A través del portal que unía Haster con Emmolnir, las Aves de Presa adastritas al mando de Car'a'Doc y los Caballeros del Vyrd, la guardia de honor de Elsakar, se unieron a sus fuerzas. También se incorporó Diren'a'Hiern, la ave de presa Brazo de Valdene y, por lo que parecía, pareja de Car'a'Doc. La espada de Valdene, Verhalainn, provocaba la exaltación de todos aquellos que la contemplaban.
Ezhabel, Demetrius y Heratassë se alejaron de la Torre con la intención de volver a intentar controlar la daga. El bardo consiguió controlar el poder que el objeto transmitía y que parecía la Luz misma [100 en la tirada]. Durante los siguientes días intentarían que Leyon y Ayreon practicaran el control en presencia de la daga. Asumieron como imposible que pudieran controlar su poder al empuñarla, pero si querían que les resultara de alguna utilidad, tanto el paladín como el presunto heredero del imperio deberían controlarse en su presencia.
Por la noche, Selene se presentó en el sueño de Ayreon. Críptica y distante, le preguntó si tenía algo que temer de él. Ayreon le contestó que por supuesto que no. Los kaloriones se habían marchado de la Torre al ver al Gran Maestre paladín poseído por esa extraña energía que le hizo perder el control. En el sueño, Selene se fue mostrando cada vez más cercana, más sensual. Pero Ayreon se resistió a los irresistibles encantos de la kalorion, y ésta se marchó, airada.
El día siguiente no tardó en llegar un mensajero a todo galope, a caballo. Las noticias que traía dejaron helados a todos los presentes. El frente este, el liderado por lady Valemen y que había formado una línea de defensa estable a lo largo del río Bratian, se había roto. Una extraña niebla pálida había aparecido procedente del otro lado de la ciudad de Evax; avanzaba lentamente, pero lo engullía todo sin remedio a su paso. Los anfiroth, los ilvos y los demás no habían tenido más remedio que abandonar las fortificaciones y estaban siendo cazados sin piedad.
Tras unos instantes de confusión, se reunieron con todos los generales en la Sala Blanca y se aprestaron a preparar las tropas para apoyar a lady Valemen. Haciendo gala de un gran conocimiento de la región, Leyon señaló en los mapas un punto sobre unas colinas donde los Astaros del Pacto de los Seis habían construido una serie de canales y torres de vigilancia para llevar agua a la región central del principado. Allí podrían establecer una nueva línea de defensa. Estaba quizá más cerca de Haster de lo que sería deseable (poco más de 100 kilómetros), pero era mejor que nada. Además, si la niebla avanzaba tan lentamente como había dicho el mensajero, tardaría meses en llegar allí. Decidieron que dividirían sus fuerzas en dos: enviarían la mayor parte a combatir junto a las fuerzas de lady Valemen para apoyarlas en su huida y un contingente más pequeño a preparar las fortificaciones defensivas en la línea de canales. En las filas de esta segunda fuerza integrarían a los ingenieros enanos que tenían en Haster y a los elementalistas targios que habían venido con ellos desde Marentel, y que, según las palabras de Eltahim, podían hacer surgir enormes muros de piedra de la propia tierra.
Ovam tendría que esperar de momento.
Gracias a los poderes que Mandalazär concedía a Demetrius, éste podría abrir sendos portales en los puntos estratégicos. Pero antes tendría que explorar el destino. Así que se teleportó con Heratassë a unos cuarenta kilómetros al oeste del río Bratian. Justo en el punto. Aparecieron en medio de una batalla caótica entre ilvos, elfos oscuros y ¡dragones! Uno de estos últimos lanzó su aliento demasiado cerca; menos mal que Heratassë estaba con él. Tras alejarse un poco del peligro el bardo abrió el portal más amplio que pudo, que empezó a escupir tropas procedentes de Emmolnir. Heratassë ya se había enzarzado en la lucha. Durante una semana se prolongaron los combates de una forma brutal, el tiempo que el grueso de los huidos tardó en llegar a la línea de colinas y canales. Ezhabel comandando a sus tropas y junto a los Guardias Carmesí, Enthalior al mando de sus elfos, Ergialaranindal al mando de los Ilvos, Rûmtor al mando de los orgullosos soldados del Erentárna, Ar'Kathir al mando de los hidkas, Elsakar al mando de sus Aves de Presa, Car'a'Doc, Diren'a'Hiern y sus caballeros, Heratassë sembrando la destrucción , Leyon al mando de sus tropas de Haster y empuñando a Ecthelainn, los vestalenses comandados por Yrm Ybdn, y Ayreon al mando de sus paladines enlazados en grupos de diez no tardaron en facilitar la ordenación de la huida, una vez que hubieron atravesado el portal en número suficiente.
La Batalla del Principado Ercestre |
En otra ocasión pudieron ver entre el humo de los combates, a lo lejos, detrás de las líneas de la Sombra, a varias figuras que les llamaron la atención. Todas vestían de negro, se encontraban sobre extraños símbolos trazados en la tierra y llevaban enormes libros apoyados en sus antebrazos. Cada pocos segundos, el aire a su alrededor parecía deformarse y un demonio aparecía. Demonio que, tras unos segundos dubitativos, no tardaba en lanzarse al combate. Los invocadores, además, estaban especialmente bien protegidos por una guardia de humanoides enormes. Aquello les recordaba mucho a las capacidades del Libro de Marenthelos, que habían poseído en una ocasión, hacía mucho tiempo.
Los avatares del combate llevaron a Leyon y sus compañeros a luchar cerca de lady Valemen y su guardia de honor. La tristeza que transmitía Niriennor en su mano era amortiguada por la presencia de Ecthelainn. Se reconocieron mutuamente como Brazos de la Luz y se presentaron. Leyon, acompañado de sus hombres y de Ar'Kathir y sus hidkas rechazaron a los demonios que los perseguían. Ar'Kathir era un remolino de muerte, una elegante figura de filos y golpes que hacía brotar la sangre a borbotones. Sus hidkas eran una visión impresionante. Valemen agradeció profundamente a Leyon y al monarca hidka su ayuda, y lucharon juntos hasta completar la retirada. Los anfiroth se unieron a ellos, al menos la parte que no se encontraba huyendo por el mar. Fue entonces cuando aparecieron con un gran estruendo y trazando un enorme surco en la tierra, Heratassë y Audal enzarzados en su lucha. Audal lanzó a Ugrôth, el Gran Martillo Negro, contra el dragarcano, que fue arrastrado lejos de allí. Ar'Kathir atacó al Brazo de la Sombra con Quebradora. Saltaron chispas. Y consiguió herir a Audal, que con una mueca de dolor extendió el brazo y materializó a Ugrôth en su mano. El rey hidka ya había quedado inconsciente, sin embargo. Cuando Leyon y Valemen se situaron ante él con Ecthelainn y Niriennor cantando ansiosas, Audal se retiró del combate, con un brazo colgando inerte.
Heratassë, por su parte, sembraba la destrucción por doquier. Cuando los avatares del combate lo llevaban cerca de alguno de los personajes, éstos se daban cuenta de que el dragarcano estaba cerca de perder el control, si no lo había perdido ya. Se llevaba por delante todo lo que encontraba, sin distinguir amigos de enemigos. Algunos ilvos y elfos sufrieron su falta de cuidado.
En varias ocasiones, Ezhabel avistó un contingente de extrañas tropas, montadas en animales extraños, enormes y de largos colmillos y trompas (grandes elefantes). Sus emblemas no dejaban lugar a dudas: de alguna forma, el Gran Imperio de Oriente había conseguido llegar hasta Aredia para colaborar con la Sombra. Sabían de un encuentro anterior que su sha era en realidad un kalorion, pero no creían que pudieran llegar tan lejos. Los elfos empezaron a caer fulminados a su alrededor, y la semielfa pronto comprendió que los estaban atacando a través del mundo de los sueños. No podían hacer nada contra aquello, salvo aguantar. Por suerte, los Susurros de Creá acudieron en su ayuda ante las peticiones de Ayreon.
Los combates más encarnizados tuvieron lugar durante los primeros tres días. A partir del cuarto, la intensidad bajó. Por entonces empezaron a ver apariciones de Selene y Carsícores, una vez que el combate parecía decidido.
Gracias a las capacidades logísticas y militares de Leyon y Ergialaranindal, el grueso de las tropas pudo llegar a la nueva línea de fortificaciones pasados seis días, un día menos de lo previsto. Allí acabaron de fortificar las construcciones y establecieron de nuevo la línea dejando al cargo a lady Valemen, que les agradeció otra vez su ayuda.
Durante el tiempo en que las fuerzas se recomponían en las nuevas fortificaciones, Demetrius repartió su tiempo entre Haster y Emmolnir, llevando a cabo un llys, ceremonia propia del imperio, contactos diplomáticos varios y dedicando tiempo a Azalea, que había vuelto a la vez que Selene. Azalea no tenía un corazón oscuro, pero la sed de venganza la devoraba. Por las noches, también intentaban que Leyon y Ayreon se acostumbraran a la presencia de la daga. No pasó mucho tiempo antes de que lo consiguieran [97 Ayreon, 100 Leyon]. Ayreon seguiría sintiendo cierta ansiedad, pero no le costaría resistir la tentación de hacerse con ella y usarla para erradicar a la Sombra.
Se reunieron con los kaloriones para comentar el asunto del ataque a Ovam. Carsícores les felicitó, divertido, pero Selene y Murakh no se mostraron tan distendidos. Amenazaron con retirarles su apoyo si seguían con el plan. Finalmente acordaron que darían tiempo a que Selene y Murakh retirasen sus contingentes de la ciudad -que calificaron como "zona de soberanía compartida"- y continuarían con su ataque, decidieran lo que decidieran los kaloriones. Murakh no se mostró de acuerdo en atacar a su propia gente; se marchó. Selene se quedó, pero no apoyaría el ataque a la ciudad portuaria. A continuación convocaron a los generales para ultimar los planes.
Abrieron los portales. Heratassë, Carsícores y los targios pasaron abriendo camino. No les costó demasiado; su poder destructivo era inmenso. La ciudad pronto se vio invadida por el humo, las cenizas y el polvo. Los ejércitos se precipitaron con ansiedad, repartiendo muerte y sangre. Heratassë se convirtió en un cometa de destrucción y fuego, perdiendo totalmente el control y destrozando a aliados y enemigos por igual con sus explosiones. Ascendió a lo alto, y Carsícores, viendo una oportunidad inmejorables de diversión, se lanzó a por él. El demonio no tardó en salir despedido y estrellarse contra el suelo, destrozando varios edificios, muy malherido. Tras el combate con Carsícores, Heratassë perdió el poco sentido que le quedaba. Los ilvos empezaron a sentir su ira. Grupos enteros salían despedidos y destrozados, mientras el dragarcano gritaba de forma horrenda. Al caminar, hundía los pies varios centímetros en la roca, sin esfuerzo aparente, y sus ojos eran como dos centellas de fuerza irresistible heraldos de un poder terrible. Ezhabel y sus elfos quedaron arrinconados junto a varios de los Guardias Carmesí ilvos contra un edificio del puerto, mientras Heratassë se dirigía bramando amenazante hacia ellos. El dragarcano había crecido varios metros y parecía un titán poseído por el odio. Por suerte, apareció Elsakar. El príncipe adastrita hizo uso de sus extrañas capacidades y consiguió apaciguar a su amigo, que cayó inconsciente.
Tras algunas complicaciones, pocas, vencieron la última resistencia de puerto Ovam. El contraataque de la Luz por fin había comenzado. Sin embargo, no hicieron menos de 60.000 prisioneros, un problema logístico importante. Ergialaranindal, haciendo gala de su filiación a la Luz y odio a la Sombra, sugirió exterminarlos, como fieles de la Sombra que eran, ante la negativa de Leyon y los demás.