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La Santa Trinidad

La Santa Trinidad fue una campaña de rol jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia entre los años 2000 y 2012. Este libro reúne en 514 páginas pseudonoveladas los resúmenes de las trepidantes sesiones de juego de las dos últimas temporadas.

Los Seabreeze
Una campaña de CdHyF

"Los Seabreeze" es la crónica de la campaña de rol del mismo nombre jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia. Reúne en 176 páginas pseudonoveladas los avatares de la Casa Seabreeze, situada en una pequeña isla del Mar de las Tormentas y destinada a la consecución de grandes logros.

jueves, 21 de octubre de 2021

El Día del Juicio
[Campaña Unknown Armies/FATE]
Temporada 3 - Capítulo 39

La Catedral de Lucerna

—A juzgar por las dificultades que ha tenido la gente de Omega Prime —dijo Sally—, en mi opinión, quien sea esa gente ha utilizado medios sobrenaturales para ocultar la información.

—Sí, es posible —acordó Sigrid. Respecto a la empresa que has mencionado, la "Golden Dusk", podríamos encargarle a Emil que utilice a sus bibliomantes para averiguar más cosas, mientras nosotros investigamos in situ.

—A mí me parece bien —contestó Derek.

—De todos modos, cuanta menos información demos a terceras personas, mejor —dijo Tomaso—. Yo también investigaré sobre esa Golden Dusk.

—Sí, estoy de acuerdo contigo Tomaso —manifestó Patrick—, pero Jacobsen tiene muchos recursos y en este caso deberíamos aprovecharlos.

—De acuerdo, como queráis —se resignó Tomaso, que contaba con el apoyo total de Theo en ese tema.

Llamaron a Jacobsen para informarle y pedirle que investigara sobre la Golden Dusk. El bibliomante transigió, pidiendo solapadamente que Yatsenko, que ya había salido del hospital, colaborara en la defensa de la mansión. Así lo acordaron.

Poco después partían en los vehículos hacia Lucerna, un viaje de poco más de una hora, para ver qué podían averiguar sobre el episodio del intento de incendio de la catedral y el enfrentamiento de los dos grupos bajo nubes y relámpagos.


Hofkirche de Lucerna

 

Mientras refrescaba sus conocimientos de demótico (lo necesitaba para poder leer el libro de Tapas Negras), Sigrid recordó algo:

—Patrick, ¿has vuelto a mirar cómo está el cubo que metimos en la mochila?

—La verdad es que hace días que no —respondió el profesor, que alcanzó la bolsa y la abrió.

Lo que vio le provocó un escalofrío. El cubo seguía allí, pero rodeado de una tenue neblina oscura.... más que una neblina, era como si el material del cubo estuviera interfiriendo de alguna manera en la luz de su alrededor, provocando un efecto parecido al de un tenue humo. Patrick calculó que la aureola de tinieblas tendría poco más de un centímetro de ancho. Hizo un par de comprobaciones, y vio que la neblina no era detenida por objetos físicos: ni por la mochila, ni por una hoja de papel, ni por una llave; parecía atravesarlos sin problemas, y era sobrenaturalmente estática, lo que descartaba inmediatamente que se tratara realmente de niebla o humo.

—Maldición, mirad esto —dijo al resto, que se miraron al ver el extraño efecto y recordar el monolito que decían haber visto en Tunguska.

—Uffff —resopló Tomaso—... ¿crees que los cubos pueden estar activándose de alguna forma, igual que el monolito de Tunguska? 

—No lo sé, prefiero no pensar en ello ahora, la verdad —Patrick cerró la mochila, mientras cerraba los ojos para atenuar el dolor de otra incipiente migraña. Los dolores no habían remitido desde que había alterado la realidad para salvar al grupo en la huida de Milán.

Transcurrida más o menos una hora, aparcaban en una zona discreta de Lucerna y se dirigían a la catedral. Según les dijo Sigrid, la catedral había sido construida sobre una antigua basílica romana que había sido pasto de las llamas en 1633.

Tras un rato de observación pululando entre los turistas, Derek se convenció finalmente de que no había ni rastro de incendios en el templo. No obstante, Patrick tuvo una sensación extraña. Cuando se concentró lo suficiente, su vello se erizó y sintió la comezón que había sentido cuando se habían acercado al Orfeo de Nueva York, solo que aquí la sensación era más leve y le había costado más percibirla. Susurró el hecho al resto del grupo:

—Estoy sintiendo lo mismo que en el Orfeo NY... allí había algo en el sótano. ¿Creéis que puede haber un nivel inferior en la catedral?

—No lo creo —contestó Sigrid—. En ninguna parte consta esa información. Aunque claro, construyeron esto encima de otro templo...

Tomaso, por su parte, buscó pistas esotéricas en las vidrieras, en las esculturas y en las inscripciones, pero no detectó ningún patrón ni ninguna pista; tampoco ningún símbolo fuera de lo común. Al cabo de aproximadamente una hora se reunieron de nuevo, dando cuenta de lo infructuoso de sus búsquedas y de la sensación de Patrick. Patrick y Sigrid decidieron salir al exterior, para evaluar lo lejos que el profesor podía llegar a sentir aquella comezón, y para que Sigrid encontrara un lugar desde el que tuviera una buena visión para, posiblemente, utilizar su antiquimancia.

Por su parte, Derek decidió quedarse un rato más centrando su búsqueda en el suelo, para ver si detectaba algún rastro del antiguo templo. Cuando llevaba unos veinte minutos abstraído en su búsqueda, alguien le tocó el brazo y le habló en alemán, rompiendo su concentración. Se giró, para encontrarse con un clérigo:

—Perdón —contestó en inglés—, no hablo alemán...

—Decía si puedo ayudarle en algo —dijo el monje, con un fuerte acento. 

Derek no supo distinguir qué categoría eclesiástica tenía, no era un experto en esas cosas, aunque dudaba que nadie pudiera distinguirlo por la sobria sotana que llevaba su interlocutor.

—Bueno, no creo —disimuló—, es que he perdido una lentilla.

—Ah. —"¿Acaso parece decepcionado?", pensó Derek con suspicacia—. Bueno, si podemos ayudarle en algo, nos avisa por favor.

—Sí, descuide —"¿nos?", al mirar a su alrededor vio que en la nave había entrado un grupo de clérigos, pero intentó no perder la concentración—.

Pocos minutos después, Derek identificaba bajo el púlpito y los bancos que había por debajo un par de losas de piedra que habían sido puestas recientemente (relativamente, calculaba unos años). Las dos losas formaban un rectángulo de aproximadamente uno y medio por dos metros. El director de la CCSA hizo un gesto de disimulo como si hubiera encontrado la lentilla, y sacó la cámara. En ese momento se dio cuenta de que un par de clérigos lo miraban con curiosidad; fingió hacer unas fotos como si fuera un turista, intentando enfocar el suelo, y se marchó. Patrick, que había entrado de nuevo en el templo y se encontraba junto a Derek, se concentró para ver el aura de uno de los monjes. Se sorprendió cuando identificó que tenía algún tipo de poder, concretamente algún tipo de mancia. Y no se parecía a ninguna de las que había visto anteriormente. Siguió a Derek al exterior, comentándole lo que había visto.

Ya en el exterior, Derek compartió lo que había descubierto, y elucubraron algunas posibilidades, hasta que Sigrid anunció:

—Creo que voy a utilizar mis habilidades desde aquí —desde donde se encontraban tenían una visión general del frente de la catedral. 

Todos se mostraron de acuerdo en esperar unos segundos, y la anticuaria se concentró. "Muéstrame el momento del intento de incendio, cuando se produjo el enfrentamiento entre grupos", pensó.

Al cabo de unos segundos, Sigrid se volvió hacia los demás, con un gesto de incredulidad que no era habitual en ella.

—Qué raro, no he visto nada, pero sé que no he fallado.

—Mmmmh... ¿puede ser que hayan ocultado el acontecimiento? —especuló Tomaso.

—No lo sé, no he notado ninguna resistencia, ni nada parecido. Mejor vámonos de aquí.

—Esperad un momento. —Patrick aguantó unos segundos, concentrándose, hasta que se giró hacia ellos—: No hay nada que hayan hecho para alterar el continuo; podemos descartar eso, vamos.

Sin más dilación volvieron a Zurich, con la intención de volver al día siguiente y evitar llamar demasiado la atención.

Ya en la casa de campo hablaron de nuevo con Jacobsen, que les informó de que Jodorowski, el psicomago, llegaría al día siguiente a la mansión. Tomaso aprovechó para buscar más información sobre la catedral de Lucerna. Sorprendentemente, no le llevó mucho tiempo encontrar algo: tres documentos que contenían unas tesis doctorales sobre el casco antiguo de Lucerna, que parecían contener bastantes menciones a la catedral y el antiguo templo romano. Afortunadamente, las tesis estaban escritas en inglés. Dado lo complejo y árido del tema tratado y conociendo la habilidad lectora de Patrick, Tomaso descargó los documentos y se los dio al profesor para que se encargara de leerlo. Este lo consiguió en un plazo de poco más de cuatro horas.

Ya entrada la noche, Sigrid cerró por fin sus libros de demótico, dándose por satisfecha con los conocimientos adquiridos. "Ahora solo me queda aprender árabe", pensó irónicamente.

—He acabado ya de leer las tesis doctorales que ha encontrado Tomaso —anunció Patrick por la mañana, una vez reunido de nuevo el grupo—. Hay un montón de datos inútiles sobre los métodos de construcción y los cascos urbanos de la Edad Media. Lo interesante es que se menciona en todas las tesis que la construcción de la catedral de Lucerna tuvo que ser detenida varias veces porque parece ser que un gran número de trabajadores sucumbía a la locura; cundían los suicidios, se volvían agresivos, hablaban en idiomas desconocidos...

—Muy parecido a lo que pasaba en Tunguska... —meditó en voz alta Sigrid.

—Sí —continuó Patrick—, y por otro lado, en una de las tesis se menciona una pequeña... no sé cómo decirlo... "irregularidad" que se cometió al iniciar la construción. Al parecer, en lugar de despejar los restos de la basílica romana, lo que hicieron fue derruirla sobre sí misma y compactar los escombros para construir sobre ellos. No era lo habitual.

—En mi opinión, todo apunta a que ahí había (o hay) un monolito —dijo Tomaso.

—Eso parece, desde luego —coincidió Derek.

A continuación, el grupo conversó acerca de lo que había pasado en Lucerna, y por qué Sigrid no había conseguido ver nada sobre el evento. Finalmente, tras un intenso proceso mental, Sigrid tuvo una pequeña iluminación:

—Mierda, ¿y si lo que ha pasado es que no hubo ningún intento de incendio? ¿O que no hubo enfrentamiento entre grupos? Si cualquiera de las dos cosas fuera falsa, claro, el fallo está en mi premisa.

—Es verdad —corroboró Derek—. Yo creo que lo más probable es que el intento de incendio haya sido una excusa para tapar algo más. Sí, bien pensado.

—Creo que lo mejor será que lo intentes otra vez dentro de la iglesia para ver qué pasó con lo que sea que tapan las losas que ha descubierto Derek —sugirió Patrick.

—Sí —secundó Tomaso—, pero creo que mejor si vemos el momento en que se abrió el agujero, no el momento en el que pusieron las losas. También es posible que hayan puesto las losas para evitar que algo saliera de ahí.

—Tendré que pensar cómo enunciar bien el momento entonces —dijo Sigrid.

Pocas horas más tarde llegaban de nuevo a Lucerna. Tomaso, Theo, Sally y Sigrid, intentando disimular en la medida posible su aspecto, entraron en la catedral. El resto esperaron fuera.

Fueron hasta tres los intentos infructuosos de Sigrid para ver los acontecimientos. Pero el cuarto tuvo éxito. "Muéstrame cómo abrieron el agujero que taparon con las losas", se concentró. A su alrededor todo se difuminó, y alrededor del punto donde ahora se encontraban las losas señaladas por Derek tomaron forma cuatro figuras, hombres y mujeres.

Habían apartado los bancos de la iglesia. Uno de ellos hablaba por teléfono, y de vez en cuando parecía que entraba y salían más personas. Los cuatro reunidos alrededor del punto eran de etnias heterogéneas. En un momento dado, dos de ellos metieron sus manos en sendos macutos que llevaban colgados del hombro. Sacaron algo de ellos, un puñado de pequeños objetos, y los lanzaron al suelo. Al fijarse más, Sigrid vio que lo que habían arrojado eran unos pequeños escarabajos, seguramente de metal aunque no podía asegurarlo, parecidos al que había atacado a Tomaso en el pecho.

A continuación, los dos sujetos gesticularon y dijeron algo, y los pequeños escarabajos, que hasta entonces habían permanecido inertes, se activaron. Con movimientos febriles, empezaron a girar en una procesión de círculos y a "comerse" el suelo. A toda velocidad empezaron a abrir un agujero en el suelo, que evidentemente no lucía las losas que había en la actualidad.

De repente, el individuo que estaba hablando por teléfono gritó instrucciones a los demás. Llegó un nuevo sujeto a la escena, y el resto, excepto una mujer que pareció quedarse a cargo de la "excavación", salieron corriendo. Pocos segundos después, la mujer era alcanzada por un relámpago que atravesó una vidriera, haciéndola añicos.

La visión se desvaneció. En el exterior, Derek, Patrick y Jonathan se pusieron alerta cuando vieron llegar un vehículo negro y grande. Bajaron de él dos personas. Patrick sintió un escalofrío al reconocer a dos de los hechiceros a los que se habían enfrentado en Milán.


jueves, 14 de octubre de 2021

El Día del Juicio
[Campaña Unknown Armies/FATE]
Temporada 3 - Capítulo 38

Viaje a Madrid. Llegada a Zurich.

Tras comentarlo durante unos minutos, decidieron finalmente que intentarían triangular lo máximo posible el punto donde parecía encontrarse el Conde St. Germain. Para ello deberían desplazarse un número considerable de kilómetros, hasta una ciudad con un museo que albergara una antigüedad lo suficientemente importante para que Sigrid pudiera utilizar su poder simbólico.

Finalmente, tras varias horas de búsqueda, Derek dijo:

—Mirad, en Madrid he encontrado esto: la Universalis Cosmographia Secundum Ptolomae Traditium, de Americo Vespucio. Es de 1507... ¿valdría, Sigrid?

—Pues sí —contestó la anticuaria—, supongo que sí.

Poco más tarde subían a un furgón de alquiler seguidos por los dos hombres de Paolo en su propio vehículo para realizar el viaje de veinte horas por carretera que los llevaría a Madrid. Tomaso avisó a su hermano para  informarle de sus movimientos, y Patrick llamó a Jacobsen cumpliendo el protocolo habitual.

Mientras se desplazaban hacia la capital española, Sigrid descubrió otro objeto que seguramente sería más accesible que el que había encontrado Derek: un mapa de Juan de la Cosa en el Museo Naval de Madrid. Así que decidieron cambiar su objetivo. 

Carta Universal de Juan de la Cosa

Lo primero que hicieron fue descansar en un discreto hotel de un pueblo cercano a la ciudad. El día siguiente se dirigieron al Museo Naval, dejando para más tarde la visita a la tienda de Sigrid en la Puerta de Alcalá.

En el museo, Patrick intentó que les permitieran hablar con el director del museo, pero este se encontraba de viaje, así que los redirigieron al conservador jefe. Uno de los guardias acompañó a Patrick y a Sigrid a un recóndito despacho en los oscuros pasillos cerrados al público del vetusto edificio. Derek, Tomaso y los poseídos se quedaron rondando por el museo mientras Sally y Theo esperaban en los vehículos.

En el despacho una placa en la puerta mostraba la inscripción "Jorge Díez, Conservador Jefe". El guardia llamó, y alguien dio permiso desde el interior. Allí, un tipo alto, con el pelo descuidado y con unas pequeñas gafas redondas levantó la vista hacia ellos. 

—Señor Díez —anunció el guarda—, aquí hay unas personas que quieren hablar con usted.

Díez despidió a dos estudiantes que estaban sentados al otro lado de la mesa y asintió con la cabeza. Patrick y Sigrid entraron, dando las gracias al guarda.

—Díganme —dijo el conservador seriamente.

—Buenos días, señor Díez —dijo Sigrid—. Queríamos comentarle que nos ha extrañado no ver expuesta en el museo la Carta Universal de Juan de la Cosa.

—No, claro —contestó Díez—. No todos los artículos están expuestos... pero... dígame... ¿usted no es Sigrid Olafson?

"Mierda", pensó Sigrid, "ha tenido que reconocerme... ¿por qué?".

—Eh... sí, cierto —respondió Sigrid.

—Ajá. ¿Y a qué debemos el honor de que una anticuaria de tanto renombre visite nuestro museo? —Patrick no supo identificar si el conservador estaba siendo sincero o cínico, pero sí que se había puesto a la defensiva, seguramente debido a la mala fama de Sigrid.

—La verdad es que tengo información de una pieza muy similar, y quería examinar el original, a ser posible.

—Bueno.... les puedo dar a rellenar el formulario de solicitud, y cuando el director...

—No, pero no es necesario —interrumpió Patrick—; no deseamos llevarnos el mapa, sino solamente verlo unos minutos. Mi jefa, la señora Olafson, necesita cotejar unos datos que nos han llegado de otra fuente y hacen referencia a este mapa, por lo que necesitamos asegurarnos antes de gastarnos una fuerte suma de dinero.

—Sí, sí, si yo comprendo su necesidad —contestó Díez—. Pero los cauces son los cauces, y el director debe aprobar...

—Sí, claro, el director ya lo aprobó, ¿no lo recuerda? —Sigrid cogió su estatuilla en el bolsillo, y utilizó la Antiquimancia para intentar implantar el recuerdo en su interlocutor.

Díez la miró fijamente durante unos segundos.

—No sé qué está haciendo usted, señora Olafson —dijo—. Pero le rogaría que no siguiera utilizando sus... "artes". Si son tan amables, les puedo dar el formulario o les puedo acompañar a la puerta.

"Mierda", pensaron a la vez Sigrid y Patrick.

—¿Cuánto tardaría en procesarse el formulario? —reaccionó el profesor—. Es que necesitamos verlo hoy, es urgente de verdad. Se lo rogamos, señor Díez, es realmente importante, y tiene que ver con... bueno, con lo que veo que usted ya sabe.

El conservador pensó durante unos segundos. Finalmente, se levantó y los invitó a seguirlo:

—Muy bien, vengan por aquí.

Los dirigió a través de los pasillos hacia otra sala. En el camino, Patrick aprovechó para llamar a Derek e informarle de lo que estaba pasando.

Entraron a una especie de biblioteca, donde Díez abrió unos archivadores deslizantes especiales. Sacó una enorme carpeta y la puso sobre la mesa de investigación.

—Aquí tienen un facsímil del mapa, que pueden estudiar en profundidad.

—Está bien, pero nos gustaría ver el original.

—No se preocupen, el director volverá en un par de días, y podrá aprobar su solicitud.

Patrick aprovechó para visualizar su aura, y esta reveló a Jorge Díez como algún tipo de adepto, seguramente un cliomante.

Sigrid disimuló durante unos minutos observando la copia, y al cabo de un rato se marcharon, dándole las gracias a Díez. Se reunieron con Derek y Tomaso. Conversaron en voz baja durante unos momentos, y finalmente decidieron que tenían que revelar a Díez parte de la verdad. Así que pidieron al guarda que los volviera a conducir ante el conservador; lo consiguieron sin demasiados problemas.

Díez se sorprendió al verlos otra vez, y aunque transigió de nuevo en conversar, solamente dejó que pasara Sigrid a su despacho.

—No me había dado cuenta de quién, o mejor dicho, qué eres, lo siento —empezó Sigrid. 

—¿De lo que soy?

—Sí. Lo que eres y qué eres capaz de hacer. Adepto. Quiero ser totalmente sincera: necesito urgentemente poder tocar el mapa original. No sé si tienes noticias de lo que está sucendiendo en Europa con los bibliomantes, pero la situación es grave. Y necesito simplemente tocar el mapa para poder localizar a alguien. Espero que entiendas lo complicado de la situación y es mejor que el museo borre todo registro de mi visita —dirigió una mirada hacia el formulario— si no quieren exponerse a problemas mayores. Hay enemigos que nos superan a todos.

Díez se quedó callado un largo rato.

—Señora Olafson —dijo al fín—. Debe ser usted consciente de que no es una desconocida en nuestros círculos. Y se lo tengo que dejar muy claro: no me fío de usted. No sé si me va a robar o cualqueir otra cosa; ha venido usted con otras seis personas (que tenemos controladas), y no sé muy bien qué pretenden.

Sigrid abrió las manos, intentando parecer lo más sincera posible.

—Le aseguro que no tenemos ninguna intención oculta. me estoy abriendo a usted. Necesito simplemente tocar el mapa para sentir una dirección y...

—Tenía entendido que era usted una bibliomante, señora Olafson, esto no me cuadra.

—Ya no lo soy. Ahora tengo otras capacidades.

—Mmmmh... eso es algo extraordinario, no sé...

—Le aseguro que el mapa no sufrirá ningún desperfecto ni intentaré llevármelo, solo quiero entrar en contacto con él unos segundos. Puede hacer que me acompañe quien quiera.

—Bien.... agradecería algo más de información...

—Es demasiado peligroso, no sé si se ha enterado de lo que ocurre en Europa central, pero la cosa está muy difícil. Mejor evite problemas.

—Algún rumor he oído, y es verdad que son preocupantes; no quiero más problemas, así que...  bien, acompáñeme.

Díez y Sigrid salieron. La anticuaria hizo un gesto al grupo para que esperaran tranquilos, y después un guardia de seguridad se reunió con ellos. Pocos minutos después, Sigrid tenía el mapa ante sí, después de que Díez hiciera salir de la sala a tres doctorandos y el guardia esperase en el exterior de la puerta.

La anticuaria entró en contacto con el mapa, y concentrándose en St. Germain, a los pocos segundos sintió una dirección y una gran distancia.

—¿Sería tan amable de proporcionarme una brújula y una regla, por favor? —preguntó a Díez.

Con la brújula y la regla, Sigrid apuntó el rumbo.

—Muchas gracias —dijo al fin—. Ya he acabado.

—¿Ya? Debo decir que estoy algo confundido, nunca...

—No se preocupe. Mire, aquí tiene mi teléfono, llámeme si ocurre cualquier cosa. Y mejor destruya el formulario. Muchas gracias otra vez.

Ya tranquilamente en los vehículos, triangularon la dirección, y efectivamente, la línea desde Madrid se cortaba con la línea desde Venecia al sureste de Zurich.

—Maldición —dijo Tomaso—. Otra vez nos tendremos que meter en la boca del lobo.

—Sí, necesitaremos apoyo —confirmó Sigrid—. Tendremos que hablar con Paolo y con Emil.

 

A continuación, el grupo se dirigió a la tienda. Uno de los coches pararon ante la puerta y otro más alejado. Sigrid, Patrick y Theo bajaron del vehículo y entraron en el negocio. Cuando Lucía vio a Sigrid, se abalanzó sobre ella y la abrazó.

—Dios mío Sigrid —dijo la dependienta—, estaba muy preocupada.

—Sí, han pasado muchas cosas, tranquila Lucía, ya te contaré. Esther y los demás están bien, ahora, cierra la tienda y acompáñame que tenemos prisa.

Se dirigieron rápidamente al interior, donde Sigrid procedió a seleccionar varias antigüedades con cargas para ejecutar sus habilidades en el futuro.

En el exterior, transcurrido un buen rato desde que Sigrid y los demás habían entrado a la tienda, Derek reparó en un figura que se encontraba entre las sombras de los árboles a unos cincuenta metros de distancia. Cuando un coche la iluminó con sus luces, el director de la CCSA sintió un escalofrío. "Es Simeon bar Yohai, ¿cómo puede ser?". Por descontado, avisó a los demás inmediatamente. Se pusieron alerta, pero el presunto Yohai no parecía tomar ninguna acción. Estaba completamente inmóvil, mirando hacia la tienda.

No tardaron en avisar a través del móvil a Patrick de que bar Yohai los estaba vigilando. El profesor sintió un escalofrío en la espalda, e instó a Sigrid para que marcharse rápidamente. Después de que esta se despidiera de Lucía y le encargara cerrar la tienda dos o tres días, salieron para reunirse con los demás.

—¿Dónde está, Derek? —preguntó Patrick, una vez en el vehículo.

—Allí, al otro lado de la rotonda —señaló Derek. 

Patrick intentó ver el aura del judío, pero estaba demasiado lejos.

—Necesito ver su aura para ver si es el auténtico Simeon... —dijo—. Tomaso, Theo, ¿me acompañáis para ponernos un poco más cerca?

—Sí, vamos —acordó Tomaso.

A unos cincuenta metros de distancia, Patrick volvió a concentrarse. Pero por algún motivo, era incapaz de ver el aura del enorme judío. Lo que les llamó la atención fue que seguía mirando hacia la tienda, en lugar de fijar su atención en ellos o en el grupo que estaba en los vehículos.

—Nada, no puedo ver su aura —desistió Patrick—. Vámonos.

Se retiraron a descansar a un hotel alejado del bullicio de la capital, donde pudieron conciliar al fin el sueño. La mañana siguiente, durante el desayuno, Derek se unió a Sally en la habitual búsqueda de noticias para ver si mencionaban algún hecho extraño en Madrid o en Europa... pero se encontraron con algo totalmente inesperado.

Todos los periódicos, digitales o impresos, abrían con la misma noticia. La televisión estaba también copada por los mismos titulares. Más o menos, todos venían a decir lo siguiente:

"Rusia pierde el control sobre un presunto portal en Tunguska, y pide ayuda a Estados Unidos, China y Europa"

"El primer ministro ruso pide perdón por los años de ocultación"

En la televisión, un reportero explicaba que hacía siglos que existía un portal a no se sabía qué dimensión...

—Al parecer, todo el operativo que les había permitido controlarlo hasta ahora en secreto, se les vino abajo aproximadamente desde hace un mes y medio, desde el día de nochebuena. Y no han tenido más remedio que pedir perdón por el secretismo. Ahora dicen que el "portal" (así lo llaman) se ha salido de todo control posible...

—Gracias, Stefan —respondían desde el estudio—. Esperamos ansiosos la nueva conexión cuando llegues a Tunguska.

Se miraron, con los ojos muy abiertos por la sorpresa.

—Mierda —dijo Sigrid—. ¿Desde el día de nochebuena?

—Justo cuando se recreó todo —confirmó Tomaso.

—Joder —continuó Sigrid—. Entonces... ¿quiere eso decir que Paolo y los demonios sí triunfaron?

El resto permaneció en silencio, mientras en la televisión hablaban de horribles sombras que parecían salir como una exhalación de la oscuridad que se había expandido de repente en varios kilómetros a la redonda en el remoto paraje siberiano:

—Además —continuaba una reportera—, nos han hablado del testimonio balbuceante de uno de los soldados que estaban de guardia y que acabaron enajenados que asegura haber visto un enorme monolito negro como el basalto aparecer de la nada antes de que sucediera la presunta "explosión de oscuridad que los envolvió y los arrastró al infierno".

—Y según nos han contado —decía otro periodista—, esa oscuridad parece estar deformando la realidad a su alrededor, como si fuera un imán que deformara todo. 

—Se habla también de varias expediciones enviadas por el Vaticano que intentaron sellar ese portal demoníaco, pero que no tuvieron éxito y han desaparecido en el intento.

Tras superar el impacto inicial y asimilar como buenamente pudieron la información, llamaron al padre Borkowski. Este manifestó también su sorpresa.

—Sabíamos que había algo en Tunguska —se sinceró—, pero no esperábamos algo tan brutal. Desde luego —bajó la voz—, algo sucedió en la recreación que no esperábamos...

El sacerdote les confirmó la desaparición de al menos una veintena de clérigos de la iglesia, y la falta de noticias de ellos. Quizá habían sido abducidos por la oscuridad, o se habían vuelto locos como los soldados, o los tenían los rusos.

Derek llamó a su vez al congresista Ackerman, que estaba ocupadísimo pero le atendió al poco tiempo. Ackerman le contó que estaba colapsado con las noticias desde Rusia, y cuando Derek le preguntó por alguna información confidencial, el congresista le dijo que nada, pero que si se enteraba de algo se lo diría en cuanto pudiera. El director de la CCSA aprovechó para ponerle al día de los enemigos a los que se estaban enfrentando en Europa.

—Está bien —se despidió el congresista—. Tened mucho cuidado, y espero que volváis pronto, que ya lleváis demasiado tiempo fuera.

—Philip, una última cosa... ¿tenemos algún contacto de confianza en Suiza? Si puede ser, de alto nivel.

—Pues... ahora mismo no sé decirte. Creo que no, ¿por?

—Porque nuestro siguiente paso nos lleva allí. No pasa nada, tranquilo, hablamos en breve.

Tras colgar, se quedaron en silencio unos instantes, observando más noticias sobre el tema.

—Necesitamos Polvo de Dios —dijo Patrick en un momento dado.

—Para ir a Tunguska tal vez —contestó Tomaso—; pero ahora mismo, nuestra prioridad es viajar a Zurich e intentar encontrar a Saint Germain para hacerlo recordar.

Una hora después, los dos vehículos se ponían en marcha en dirección a Suiza. Nada más arrancar, Tomaso llamó a Paolo para comentarle las noticias de Rusia. 

—¿Has visto las noticias, Paolo? 

—Pues no, hemos estado muy ocupados dejando la villa, ya no estamos allí.

—Bien, pues parece que lo de Tunguska tuvo consecuencias muy graves y los rusos han reportado una especie de portal demoníaco que se ha salido de control...

—Ah, eso en realidad ya lo sabía —contestó Paolo, dejando a Tomaso sorprendido.

—¿Ah, sí? —intervino Patrick a través del manos libres—. ¿Y sabes qué... "cosas" están saliendo de esa oscuridad?

—Sí claro, demonios. Es un portal al... infierno, por decirlo de alguna manera, a una dimensión más allá del Velo. No os niego que al principio me gustó, era lo que pretendía al recrear la existencia, pero se ha salido de control, y en realidad los demonios que salen de ahí no son... no sé cómo decirlo... "normales". Hay una especie de monolito raro que parece haber causado una ruptura demasiado grande en la realidad.

—Buf, realmente inquietante —dijo Patrick—. Nosotros hemos averiguado que el Conde St. Germain debe de encontrarse en algún lugar del sureste de Suiza, estamos yendo para allá. Nos vendría bien algo más de músculo por lo que podamos encontrarnos.

—Creemos —añadió Tomaso— que allí puede estar la sede de la Orden de Hermes.

—Pero tendréis que investigar algo más antes de intervenir o hacer nada, ¿no? Sed discretos.

—Sí, por supuesto, pero te avisamos ya para que sepas hacia dónde nos dirigimos y que seguro que necesitaremos refuerzos.


Después de otra agotadora jornada de conducción, llegaron cerca de Zurich. A instancia de Tomaso, Sally se encargó de encontrar una casa de campo en alquiler que serviría como su base de operaciones.

Lo primero que hizo Tomaso fue llevar a cabo una búsqueda exhaustiva en internet en busca de acontecimientos extraños en Suiza, preferiblemente en el sureste. Tras quemarse las pestañas durante horas, no encontró noticias sobre hechos fuera de lo normal, ni siquiera indicios. 

—No es normal —anunció—. Estoy seguro de que esa gente se ha dedicado a eliminar de alguna forma todas las pistas que nos puedan conducir a ellos.

—Quizá podríamos recurrir a Omega Prime... ¿Sally?

—Podemos intentarlo, claro —contestó la periodista, que realizó la llamada.

El día siguiente, Sally recibía la contestación de los hackers. Según les dijo, estaban sorprendidos de haberse encontrado con unas dificultades fuera de lo normal para escarbar en la información. Algo estaba sucediendo, desde luego.

—Me dicen que con muchísimo esfuerzo apenas han encontrado dos cosas. La primera es un acontecimiento ocurrido hace diez años en la ciudad de Lucerna, donde parece ser que hubo un intento de incendiar la catedral, y luego un presunto conflicto entre dos grupos donde algún que otro testigo relató la aparición de una niebla extraña, de "grandes nubes" sobre la escena y la caída de repetidos rayos y relámpagos. La segunda son varias referencias a una fiesta benéfica realizada hace aproximadamente seis años en una mansión de Zurich donde se mencionaba una empresa llamada "Crepúsculo Dorado" (en inglés, "Golden Dusk") dedicada al bienestar de los ancianos, donde tuvieron lugar varios asesinatos de los que no han podido averiguar mucho más...