Ayreon, Demetrius y Kadrajan continuaron su viaje hacia el Oeste, sin variar el camino.
Una de las noches que pasaron al raso, Ayreon tuvo un sueño muy vívido. Soñó con su hermanastra Atîr, por la que sentía un cariño muy especial, algo que sin duda se podría calificar como amor más allá del amor fraternal. En el sueño, la muchacha le clavaba una espada en el centro del corazón. Con la hoja clavada, resbaló hasta un espejo, y lo que vio lo dejó helado; él se había convertido en una criatura horrenda que había provocado el pánico en Atîr. Al despertar sobresaltado y calmar su agitada respiración, el paladín pudo escuchar una voz, una voz que le resulta vagamente familiar. Tenía un tono profundamente maligno y sin duda le estaba llamando. Al intentar buscar la procedencia de los susurros, éstos desaparecieron casi al instante.
La voz fue sustituida por graznidos de una bandada de cuervos en lo alto. Mal agüero. En pocos segundos, los graznidos de los cuervos fueron tomando forma: "¡Ayreon! ¡Ayreon!" —chillaban. El paladín se encogió y se tapó los oidos, creyendo perder la cordura por momentos.
Por fin amaneció. Tras recoger su escasa impedimenta continuaron el viaje. A mediodía se encontraron en su camino un amplio lago -en realidad, un estuario marino, como indicaba la sal en el agua-. Unos 30 km los separaban de la otra orilla. Aunque estaba congelado, no les ofrecía demasiada seguridad el cruce caminando. Finalmente se decidieron a cruzar. Demetrius continuaba encontrándose mal, parecía no llegar a recuperarse del todo, aparte de la enfermedad que le aquejaba desde hace largos meses por su sintonización con la Tierra y el Pueblo del Imperio. La ventisca comenzó a azotar, y más o menos a mitad del trayecto sobre el hielo Ayreon cayó, agotado y enfermo por la falta de descanso. Kadrajan cargó con él y lo cuidó los días siguientes, hasta que consiguió mejorar algo.
Después de cruzar el esturario, la monotonía vovió al viaje, que proseguía inexorable a pesar de las privaciones que pasaban. Una de las noches Ayreon tuvo un sueño distinto. Sin duda se encontraban en el Mundo Onírico, la realidad alternativa a la que se accedía en ocasiones al dormir. Notó una presencia muy poderosa y maligna a una larga distancia. Presencia que se acercó como una exhalación. Salió del refugio donde se encontraba su yo onírico para encontrarse con lo que fuera, y al salir recibió un impacto que le envió a varios kilómetros de distancia del refugio. PHÔEDUS había vuelto, para su desesperación y la laceración de su débil equilibrio emocional.
—“¡POR FIN TE HE ENCONTRADO!” —exclamó con una demoníaca risa.
Ayreon intentó por todos los medios escapar, gritando y negando al señor oscuro, pero no lo consiguió. Notó un toque ardiente y abrasador en la nuca; luego la inconsciencia lo abrazó.
Un nuevo día comenzó. Al despertar, Demetrius y Kadrajan no vieron por ningún sitio a Ayreon. Decidieron buscarlo durante todo el día, pero no consiguieron dar con él. Después de buscar fatigosamente por los alrededores, descansaron para ampliar el perímetro de búsqueda al día siguiente. El segundo día tuvieron más suerte, y por fin lo avistaron. Justo cuando se dirigían hacia él para recogerlo, Kadrajan dio el alto a Demetrius: una caravana viajaba en su dirección. Al fijarse más, pudieron ver que la caravana se componía de Elfos Oscuros y se dirigían directamente al cuerpo inmóvil de Ayreon.
Un elfo oscuro dio la vuelta al cuerpo de Ayreon. Éste despertó, y se levantó, extrañamente recuperado de su enfermedad y fatiga. Reparó en el elfo oscuro, y no sintió en ningún momento la incomodidad propia de encontrarse en presencia de ellos. Cuando el elfo le preguntó qué hacía en aquel lugar, el paladín contestó lo primero que se le pasó por la cabeza: estaba buscando una “iglesia” donde se rindiera adoración a Phôedus. Después de conversar durante un rato, el elfo oscuro se marchó, y Ayreon cayó en la cuenta de que había estado hablando en una perfecta Lengua Negra. Miró hacia su propio cuerpo, y se sintió conmocionado: su cuerpo había cambiado drásticamente otra vez, como hacía ya tres años, cuando había servido como depositario de la esencia de Korvegâr . Su aspecto era ligeramente demoníaco; reflejado en un charco vio sus ojos negros y sus uñas como ébano tallado. Su voz había adquirido un tono inquietantemente cavernoso y además entendía perfectamente la Lengua NEgra. Ese había sido el "regalo" de Phôedus la última noche. ¿Tenía algo que ver con la posesión que había sufrido hacía ya tanto en Krismerian? Cuando el elfo oscuro ya estaba llegando de vuelta a la caravana, se giró de repente: había percibido la presencia de Kadrajan y Demetrius, que se habían acercado en previsión de que Ayreon necesitara su ayuda. Intentaron escapar, pero les fue imposible, y fueron capturados por varios miembros de la comitiva.
Para su desgracia, descubrieron que la caravana estaba comandada por una elfa oscura Maestra del Dolor, que por supuesto llevaba en el cinturón un Agiel,los artefactos oscuros causantes del dolor más insoportable que el grupo ya sufrió en sus carnes en la Gran Biblioteca de Doedia, cuando fueron capturados por los Maestros del Dolor.
Fueron arrojados sin miramientos a un vagón-prisión, y ¡cuál no sería su sorpresa al ver en el mismo a la madre de lord Ergialaranindal, el Primarca Ilvo! El propio Ergialaranindal se encontraba también capturado, en otro vagón. Ayreon no tuvo más remedio que seguir a la caravana a cierta distancia. Durante el viaje, varias Maestras del Dolor, algunas de las cuales ya eran conocidas por Demetrius de los tiempos de la Gran Biblioteca, se divirtieron haciendo su “trabajo”: torturar a los prisioneros. Estaban adiestradas en la Senda del Dolor, y ciertamente lo demostraban en cuanto podían.
Entretanto, Ezhabel se había enterado de que el hombre que había atacado al Duque Vensider era un Guardia Carmesí agente de Valankerdar (el duque usurpador que había arrebatado el trono a Ergialaranindal). El otro ilvo que vestía ropajes lujosos es el duque Formarelos, aliado de Vensider en este oscuro trance. La semielfa tuvo una reunión con el Duque Vensider. Le comentó que la duquesa, su esposa, había sido envenenada y que el único antídoto se lo mandaba un hombre relacionado con Valankerdar, por lo que estaba en sus manos y no había tenido más remedio que colaborar con él. Ezhabel poseía ciertos conocimientos sobre antídotos, y por lo que recordaba, precisamente éste se podía encontrar en las cumbres heladas de montañas relativamente altas.
El sueño abrazó esa noche a Ezhabel en un resplandor verdemar. El dolor la envolvió sin dejar un sólo resquicio al bienestar. Nirintalath había vuelto a reunirse con ella en sus sueños. Gritó angustiada en el Mundo Onírico, de alguna forma, el reclamo del Espíritu del Dolor la atraía a aquella extraña dimensión de formas que no comprendía. Con escaso control sobre sus actos y siempre impelida por el dolor, la semielfa apareció en las afueras del castillo y pudo ver a un extraño personaje con ojos rasgasdos, un oriental con el cráneo totalmente rapado. Cuando éste se acercó a ella para tocarla, Ezhabel le gritó que no lo hiciera, y al punto se despertó sobresaltada.
Ayreon continuó el penoso viaje detrás de la caravana de elfos oscuros hasta que llegaron al estuario helado que tanto les había costado cruzar a ellos. El paladín sintió temor, pues pasar otra vez por allí era peligroso. Sin embargo, algo imprevisto ocurrió: los elfos oscuros se detuvieron al borde del hielo, y varios de ellos comenzaron a proferir oraciones en Lengua Negra. Al poco, un portal plateado se abrió ante ellos, y la caravana procedió a cruzar a través de él. A Ayreon no le dio tiempo a cruzar, pero pudo observar que justo en el sitio donde los elfos habían formado un círculo se encontraba uno de los extraños mojones en los que ya habían reparado durante el viaje. Intentó leerlo imitando los ensalmos de los elfos oscuros, y sin saber muy bien cómo, lo consiguió. Había algo oscuro ahora dentro de él que poseía conocimientos que se le escapaban. El portal se abrió y lo atravesó apresuradamente.
Se dio de bruces contra un elfo oscuro al otro lado. Ayreon intentó sacar su espada, pero el elfo fue demasiado rápido y clavó su cimitarra en el pecho del paladín, que murió al instante.
Mientras tanto, Demetrius y Kadrajan siguieron con su particular penuria, sufriendo las torturas de las Maestras del Dolor. Durante uno de aquellos interminables días, Demetrius pudo darse cuenta de que la Primarca tenía mucho poder dentro de sí, poder que escapaba a su control, nada extraño si tenía en cuenta que se trataba de una ilva incapaz de esgrimir los Flujos Arcanos.
Ayreon despertó. Observó con sorpresa que se encontraba en el Mundo Onírico, y observando desde allí el mundo real -no era difícil para él ahora hacer eso-, pudo ver su cuerpo tirado en la nieve. Experimentando un poco, vio que era capaz de hacer cosas en el Mundo de los Sueños que antes no podía ni imaginarse. Haciendo acopio de todo su valor, omitió pensar en lo que había ocurrido, y corrió a salvar a sus compañeros. No le resultó muy difícil. Los "arrastró" físicamente al Mundo Onírico sin demasiados contratiempos, mientras recordaba que a su viejo compañero Élodar, que había sido un maestro en el mundo de los sueños le había costado horrores hacer algo parecido. Pudo rescatar a todos: Demetrius, Kadrajan, lord Ergialaranindal y la madre de éste.
El aspecto de Ayreon era tremendamente inquietante, pero estaban tan exhaustos que escucharon sin interrupciones la explicación de ayreon. Justo al terminar, notaron una nueva presencia en el entorno: Trelteran los había detectado y se dirigía rápidamente al lugar donde se encontraban. Las nuevas capacidades de Ayreon en el Mundo Onírico probaron ser muy útiles, y tras dar muchos “saltos”, consiguió salvar al grupo. Después de tantos saltos y tantas cosas ocurridas, Ayreon comenzó a acusar el cansancio, así que decidió salir del mundo de los sueños y descansar en su realidad. Por pura casualidad, o quizá no, aparecieron junto al cadáver de Ayreon que habían dejado los elfos oscuros tendido en la nieve. Una situación harto extraña, en verdad.
Una de las noches que pasaron al raso, Ayreon tuvo un sueño muy vívido. Soñó con su hermanastra Atîr, por la que sentía un cariño muy especial, algo que sin duda se podría calificar como amor más allá del amor fraternal. En el sueño, la muchacha le clavaba una espada en el centro del corazón. Con la hoja clavada, resbaló hasta un espejo, y lo que vio lo dejó helado; él se había convertido en una criatura horrenda que había provocado el pánico en Atîr. Al despertar sobresaltado y calmar su agitada respiración, el paladín pudo escuchar una voz, una voz que le resulta vagamente familiar. Tenía un tono profundamente maligno y sin duda le estaba llamando. Al intentar buscar la procedencia de los susurros, éstos desaparecieron casi al instante.
La voz fue sustituida por graznidos de una bandada de cuervos en lo alto. Mal agüero. En pocos segundos, los graznidos de los cuervos fueron tomando forma: "¡Ayreon! ¡Ayreon!" —chillaban. El paladín se encogió y se tapó los oidos, creyendo perder la cordura por momentos.
Por fin amaneció. Tras recoger su escasa impedimenta continuaron el viaje. A mediodía se encontraron en su camino un amplio lago -en realidad, un estuario marino, como indicaba la sal en el agua-. Unos 30 km los separaban de la otra orilla. Aunque estaba congelado, no les ofrecía demasiada seguridad el cruce caminando. Finalmente se decidieron a cruzar. Demetrius continuaba encontrándose mal, parecía no llegar a recuperarse del todo, aparte de la enfermedad que le aquejaba desde hace largos meses por su sintonización con la Tierra y el Pueblo del Imperio. La ventisca comenzó a azotar, y más o menos a mitad del trayecto sobre el hielo Ayreon cayó, agotado y enfermo por la falta de descanso. Kadrajan cargó con él y lo cuidó los días siguientes, hasta que consiguió mejorar algo.
Después de cruzar el esturario, la monotonía vovió al viaje, que proseguía inexorable a pesar de las privaciones que pasaban. Una de las noches Ayreon tuvo un sueño distinto. Sin duda se encontraban en el Mundo Onírico, la realidad alternativa a la que se accedía en ocasiones al dormir. Notó una presencia muy poderosa y maligna a una larga distancia. Presencia que se acercó como una exhalación. Salió del refugio donde se encontraba su yo onírico para encontrarse con lo que fuera, y al salir recibió un impacto que le envió a varios kilómetros de distancia del refugio. PHÔEDUS había vuelto, para su desesperación y la laceración de su débil equilibrio emocional.
—“¡POR FIN TE HE ENCONTRADO!” —exclamó con una demoníaca risa.
Ayreon intentó por todos los medios escapar, gritando y negando al señor oscuro, pero no lo consiguió. Notó un toque ardiente y abrasador en la nuca; luego la inconsciencia lo abrazó.
Un nuevo día comenzó. Al despertar, Demetrius y Kadrajan no vieron por ningún sitio a Ayreon. Decidieron buscarlo durante todo el día, pero no consiguieron dar con él. Después de buscar fatigosamente por los alrededores, descansaron para ampliar el perímetro de búsqueda al día siguiente. El segundo día tuvieron más suerte, y por fin lo avistaron. Justo cuando se dirigían hacia él para recogerlo, Kadrajan dio el alto a Demetrius: una caravana viajaba en su dirección. Al fijarse más, pudieron ver que la caravana se componía de Elfos Oscuros y se dirigían directamente al cuerpo inmóvil de Ayreon.
Un elfo oscuro dio la vuelta al cuerpo de Ayreon. Éste despertó, y se levantó, extrañamente recuperado de su enfermedad y fatiga. Reparó en el elfo oscuro, y no sintió en ningún momento la incomodidad propia de encontrarse en presencia de ellos. Cuando el elfo le preguntó qué hacía en aquel lugar, el paladín contestó lo primero que se le pasó por la cabeza: estaba buscando una “iglesia” donde se rindiera adoración a Phôedus. Después de conversar durante un rato, el elfo oscuro se marchó, y Ayreon cayó en la cuenta de que había estado hablando en una perfecta Lengua Negra. Miró hacia su propio cuerpo, y se sintió conmocionado: su cuerpo había cambiado drásticamente otra vez, como hacía ya tres años, cuando había servido como depositario de la esencia de Korvegâr . Su aspecto era ligeramente demoníaco; reflejado en un charco vio sus ojos negros y sus uñas como ébano tallado. Su voz había adquirido un tono inquietantemente cavernoso y además entendía perfectamente la Lengua NEgra. Ese había sido el "regalo" de Phôedus la última noche. ¿Tenía algo que ver con la posesión que había sufrido hacía ya tanto en Krismerian? Cuando el elfo oscuro ya estaba llegando de vuelta a la caravana, se giró de repente: había percibido la presencia de Kadrajan y Demetrius, que se habían acercado en previsión de que Ayreon necesitara su ayuda. Intentaron escapar, pero les fue imposible, y fueron capturados por varios miembros de la comitiva.
Para su desgracia, descubrieron que la caravana estaba comandada por una elfa oscura Maestra del Dolor, que por supuesto llevaba en el cinturón un Agiel,los artefactos oscuros causantes del dolor más insoportable que el grupo ya sufrió en sus carnes en la Gran Biblioteca de Doedia, cuando fueron capturados por los Maestros del Dolor.
Fueron arrojados sin miramientos a un vagón-prisión, y ¡cuál no sería su sorpresa al ver en el mismo a la madre de lord Ergialaranindal, el Primarca Ilvo! El propio Ergialaranindal se encontraba también capturado, en otro vagón. Ayreon no tuvo más remedio que seguir a la caravana a cierta distancia. Durante el viaje, varias Maestras del Dolor, algunas de las cuales ya eran conocidas por Demetrius de los tiempos de la Gran Biblioteca, se divirtieron haciendo su “trabajo”: torturar a los prisioneros. Estaban adiestradas en la Senda del Dolor, y ciertamente lo demostraban en cuanto podían.
Entretanto, Ezhabel se había enterado de que el hombre que había atacado al Duque Vensider era un Guardia Carmesí agente de Valankerdar (el duque usurpador que había arrebatado el trono a Ergialaranindal). El otro ilvo que vestía ropajes lujosos es el duque Formarelos, aliado de Vensider en este oscuro trance. La semielfa tuvo una reunión con el Duque Vensider. Le comentó que la duquesa, su esposa, había sido envenenada y que el único antídoto se lo mandaba un hombre relacionado con Valankerdar, por lo que estaba en sus manos y no había tenido más remedio que colaborar con él. Ezhabel poseía ciertos conocimientos sobre antídotos, y por lo que recordaba, precisamente éste se podía encontrar en las cumbres heladas de montañas relativamente altas.
El sueño abrazó esa noche a Ezhabel en un resplandor verdemar. El dolor la envolvió sin dejar un sólo resquicio al bienestar. Nirintalath había vuelto a reunirse con ella en sus sueños. Gritó angustiada en el Mundo Onírico, de alguna forma, el reclamo del Espíritu del Dolor la atraía a aquella extraña dimensión de formas que no comprendía. Con escaso control sobre sus actos y siempre impelida por el dolor, la semielfa apareció en las afueras del castillo y pudo ver a un extraño personaje con ojos rasgasdos, un oriental con el cráneo totalmente rapado. Cuando éste se acercó a ella para tocarla, Ezhabel le gritó que no lo hiciera, y al punto se despertó sobresaltada.
Ayreon continuó el penoso viaje detrás de la caravana de elfos oscuros hasta que llegaron al estuario helado que tanto les había costado cruzar a ellos. El paladín sintió temor, pues pasar otra vez por allí era peligroso. Sin embargo, algo imprevisto ocurrió: los elfos oscuros se detuvieron al borde del hielo, y varios de ellos comenzaron a proferir oraciones en Lengua Negra. Al poco, un portal plateado se abrió ante ellos, y la caravana procedió a cruzar a través de él. A Ayreon no le dio tiempo a cruzar, pero pudo observar que justo en el sitio donde los elfos habían formado un círculo se encontraba uno de los extraños mojones en los que ya habían reparado durante el viaje. Intentó leerlo imitando los ensalmos de los elfos oscuros, y sin saber muy bien cómo, lo consiguió. Había algo oscuro ahora dentro de él que poseía conocimientos que se le escapaban. El portal se abrió y lo atravesó apresuradamente.
Se dio de bruces contra un elfo oscuro al otro lado. Ayreon intentó sacar su espada, pero el elfo fue demasiado rápido y clavó su cimitarra en el pecho del paladín, que murió al instante.
Mientras tanto, Demetrius y Kadrajan siguieron con su particular penuria, sufriendo las torturas de las Maestras del Dolor. Durante uno de aquellos interminables días, Demetrius pudo darse cuenta de que la Primarca tenía mucho poder dentro de sí, poder que escapaba a su control, nada extraño si tenía en cuenta que se trataba de una ilva incapaz de esgrimir los Flujos Arcanos.
Ayreon despertó. Observó con sorpresa que se encontraba en el Mundo Onírico, y observando desde allí el mundo real -no era difícil para él ahora hacer eso-, pudo ver su cuerpo tirado en la nieve. Experimentando un poco, vio que era capaz de hacer cosas en el Mundo de los Sueños que antes no podía ni imaginarse. Haciendo acopio de todo su valor, omitió pensar en lo que había ocurrido, y corrió a salvar a sus compañeros. No le resultó muy difícil. Los "arrastró" físicamente al Mundo Onírico sin demasiados contratiempos, mientras recordaba que a su viejo compañero Élodar, que había sido un maestro en el mundo de los sueños le había costado horrores hacer algo parecido. Pudo rescatar a todos: Demetrius, Kadrajan, lord Ergialaranindal y la madre de éste.
El aspecto de Ayreon era tremendamente inquietante, pero estaban tan exhaustos que escucharon sin interrupciones la explicación de ayreon. Justo al terminar, notaron una nueva presencia en el entorno: Trelteran los había detectado y se dirigía rápidamente al lugar donde se encontraban. Las nuevas capacidades de Ayreon en el Mundo Onírico probaron ser muy útiles, y tras dar muchos “saltos”, consiguió salvar al grupo. Después de tantos saltos y tantas cosas ocurridas, Ayreon comenzó a acusar el cansancio, así que decidió salir del mundo de los sueños y descansar en su realidad. Por pura casualidad, o quizá no, aparecieron junto al cadáver de Ayreon que habían dejado los elfos oscuros tendido en la nieve. Una situación harto extraña, en verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario