La Catedral de Lucerna
—A juzgar por las dificultades que ha tenido la gente de Omega Prime —dijo Sally—, en mi opinión, quien sea esa gente ha utilizado medios sobrenaturales para ocultar la información.
—Sí, es posible —acordó Sigrid. Respecto a la empresa que has mencionado, la "Golden Dusk", podríamos encargarle a Emil que utilice a sus bibliomantes para averiguar más cosas, mientras nosotros investigamos in situ.
—A mí me parece bien —contestó Derek.
—De todos modos, cuanta menos información demos a terceras personas, mejor —dijo Tomaso—. Yo también investigaré sobre esa Golden Dusk.
—Sí, estoy de acuerdo contigo Tomaso —manifestó Patrick—, pero Jacobsen tiene muchos recursos y en este caso deberíamos aprovecharlos.
—De acuerdo, como queráis —se resignó Tomaso, que contaba con el apoyo total de Theo en ese tema.
Llamaron a Jacobsen para informarle y pedirle que investigara sobre la Golden Dusk. El bibliomante transigió, pidiendo solapadamente que Yatsenko, que ya había salido del hospital, colaborara en la defensa de la mansión. Así lo acordaron.
Poco después partían en los vehículos hacia Lucerna, un viaje de poco más de una hora, para ver qué podían averiguar sobre el episodio del intento de incendio de la catedral y el enfrentamiento de los dos grupos bajo nubes y relámpagos.
Hofkirche de Lucerna |
Mientras refrescaba sus conocimientos de demótico (lo necesitaba para poder leer el libro de Tapas Negras), Sigrid recordó algo:
—Patrick, ¿has vuelto a mirar cómo está el cubo que metimos en la mochila?
—La verdad es que hace días que no —respondió el profesor, que alcanzó la bolsa y la abrió.
Lo que vio le provocó un escalofrío. El cubo seguía allí, pero rodeado de una tenue neblina oscura.... más que una neblina, era como si el material del cubo estuviera interfiriendo de alguna manera en la luz de su alrededor, provocando un efecto parecido al de un tenue humo. Patrick calculó que la aureola de tinieblas tendría poco más de un centímetro de ancho. Hizo un par de comprobaciones, y vio que la neblina no era detenida por objetos físicos: ni por la mochila, ni por una hoja de papel, ni por una llave; parecía atravesarlos sin problemas, y era sobrenaturalmente estática, lo que descartaba inmediatamente que se tratara realmente de niebla o humo.
—Maldición, mirad esto —dijo al resto, que se miraron al ver el extraño efecto y recordar el monolito que decían haber visto en Tunguska.
—Uffff —resopló Tomaso—... ¿crees que los cubos pueden estar activándose de alguna forma, igual que el monolito de Tunguska?
—No lo sé, prefiero no pensar en ello ahora, la verdad —Patrick cerró la mochila, mientras cerraba los ojos para atenuar el dolor de otra incipiente migraña. Los dolores no habían remitido desde que había alterado la realidad para salvar al grupo en la huida de Milán.
Transcurrida más o menos una hora, aparcaban en una zona discreta de Lucerna y se dirigían a la catedral. Según les dijo Sigrid, la catedral había sido construida sobre una antigua basílica romana que había sido pasto de las llamas en 1633.
Tras un rato de observación pululando entre los turistas, Derek se convenció finalmente de que no había ni rastro de incendios en el templo. No obstante, Patrick tuvo una sensación extraña. Cuando se concentró lo suficiente, su vello se erizó y sintió la comezón que había sentido cuando se habían acercado al Orfeo de Nueva York, solo que aquí la sensación era más leve y le había costado más percibirla. Susurró el hecho al resto del grupo:
—Estoy sintiendo lo mismo que en el Orfeo NY... allí había algo en el sótano. ¿Creéis que puede haber un nivel inferior en la catedral?
—No lo creo —contestó Sigrid—. En ninguna parte consta esa información. Aunque claro, construyeron esto encima de otro templo...
Tomaso, por su parte, buscó pistas esotéricas en las vidrieras, en las esculturas y en las inscripciones, pero no detectó ningún patrón ni ninguna pista; tampoco ningún símbolo fuera de lo común. Al cabo de aproximadamente una hora se reunieron de nuevo, dando cuenta de lo infructuoso de sus búsquedas y de la sensación de Patrick. Patrick y Sigrid decidieron salir al exterior, para evaluar lo lejos que el profesor podía llegar a sentir aquella comezón, y para que Sigrid encontrara un lugar desde el que tuviera una buena visión para, posiblemente, utilizar su antiquimancia.
Por su parte, Derek decidió quedarse un rato más centrando su búsqueda en el suelo, para ver si detectaba algún rastro del antiguo templo. Cuando llevaba unos veinte minutos abstraído en su búsqueda, alguien le tocó el brazo y le habló en alemán, rompiendo su concentración. Se giró, para encontrarse con un clérigo:
—Perdón —contestó en inglés—, no hablo alemán...
—Decía si puedo ayudarle en algo —dijo el monje, con un fuerte acento.
Derek no supo distinguir qué categoría eclesiástica tenía, no era un experto en esas cosas, aunque dudaba que nadie pudiera distinguirlo por la sobria sotana que llevaba su interlocutor.
—Bueno, no creo —disimuló—, es que he perdido una lentilla.
—Ah. —"¿Acaso parece decepcionado?", pensó Derek con suspicacia—. Bueno, si podemos ayudarle en algo, nos avisa por favor.
—Sí, descuide —"¿nos?", al mirar a su alrededor vio que en la nave había entrado un grupo de clérigos, pero intentó no perder la concentración—.
Pocos minutos después, Derek identificaba bajo el púlpito y los bancos que había por debajo un par de losas de piedra que habían sido puestas recientemente (relativamente, calculaba unos años). Las dos losas formaban un rectángulo de aproximadamente uno y medio por dos metros. El director de la CCSA hizo un gesto de disimulo como si hubiera encontrado la lentilla, y sacó la cámara. En ese momento se dio cuenta de que un par de clérigos lo miraban con curiosidad; fingió hacer unas fotos como si fuera un turista, intentando enfocar el suelo, y se marchó. Patrick, que había entrado de nuevo en el templo y se encontraba junto a Derek, se concentró para ver el aura de uno de los monjes. Se sorprendió cuando identificó que tenía algún tipo de poder, concretamente algún tipo de mancia. Y no se parecía a ninguna de las que había visto anteriormente. Siguió a Derek al exterior, comentándole lo que había visto.
Ya en el exterior, Derek compartió lo que había descubierto, y elucubraron algunas posibilidades, hasta que Sigrid anunció:
—Creo que voy a utilizar mis habilidades desde aquí —desde donde se encontraban tenían una visión general del frente de la catedral.
Todos se mostraron de acuerdo en esperar unos segundos, y la anticuaria se concentró. "Muéstrame el momento del intento de incendio, cuando se produjo el enfrentamiento entre grupos", pensó.
Al cabo de unos segundos, Sigrid se volvió hacia los demás, con un gesto de incredulidad que no era habitual en ella.
—Qué raro, no he visto nada, pero sé que no he fallado.
—Mmmmh... ¿puede ser que hayan ocultado el acontecimiento? —especuló Tomaso.
—No lo sé, no he notado ninguna resistencia, ni nada parecido. Mejor vámonos de aquí.
—Esperad un momento. —Patrick aguantó unos segundos, concentrándose, hasta que se giró hacia ellos—: No hay nada que hayan hecho para alterar el continuo; podemos descartar eso, vamos.
Sin más dilación volvieron a Zurich, con la intención de volver al día siguiente y evitar llamar demasiado la atención.
Ya en la casa de campo hablaron de nuevo con Jacobsen, que les informó de que Jodorowski, el psicomago, llegaría al día siguiente a la mansión. Tomaso aprovechó para buscar más información sobre la catedral de Lucerna. Sorprendentemente, no le llevó mucho tiempo encontrar algo: tres documentos que contenían unas tesis doctorales sobre el casco antiguo de Lucerna, que parecían contener bastantes menciones a la catedral y el antiguo templo romano. Afortunadamente, las tesis estaban escritas en inglés. Dado lo complejo y árido del tema tratado y conociendo la habilidad lectora de Patrick, Tomaso descargó los documentos y se los dio al profesor para que se encargara de leerlo. Este lo consiguió en un plazo de poco más de cuatro horas.
Ya
entrada la noche, Sigrid cerró por fin sus libros de demótico, dándose
por satisfecha con los conocimientos adquiridos. "Ahora solo me queda
aprender árabe", pensó irónicamente.
—He acabado ya de leer las tesis doctorales que ha encontrado Tomaso —anunció Patrick por la mañana, una vez reunido de nuevo el grupo—. Hay un montón de datos inútiles sobre los métodos de construcción y los cascos urbanos de la Edad Media. Lo interesante es que se menciona en todas las tesis que la construcción de la catedral de Lucerna tuvo que ser detenida varias veces porque parece ser que un gran número de trabajadores sucumbía a la locura; cundían los suicidios, se volvían agresivos, hablaban en idiomas desconocidos...
—Muy parecido a lo que pasaba en Tunguska... —meditó en voz alta Sigrid.
—Sí —continuó Patrick—, y por otro lado, en una de las tesis se menciona una pequeña... no sé cómo decirlo... "irregularidad" que se cometió al iniciar la construción. Al parecer, en lugar de despejar los restos de la basílica romana, lo que hicieron fue derruirla sobre sí misma y compactar los escombros para construir sobre ellos. No era lo habitual.
—En mi opinión, todo apunta a que ahí había (o hay) un monolito —dijo Tomaso.
—Eso parece, desde luego —coincidió Derek.
A continuación, el grupo conversó acerca de lo que había pasado en Lucerna, y por qué Sigrid no había conseguido ver nada sobre el evento. Finalmente, tras un intenso proceso mental, Sigrid tuvo una pequeña iluminación:
—Mierda, ¿y si lo que ha pasado es que no hubo ningún intento de incendio? ¿O que no hubo enfrentamiento entre grupos? Si cualquiera de las dos cosas fuera falsa, claro, el fallo está en mi premisa.
—Es verdad —corroboró Derek—. Yo creo que lo más probable es que el intento de incendio haya sido una excusa para tapar algo más. Sí, bien pensado.
—Creo que lo mejor será que lo intentes otra vez dentro de la iglesia para ver qué pasó con lo que sea que tapan las losas que ha descubierto Derek —sugirió Patrick.
—Sí —secundó Tomaso—, pero creo que mejor si vemos el momento en que se abrió el agujero, no el momento en el que pusieron las losas. También es posible que hayan puesto las losas para evitar que algo saliera de ahí.
—Tendré que pensar cómo enunciar bien el momento entonces —dijo Sigrid.
Pocas horas más tarde llegaban de nuevo a Lucerna. Tomaso, Theo, Sally y Sigrid, intentando disimular en la medida posible su aspecto, entraron en la catedral. El resto esperaron fuera.
Fueron hasta tres los intentos infructuosos de Sigrid para ver los acontecimientos. Pero el cuarto tuvo éxito. "Muéstrame cómo abrieron el agujero que taparon con las losas", se concentró. A su alrededor todo se difuminó, y alrededor del punto donde ahora se encontraban las losas señaladas por Derek tomaron forma cuatro figuras, hombres y mujeres.
Habían apartado los bancos de la iglesia. Uno de ellos hablaba por teléfono, y de vez en cuando parecía que entraba y salían más personas. Los cuatro reunidos alrededor del punto eran de etnias heterogéneas. En un momento dado, dos de ellos metieron sus manos en sendos macutos que llevaban colgados del hombro. Sacaron algo de ellos, un puñado de pequeños objetos, y los lanzaron al suelo. Al fijarse más, Sigrid vio que lo que habían arrojado eran unos pequeños escarabajos, seguramente de metal aunque no podía asegurarlo, parecidos al que había atacado a Tomaso en el pecho.
A continuación, los dos sujetos gesticularon y dijeron algo, y los pequeños escarabajos, que hasta entonces habían permanecido inertes, se activaron. Con movimientos febriles, empezaron a girar en una procesión de círculos y a "comerse" el suelo. A toda velocidad empezaron a abrir un agujero en el suelo, que evidentemente no lucía las losas que había en la actualidad.
De repente, el individuo que estaba hablando por teléfono gritó instrucciones a los demás. Llegó un nuevo sujeto a la escena, y el resto, excepto una mujer que pareció quedarse a cargo de la "excavación", salieron corriendo. Pocos segundos después, la mujer era alcanzada por un relámpago que atravesó una vidriera, haciéndola añicos.
La visión se desvaneció. En el exterior, Derek, Patrick y Jonathan se pusieron alerta cuando vieron llegar un vehículo negro y grande. Bajaron de él dos personas. Patrick sintió un escalofrío al reconocer a dos de los hechiceros a los que se habían enfrentado en Milán.
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