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La Santa Trinidad

La Santa Trinidad fue una campaña de rol jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia entre los años 2000 y 2012. Este libro reúne en 514 páginas pseudonoveladas los resúmenes de las trepidantes sesiones de juego de las dos últimas temporadas.

Los Seabreeze
Una campaña de CdHyF

"Los Seabreeze" es la crónica de la campaña de rol del mismo nombre jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia. Reúne en 176 páginas pseudonoveladas los avatares de la Casa Seabreeze, situada en una pequeña isla del Mar de las Tormentas y destinada a la consecución de grandes logros.

miércoles, 6 de enero de 2021

El Día del Juicio
[Campaña Unknown Armies/FATE]
Temporada 3 - Capítulo 21

Los Grupos se unen. Un Manuscrito deteriorado.

Derek llegó a la suite de Paula, donde intercambió una mirada con Tomaso, que se encontraba navegando con el portátil en un rincón algo alejado. Le hicieron pasar a la habitación, donde vio a Patrick inconsciente en una silla. Arqueó una ceja, y se sentó cuando se lo pidieron.

Mientras tanto, otros dos miembros del equipo habían salido a buscar a Sigrid. La encontraron en el pasillo, porque Tomaso había hecho uso del vínculo kármico para transmitirle una sensación de urgencia al ver a Derek aparecer custodiado en la habitación de Paula. La anticuaria les acompañó de buen grado.

A pesar de la tensión mental a la que Lucas Gardet sometió a Derek, este consiguió, con mucho esfuerzo, responder con evasivas y ocultar todo lo relativo a su origen y sus habilidades especiales. La cabeza le dolía como si le clavaran mil agujas. Soltó un suspiro de alivio cuando la llegada de Sigrid desvió la atención de su persona.

Al ver entrar a Sigrid pocos minutos después que Derek y de la misma guisa, Tomaso entró discretamente en el baño para avisar a Sally de que saliera del hotel inmediatamente, a ser posible con los Hijos de Mitra.

En la habitación, Paula y Anaya se habían sentado ante Sigrid, Derek y el inconsciente Patrick, junto a Lucas Gardet y Adrian White. Detrás de ellos pululaban Didier Dufresne, Marius Eichmann y Elliot Saunders. Mucha gente.

 —Bueno, Sigrid —espetó Paula—. Esperamos que tengas algo que decir sobre la presencia de tus... amigos en el hotel.

 —Y por favor, no nos mientas esta vez —añadió Anaya.

Derek pudo ver entre los destellos de luz causados por su dolor de cabeza cómo Sigrid esbozaba una ligera sonrisa, tan irritante como en ella era habitual cuando se sentía con el peso de la razón. "Sigrid, mejor sería que mostraras un poco de humildad", pensó, "pero pido un imposible, ¿verdad?".

 —Puedes estar tranquila, Anaya —contestó la anticuaria—, no mentiré porque no es en absoluto necesario. Y lo ha demostrado la escena en la que hemos sido atacados. —Su sonrisa de presunta superioridad intelectual se ensanchó aún más—. Desde el principio urdí el plan de que un segundo grupo nos siguiera los pasos sin que nadie lo supiera, ni siquiera vosotros, por si en algún momento éramos atacados o traicionados... —el semblante de Sigrid se tornó serio de repente.

"¿Se están riendo de mí? ¿Se están riendo de mí?", pensó la anticuaria. "No puede ser, si estoy diciendo la verdad". Sigrid se echó atrás en la silla, encogida y con los ojos húmedos, como una niña pequeña. Algo iba mal, ¿aquella gente estaba riéndose de su plan? ¿Acaso lo habían sabido desde el principio? Se llevó las manos al rostro, avergonzada, y sintió cómo la invadía el pánico.

Derek, algo recuperado, vio que algo iba rematadamente mal. Quizá alguno de los presentes estaba utilizando alguno de sus trucos para amedrentar a Sigrid. Miró a Lucas Gardet, pero el francés no parecía concentrado o transmitía ningún esfuerzo... decidió intervenir, para intentar poner fin al tormento de su amiga.

 —No tenéis por qué hacerle esto a Sigrid, Paula —intervino—. Os está diciendo la verdad. Os hemos estado siguiendo desde... —Derek siguió hablando durante varios minutos, y puso toda su habilidad para la oratoria, que era mucha, en marcha. Paula, Anaya y los demás le escucharon con suma atención, y para cuando acabó, parecieron convencidos de la honestidad y las buenas intenciones de Sigrid y sus compañeros.

 —Siendo así —empezó Anaya—, supongo que os debemos una disculpa...

 —Y nosotros la aceptamos —contestó rápidamente Derek, sin dejar que reaccionaran mucho—. Por supuesto, estaremos encantados de incorporarnos al grupo y ayudar en todo lo posible.

 —Bueno —contestó Paula, todavía pensativa—, eso habría que discutirlo...

 —No creo que sea necesario, ¿no? —intervino de nuevo, tajante, Derek—, esta tarde se ha hecho evidente que necesitáis toda la ayuda posible, y os aseguro que la nuestra es de calidad.

 —Yo creo que es buena idea —dijo Saunders.

 —Que el diablo me lleve, pero tiene razón, Paula —sentenció Anaya—. Os salvaron la vida ahí fuera.

Paula, que se encontraba al teléfono intentando contactar con su hermano, hizo un gesto de asentimiento y colgó.

 —Está bien. Traed a vuestros compañeros ausentes y nos reuniremos para discutir nuestros próximos pasos.

En el exterior, Tomaso había intentado acceder a la habitación, pero los miembros del equipo que se encontraban allí se lo habían impedido a punta de pistola; Tomaso había llegado con Sigrid y, como el resto de sus compañeros, estaba bajo sospecha. Pero la situación de tensión no duró mucho, porque tras la perorata de Derek y la aceptación de Anaya sobre la oferta de formar parte del equipo, Dufresne salió e informó al resto para calmar los ánimos.

Durante la reunión, con Patrick ya despierto y los Hijos de Mitra presentes (a Sally no se la mencionó), se acordó la integración de los dos grupos  y su colaboración en busca de los intereses comunes: a todo el mundo le vendría bien saber quién había perpetrado aquellos ataques y por qué, y sobre todo, encontrar a Ramiro y al resto de desaparecidos. Lo primero que acordaron fue trasladarse de hotel, para evitar ojos u oídos indiscretos. Patrick también dio los detalles sobre el extraño grupo que Derek y él habían visto llegar a la mansión, y de la invocación de las enormes figuras que habían surgido de la tierra. Los demás escucharon con los ojos muy abiertos, y tras discutir durante algún tiempo cuál podía ser la naturaleza de aquellos cinco entes, se decidió no perder más tiempo y partir de inmediato.

De madrugada el grupo ya pudo dormir en su nuevo hotel, y después de comer salieron hacia la mansión de Liszt. Se trasladaron tomando todas las precauciones posibles para prevenir otro ataque como el que habían sufrido el día anterior. Afortunadamente, llegaron a la mansión sin mayores problemas. Pero todos intercambiaron miradas de estupefacción cuando al girar la esquina del derrumbe, vieron que no había ni rastro de los restos de la biblioteca. El terreno estaba completamente limpio, ni rastro de escombros ni restos de estanterías, ni siquiera de las baldosas del suelo que quedaban el día anterior. Los tipos que habían visto Derek y Patrick tenían que haber sido los causantes de aquello.

"Mmmmh...", pensó Derek, "¿qué es esto?". Las excelentes habilidades de observación y de perspicacia del director de la CCSA le hicieron reparar en una roca en el suelo. "Es... extraño". Efectivamente, la disposición de la roca y su forma no era normal.

 —¡Aquí! —exclamó—. ¡Venid a ver esto!

Derek llamó la atención sobre una pequeña roca en el suelo donde había estado la biblioteca. Era extraña. Cuando señaló tres o cuatro detalles, entonces todos los demás empezaron a asentir, viendo también que la roca parecía haberse fusionado con el suelo, como si se hubiera hundido en líquido y luego este se hubiera solidificado. Derek no tardó en encontrar tres o cuatro rocas más que presentaban los mismos rastros de haber sido "fundidas" en el lecho de roca.

 —¿Alguien ha oído hablar de algún adepto que pueda hacer algo así? —preguntó Paula. Todos negaron con la cabeza.

 —Sea quien sea, no creo que se trate de un adepto —puntualizó Adrian White—. Esto no pega mucho con ninguna mancia estándar.

Mientras tanto, Sigrid, Tomaso y un par de compañeros más daban una vuelta por el interior de la mansión, donde tampoco vieron nada extraño. De vuelta al exterior, pudieron ver cómo Patrick se concentraba en sus habilidades de alteración de la realidad para intentar extraer del suelo la roca que había señalado Derek.

"Esto no va a ser problema", pensó el profesor, sintiendo la roca gracias a su habilidad. En ese momento, le llamó la atención un pequeño temblor, un temblor que no tenía nada que ver ni con la roca ni con él.

 —¿Qué ha sido eso? —preguntó.

No obstante, antes de que nadie pudiera responderle, la tierra estalló a escasos metros de distancia, dejando paso a una horripilante figura humanoide hecha de roca que crujía horriblemente. Varios miembros del equipo echaron a correr, mientras que otros quedaban paralizados por la impresión. Estos últimos tuvieron que ser ayudados a reaccionar por aquellos que resistieron bien la impresión de ver aquella amenazadora mole, que ya corría hacia Patrick. Para empeorar las cosas, se produjo una segunda explosión de roca y tierra unos metros más hacia la verja exterior, y un segundo engendro apareció para bloquear el paso a los rezagados. Prácticamente todos pudieron esquivarlos, con excepción de Adrian White, a quien el segundo elemental de roca pilló de improviso y alcanzó con un fuerte golpe que lo lanzó hacia atrás un buen trecho.

 —¡Vamos! ¡Vamos! —gritó Anaya—. ¡No podemos hacer nada por él! ¡Mirad! —añadió, señalando a un punto. Una tercera explosión dejó paso a otra de las gigantescas estatuas, y una cuarta comenzó su particular deflagración. No tuvieron más remedio que correr y dejar atrás a Adrian.

Entraron a los vehículos precipitadamente, y a través de los walkies oyeron la voz de Jonathan —él, Dufresne y alguno más se habían quedado de guardia en el exterior del recinto—:

 —¡Cuidado! —urgió el agente—, ¡se acerca un helicóptero! Repito, ¡se acerca un helicóptero, un helicóptero militar! ¡Salid de ahí!

Arrancaron los coches chirriando ruedas y se alejaron rápidamente.

 —De alguna manera han sentido lo que estábamos haciendo —dijo Patrick, intentando disimular todo lo posible que se refería a sus habilidades de alteración de la realidad.

 —Sí —contestó Tomaso, tocándose una pierna que se había lastimado en la huida—. Esto tiene que tener algo que ver con la Orden de Hermes, estoy seguro de que he leído en algún sitio que eran capaces de invocar, o crear, elementales de tierra, fuego y aire.

 —¡El helicóptero se acerca! —gritó alguien. Efectivamente, se trataba de un vehículo militar, y se veía claramente que ya estaba maniobrando para poner la ametralladora en posición de disparo.

En ese momento, en el tercer automóvil, Sigrid vio cómo Judith Stevens se asomaba a la ventanilla trasera y ponía un gesto de esfuerzo en su rostro. A los pocos segundos, el helicóptero, que ya estaba a punto de soltarles la primera ráfaga, se alzó un poco en el aire, frenando, y luego pareció perder toda su potencia, precipitándose al suelo y estallando detrás de una loma cubierta de árboles. "Vaya, vaya", pensó la anticuaria, "y yo que la tenía por una simple drogadicta... sin duda esas drogas deben de servirle para algo más que para colocarse". Dirigió una mirada de reconocimiento a Judith, dando las gracias con un gesto afirmativo.

 —¡Excelente, Judith! —la felicitó Elliot Saunders, levantando un pulgar con gesto de aprobación.

En el segundo coche, Paula le susurraba a Anaya:

 —Tengo que llamar a Emil, Anaya. Esto nos viene grande. En cuanto llegue al hotel.

El grupo se reunió de forma privada, y Sigrid aprovechó para comentarles lo de la Antiquimancia y lo que había hecho cuando aquellos paramilitares les habían atacado. Tras la sorpresa inicial, todos la felicitaron y le dieron las gracias.

Más tarde, Paula reunió a todo el equipo, y puso a Emil en el manos libres de su teléfono, para que todos lo oyeran.

 —Estoy hablando con Emil —anunció ella—, y está de acuerdo conmigo. Sea lo que sea lo que está pasando, es demasiado poderoso como para tratar con ello directamente.

 —Efectivamente —corroboró la voz de Jacobsen al teléfono—. Y creo que si pretendéis volver a la mansión, lo mejor será que esperéis más o menos una semana.

 —Lo mejor será que volvamos a Londres, nos repongamos y volvamos cuando todo esté un poco más calmado —dijo Paula, y todo el mundo se mostró de acuerdo.

Aleister Crowley, el Mago Negro

A continuación, esa noche Tomaso aprovechó para intentar averiguar todo lo posible sobre  los símbolos del círculo que había recreado Patrick en la biblioteca de Liszt, y tras mucho esfuerzo obtuvo por fin su recompensa. En una oscura web encontró un escaneo de un manuscrito de Alleister Crowley, el más grande esoterista de la modernidad. En el manuscrito se mencionaba a la Orden de Hermes, y cómo Crowley había mejorado sus símbolos arcanos para obtener unos efectos mucho mayores. En una nota al pie de una de las páginas se podía leer:

"Según Novikov esto no tiene sentido, pero creo que el pobre ha estado demasiado tiempo en letargo"

La mandíbula de Tomaso casi golpea en la mesa al leer esto. "Así que conoció a Novikov", pensó, "interesante". 

El manuscrito describía algunos rituales, pero el estado era bastante penoso, con bastantes páginas quemadas en gran parte, así que de eso Tomaso no pudo sacar nada en claro. Pero al final del libro, le llamó la atención otra anotación:

"Creo que he descubierto el secreto!!! El elegido será el señor Rowe"

Intrigado por la mención al tal "señor Rowe", a Tomaso no le hicieron falta más que unos minutos para averiguar algo sobre él. Según las habladurías (pues solo se mencionaban rumores), el señor Rowe era la única persona que había estado presente en la habitación de Crowley cuando este expiró su último aliento. No había ninguna otra mención a él, era un perfecto desconocido en cualquier otro aspecto.

Tomaso no tardó en reunir al resto del grupo para compartir toda esta información con ellos.

 —¿Os acordáis del retrato aquel que vimos del tal Sulkowsky, el oficial de Napoleón? —preguntó—. ¿Recordáis lo parecido que era a Novikov? Pues aquí tenemos la confirmación —señaló la nota donde Crowley se había referido al letargo del ruso—. Y esta mención a Rowe... este "he descubierto el secreto"... creo que sería buena idea que nos trasladáramos al cementerio de Escocia donde presuntamente está enterrado Crowley, para ver si sus restos fueron realmente sepultados —anunció el italiano—. ¿Qué pensáis? ¿Deberíamos compartir esto con Paula?

 

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