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La Santa Trinidad

La Santa Trinidad fue una campaña de rol jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia entre los años 2000 y 2012. Este libro reúne en 514 páginas pseudonoveladas los resúmenes de las trepidantes sesiones de juego de las dos últimas temporadas.

Los Seabreeze
Una campaña de CdHyF

"Los Seabreeze" es la crónica de la campaña de rol del mismo nombre jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia. Reúne en 176 páginas pseudonoveladas los avatares de la Casa Seabreeze, situada en una pequeña isla del Mar de las Tormentas y destinada a la consecución de grandes logros.

jueves, 19 de agosto de 2021

El Día del Juicio
[Campaña Unknown Armies/FATE]
Temporada 3 - Capítulo 34

Borkowski y Sally recuerdan

Tras revelar Tomaso la necesidad de desplazarse a Italia, Paula y Emil se miraron preocupados. Patrick aprovechó para tirar disimuladamente al suelo el pequeño cubo negro del borde de la mesa sin tocarlo directamente con la piel.

—Vaya —alcanzó a decir ella—... y, ¿qué sugerís?

—Parece muy claramente una trampa —añadió Emil—. Tomaso, comprendo la necesidad de proteger a tu familia, pero no me parece conveniente ni que acudáis allí ni que abandonéis la mansión ahora.

Tomaso no buscaba ningún permiso ni justificación:

—¿No creéis que Catapano, que estaba poseído, ha venido ya para espiarnos? De todas maneras, tomaré las precauciones que hagan falta, pero yo tengo que irme a Italia.

—Está bien —apaciguó Emil—, no sois prisioneros, pero tened en cuenta ahora la atracción que Patrick tiene para el resto de facciones, y deberíais pensarlo muy bien. Pediremos algo de cenar.

Pasaron a discutir las acciones a realizar al llegar allí, cómo aproximarse a la villa (para ello Tomaso dibujó unos mapas lo más detallados posible) y cómo tratar con Paolo y sus secuaces. Emil, Paula y Anaya plantearon la posibilidad de que el asunto de la villa tuviera algo que ver con los ataques a Roma, a Florencia y al Orfeo de Milán, aunque no llegaron a ninguna conclusión sólida. En un momento dado, Derek mencionó el enfrentamiento anterior que habían tenido en la iglesia de Nueva York; ante este dato, Emil arqueó una ceja.

—Lo que no acabo de entender —dijo aprovechando un momento de pausa en la discusión— es por qué, si vuestro último encuentro fue el enfrentamiento en Nueva York donde decís que Paolo hirió a Patrick, hace dos días se encontraban en la villa italiana de tu abuelo, Tomaso. Y por otro lado —añadió—, ¿por qué la Orden de Hermes, o Aleyster Crowley, atacaron la villa de Tomaso? ¿Es cierto? Y si es cierto, es doblemente preocupante, porque me induce a creer que a quien realmente quieren llegar es a Patrick. 

"Evidentemente no sabes que Tomaso y Derek también son especiales", pensó Sigrid

—Es posible que sea así, pero mi intención es que Patrick no se exponga en ningún momento —aseguró Tomaso—. Y, por cierto... ¿no podríamos pedir ayuda a Borkowski, que seguro que tiene experiencia con demonios?

—No lo creo —contestó Paula—. Borkowski es un enviado del Alto Consejo, y el Vaticano para nosotros —miró a Emil y Anaya— es un misterio. Personalmente, no me parece buena idea decirle nada de esto.

"Bueno...", pensó Sigrid, "no es tan mala idea si conseguimos hacerle recordar...". Una idea estaba tomando forma en la mente de la anticuaria.

Ya entrada la noche, Patrick planteó una nueva cuestión:

—Ya sabéis —miró a sus compañeros— que yo he investigado bastante el tema de las posesiones. Y lo que me extraña mucho también es que Paolo sea capaz de llevar a cabo posesiones de forma... no sé, selectiva y a voluntad. Hasta ahora, todo apunta a que las posesiones se realizan de forma aleatoria, al menos parcialmente. Pero si Paolo es capaz de seleccionar al sujeto y al objeto de la posesión, me parece algo extraordinario.

Todos se quedaron en silencio unos momentos, hasta que Anaya asintió:

—Es una buena observación, Patrick. Muy buena.

—Pero al final, irrelevante —apostilló Paula—; lo que no sabemos no lo podemos controlar, así que bueno, asumamos que Paolo tiene un poder fuera de lo normal para seleccionar los objetivos de las posesiones, pero poco más.

A instancia de Sigrid, decidieron hacerse con tranquilizantes potentes y pistolas de dardos para usarlos con las personas poseídas, haciendo uso de los contactos de Tomaso. Era posible que los tranquilizantes no funcionaran, pero tendrían que explotar aquella opción. También evaluaron la posibilidad de utilizar oniromantes o adeptos capaces de incapacitar a los demonios, pero Emil declinó tal vía de actuación:

—Si los oniromantes o los dipsomantes fueran efectivos contra los demonios, os aseguro que ya lo sabríamos.

—Entonces, necesitaremos algunas fuerzas de choque —contestó Patrick.

—Pues me temo que la tendréis que buscar en otro lado —zanjó Emil—. No puedo dejar la mansión desprotegida, y de hecho estoy totalmente en contra de que os marchéis ahora, cuando en cualquier momento podemos ser atacados. Lo que sí que necesito es que establezcamos una rutina de información cada pocas horas para saber si os ha pasado algo en algún momento.

—Por supuesto —respondió Derek—. De la misma forma os pedimos que nos informéis de lo que pueda suceder aquí.

Así acabó la reunión por fin, y todos se retiraron a descansar. Pero la idea que había estado rondando la mente de Sigrid por fin se había concretado, y antes de dormir reunió al grupo para plantearles una cuestión.

—Quería deciros que creo que sería buena idea hacer recordar la recreación al padre Borkowski. Con mis nuevos poderes, estoy convencida de que, si encontramos la antigüedad adecuada, podría hacerlo recordar. 

—¿Y qué tipo de antigüedad tendría que ser esa? —preguntó Derek.

—Una que evoque el simbolismo del recuerdo. Algo que se haya hecho para recordar, y que sea lo suficientemente importante...

—Buf —resopló Patrick—. Creo que estás pidiendo mucho... ¿un retrato? ¿un relicario? 

—No lo sé —respondió Sigrid—. Quizá alguna carta, algún escrito... pero lo suficientemente importante...

—¿Y no podrías utilizar alguna de un museo? —planteó Derek.

—Mmmh... ¡sí! Creo que sí. En el Museo Británico hay una sección dedicada a los babilonios, y hay retablos con inscripciones de relatos que no están en vitrinas. Tendríamos que burlar la vigilancia, eso sí, pero creo que es nuestra mejor posibilidad.

—Pues no se hable más —dijo Tomaso—. Mañana intentamos que Borkowski venga con nosotros al Británico con alguna excusa.

Una vez se retiraron, Patrick se reunió a solas con Derek. El profesor le planteó su preocupación acerca del pequeño cubo negro que había aparecido en la sala de reuniones tras la demostración de sus habilidades. Derek planteó la posibilidad de volver a buscarlo con alguna excusa, y así lo hicieron. Acudieron a Anaya, alegando que habían perdido un móvil. Ella les acompañó y les abrió la puerta sin ningún problema; Patrick buscó el cubo mientras Derek la distraía, pero por desgracia no tuvo suerte; no pudo encontrarlo. Se marcharon sin más.

Mientras tanto, Sally consolaba a Tomaso en la preocupación por su familia y, por supuesto, expresaba su deseo de acompañarlos. Además, añadió:

—Si, por lo que me cuentas, Sigrid va a intentar hacer recordar al padre... ¿no podría hacerme recordar a mí también? —el anhelo se podía ver en sus ojos.

—Estoy seguro de que lo intentará, cariño —respondió Tomaso—. Absolutamente. Y espero que tenga éxito.

Sally sonrió, con lágrimas en los ojos, y abrazando a Tomaso se quedó dormida.

Por la mañana, ya reunidos, Patrick compartió con el resto del grupo el hecho de que cuando utilizaba sus habilidades aparecían cubos muy parecidos a los monolitos que ya habían visto en el pasado. Plantearon la posibilidad de ir a comprobar el que había aparecido en el bosque cuando habían acabado con Bar Yohai, pero decidieron que no era una buena idea. 

—Yo no creo que sean lo mismo que el monolito de Quebec —afirmó Sigrid.

—De todas maneras, que los cubos tienen que ver con la alteración de la realidad es un hecho —añadió Derek—. Así que tampoco me parece buena idea que nadie los toque.

—Totalmente de acuerdo —respondió Patrick—. Aun así, quizá podría intentar hacer que dejara de existir uno de esos cubos... —al decir esto, el profesor tuvo que callar, presa de una angustia y una taquicardia que lo incapacitaron durante unos segundos; el resto abrió los ojos por la sopresa al sentir lo mismo a través del vínculo kármico. Así que desecharon la idea.

Tomaso, por su parte, llamó durante la mañana a varios de sus contactos para arreglar la compra de armas, tranquilizantes y equipo en Italia. Se desesperó un poco, porque muchos de sus contactos no respondían al teléfono. Finalmente, un par de ellos cogieron el teléfono y acordaron con Tomaso la entrega del material. Más tarde, reunido con los demás durante el desayuno, expresó su preocupación por la cantidad de contactos que habían dejado de responder a sus llamadas:

—Paolo se está dando mucha prisa en lo que está haciendo —dijo—; o quizá hay algo más.

Unos minutos después, apareció Anaya, que anunció que tenía buenas noticias. Dijo que la enviaba Paula a decirles que habían dado con Jodorowski en San Petersburgo. Y que, gracias a la fama de Emil, estaba dispuesto a desplazarse hasta Londres en un plazo breve de tiempo, una semana o quizá dos. Realmente eran buenas noticias, porque la salud mental del grupo estaba al borde del precipicio, pero la alegría fue contenida porque antes de que pudieran ver al psicomago tendrían que solucionar el asunto de Paolo.

—Entonces —susurró Derek a Sigrid, una vez que se hubo marchado Anaya—, ¿vas a intentar hacer recordar a Borkowski?

—Sí, por supuesto, lo que hablamos anoche, si nos desplazamos al museo y conseguimos distraer la atención de los cuidadores, intentaré hacer recordar al cura... y a ti también, Sally, claro —añadió, mirando a la periodista con una sonrisa y tocando su antebrazo.

—Gracias, Sigrid —dijo sinceramente Sally.

Poco rato después, Patrick y Derek se hicieron los encontradizos con Borkowski en la biblioteca de Jacobsen, leyendo ávidamente un ensayo sobre la Biblia. Para su sorpresa, cuando le comentaron que iban a visitar el Museo Británico, el padre se apuntó de manera entusiasta; al parecer era un gran aficionado a la arqueología y las antigüedades, y había congenidado con Patrick extraordinariamente bien.

En el coche hacia el museo, Patrick aprovechó para mencionar el episodio con Bar Yohai, intentando recabar la opinión de Borkowski:

—Como ya dijimos durante la reunión —dijo el sacerdote—, estoy tan sorprendido como los demás de lo que pasó con Simeon. No se me ocurre otra cosa más que fuera convencido, o sustituido, o poseído o que directamente actuara motu proprio. Lo que sí le aseguro es que era el verdadero Simeon y quizá tuviera unos intereses que nosotros no alcanzáramos a entender... y más aún si usted no tiene una capacidad lo suficientemente extraordinaria como para justificar su rapto —con esto dieron por zanjado el tema.

A instancias de Tomaso habló también de la situación en Roma. Borkowski habló de la situación agitada que se vivía en el Vaticano, porque "habían sucedido acontecimientos muy inquietantes en Nueva York, en varias iglesias y un convento, y había sido un error dejar el noreste de Estados Unidos sin apoyo espiritual". De repente, pareció que el padre se dio cuenta de que estaba hablando demasiado y cambió de tema rápidamente.

En un momento dado, Derek susurró a Patrick, que conducía el vehículo:

—Parece que ese coche negro nos sigue —señaló un Chevrolet que se encontraba a una distancia prudencial.

Estando sobre aviso, y aprovechando los cambios de semáforo, Patrick no tardó en despistar a sus presuntos perseguidores de forma discreta, sin que Borkowski se enterara. Poco después estacionaron en el parking del museo, pagaron sus entradas y entraron.

Sigrid aprovechó sus conocimientos sobre las antigüedades del museo para intrigar a Borkowski y que este la siguiera cada vez más relajado. Al cabo de un rato llegaban a las salas dedicadas a los babilonios, con Tomaso distrayendo a Sally todo lo que podía, pues la periodista era presa de los nervios ante la perspectiva de poder recordar. 

Sin perder el tiempo, Sigrid esquivó las cámaras de seguridad y esperó a que los cuidadores estuvieran lo suficientemente alejados o distraídos (en esto ayudó bastante el atractivo de Tomaso), y cruzó la línea de seguridad de una de las tablillas colgadas en las paredes de la sala. "Si soy lo suficientemente rápida", pensó, "quizá ni se den cuenta. Tocó levemente el retablo, sintiéndose un poco aturdida ante la multitud de cargas intermedias que contenía, y miró a Borkowski. Canalizó la mitad de las cargas que contenía el objeto, una descarga impresionante.

—¿Pero qué...? ¿qué...? —dijo el sacerdote mientras se encontraba comentando con Derek algunos de los objetos expuestos en una vitrina, con un gesto de sorpresa y cayendo de rodillas. No obstante, no cayó porque Derek lo ayudó, disimulando para no llamar la atención. 

Sally se dio cuenta del incidente, y miró a Sigrid, que a su vez se giró hacia la periodista. Canalizó el resto de cargas. 

O al menos, lo intentó. Pero nada ocurrió. Sally miró a Sigrid, implorante, mordiéndose el labio y con una lágrima asomando a su rostro. Sigrid volvió a intentarlo, reuniendo toda su fuerza de voluntad.

—Nnnnhhh... —se quejó Sally quedamente, mientras su rostro traslucía un gesto de dolor. Pero el dolor no impidió que esbozara una ligera sonrisa. Cayó inconsciente.

Tomaso corrió hacia Sally y la cargó, mientras la cuidadora a la que se encontraba distrayendo se quedaba sorprendida y sin saber qué hacer durante unos segundos. 

—¡Eh! ¡Usted! ¿¿Qué hace??  —otro cuidador gritó a Sigrid.

—¿Qué? —contestó Sigrid, haciéndose la sorprendida, y dejándose caer, fingiendo un desmayo.

Alguien debió de haber visto toda la escena, con los desmayos de Sally, Borkowski y Sigrid, y gritó:

—¡Gas! ¡Hay gas! ¡La gente se desmaya! ¡Corred!

Rápidamente cundió el caos y el pánico por gran parte del museo. El grupo salió rápidamente aprovechando la confusión y sin dar tiempo a que nadie reaccionara. Una vez en el coche, salieron rápidamente, y Borkowski y Sally recuperaron la consciencia, un poco abrumados por los recuerdos. Patrick sacó a relucir sus habilidades de psicólogo, aliviando su trauma y haciéndolos reaccionar. Sally lloró de alegría, abrazando a Tomaso y dando las gracias a Sigrid.

—Estoy confundido —dijo Borkowski—... es como si dos vidas se juntaran... pero gracias, gracias por hacerme recordar.

—Ha sido Sigrid —comentó Derek—, a ella hay que agradecérselo.

—Sí, gracias, muchas gracias. Uf, esto es duro.

Al cabo de una hora y media más o menos, con el trauma ya pasado y los recuerdos asentados, por fin Borkowski comentó que recordaba lo que había sucedido en Tunguska.

—Es curioso —dijo—, en esta existencia enviamos a Tunguska un contingente hace pocas semanas, y nunca recibimos noticias de ellos. Además, el gobierno ruso cerró también las comunicaciones y las fronteras hace poco.

—¿Nada? ¿Ni una noticia? —preguntó Tomaso, preocupado por su primo.

—Nada en absoluto. ¿Creéis que lo que sucedió en la anterior existencia tiene algo que ver?

—Es posible —contestó Patrick.

Evidentemente, acordaron que Borkowski debería actuar normalmente como si nada hubiera ocurrido, y le hablaron de la posibilidad de que esa existencia fuera la última ante el éxito parcial de los jázaros, con la ausencia del Conde St. Germain y nadie que pudiera velar por ella. 

—Tenemos que encontrar al conde —urgió Sigrid—, y reparar todo lo que se rompió en la recreación. Debemos aprovechar esta segunda oportunidad.

—Por supuesto, claro que sí —acordó Borkowski.

—Contad conmigo también —dijo Sally—. Si esta realidad es una menira, tenemos que revertirla.

—Mentíra no es el concepto que yo usaría... —empezó Sigrid, pero prefirió no seguir hablando del tema, ante las esperanzas renovadas de su amiga.

Según les contó Borkowski, el Vaticano servía en esta realidad a los Bizantinos (Illuminati), que no debían de ser otros que los jázaros de la anterior realidad, y les reveló que con el Alto Consejo solo hablaban dos de los cardenales. Además, de Simeon solo les pudo decir que había coincidido con él en un par de misiones de negociación y tampoco les pudo revelar gran cosa. Después les habló de los diferentes grupos de Demonios, Bizantinos y respectivos aliados. También les habló de un nuevo grupo liderado por un tal Sergei Ivánov que ahora se daba cuenta que no era otro que Novikov, y también de otra facción de creación reciente, el Club Bildelberg, encabezado por Alex Abel y que había sido el que había promovido la creación de los Orfeo. Pero los Bizantinos eran sin duda el grupo más poderoso, y el que había tratado de poner a todos los demás en vereda.

Respecto a la Golden Dawn, Crowley el Thelema, el Club Fuego Infernal y los Rosacruces, Borkowski les contó que en su momento fueron "erradicados" por los Bizantinos y sus aliados, aunque siempre se sospechó que no habían sido eliminados definitivamente.

—Lo que es evidente —dijo Sigrid en un momento dado— es que cada bando (jázaros, demonios y los que hubiera en Tunguska) intentó recrear la realidad para beneficiarse a sí mismos, y ahora parece que están luchando para controlarla del todo.

—Sí, sin duda —acordó Borkowski—, ahora que recuerdo, parece evidente. De hecho, un gran número de Bizantinos tienen una... habilidad... que les permite deshacer anomalías en la realidad, y yo creo que eso les viene de la recreación, para asegurarse de que podían controlar la fuerza del Velo, que los Demonios intentaron eliminar, y al parecer consiguieron debilitar.

—¿Esa habilidad es la que mencionó Barker en la reunión?  —preguntó Sigrid.

—Sí, efectivamente, así es.

De vuelta la mansión, esa misma tarde partirían hacia Italia, acompañados de Sally, Jonathan y Theo Moss. Borkowski se quedaría de momento, para no despertar sospechas. Yatsenko, que recibiría el alta al día siguiente, acudiría a la mansión de Jacobsen.



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