él tenía más aliados alojados en el hotel, hasta que cayó en la oscuridad de la inconsciencia, víctima de una gran tensión mental.

Pocos minutos después, alguien llamaba a la puerta de la habitación de Derek. Cuando la abrió, vio ante él a Anaya Green, Adrian White y Marius Eichmann.

 —¿Señor Hansen? —preguntó la mujer— ¿Derek Hansen? Su amigo Patrick se encuentra en un apuro; por favor, si fuera usted tan amable de acompañarnos...

Derek no opuso resistencia. Cerró la puerta y dejó que lo escoltaran hacia las plantas superiores.

Entre tanto, Sigrid, en su habitación, tras varias horas de introspección asimiló por fin lo que había sucedido en el ataque del segundo furgón. "Deseché mis cargas de Bibliomancia para obtener cargas procedentes de mi pulsera", pensó mientras acariciaba incesantemente la pequeña cabeza de toro. "Sin duda, en mi caso la Bibliomancia fue una obsesión postiza. Al fin y al cabo, no soy librera. Soy anticuaria... sí, eso es lo que soy en realidad. ¿Es posible que sea la primera en hacer algo así? No lo sé, pero no había oído hablar de nada parecido... a falta de precedentes, llamaré a esto Antiquimancia".


miércoles, 9 de diciembre de 2020

El Día del Juicio
[Campaña Unknown Armies/FATE]
Temporada 3 - Capítulo 19

En la Escena del Crimen. Un Dibujo extraño.

En el vuelo a Viena, Patrick no tardó en hacer buenas migas con Elliot Saunders, el presunto aristócrata británico que no dejaba de tener un vaso de buen whisky en la mano en ningún momento. Saunders resultó ser un tipo cercano, socarrón y sorprendentemente profundo. "Parece que haya venido a esta misión simplemente a divertirse", pensó el profesor.

Elliot Saunders, Dipsomante con clase

Durante las poco más de dos horas que duró el vuelo, también aprovechó para observar el aura de todos aquellos singulares miembros del equipo que había reclutado Jacobsen. Así, con la experiencia adquirida, pudo deducir, por ejemplo, que Anaya Green poseía algún tipo de habilidad parecida a la suya, solo que más potente. Que tanto Marius Eichmann como Mara Kirstein, Judith Stevens, Travis Pearson y Elliot Saunders eran adeptos, ya que podía identificar las alteraciones del aura que denotaban sus cargas y su tremenda obsesión por sus respectivas mancias. El aura de Eichmann rezumaba tanta maldad que por un momento el corazón de Patrick se encogió en su pecho; la de Kirstein le sorprendió también, puesto que aunque denotaba muchísimo sufrimiento, era bastante débil, como si la vida de Mara se escapara de su ser por momentos; no pudo evitar sentir compasión por la joven alemana. Mayor fue su sorpresa cuando el aura de Pearson le dejó ver mucha más bondad que maldad en ella, algo que se salía de la norma en aquel mundo donde se movían, pero que le reconfortó. Pudo ver también que Lucas Gardet, que había estado en la reunión de la madrugada anterior sin decir palabra, poseía habilidades psíquicas de gran potencia; que Mark Collins padecía algún tipo de desequilibrio mental, y que su aura estaba manchada por multitud de acciones inmorales; que Svanur Simonsson y Paula Jacobsen presentaban auras muy diferentes de las de las personas normales: ambos poseían varias capacidades especiales (aunque no pudo dilucidar cuáles), pero que fueran las que fuesen, las de Simonsson eran algo más fuertes que las de Paula, que ya eran de por sí potentes; para el profesor, el aura de la hermana de Jacobsen también denotaba su falta total de escrúpulos, y la del islandés le reveló que ocultaba un secreto muy importante. Didier Dufresne y Tine Kunst no tenían las auras muy diferentes de las de las personas "normales", aunque la de la alemana estaba cruzada por bastante oscuridad, supuestamente por una historia de falta de valores morales parecida a la de Collins. Por último, Patrick se estremeció cuando en el aura de Adrian White identificó que el británico estaba poseído por una entidad (un demonio) muy poderosa, y que su parte mortal poseía un poder también fuera de lo común; de hecho, los movimientos de su aura mortal le recordaban mucho a los de Derek. Tragando saliva, decidió no revelar la condición de White de momento (aunque más tarde sí lo compartiría con Sigrid, Tomaso y Jonathan), pero sin duda debía de tratarse de uno de aquellos Príncipes de los que les habían hablado los Vástagos de Mitra.

Paula Jacobsen

A la salida del aeropuerto, Paula saludó a un hombre y una mujer que acudieron a recibirles. Los presentó como Stefan y Marilia, y actuarían como sus guías en la ciudad. Sigrid reconoció el nombre de Stefan: se trataba de un coleccionista de libros de segunda fila que debía de ser uno de los centenares de proveedores de Emil; esbozó una sonrisa de compasión por aquel pobre hombre, enredado en los hilos de gente tan poderosa.

Tres o cuatro horas más tarde aterrizaba el avión de Derek, Sally, Moss y Yatsenko. Se dirigieron sin tardanza al mismo hotel donde se encontraba alojado el resto del grupo, donde ya habían conseguido una reserva. Allí se reunieron todos disimuladamente para compartir la información.

La mañana siguiente, después de un buen desayuno y de una reunión en la que Paula y Anaya aparecieron con una bolsa de armas y las repartieron a todo aquel que las necesitara, el grupo de Jacobsen fue guiado por Stefan y Marilia hasta la biblioteca de Franz Liszt. Tomaso avisó a Derek con un mensaje, pero para su frustración, los móviles dejaron de funcionar al cabo de pocos minutos de iniciar el viaje. "Bueno", pensó el italiano, "espero que Derek nos esté siguiendo ya". Tras unos tres cuartos de hora de conducción a través de campos nevados, detuvieron los vehículos en el exterior de una verja que daba acceso a una gran parcela con una mansión en su interior. Sopesando los pros y los contras de escalar el muro helado, finalmente decidieron que fuera Anaya Green la que intentara abrir la puerta. Pero transcurrida una media hora en la que Green apenas se movió mirando fijamente el mecanimo de apertura, Paula recurrió a Simonsson. El islandés alargó su brazo hacia la puerta, y se concentró; acto seguido, un impacto provocado por una fuerza invisible abolló el metal, un segundo lo abolló aún más, y un tercero arrancó literalmente una parte de la hoja. Simonsson pareció tambalearse, algo mareado, pero se sobrepuso enseguida. El grupo entró por fin a la propiedad de Liszt, dejando a los libreros austríacos vigilando los vehículos.

Entre tanto, en el hotel, tras un intervalo de tiempo demasiado largo sin recibir noticias de sus amigos, Derek decidió no esperar más; tras unos breves minutos de cavilación, supuso que lo primero que habría hecho Jacobsen habría sido dirigirlos al punto más importante de los acontecimientos: la biblioteca arcana de Franz Liszt. Así que pidió a Sally contactar con Omega Prime para obtener la dirección del antiguo ministro de cultura, y en pocos minutos conducía hacia allá junto a los Hijos de Mitra.

Sigrid, Tomaso y Patrick no tardaron en divisar la parte de la mansión que se había quemado y derrumbado. Siguiendo las instrucciones de Paula, el equipo se dividió en dos grupos:  uno se quedó a la espera en el pequeño bosquecillo del jardín, y el resto se acercó a la Biblioteca, que sin duda era el epicentro de la parte destruida. Mientras se acercaban, Tomaso llamó la atención del resto del grupo cuando le pareció ver movimiento en una de las ventanas; pero tras unos minutos de observación, el grupo del bosquecillo descartó que hubiera nadie en la propiedad.

Cuando Tomaso y Adrian White apartaron unos tablones y varios escombros, el grupo pudo descubrir un acceso al interior de la parte destruida. El italiano no pudo sino sorprenderse por cómo White había podido apartar con tanta facilidad unas vigas que él no habría podido ni mover, pero recordó lo que Patrick les había comentado la noche anterior y decidió callar. Tras apartar unos cuantos escombros más y atravesar un par de pasadizos, llegaron a una sala muy reducida, todavía apuntalada por algunas vigas y pilares, pero cuyo contenido había sido reducido a puras cenizas: sin duda aquello debía de haber sido otrora la biblioteca de Liszt.

 —Desde luego —comentó Sigrid—, todo fue destruido sistemáticamente aquí. Es todo ceniza, no queda ni un solo resto de papel sin quemar. Sistemático —repitió, pensativa—. A saber los tesoros que se habrán perdido para siempre.

Decidieron contactar con el resto del equipo y pronto, los dieciocho se encontraban reunidos de nuevo, con los tipos duros montando guardia.

Mientras tanto, Derek y sus compañeros aparcaban su todoterreno a una distancia prudencial de la mansión, y se acercaban caminando, rodeando el recinto en busca de algún otro acceso; pero no tendrían éxito.

En la antigua Biblioteca de Liszt se habilitó una tenue iluminación y Paula, Sigrid y Cerro procedieron a realizar los pasos previos de los rituales para utilizar el Localizador y la Pizarra. Tres horas transcurrieron durante las que intentaron hacer funcionar los objetos, pero sin éxito.

 —¿Cómo puede ser? —espetó Paula—. ¿Lo notáis?

 —Sí —respondió Sigrid—, las cargas se disipan cuando intentamos usarlas; no es la primera vez que me encuentro con algo así —"aunque lo del Orfeo no era exactamente lo mismo, ella no tiene por qué saberlo", pensó.

 —¿Ah, sí? —preguntó Cerro, con gesto confuso—. Pues a mí es la primera vez que me pasa, y no me gusta nada de nada.

Llamaron a Saunders, a Pearson y a Stevens, todos adeptos, para que probaran a utilizar sus poderes allí, con idéntico resultado: sus cargas se desvanecían en cuanto intentaban realizar sus efectos. Sin embargo, Anaya Green sí que fue capaz de utilizar sus habilidades (sin efecto aparente, simplemente anunció que sí era capaz de usarlas), que no requerían cargas. "Intrigante", pensó Sigrid. "Alguien es capaz de anular cargas... por suerte (espero) este grupo va mucho más alla de los simples adeptos".

Recorrieron también el interior de la mansión, la parte intacta, y allí las cargas tampoco funcionaban.

 —Aquí no hacemos nada de provecho —anunció Paula, dando por terminada su estancia allí—. Aprovechemos lo que queda de tarde y visitemos el resto de bibliotecas.

En el exterior, Derek y sus compañeros vieron cómo el equipo de Jacobsen abandonaba el lugar, encabezados por Paula, con cara de circunstancias. Los siguieron al resto de bibliotecas que habían sido también atacadas (un total de tres); sin embargo, todas ellas habían sido destruidas tan a conciencia que resultaba imposible realizar cualquier tipo de ritual simbólico en ellas. Con cada fracaso, Paula resoplaba más fuerte. Lo único que consiguieron fue que la brújula localizadora se moviera durante un segundo en uno de los lugares, ante la pregunta "¿quién causó todo esto?"; Paula anotó la dirección en la que creía que la aguja había apuntado, pero lo efímero de la acción hacía que el rumbo fuera aproximado en el mejor de los casos. Finalmente, frustrados, volvieron al hotel ya entrada la noche.

Poco después, Tomaso, que había contactado por la mañana con sus amigos de Italia para que intentaran conseguirle armas, recibía la llamada de un desconocido que le instaba a acudir a una dirección. Alrededor de una hora y media después, tanto él como el resto del grupo disponían ya de una pistola con un par de cargadores.

El día siguiente, el equipo de Jacobsen se dedicó a conseguir nuevas cargas para reponer las que habían gastado de forma inútil en la mansión de Liszt. Mienras tanto, Derek, Theo y Artem se desplazaron a la mansión para dos cosas fundamentalmente: ver si descubrían algo extraño, y comprobar si las habilidades de los Vástagos de Mitra funcionaban en la antigua biblioteca. La respuesta a esta última duda fue afirmativa: Theo y Artem pudieron realizar con éxito el ritual que potenciaba sus armas. Por otro lado, Derek, gracias a sus habilidades deductivas fuera de lo común, se dio cuenta de que había habido gente por la noche en el lugar, después de que el grupo de Sigrid lo había abandonado a media tarde. Y no solo eso, sino que también habían provocado un derrumbe. Además, descubrió los restos de un dibujo en el suelo, tan tenues que ni aun señalándoselos a los Vástagos de Mitra estos alcanzaron a verlos. Hizo varias fotos y las envió a Sigrid y los demás. Aproximadamente una hora después de llegar, se marcharon.

Cuando más tarde llegó el grupo de Paula de nuevo a la mansión, Sigrid y Patrick, prevenidos por Derek, la informaron de los derrumbes provocados la noche anterior después de echar un vistazo.

 —¿Qué coj...? —espetó Paula—. ¿En serio? Alguien está jugando con nosotros... ¡Maldición, vámonos de aquí! Tomaso, Mark, venid conmigo.

Después de fingir utilizar la Pizarra, Paula dio órdenes a Tomaso, a Collins, a Pearson, a Anaya y a Judith Stevens de montar guardia para tender una emboscada a quien quiera que apareciera allí esa noche, desesperada por avanzar en algo. No obstante, los que quedaron apostados allí no tuvieron suerte, y nadie hizo acto de aparición. Así que al día siguiente, la hermana de Emil dio órdenes de volver a la mansión y proceder a desescombrar. Sigrid prefirió no contradecirla, teniendo en mente el dibujo que Derek les había dicho que alguien había borrado en el suelo de la biblioteca. Una vez allí de nuevo, mientras los más fuertes procedían a desescombrar, Sigrid y Patrick intentaban deshacerse del resto para buscar el dibujo que había descubierto Derek.

Cuando Patrick estuvo seguro de que nadie le observaba, se concentró para utilizar su habilidad de alteración de la realidad. Y, tal y como había pasado en el Orfeo, se encontró con que podía alterar el continuo muy fácilmente. No le costó casi nada rehacer el dibujo de nuevo, ante el disimulo de Tomaso y Sigrid, que hicieron un par de fotos a escodidas. Varios minutos después, Gardet veía el dibujo.

 —¿Eh? ¡¿Qué es esto?! —exclamó—. ¡Madame! ¡Madame Jacobsen! ¡Rápido, mire esto!

 —¿Qué pasa? ¿Qué ocurre? —Paula llegó en un santiamén, y se detuvo, abriendo los ojos muy sorprendida—. ¿Cómo puede ser? Estoy segura de que esto no estaba aquí hace unos segundos... —mientras decía esto, Patrick observó alrededor, y cruzó su mirada con Saunders, que le guiñó un ojo; "mmmh, este es más perspicaz de lo que parece", pensó—. Bueno —continuó Paula—, ¡no os quedéis parados! ¡Tomad fotos! ¡Hay que investigar qué es esto!

Tomaso hizo un par de fotos más al extraño dibujo. Se trataba de un círculo rodeado de multitud de símbolos y entrelazado con círculos más pequeños. "¿Dibujado con sangre? No estoy seguro". Su conocimiento de ciencias ocultas salió por fin a la luz:

 —Mirad —dijo, señalando a distintas partes del enrevesado dibujo—, este símbolo, y este, y este... —caminó unos pasos— y este, y este también... el resto no sé, pero todos estos pertenecen a la imaginería de la Orden de Hermes Trimegisto.

 —Vaya, Tomaso —dijo Paula, que se encontraba en ese momento a su lado, sonriéndole—, veo que no eres solo músculos y buenos trajes, qué grata sorpresa. —Tomaso le devolvió la sonrisa, y se llenó de satisfacción cuando vio el efecto que causaba en ella—.