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La Santa Trinidad

La Santa Trinidad fue una campaña de rol jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia entre los años 2000 y 2012. Este libro reúne en 514 páginas pseudonoveladas los resúmenes de las trepidantes sesiones de juego de las dos últimas temporadas.

Los Seabreeze
Una campaña de CdHyF

"Los Seabreeze" es la crónica de la campaña de rol del mismo nombre jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia. Reúne en 176 páginas pseudonoveladas los avatares de la Casa Seabreeze, situada en una pequeña isla del Mar de las Tormentas y destinada a la consecución de grandes logros.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

La Verdad os hará Libres
[Campaña Substrata]
Temporada 1 - Capítulo 10

¿Sigue siendo Fred?
Sin entretenerse un solo segundo, salieron hacia el piso de Alex McEnroe, teniendo buen cuidado de esquivar los controles policiales. En el edificio, los vecinos estaban revolucionados, preguntándose qué demonios pasaba en casa del viejo borracho. Un calor intenso emanaba del interior, que se hizo evidente cuando Finnegan y McNulty se detuvieron ante su puerta y llamaron. Algunos vecinos, reunidos en el rellano del piso de abajo, los miraban con suspicacia.

Aunque insistieron varias veces, no obtuvieron respuesta, así que Jack, impulsivo como nadie, decidió echar la mugrosa puerta abajo, irrumpiendo en el interior. Una oscuridad sobrenatural lo envolvió, y casi al instante empezó a sudar debido a un sofocante calor. Al abrir la cortina de la ventana más cercana, se quedó helado. Aunque en el exterior no serían más de las dos de la tarde, a través de la ventana se veía una noche cerrada, sin luna, estrellas ni luz artificial. El vello se le erizó. Intentó que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad, pero aun así no era capaz de ver más que oscuras y borrosas siluetas. Al entrar en la cocina, tropezó con el cuerpo del anciano médico, inconsciente al parecer.

Mientras tanto, en el exterior, McNulty no tuvo mucho éxito en sus intentos de convencer a los vecinos de que había un escape de gas y debían alejarse de allí. Finalmente optó por entrar también al piso, donde le recibió la misma oscuridad que a Jack. El ambiente en la casa era muy extraño, como si un aura de corrupción se hubiera apoderado de todo. En otra habitación encontraron a Fred, que se encontraba en un estado que se podía definir como trance. Gruñía, tenía los ojos en blanco y el rostro extrañamente lívido, mientras se acercaba lentamente a ellos; su brazo izquierdo tenía un aspecto deplorable, como si hubiera sido rociado con ácido. McNulty decidió pegarle un tiro en la rodilla, un tiro que sonó extrañamente apagado, pero que tuvo su efecto y dio con el presunto Fred en el suelo. En tensión y oyendo ruidos extraños consiguieron sacar los cuerpos del hombretón y de McEnroe del piso.

Thomas también intentó subir al piso del médico, pero fue detenido por los vecinos, que lo increparon indignados. Sólo pudo atisbar por el hueco de la escalera cómo Jack y Jonas sacaban los cuerpos inertes del piso de McEnroe por la escalera de incendios, y en eso llegó la policía para complicar más las cosas. McEnroe era bastante poco querido en el vecindario, y los policías se dirigieron rápidamente a interrogar al viejo. Afortunadamente, Thomas pudo entretenerlos lo suficiente para que McNulty y Finnegan salieran con los cuerpos.

Ya en la calle, McEnroe volvió en sí y les contó cómo Fred, aparentemente poseído y con una fuerza sobrenatural, le había golpeado en el pecho y dejado inconsciente. De hecho, tenía varias costillas rotas.

Tras apresurarse en dejar a Alex y Fred en el hospital no sin tener algún problema con la policía, volvieron al piso franco del Bronx. Allí, Jack intercambió varios mensajes de móvil con su hermano, y al enterarse McNulty, éste le pegó un puñetazo. Jack se cabreó, y cuando parecía a punto de golpear al irlandés, se marchó rápidamente. No pudieron detenerlo, pues parecía que iba a explotar en cualquier momento. Tras vagabundear un rato, Finnegan decidió encargar la revista Nuevo Amanecer al kioskero, y consiguió convencerle para que le vendiera un ejemplar de su hijo, que por casualidad las coleccionaba. Después llamó a su hermano, con el que quedó en los muelles. Allí, James le contó que había tenido que cargarse a un par de tipos que decían ser del FBI pero que evidentemente no lo eran y le amenazaron con sus armas. Jack decidió reunir a su hermano con el grupo; ya no era seguro que siguiera en solitario.

Mientras tanto, John había seguido investigando sobre el libro de Blavatsky y sobre el tal Jund. Al parecer, éste era un pez gordo, amigo personal de Himmler, que había provisto de armas al tercer Reich, más tarde a los rusos y sus descendientes (entre ellos Merten Jund) se contaban entre los mayores fabricantes de armas del mundo. Otra cosa que averiguaron fue que Merten Jund era licenciado en teología, y tenía conexiones extrañas con alguna hermandad secreta, quizá con los Rosacruces o con la Golden Dawn.

Cuando Jack volvió con su hermano junto al grupo, estalló una discusión larga y tensa sobre la conveniencia de traer al antiguo teniente de policía allí. Afortunadamente, todo se resolvió sin que la sangre llegara al río, pero con Jack y Jonas enfadados.

Por la noche, tras hacer algunas averiguaciones, Sally descubrió el paradero del hermano de Fred, el padre Fabrice Mullendore. Era párroco en Boston, y aunque no pudieron hacerse con él por teléfono, le dejaron un mensaje. El sacerdote llamó a primera hora de la mañana siguiente, y cuando le contaron toda la historia de su hermano, se trasladó inmediatamente a Nueva York. Pocas horas después, el grupo recibía una nueva llamada del padre Fabrice: estaba muy preocupado por su hermano, pero unos agentes del FBI no habían dejado que lo sacara del hospital, y además él se encontraba ahora custodiado en un hotel. Se miraron los unos a los otros, preocupados, preguntándose qué hacer; desde luego, no podían dejar a Fred allí.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Los Seabreeze - Campaña Canción de Hielo y Fuego Temporada 1 Capítulo 18

Infiltrados en Quiebramar.
Al poco de poner pie en la isla con los soldados de dos de las galeras, estalló una fuerte ventisca que aunque les retuvo inmóviles, les ayudó para establecer un discreto campamento sin llamar la atención.

Tras discutirlo largo rato, desecharon la idea de infiltrarse en la fortaleza a través del acantilado, pues era poco menos que un suicidio. Finalmente, decidieron que con la ayuda de la lluvia, entrarían por el pequeño pueblo que se había establecido al noreste de Quiebramar.

Quiebramar
El camino por el norte tampoco fue fácil. Primero, tuvieron que esquivar los campamentos de tropas enemigas que se habían establecido alrededor de Quiebramar, y después tuvieron que atravesar un traicionero terreno de rocas salitrosas y resbaladizas que casi acaban con algún lesionado. Ya en el pequeño asentamiento tuvieron algún encontronazo con guardias Seabreeze que consiguieron esquivar sin demasiados problemas. En los muelles se encontraron frente a frente con algunos encapuchados, de los que huyeron. Al poco, un guardia les cortaba el paso, y de repente un pivote de ballesta lo atravesó. Más guardias aparecieron y algunos encapuchados salieron de las sombras, estallando el caos alrededor. El grupo aprovechó para correr al muelle y robar un bote para atravesar la ensenada.

No sin problemas y con alguna caída al agua, consiguieron llegar al otro lado, la pared rocosa sobre la que se alzaba el Muro de las Tormentas. Una ligera escalada les llevó a la boca de los túneles de escape de la fortaleza. Mientras ascendían pudieron ver cómo alguien hacía señales luminosas desde el pueblo.

Al poco de avanzar por el túnel, se dieron de bruces con una puerta de barrotes de hierro. Breon y Jeremiah demostraron su gran fuerza echándola abajo, en un despliegue de fuerza sorprendente. Más adelante, escucharon unos murmullos y percibieron luz de antorchas. Unos pasos se alejaron, y ellos irrumpieron atropelladamente para liquidar a los guardias presentes, que no fueron amenaza.

El túnel daba acceso a un lugar oscuro y poco concurrido de las cocinas. Ante las miradas extrañadas de los cocineros y sirvientes y las imprecaciones de la Jefa de Cocina (que reconoció a Vanna y a Breon), salieron al pasillo del patio. Una compañía de media docena Halcones se acercaba por la derecha, así que se apresuraron a la izquierda.

Al intentar entrar a los calabozos para dar con Loren Ashur todo se torció. Unos guardias les impidieron el paso haciendo caso omiso de las amenazas de Ancel, y cuando los Halcones que habían visto llegaron a la escena, todo se complicó. Más guardias hicieron acto de aparición y el grupo se vio rodeado. Ancel gritó que llevaran a su presencia al capitán de los Halcones, confiando en que el mando siguiera siendo de Loren. Sin embargo, al poco se presentaba ante ellos el nuevo capitán, Ser Baeron Connington. El caballero afirmó que Loren Ashur había muerto y ellos pronto lo estarían también si no rendían sus armas. Acto seguido, una conmovedora y enervante arenga de Ancel [Punto de Destino] hizo que Ser Tristan Errol, uno de los oficiales presentes, golpeara violentamente a Ser Baeron, pusiera un cuchillo en su garganta y conminara a los Halcones a servir a lord Ancel, el más apto señor de Quiebramar.

Los guardias, en su mayoría veteranos de decenas de combates, se miraron entre ellos con gesto torvo.

viernes, 12 de octubre de 2012

Los Seabreeze - Campaña Canción de Hielo y Fuego Temporada 1 Capítulo 17

Reunión.
En tierras de los Raer, tras reunir a las tropas y arengar a los prisioneros que decidieron unirse a ellos, las criadas de Escollera atendieron las heridas de Jeremiah, que se recuperó rápidamente, y se entablaron conversaciones entre los hermanos Seabreeze, lord Edgar Raer y el recién llegado Ser Alyn Estermont. Éste último acompañado del bastardo al que quería legitimar lord Jeron: Deros Tormenta. Al parecer, el nieto de lord Estermont había acudido en ayuda de los Seabreeze ante el requerimiento urgente de Deros, que no sabiendo dónde acudir, había optado por la opción que le había parecido menos peligrosa. Ancel y Jeremiah saludaron efusivamente al joven, que se mostraba tan tímido como ya lo había sido en sus vivencias pasadas durante el secuestro de Ancel. Junto a Ser Alyn siempre marchaba su segundo al mando y hombre de confianza, Robert Cafferen, que intervino en todas las negociaciones.

Ser Alyn expresó su preocupación, afirmando que su abuelo no había aprobado su marcha en ayuda de los Raer, y sólo a regañadientes le había dado las tropas y barcos imprescindibles. Era condición sine qua non que volviera a Rocaverde con una promesa de matrimonio formal entre él y Megara, y una alianza formal (aunque secreta) entre las dos casas. Por supuesto, los Seabreeze aceptaron tras tranquilizar a todos sobre el paradero de Melina y Megara y estrecharon sus manos.

Dos noches después, mientras Ancel y Jeremiah dormían en una de las habitaciones de Escollera, sufrieron un intento de asesinato del que se salvaron sólo gracias al dolor de las heridas del pequeño de los Seabreeze, que no le dejaban conciliar el sueño. La rapidez y capacidades extraordinarias que exhibió el atacante, del que apenas pudieron ver una sombra, les convenció de que no podía tratarse sino de un hombre sin rostro. Saltó por el ventanuco de la habitación hasta la muralla de abajo sin dejar rastro, cosa que una persona normal no sería capaz de hacer. Si sus enemigos contaban con tales asesinos, deberían extremar las precauciones.

Seis días después, enviaron a Robert Cafferen a hablar con Jana Alyr para averiguar lo que pudiera de la situación en Quiebramar y de Loren Ashur. Al cabo de un par de jornadas Cafferen volvió, sin información sobre el paradero de Ashur, pero con rumores preocupantes sobre que lord Jeron podía andar de nuevo, y de que se había erigido un ídolo extraño en el patio de la fortaleza. Un león, quizá representando al león de la noche de Yi Ti. Extraño.

Al final el plan acordado entre Seabreeze, Raer y Estermont fue apostar el máximo número de tropas discretamente en el otro extremo de la isla, y aprovechar el ataque que previsiblemente lord Jeron lanzaría sobre Escollera para caer ellos a su vez sobre Quiebramar, infiltrándose aprovechando los túneles del acantilado. Así procedieron, y empezó la tensa espera.

Antes de que se produjera el ataque que esperaban, llegaron noticias del este de la isla. Por fin habían vuelto Vanna y Berormane, y con buenas tropas de los Windblown acompañándoles. Y no sólo eso, sino que también habían vuelto Breon y Garrett. La alegría fue mucha cuando se reunieron y se abrazaron. Decidieron que mantendrían a las nuevas tropas también en secreto para participar en el posible ataque a Quiebramar.

Pocas noches después del reencuentro aconteció otro hecho extraño: Ancel y Jeremiah se vieron afectados por sendas paradas cardíacas mientas cenaban. Gracias a los conocimientos y la voluntad de Berormane consiguieron mantenerse con vida; pero para Vanna era evidente que había una mano sobrenatural en todo aquello. Con mucho esfuerzo, decidió desempolvar sus conocimientos sobre las artes oscuras que había cultivado en Myr. Angustiada por la situación, con los hermanos Seabreeze muriendo visiblemente ante sus ojos y Berormane desbordado, decidió llevar a cabo un antiguo ritual de Sangre. Para ello, salió inadvertida y convenció con sus artes de mujer a dos guardias todavía adolescentes para entrar a uno de los graneros de Escollera. La leche de amapola que les administró en el vino surtió efecto enseguida, y rápidamente los desnudó. Entonó oraciones que había creído olvidadas hacía mucho tiempo, y mientras las tenues sombras de la estancia se giraban hacia ella, le hablaban y la intentaban arrastrar, arrancó los corazones de los muchachos. Por desgracia, también tuvo que quitarle la vida a un porquerizo que había oído ruídos y se inmiscuyó.

Ante la sorprendida mirada de Berormane, Vanna apareció con dos trocitos de carne en la habitación, que hizo tragar a los hermanos Seabreeze. En el acto, sus respiraciones se normalizaron y sus corazones empezaron a latir con normalidad. La mañana siguiente amaneció con un granero incendiado y con Ancel y Jeremiah ambrientos, llenos de vida y con un ansia atroz de comer carne. Comieron más de dos kilos de carne cada vez más cruda, lo que levantó sospechas en los demás. Breon y Berormane preguntaron a Vanna qué había pasado allí. La mujer les dio una explicación mencionando venenos y antídotos, pero nadie quedó convencido del todo. Berormane habló con Ancel del episodio, y el maestre reconoció que debía de haberse tratado de artes que él no alcanzaba a comprender del todo. Por su parte, Vanna mantuvo durante varia jornadas una actitud algo taciturna, pues había rememorado cosas que había decidido olvidar, y había cruzado una línea que no deseaba traspasar.

Pocas horas después, llegó un cuervo desde Quiebramar, con un mensaje. En él, se decía que ya que los hermanos Seabreeze habían muerto, lord Edgar debería rendir la fortaleza y volver a aceptar como señor a lord Jeron, que no tomaría represalias. Aquello acabó de convencerles de que lo que había sucedido la noche anterior había sido causado por fuerzas oscuras que probablemente se habían aliado con el señor Seabreeze. Poco después llegaba un mensajero desde el este de la isla enviado por Breon: habían capturado a un arquero traidor que intentaba enviar un mensaje a Quiebramar. Al instante, dieron órdenes a los arqueros de que abatieran cualquier cuervo que pudiera salir de la isla, excepto los que ellos permitieran. Aprovecharon la situación reprimiendo al resto de espías y enviando un mensaje falso; en él decían que los hermanos habían muerto y que los Estermont estaban a punto de retirarse del conflicto. Lord Edgar, a su vez, también envió otro mensaje: los Raer no se rendirían ante un inepto semejante. Confiaban en que aquello convencería a lord Jeron de lanzar su ataque sobre Escollera.

Y así fue. Al cabo de un par de jornadas, treinta galeras Seabreeze y tres dromones que no podían pertenecer sino a los Tarth, aparecían en las costas cercanas a Escollera cargados de tropas. Era el momento que habían estado esperando. Embarcados en varias galeras capitaneadas por Deros Tormenta y Rowan Fossoway partieron hacia Quiebramar. La maestría del muchacho navegando era innegable, y desembarcaron sin ningún percance al sur de la isla de Merth.


lunes, 1 de octubre de 2012

La Verdad os hará Libres
[Campaña Substrata]
Temporada 1 - Capítulo 9

Estado de alarma.
Jack salió el primero a toda velocidad, seguido de lejos por McPherson, que llevaba a John poco menos que en volandas. Ignorando todo a su alrededor, Jack se abrió paso violentamente hasta el macizo de árboles quemados, donde el malherido Fred se encontraba siendo ayudado por Thomas y McNulty. Tras derribar a este último de un puñetazo, Jack inició la ascensión y sólo se calmó cuando estuvo a punto de despeñar a Fred, que le suplicó que se tranquilizara. Mientras recuperaban la respiración, aparecieron corriendo John y McPherson, éste último despotricando y blasfemando. Se rehicieron todo lo rápidamente que pudieron. Gibbons estaba en un estado casi catatónico, llorando y repitiendo con una vocecilla "noporfavornoporfavornonono...".

La mansión de Westchester Assoc.

Ante el asombro e incredulidad de los demás, Jack les contó lo mejor que pudo lo que habían visto, y sobre todo, lo que habían experimentado allá abajo, y a pesar de que no le hacía mucha gracia, comprendió que era necesario volver a entrar si querían tener alguna oportunidad de hacerse con los datos. No podrían volver en otra ocasión allí. Así que decidieron que Thomas y Jonas se llevarían a Fred a los coches, junto a Sally, y los acercarían todo lo posible al muro exterior. Jack y McPherson volverían a entrar una vez más, junto a Joey, pero esta vez hacia los pisos superiores, donde seguramente estarían los servidores centrales de la empresa.

En los coches, más tranquilo, John por fin volvió en sí. Cuando le preguntaron por su experiencia en el sótano de la mansión, prefirió no responder, y en lugar de eso, cuando aparcaron los coches junto al muro, con una determinación de hierro, cogió uno de los fusiles de caza y corrió de nuevo hacia la mansión. McNulty le siguió.

Mientras tanto el grupo del interior había ascendido hasta el tercer piso, donde habían encontrado a varios tipos con batas blancas, que debían de ser los encargados del mantenimiento del equipo. Uno de ellos esgrimía un extraño aparato que acercaba a los equipos informáticos y emitía un extraño sonido. No les costó hacerlos huir, pero mientras tanto, dos tipos de traje negro habían subido por las escaleras y entablaron un tiroteo con McPherson y Jack, mientras Joey se establecía y empezaba a crackear las bases de datos de los servidores que quedaban funcionando. McNulty y John subieron al poco rato por las escaleras, y Gibbons se desvió en el segundo piso para tratar de encontrar una subida alternativa o algo de interés. Vio que uno de los tipos había comenzado a incendiar los despachos, y cuando lo encañonó con una pistola, no tuvo más remedio que matarlo. Arriba, McNulty liquidó a uno de los tipos de negro, y el restante fue abatido por el fusil de McPherson. Al reencontrarse, un mensaje de Thomas desde el exterior los alertó. Cuatro helicópteros oscuros y silenciosos se acercaban a la casa. Un vistazo por la ventana confirmó el dato, y a continuación el flujo eléctrico se interrumpió. Joey soltó una maldición y desconectó su equipo; apenas había podido transferir unos pocos gigas de información. No obstante, aquello debería bastar; tenían que salir de allí a toda velocidad.

Con dificultad llegaron a los coches y arrancaron. Dos de los helicópteros los siguieron, disparando armas sobrenaturalmente silenciosas, pero cuyos efectos eran evidentes sobre la carrocería y el suelo alrededor. Jack atrancó su todoterreno en un barrizal, y a sus ocupantes no les quedó más remedio que cambiar de coche entre un caos de lluvia, disparos y gritos. Poco después era Sally la que estrellaba su coche contra un árbol, pero milagrosamente, tras recibir una ráfaga de balas de gran calibre sobre el maletero, podía arrancarlo de nuevo. Una arboleda y la niebla matinal acudieron en su ayuda, y tras aproximadamente una hora y media de persecución, los helicópteros se dieron por vencidos.

Exhaustos, se dirigieron de nuevo a Brooklyn, con la intención de que Alex McEnroe pudiera hacer algo por Fred, que tenía la mano y el antebrazo como si le hubieran echado un litro de ácido sulfúrico por encima. Por enésima vez, McNulty intentó contactar con sus viejos amigos irlandeses, pero como hacía varios días que venía sucediendo, no obtuvo respuesta, algo que no era normal en absoluto.

McEnroe los recibió malhumorado, pero afortunadamente muy sobrio para lo que era habitual en él. Recriminó a Jack el meterlo en asuntos turbios, y le dijo que incluso había recibido la visita de un agente del FBI la noche anterior. Jack le prometió explicárselo todo y ponerlo bajo su protección, pero lo urgente ahora era curar a Fred. Acordaron que se reunirían al día siguiente, y le explicaría todo a salvo.

Tras hacer los arreglos necesarios para que los todoterrenos alquilados parecieran robados, Thomas se marchó a su hotel. Nada más salir de la ducha, alguien llamó a la puerta. "Servicio de habitaciones" —contestaron. Ja. Por suerte, se apartó rápidamente a un lado de la puerta, pues varias balas la atravesaron. A continuación, empezaron a echarla abajo. Tuvo que salir a toda prisa por la ventana. Saltando de un balcón a otro casi se mata, pero consiguió salir por el piso de abajo, coger algo de ropa de un carrito de limpieza y marcharse del hotel. Joder, ahora también venían a por él. Se dirigió hacia su piso del Bronx, donde ya se encontraba John analizando el libro alemán que había encontrado McNulty junto a Joey intentando descifrar los datos que había conseguido descargar.

Tanto Thomas como Jonas, Jack y Sally se encontraron con dificultades para llegar al Bronx. La presencia policial en las calles era ubicua, y todos los puentes de la ciudad estaban cerrados por controles policiales. Cuando Thomas preguntó a un transeúnte qué sucedía, éste mostró su asombro.

 —¿Acaso no ve las noticias, hombre? Se ha declarado el estado de alarma, y según dicen, en pocas horas se declarará el estado de sitio si no encuentran a esos malditos terroristas. ¡Parece que temen un atentado con Antrax en Manhattan!

Ahora que se fijaban, sí que era cierto que había poca gente por la calle, y que la poca que se veía se movía apresuradamente. Los noticiarios habían estado toda la noche propagando el rumor y relacionando el caso de los traficantes de Antrax con el secuestro del concejal Gibbons. La cosa pintaba jodida.

Por suerte, pudieron llegar al piso y reunirse a salvo. John les explicó lo poco que había podido averiguar del libro, quién era Elena Blavatsky y su relación con el nazismo. Siempre había estado interesado en el esoterismo de los nazis y ahora sus conocimientos podrían ser de bastante utilidad. Una vez planteadas las dudas sobre qué hacía un libro dedicado por un nazi en una empresa regentada por judíos, surgieron otras quizá más importantes: ¿deberían marcharse del país? ¿o quizá esconderse hasta que se hubiera calmado todo? Una larga discusión se entabló entre ellos. Si se declaraba el estado de sitio, no podrían salir de la ciudad sin ser identificados.

Hacia las cuatro de la tarde, una llamada telefónica interrumpió su conversación. Era Alex McEnroe, que hablaba preocupado al auricular, mientras se oía un extraño ruido de fondo.

 —¡Jack, este hombre lo que necesita no es un médico, es un sacerdote! ¡No sé qué coño le está ocurriendo!

 —Pero...—fue todo lo que le dio tiempo a decir a Jack, antes de que la comunicación se cortara.

viernes, 28 de septiembre de 2012

Los Seabreeze - Campaña Canción de Hielo y Fuego Temporada 1 Capítulo 16

Pentos. El Dios Rojo.
Inicio de la Batalla
La batalla empezó bien para Ancel y Jeremiah. Dos unidades de infantería fueron abatidas rápidamente por la fuerza avasalladora de sus mercenarios en los primeros compases del combate. Pero las tornas cambiaron cuando los arqueros Seabreeze hicieron acto de aparición. La lluvia de flechas probó ser fatal para los lentos mercenarios y la guardia Raer que habían intentado hacer una salida para unir sus fuerzas a las de los hermanos. Por suerte, cuando estaban a punto de tomar la decisión de retirarse [Punto de destino de Ancel] ante las graves bajas que estaban sufriendo, hizo acto de aparición una escuadra de galeras de guerra que en ese momento izaban el estandarte Estermont. Una unidad de caballería puso pie en las costas cercanas a Escollera e inmediatamente se lanzó al combate. Cuando los nuevos refuerzos abatieron al contingente de arqueros, la batalla se decidió definitivamente. Lo que quedaba de los arqueros y la infantería se rindió, y los Cuervos de la Tormenta decidieron cambiar su capa, sustituyendo a una unidad entera de Escudos de Hierro que había huido quién sabía dónde. Además, Jeremiah resultó herido de cierta gravedad y fue conducido rápidamente por la guardia de lord Edgar al interior de la fortaleza.

Final de la Batalla
En Braavos, Berormane y Vanna entablaron una discusión con Breon, Garrett y Kevan Seabreeze en presencia de los guardias del Banco de Hierro y de Meravon Ryth. Ser Kevan se enfrentó abiertamente a ellos ante las acusaciones que empezaron a vertir contra su primo, lord Jeron. Hubo un largo e intenso tira y afloja entre ambos bandos, unos intentando convencer a Breon de que volviera a unirse a ellos, pues la acusación de que no habían acudido en su ayuda carecía de fundamente, y el otro acusándolos de traición y abandono de su compañero. Breon dudaba, pero Garrett tuvo menos dudas y su influencia fue fundamental para que finalmente el caballero de la cabeza de león finalmente accediera a perdonar a sus antiguos camaradas y volver a unirse a la causa de Ancel y Jeremiah. Kevan no perdió la compostura en ningún momento, incluso cuando se supo derrotado. Intentaron convencer también al viejo caballero de la locura de su primo, pero fue en vano, así que lo condujeron a los calabozos de la guardia. Una vez solucionado ese problema, se reunieron con el banquero. Tras una larga conversación en la que tocaron su fibra sensible hablándole de su hermano, Ryth les concedió lo que pedían, e incluso más: les proporcionaría 10000 dragones de oro siempre que le garantizaran con su firma y sello la devolución de la mitad de esa cantidad en menos de cinco años, y le permitieran acompañarles en su viaje a Quiebramar. Berormane, superadas sus expectativas, firmó sin darle demasiadas vueltas.

on el dinero conseguido, pasaron a encargarse de la planificación de su viaje. Acordaron que viajarían a Pentos para hacerse con los servicios de cualquier compañía libre que estuviera acampada en las inmediaciones, y estuvieron dándole vueltas al problema del transporte. Las galeras Seabreeze que habían venido con Breon serían de gran utilidad en el traslado de las tropas, además de una protección y adición a la flota muy bienvenida. Para ello, Breon se llevó al capitán Mikken Yelmofrío hasta una posada para poder hablar a solas, y le transmitió sus intenciones sin demasiada sutilidad. Por desgracia, el capitán resultó ser leal a lord Jeron fuera de toda escala, con lo que al desvelarle sus planes, Breon se enfrentó al dilema de quitarle la vida. El maestre y Vanna no eran demasiado partidarios de ello, y la mujer habló de una droga de la que pocos conocían su existencia, capaz de alterar el comportamiento de las personas. Creía recordar que su nombre era algo así como Rompecorazones. Ni siquiera Berormane la conocía.

Intentaron hacerse con la droga recorriendo todos los lugares de Braavos que conocían y eran susceptibles de poseerla. Preguntas en multitud de tiendas, mercados y comercios secretos les llevaron al Templo Rojo de R'hllor (donde no les dejaron pasar y miraron de mala manera a Berormane), a la Casa de la Mano Roja, la casa de los curanderos, y de allí a la Casa de Blanco y Negro, donde les dijeron que seguramente conocerían tal sustancia. En el Templo del Dios de la Luz tuvieron un encuentro curioso e inquietante con uno de los fanáticos clérigos de túnica carmesí, que les habló en acertijos y les dijo que hacía varios días su dios le había mostrado en las llamas una cadena de maestres envuelta en sombras, mientras señalaba con su huesudo dedo a Berormane. En la Casa del Blanco y Negro, ante la estatua del Desconocido, les recibió una especie de monje muy amable, con una cara de bondad extrema, que sorprendentemente hizo un gesto de asentimiento al oir el nombre de la droga, pero que sintiéndolo mucho, dijo no poder ayudarles. Hicieron cuanto pudieron por investigar las habladurías sobre los Hombres sin Rostro, pero decidieron desistir de su empeño.

Ante la imposibilidad de cualquier otra cosa, decidieron irse dejando al capitán encerrado y no preocuparse de sus galeras. Meravon se unió a ellos a bordo de su propia embarcación.

El viaje a Pentos resultó bastante plácido comparado con la travesía que los había llevado hasta Braavos. La ciudad se alzaba en la costa, rodeada por varias colinas donde se encontraban las construcciones más lujosas. Sin tardanza se dirigieron a una posada y empezaron a planear dónde buscarían contactos que les pudieran informar sobre el paradero de alguna compañía libre. Meravon los sorprendió al decirles que no tenían que preocuparse de nada, que la mañana siguiente podrían acudir a ver a su amigo el mercader pentosi, a quien ya había avisado de su llegada hacía unos días. Eso eran muy buenas noticias para Berormane, Vanna y Breon, que decidieron relajarse y recorrer la ciudad al atardecer. Enseguida les llamó la atención el magnífico Templo de R'hllor que se alzaba al sur de la ciudad, y hacia allí se dirigieron. El fuego rugía furioso en la torre central, como siempre ocurría en los templos rojos. En el exterior del templo, saliendo de sus muros, había varios púlpitos desde donde varios sacerdotes rojos congregaban a la multitud y predicaban la palabra de R'hllor y el inminente advenimiento de Azor Ahai renacido, el Guerrero de la Luz.

A Berormane le fue imposible, ya que los maestres no eran bienvenidos a los templos del dios de la Luz, pero Vanna sí consiguió entrar, pues "todos aquellos interesados en la palabra de R'hllor eran bienvenidos". En el interior presenció una larga ceremonia de honra al dios, y el ordenamiento de varios sacerdotes rojos. El Sumo Sacerdote de R'hllor en Pentos, Veratas, tocaba con su palma desnuda en la frente, el hombro o el pecho de los nuevos clérigos, y allí donde su mano se posaba, la piel se quemaba y el humo surgía; pero aunque cuando retiraba la mano la piel de los fieles había sufrido evidentes quemaduras, éstos no reflejaban ningún dolor en sus miradas extasiadas. Vanna miraba con asombro: o R'hllor era muy poderoso allí o el tal Veratas era un habil ilusionista, no estaba segura. Y eso la llenó de inquietud, sobre todo cuando varios sirvientes sacaron un pebetero al patio y Veratas lo encendió con un teatral gesto de sus manos y una invocación a su dios a voz en grito que levantó exclamaciones entre los presentes.

Cuando Vanna durmió esa noche, su sueño no fue reparador; tuvo multitud de pesadillas extremadamente vívidas, y al despertar podía recordar claramente un hombre y una mujer de pelo blanco y sin rostro que la miraban, un venado abatido por un león de forma extremadamente sangrienta, y finalmente un ser horrendo, de piel pálida y coriácea y con manchas de color hielo azulado en lugar de ojos, que desprendía un frío sobrenatural y que se giraba hacia ella con un rictus horrible. Despertó con un grito y se acurrucó junto al fuego, que desprendía un calor reconfortante...

Por la mañana, Vanna se sobrepuso como pudo y disimulando su falta de descanso se unió a los demás. La comitiva, encabezada por Meravon Ryth, se dirigió hacia una de las haciendas más lujosas de Pentos, sita al norte de la ciudad. Una multitud de sirvientes comandados por un hombre enormemente gordo y con barba untada les recibió. Meravon les presentó al Magíster Illyrio Mopatis. Desde la balconada del primer piso, dos muchachos apenas adolescentes los contemplaban. El que ambos tuvieran el pelo blanco causó un escalofrío en la columna vertebral de Vanna. Illyrio y Meravon se saludaron efusivamente, desde luego parecían buenos amigos. Tras una animada conversación en la que le presentó al grupo, Illyrio se ofreció incluso a llevarlos hasta el campamento de los Windblown, que se encontraban a apenas treinta kilómetros de allí. Aquella noche, mientras descansaban en la hacienda de Illyrio, éste mantuvo una conversación con Breon, ofreciéndole entrar a su servicio, pero el caballero se negó educadamente.

El día siguiente emprendieron el viaje. La forma de viajar de Illyrio era muy distinta a la que estaban habituados: carruajes tirados por elefantes, con abundancia de comida y bebida. Durante todo el día no cesó de llegar la comida y el vino, hasta que los personajes no pudieron más; aun así, Illyrio seguía comiendo y comiendo y comiendo, mientras charlaba con medias palabras y segundas intenciones con todos ellos. Aprovechó para informarse de la situación en Quiebramar y tratar de obtener ventajas comerciales de la situación; Berormane le invitó a reunirse con Ancel una vez todo aquello hubiera acabado, a lo que Illyrio aceptó de buen grado. Cuando por la tarde llegaron al campamento de los mercenarios, la presencia del magíster y del banquero se notó. Sin problemas, Berormane acordó con el capitán de la compañía la contratación de tres buenas unidades por menos de la mitad de lo que Meravon les había prestado. Tras volver a Pentos y despedirse muy educadamente de Illyrio emprendieron la travesía del mar Angosto hacia tierras de los Raer, a donde llegaron al cabo de apenas una semana.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

La Verdad os hará Libres
[Campaña Substrata]
Temporada 1 - Capítulo 8

Incursión.

Sin pérdida de tiempo, el grupo dispuso del cadáver del presunto escolta de Gibbons arrojándolo al río Hudson en un paraje apartado. El otro tío todavía vivía, así que decidieron llevarlo rápidamente a ver a Alex McEnroe en la furgoneta. El registro de los escoltas desveló que cada uno de ellos llevaba un teléfono móvil de origen desconocido, sin marca alguna e imposible de abrir. Cada uno de los móviles tenía grabados sólamente dos números de 18 cifras, algo muy extraño.

McPherson
Tras algunos minutos de duda, mientras se encontraban en la furgoneta ya de vuelta a Nueva York, McNulty decidió utilizar uno de los aparatos y llamar a uno de los teléfonos. Una voz robotizada contestó, pidiendo su "identificación". Jonas inventó algo sobre la marcha, pero el resultado fue que la comunicación se cortó. Cabreado, arrojó el móvil al exterior ante los reproches de sus compañeros. Queriendo desvelar aquello y con un malhumor creciente, Jonas y Jack trataron de hacer hablar al escolta que no paraba de sangrar [Punto de Relato] y finalmente lo consiguieron. Gracias a su estado de semiincosciencia, consiguieron sonsacarle la información de identificación: era una ristra de letras y números: "SNA212044-TAU-EPSILON-TAU". Cuando el robot de la otra parte de la línea reconoció como válida la identificación, pidió con su voz sorda el "reconocimiento óptico"; jonas se apresuró a situar el objetivo de la cámara del móvil ante el ojo de su prisionero. El tercer requerimiento de la voz robotizada fue el "contacto". Afortunadamente, también pudieron sonsacarle este dato al moribundo: "Sebastian". Al pronunciar el nombre, el móvil empezó a sonar. Por supuesto, el tal Sebastian reconoció al instante al impostor, Jack, que era el que había realizado el proceso de llamar. Cuando la voz al otro lado comenzó a amenazarlo de muerte, Jack dudó, así que McNulty le arrebató el teléfono y de malos modos mintió diciendo que matarían a John Gibbons si no contactaba con ellos en 24 horas.

En el ínterin, llegaron por fin a la casa de McEnroe en Brooklyn. Aparcaron la furgoneta y Jonas y Jack subieron a avisar al viejo. Antes, Sally habló claramente preocupada con Jonas, diciéndole que se cuidara y dedicándole unos gestos de cariño. Cuando llamaron a su puerta, el antiguo médico no contestaba, y varios intentos de entrar a su casa por parte de un malhumorado McNulty llamaron la atención indeseada de varios vecinos. Finalmente, a voz en grito pudieron contactar con él; estaba borracho perdido. Lo metieron bajo el chorro de agua fría y lo despejaron como pudieron. Acto seguido, bajaron a la furgoneta para ver si podía hacer algo por el herido para poder interrogarlo. Cuando el viejo Alex vio al tipo, negó con la cabeza: estaba demasiado mal para salvarle; sin embargo, ante la insistencia de los personajes, se hizo con una dosis de adrenalina que despertaría al herido durante unos momentos. El tratamiento hizo efecto enseguida, y el antiguo escolta abrió mucho los ojos. Por desgracia, en cuanto se apercibió de la situación hizo un extraño movimiento con la lengua y al instante sufría varios espasmos que acabaron con su vida: debía de llevar una cápsula o algo oculta en la boca para esos casos. Puta mierda. Mientras todo esto tenía lugar, Fred y Thomas conversaban en un bar cercano, ya que Thomas no quería saber nada de lo que fueran a hacer con el prisionero. Fred aprovechó para interrogar al ejecutivo sobre su implicación en todo aquello y hasta donde estaría dispuesto a llegar en aquel asunto. Thomas tenía un respeto por la justicia extremo, pero empezó a plantearse burlarla, pues la situación era lo suficientemente crítica. Fred le dio unas palmadas en la espalda y, acabando la cerveza, volvieron junto a los demás.

Tras deshacerse del nuevo cadáver, procedieron a prepararse para la incursión en la mansión de Westchester Assoc. Sally compró varios trajes negros y alquilaron tres todoterrenos ligeros negros en el aeropuerto. Con la intención de despedirse por si esa noche pasaba alguna cosa terrible, Jack llamó a su hermano James. Al detectar el tono fúnebre del primero, James intentó quedar con él por todos los medios para hablar, pero Jack le respondió con negativas y una emotiva despedida.

Con una actitud tensa, sólo rota por las bromas de mal gusto de Fred Mullendore, viajaron hasta Westchester. Cuando se aproximaban a la mansión, vieron un helicóptero recortado contra la luna casi llena, y una furgoneta negra que iba en sentido contrario. Por suerte, al llegar todo estaba tranquilo y pudieron aparcar a cubierto y sin problemas.

Aprovechando el macizo de árboles quemados y abatidos sobre el muro, todo el grupo -incluyendo a Joey- excepto Sally que esperaría en los coches, saltó al interior de la finca. La tupida vegetación situada para impedir miradas indiscretas desde el exterior ahora jugaba en su favor. McPherson y Gibbons cogieron sendas posiciones de francotirador con los fusiles que había traído el primero, y Jack y Jonas fueron los encargados de realizar la primera incursión en la casa. Se acercaron por la puerta trasera esquivando a duras penas las cámaras, equipados con traje negro y pasamontañas. No sin dificultades, ambos lograron colarse por una ventana del primer piso, a lo que parecía una planta de despachos. Las dependencias estaban llenas de libros de jurisprudencia y papeles. En la penumbra, McNulty encontró algo que quedaba algo fuera de lugar allí: un libro antiguo. Una rápida ojeada lo reveló como algo muy particular: se encontraba escrito íntegramente en alemán, y el título rezaba (también en alemán) "Mi Diario, Historia de una Búsqueda". La autora era una tal Helena P. Blavatsky. En la primera página había una anotación escrita a mano, también en alemán: "A mi gran amigo K.Jund, por su lealtad. Heinrich Himmler". Jack y Jonas se miraron al reconocer la firma del nazi, y guardaron bien el libro.

Tras recorrer varias estancias de la casa, fue inevitable que acabaran encontrándose con alguno de los guardianes, y la violencia estalló. McPherson y John abatieron a varios individuos desde su posición, todos aquellos que salieron a la azotea alertados por el escándalo. Mientras tanto, McNulty y Finnegan se enfrentaban a varios tipos vestidos de negro y a uno de los paramilitares, abatiendo uno tras otro, hasta que se enfrentaron a uno que les dejó helados. Sus ojos cambiaron de repente, y parecía moverse con la velocidad del rayo. Les hizo sufrir mucho hasta que consiguieron dejarlo fuera de combate. Atropelladamente y con McNulty herido, salieron de nuevo al exterior por la puerta trasera, perseguidos de cerca por otro grupo de guardias. Tomaron posiciones en el exterior de la puerta mientras los demás se acercaban, pero no les sirvió de mucho. Uno de los hombres vestido con traje negro salió con una velocidad endiablada, mientras a ojos vista empezaba a cambiar. Sus ojos eran algo aberrante, reptilesco, una fina pupila en medio de un vítreo rojo. Lanzó una carcajada estentórea y espeluznante al tiempo que parecía crecer y su piel oscurecerse, como si de él emanara una sombra ominosa que transmitía un frío glacial. Le descerrajaron varios tiros, pero parecían hacerle un efecto limitado, hasta que un certero tiro con la escopeta de Jack lo derribó. Volvía a ser un hombre normal, pero estaban seguros de lo que habían visto. Thomas, Fred y John llegaron junto a ellos, para atender al malherido Jonas. Mientras lo estabilizaban, discutieron si huir o persistir en su empeño. Decidieron que si se marchaban en ese momento no podrían volver jamás, así que Jack, John y McPherson volvieron a entrar. En el primer piso encontraron una pequeña puerta que daba acceso a una estancia donde unas angostas -y antiguas- escaleras daban acceso al sótano. En la estancia de acceso se podían ver varios tapices con escenas del apocalipsis de San Juan, extrañamente vívidas. Con gran desasosiego bajaron los escalones de piedra, alumbrándose con ayuda de los móviles. La atmósfera estaba cargada, y Jack no se sentía demasiado bien. No sabía si era producto de su imaginación, pero oía voces llamándole por su nombre. También John oía extrañas risas y voces llamándole cuando accedieron a una estancia más o menos espaciosa, en la que había tallado un pentáculo invertido en el suelo. También pudieron atisbar un extraño altar impregnado de sangre seca y reciente. Cada pocos centímetros, un candelero ocupaba un espacio en la pared. Las voces seguían llamándoles, y no se cayaron ni siquiera cuando John disparó a la oscuridad. Algo se movió tras ellos, las risas se hicieron insoportables, sintieron un frío intenso y sus corazones parecieron oprimidos por manos etéreas, doliéndoles en el pecho; John cayó de rodillas, atormentado por las presencias invisibles, y ayudado por McPherson y Jack, salieron de allí a toda velocidad.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

La Verdad os hará Libres
[Campaña Substrata]
Temporada 1 - Capítulo 7

La Mansión. Muerte y liberación.
Bertrand Campbell
Thomas recibió una llamada de la secretaria de su suegro, Bertrand Campbell. Estaba preocupadísima, porque el señor Campbell había partido a Suiza, a esquiar a la mansión de su amigo multimillonario Merten Jund, y hacía tres días que no se habían tenido noticias ni de uno ni de otro. Ya lo había denunciado ante la embajada; habían empezado a organizar grupos de búsqueda, pero todavía no podían decirle nada. Thomas recomendó calma a Dorothy y realizó algunas llamadas, pero no obtuvo ninguna respuesta concreta. Volvió a hablar con la mujer para ordenarle que le informara todos los días de cualquier noticia que surgiera. En una breve investigación, fue fácil encontrar algunas referencias que relacionaban a Jund con movimientos antisemitas y filonazis.

Acto seguido, todos se reunieron en la oficina de Thomas, incluido John, cuyos escoltas aceptaban sorprendentemente esperar en la calle. Discutieron largo y tendido sobre su próxima incursión a la mansión de Westchester Associates, y Gibbons se decidió también a convocar definitivamente a su viejo amigo McPherson a escena. Éste acudiría en breve plazo, en cuanto aclarara algunos asuntos en su granja. Mientras tenía lugar la conversación, Sally Whitfield les llamó la atención sobre unas noticias que acababan de aparecer en su buscador de internet. El Boston Herald había publicado una noticia sobre los incidentes que habían ocurrido hacía un par de noches en AIFC, en los que "se creía implicados a los traficantes de Antrax de Brooklyn". Otra noticia era del New York Times: el inspector jefe James Finnegan, el hermano de Jack, había sido llamado a declarar en el caso de los traficantes de Antrax que, al parecer, operaban en el piso de su hermano. Todavía no había sido acusado formalmente, pero aquello ya era lo suficientemente grave como para ser apartado del servicio activo. Jack resistió como pudo la tentación de llamar a su hermano.

Sally también les informó de que había encontrado muchas noticias en hemerotecas referentes a la estrecha relación de UNSUP inc. con eventos en multitud de centrales nucleares, todos ellos silenciados aparentemente por las autoridades. El último, hacía sólo tres años en Maryland.

Para preparar el viaje a la mansión, McNulty y Finnegan visitaron un enclave del mercado negro (del que sabía Jack por archivos policiales), donde tuvieron problemas debido a la actitud excesivamente chulesca de un McNulty que no toleraba que nadie le chuleara. Afortunadamente, consiguieron los fusiles que habían ido a buscar sin mayores complicaciones.

Mientras tanto, en el camino de vuelta desde las oficinas de O'Hara a su casa, el coche de John se paró sin previo aviso. Al instante subió el viejo extranjero, el del helicóptero, que mantuvo una cháchara aparentemente distendida con el concejal. Pero subrepticiamente le conminó a no renunciar de ninguna manera al cargo, e insistió en lo especiales que eran sus escoltas, lo que preocupó aún más a Gibbons.

Por la tarde, Jonas, Jack y Fred se desplazaron a las cercanías de la mansión. Con un breve reconocimiento dieron con una elevación desde la que podían burlar el obstáculo que suponían los altos muros y la verja vigilada, y echar un vistazo tranquilamente. La finca de la mansión era muy extensa, un par de hectáreas; Jack se fijó en un grupo de árboles quemados en un extremo de la propiedad que parecían facilitar el acceso en caso de que decidieran saltar el muro. En las horas que duró su vigilancia, pudieron ver un par de hombres con armas automáticas y chalecos antibalas en el interior de la mansión, y un tráfico relativamente intenso de coches negros que entraban y salían. De aquí para allá iban personas con traje y maletines, chupatintas y secretarias que acarreaban informes, tíos duros con traje negro y pinganillos, y lo que más les llamó la atención: en una ocasión, varios individuos acarrearon bultos envueltos en sábanas, dos de los cuales eran claramente cuerpos humanos, que se llevaron en los maleteros de sendos coches.

Decidieron vigilar la mansión durante dos días enteros más, para hacerse una idea aproximada de lo que les esperaba dentro. Durante ese tiempo, no cesó el trasiego de coches y furgonas negras, lo que parecían cambios de guardia, desplazamientos de abogados y secretarias. McNulty estimó que en el interior de la mansión debía de haber permanentemente alrededor de una docena de guardaespaldas de traje negro y gafas de sol, y unos tres o cuatro "soldados" con chalecos y subfusiles.

Durante el segundo día de la vigilancia de la mansión estalló una bomba informativa. Todos los medios se hicieron eco de la muerte de James Molinaro, el presidente del distrito de Staten Island, y hacían sus cábalas sobre quién sería su sustituto. Al parecer, Molinaro había muerto de un ataque al corazón mientras hacía su paseo matutino, y todo apuntaba a que John Gibbons, actual vicepresidente, sería el que lo sustituyera en el cargo. John se vio envuelto sin quererlo en la vorágine de los acontecimientos, y pasó un día muy agitado con cientos de llamadas telefónicas y reuniones con los republicanos y el Tea Party. Entre la multitud de llamadas, recibió la del senador McArthy, que le habló de su "amigo común" y le sugirió colaborar en todo lo posible.

El día siguiente llegó McPherson a la oficina de O'Hara, con sonrisa confiada y puro en ristre. Volvieron a reunirse allí y, al poco rato, aparecieron tres tipos con cazadoras y gafas de sol. Por pura casualidad y gracias a su principio de paranoia, McNulty pudo verlos desde el interior del despacho con las persianas bajadas. Vio cómo sacaban rápidamente sendas pistolas con silenciador y dejaban inconsciente a la secretaria de Thomas. Así que sin pensarlo dos veces, Jonas, Jack, Fred y McPherson sacaron sus armas y comenzaron a disparar, haciendo huir a los tipos. La policía no tardó en llegar, acordonar la zona y acribillar a preguntas a los presentes. Fred fingió haber aparecido después, y McNulty y Finnegan se largaron discretamente. El violento episodio pasó desapercibido en el exterior del edificio, donde John se reunió de nuevo con sus escoltas.

Cuando se calmaron los ánimos, decidieron que ya era hora de que John se librara de sus escoltas, para lo que acordaron fingir un secuestro. Compraron un par de rifles de caza y acordaron un punto al que Gibbons llevaría a su chófer y sus escoltas engañados, alegando una fiesta del Tea Party. Aunque los escoltas sospechaban claramente, aceptaron acompañar a John hasta el apartado paraje. El coche pinchó las ruedas con los clavos que los demás habían dispuesto en el camino. A continuación, Jack voló la cabeza de uno de los escoltas y McPherson hirió a otro gravemente en una pierna. McNulty fue el encargado de fingir el secuestro de John ante el chófer, que se marchó corriendo presa del pánico. El registro de los escoltas reveló micrófonos, emisores, gpss y demás circuitería de la que dispusieron adecuadamente. Y además, algo sorprendió al bueno de McNulty: ambos individuos llevaban tatuadas en la parte posterior del lóbulo de la oreja izquierda sendas "S" mayúsculas, muy discretas...

martes, 4 de septiembre de 2012

La Verdad os hará Libres
[Campaña Substrata]
Temporada 1 - Capítulo 6

Primer viaje a Boston. American Initiatives for Children.
El siguiente día por la mañana, el grupo se dedicó a enviar correos electrónicos y a hacer llamadas telefónicas a diferentes revistas de temática paranormal las cuales, a cambio de una cantidad de dinero suficiente, publicarían cualquier anuncio que les propusieran. Así, publicaron varios anuncios con diferentes nombres de testigos alegando haber presenciado sucesos paranormales con algunos helicópteros implicados en una zona semiabandonada de los muelles de Brooklyn. Confiaban en que Malcolm Townsend acudiría así habitualmente a vigilar la zona y podrían contactar con él. Sólo una de las revistas con las que contactaron vía correo electrónico se negó a aceptar las sutiles propuestas de pago de Thomas, una revista llamada Nuevo Amanecer. Este hecho llamó la atención de los personajes, que se dedicaron a investigar algo más acerca de la revista/editorial; sin embargo, se hizo evidente a los ojos de Jack que gran parte de la información en la red había sido suprimida. Buscando en cachés y foros perdidos, dieron con uno en el que publicaba un tal Paracelso, que decía cosas bastante extrañas, refiriéndose a fotos y escaneos publicados en alguno de los números de Nuevo Amanacer. Según sus posts, las fotos presentes "no habían podido ser tomadas en museos", así que "no sabía de dónde podían haberlas sacado si no tenían los libros originales", y también afirmaba que "los rituales que se presentan tienen toda la pinta de haber sido escritos efectivamente en el egipto antiguo". En un post más reciente, afirmaba que alguno de los rituales "tenía un efecto inesperado" y que "estaba aterrorizado". El resto de los usuarios le había preguntado por el tema, y ante su silencio, lo habían tratado de loco.

Puerto de Boston. AIFC.
Sumamente intrigado, Jack buscó durante varias horas un kiosko que hubiera recibido alguna vez la revista Nuevo Amanecer, y tras mucho esfuerzo dio con uno, cuyo kioskero afirmaba que tal revista era poco más que un fanzine, con una encuadernación bastante pobre y la inmensa mayoría de las páginas en blanco y negro; además su precio era desproporcionado: ¡30 dólares! Su salida era irregular, y no recordaba haber recibido más de un par de ejemplares a la vez. Jack le pidió por favor que le guardara un número en caso de que volviera a recibirlo, y le dio una generosa propina por las molestias. El kioskero acordó guardarla en caso de recibirla.

Sin más dilación, decidieron viajar a Boston para investigar in situ el lugar del secuestro de la hermana de John, la ONG American Initiatives For Children. La organización estaba en un almacén de mala muerte, casi todo él abandonado, en medio de una hilera de naves al norte del puerto. Cuando pararon el coche a la vista de la puerta de AIFC, vieron que había gente trasegando bultos: se estaban mudando. Un camión esperaba en la calle. Cuando éste estuvo lleno, arrancó y ellos lo siguieron. Su sorpresa fue mayúscula cuando vieron que el camión no recorría más de unos cien metros de distancia hasta una verja que daba acceso a un tinglado entero y varias naves pertenecientes a una empresa llamada UNSTRANS, división de UNSUP inc.. La verja estaba custodiada, y anexa a un alto muro que rodeaba todo el complejo. Algo empezó a olerles muy mal.

Decidieron infiltrarse en las dependencias de AIFC, sitas en el segundo piso del edificio de oficinas. El resto de pisos estaban abandonados, con multitud de cristales rotos y en estado casi ruinoso. Pero el piso de la ONG se encontraba bien cuidado, y había vigilancia en la entrada de la calle. Así que hicieron uso de la vieja escalera de incendios para subir al tercero y bajar hasta AIFC por la escalera interior. Fred Mullendore se quedó agazapado en la escalera de incendios vigilando la calle mientras Jack y Jonas entraban en el edificio.

No les fue difícil entrar en las oficinas, que estaban en su mayor parte vacías y desmanteladas. Pero se oían voces en un par de habitaciones al fondo. En la primera habitación lo único que vieron fue a un hombre calvo, de espaldas, manteniendo una vídeoconferencia en un portátil en algún idioma del este de Europa. Cuando el hombre con el que mantenía la conversación los vio a través de la cámara, tuvieron que dejarlo inconsciente. Mientras se encontraban allí, alguien entró en las oficinas y se dirigió a la segunda habitación, donde se alzaron voces airadas. No lo pensaron más. En la estancia se encontraron con un hombre de grandes entradas, una mujer aquejada de cojera y dos chicas más jóvenes que los miraron aterradas cuando encañonaron a los presentes. Jonas y Jack no se anduvieron por las ramas. El tipo, que dijo llamarse Dylan Russell, era el encargado de la ONG y se mostró algo chulito; un tiro en la rodilla acabó con su actitud hostil. La mujer coja, Anastasia Rennold se mostró desafiante en todo momento, y cada vez más conforme la pareja les hacía preguntas más comprometidas. Las jovencitas, Jyoti Misra y Sonya Purcell no dejaban de llorar, pero la hindú (Jyoti) reconoció haber sido amiga de Nora Gibbons y de Jennifer O'Hara y haber presenciado el secuestro. La tenían amenazada y no podía decir nada. Las cosas se complicaron más aún cuando Fred dio la alarma con una llamada al móvil de Jack. Hombres armados venían por la calle de atrás. Precipitadamente, cogieron los tres portátiles que quedaban en las oficinas (el de Dylan, el de Anastasia, que la mujer protegió hasta el extremo de que tuvieron que golpearla con fuerza, y el del inconsciente Goran), y corrieron, haciéndose acompañar de la joven hindú. Se encontraron con Fred en el interior del primer piso; el hombretón había recibido una bala en las costillas, pero le quitó importancia. Intentaron huir desde una ventana lateral, pero se formó un tiroteo. Con la ayuda de Thomas y Sally Whitfield, que viendo la escena irrumpieron con la furgoneta alquilada, pudieron escapar. Eso sí, la furgona quedó hecha unos zorros, y un par de los portátiles maltrechos. Volvieron a Nueva York para que McEnroe pudiera curar a Fred discretamente.

Con más calma y con la ayuda de Joey en el piso franco de Thomas, investigaron la información presente en los portátiles. En copias de seguridad encriptadas había registros de multitud de envíos a África, sobre todo a Ciudad del Cabo, que llamaron la atención de los personajes debido a su concepto de "medicinas y vacunas", y no sólo eso: la tal Anastasia había anotado en uno de los envíos, el penúltimo: "Peligroso. Manejar con extrema precaución". El remitente constaba como otra empresa: UNSGEN. En otras notas personales (Anastasia no había sido nada discreta con sus notas), relacionaron el acrónimo con un nombre completo: Unlimited Supplies Genetics. En copias más recientes pudieron destacar también multitud de envíos al este de Europa con los conceptos de "material quirúrgico", "herramientas de alta precisión", "máquinas de potencia", "material de limpieza", etc. Por otra parte, llamaban la atención los tonelajes y buques necesarios para el trasnsporte de los pedidos, que en la mayoría era mucho mayor que lo que sugerían las cifras de los albaranes.

miércoles, 29 de agosto de 2012

Los Seabreeze - Campaña Canción de Hielo y Fuego Temporada 1 Capítulo 15

Braavos. Mercenarios.
Finalmente, Ancel y Jeremiah partieron hacia Tyrosh con once galeras, mientras Vanna y Berormane se dirigieron hacia Braavos con ocho naves. La intención de los hermanos en camino hacia Tyrosh era encontrar a alguna compañía libre en la ciudad de Tyrosh o en las tierras en disputa que les permitiera hacer frente a las fuerzas de lord Jeron y los Wylde en las puertas de los Raer. Para ello, contaban con el cofre que les había dado lady Olenna y los fondos proporcionados por lord Edgar, en los que residían la esperanza de futuro de su casa.

Braavos
Por su parte, Breon partía al frente de una docena de galeras con bandera Seabreeze varios días después que Vanna y Berormane, pero la climatología y diferentes avatares del viaje hicieron que llegara a Braavos con un par de jornadas de antelación. En un momento del camino, ambas flotas llegaron incluso a encontrarse y a perseguirse; ante tal situación, para evitar la pérdida de galeras que podían probarse muy valiosas -de hecho, ya habían perdido una en un arrecife traicionero-, Berormane y Vanna decidieron desviarse hasta Rocadragón, haciendo desistir a la flota de Breon de la persecución. Durante su estancia en Rocadragón, el maestre y la mujer fueron recibidos por Davos Seaworth, el famoso caballero de la cebolla de Stannis. El hombre resultó ser muy amable y comprensivo cuando la pareja le explicó la situación que vivían en sus islas. Incluso los reunió con el maestre Cressen, que les habló de noticias muy inquietantes: hacía muy poco, habían recibido un cuervo procedente de los Seabreeze en el que se afirmaba que lord Jeron iba a legitimar a un tal Deros Tormenta como hijo y heredero; para Vanna, era evidente que era una maniobra para atraer a Tormenta a Quiebramar. Davos, intrigado por los rumores sobre los Seabreeze, les preguntó acerca de ellos y congeniaron enseguida, así que les facilitó conseguir provisiones y agua fresca, y se despidió de ellos como amigo, no sin antes recomendarles acudir a lord Renly si era verdad que lord Jeron se había vuelto loco.

El viaje de Ancel y Jeremiah fue extremadamente accidentado, con tormentas y piratas a todo lo largo del camino. Con un par de jornadas de retraso llegaron a Tyrosh, con tres galeras menos de las que habían partido de Escollera. Allí, tras una búsqueda bastante larga e infructuosa, alguien les habló de un hombre llamado "el viejo topo", que quizá podría ayudarles. Además, había una mujer, una especie de noble llamada "lady Myzh", que igual tenía también los contactos necesarios.

Nada más llegar a Braavos, Breon se dirigió al Banco de Hierro a pedir un encuentro con Meravon Ryth. Sin embargo, según le dijeron, el banquero se encontraba de viaje a Poniente y no volvería hasta pasados unos días. Meravon volvió a Braavos justo el día que Vanna y Berormane conducían la mitad de su pequeña flota al interior del puerto y, para su sorpresa, veían varadas otras galeras Seabreeze en él. Ambas partes se encontraron por separado con el banquero, enseñando sus respectivas cartas, escritas por el puño y letra de Voredyn Ryth. Berormane hizo un buen trabajo enseñando el código en clave de Voredyn a su hermano, que se convenció totalmente de la situación y decidió seguir los consejos del maestre y Vanna de apresar al caballero del león y su escolta. Cuando Breon, Kevan Seabreeze y sus acompañantes volvieron al Banco de Hierro a encontrarse de nuevo con Meravon, varios guardias salieron a su encuentro, obligándoles a rendirse, pues como siempre, las armas en el interior del Banco estaban prohibidas. Una vez pacificados los ánimos Vanna y Berormane entablaron una airada conversación con Breon, recriminándole haberlos traicionado, mientras el caballero defendía su posición y la situación a la que lo habían abocado.

Tras un intento fallido de encontrarse con lady Myzh en su mansión, Ancel y Jeremiah decidieron visitar al llamado "Viejo Topo". Resultó ser un hombre maduro, enjuto y, efectivamente, ciego. Aunque sus ojos no daban la impresión de haber perdido la visión excepto por unas ligeras cicatrices alrededor. Sin embargo, no pudieron deducir si el Topo los engañaba o no con su invidencia. A cambio de unos generosos emolumentos, les indicó con precisión una isla a la que podrían dirigirse, donde encontrarían a quien pudiera ayudarles. Tras discutir largo y tendido si podía tratarse de una trampa, los hermanos decidieron seguir las indicaciones del hombre; así que éste envió un cuervo con un mensaje y les autorizó a partir hacia allí. Tras un par de jornadas de navegación, llegaron a la isla en cuestión, donde ondeaban los estandartes de los Escudos de Hierro. El comandante de las fuerzas presentes, un tal Boros Erenford, no intentó timarles más de lo que esperaban, cosa que agradecieron después de las dificultades pasadas. Así que, tras unas pocas horas, las galeras de los Seabreeze salían del archipiélago con doscientos Escudos de Hierro en dirección a Escollera. El clima en el viaje de vuelta fue mucho más relajado, y doscientos mercenarios ayudaron a mantener a los piratas a raya; cuando la fuerza de Ancel y Jeremiah puso pie en la isla de Olara, las catapultas acababan de haber sido reparadas y comenzaban a martillear los muros de Escollera; deberían actuar con premura.

miércoles, 15 de agosto de 2012

La Verdad os hará Libres
[Campaña Substrata]
Temporada 1 - Capítulo 5

La Tapadera
Tras pasar un par de horas en torno al edificio que albergaba las oficinas de Westchester Associates, Jonas, Jack y Fred decidieron marcharse a dormir a un motel perdido en las afueras.

Por la mañana, John llamó por teléfono a un antiguo compañero de Afganistán, el sargento William McPharson [2 Puntos de Relato], preguntándole si podía contar con su ayuda en el complicado trance en que se encontraba. McPharson le contestó que por supuesto, y esto tranquilizó a Gibbons, que confiaba en la fuerza de las armas más que en cualquier otra cosa para mantenerse a salvo. Después se dirigió a las oficinas de Thomas O'Hara, donde acordaron desviar cualesquiera fondos de origen desconocido que llegaran a la cuenta del Tea Party a una tercera cuenta a la que tendrían acceso los personajes. Thomas redactó un contrato que John firmó sin vacilar.

Por la mañana, Jonas se trasladó al edificio de Westchester, donde debido a su ropa y su pinta le miraron suspicazmente. Afortunadamente, el conserje del vestíbulo principal pudo proporcionarle lo que buscaba: una tarjeta de la empresa que se encargaba de la limpieza de las oficinas del edificio. Tras llamar a Jack y a Fred, el trío se dirigió a la empresa de limpieza, en el distrito portuario al oeste de Manhattan. Alegando estar investigando un caso, Jack y su compañero pudieron entrar a "interrogar" a los trabajadores, y consiguieron sin mayores complicaciones tres trajes de sus respectivas tallas y de la talla de Joey.

Mientras tanto, Thomas, que se encontraba moviendo diversos capitales, recibió una llamada de Joey instándole a ver las noticias del New York Inquirer Online. En la web, una periodista llamada Sally Whitfield había escrito un artículo incendiario; en él, Sally refería que había burlado una fuerte censura policial en torno al caso de los traficantes de Ántrax, y que había averiguado que el piso pertenecía a un tal Jack Finnegan, policía de Brooklyn y hermano del mismísimo comisario en jefe de la comisaría 88th Precinct. En los últimos tiempos se le había visto en compañía de un sospechoso irlandés y de malas compañías; en el piso se habían encontrado doscientos gramos de polvo de Ántrax, y era posible que ya se hubiera distribuido una parte por la ciudad. Thomas se echó las manos a la cabeza, y al instante llamó a Jack, que acababa de salir del almacén de la empresa de limpieza. Éste se quedó helado al oír la noticia. Sólo se le ocurrió una cosa que pudiera hacer: envió un mensaje de correo electrónico a la cuenta de la periodista en el Inquirer citándola en un restaurante mexicano en el norte de Manhattan.

Jack y Fred esperaban en el restaurante mientras McNulty rondaba fuera por si había complicaciones [Punto de Relato de Jack]. En una de sus rondas, el irlandés se dio cuenta de que en el interior de un coche más o menos alejado del restaurante, una mujer miraba hacia él ayudándose de unos prismáticos. El coche estaba lleno de abolladuras y rascones, como si hubiera tenido un accidente. La manía persecutoria de McNulty desató el caos. Enseñó su pistola a la mujer (que efectivamente, era Sally Whitfield), que se puso histérica. Al romper el cristal, ella intentó escapar, pero Jonas la retuvo; sin embargo, no se callaba y gritaba a pleno pulmón, totalmente loca. No tuvo más remedio que darle un fuerte golpe con la culata y dejarla inconsciente. Por desgracia, había policías cerca y un coche patrulla comenzó a hacer sonar su sirena. Arrancó el coche bruscamente y se desencadenó una persecución. Dos coches patrulla seguían a McNulty, Jack Finnegan y Fred seguían a los dos coches patrulla y otro coche apareció detrás de éstos. Haciendo un alarde de habilidad de conducción, McNulty despistó a sus perseguidores mientras Jack y Fred disimulaban ante los policías con excusas poco creíbles. Finalmente se reunieron en un paraje perdido de Englewood, al otro lado del río Hudson.

Una vez que pudieron tranquilizar a Sally, cosa que no fue difícil con McNulty delante, ésta les explicó que hacía pocas horas que había sufrido un intento de acabar con su vida; había sido embestida por un coche y otro había intentado cerrarle el paso. Dos coches negros y grandes. Los personajes decidieron contarle casi todo lo que sabían para ganarse su confianza, y tentándola con la posibilidad de ganar un Pulitzer. Ante la mención del premio, a Sally le brillaron los ojos, y acto seguido llamó a su editor para advertirle que iba a desaparecer durante unos días, pues tenía una historia muy gorda entre manos.

A esas alturas, la mayoría de los medios de comunicación ya se habían hecho eco del artículo publicado por Sally, y por doquier se encontraban especulaciones sobre los terroristas y el Ántrax. El móvil de Jack no paraba de sonar con llamadas de un teléfono público; cuando se decidió a cogerlo, su hermano habló. Por supuesto, lo convenció de que todo aquello era una encerrona; James le sugirió no aparecer en ningún sitio donde pudieran reconocerlo -entre ellos la comisaría- y acordaron contactar por SMS y teléfono público a partir de entonces.

Por la tarde, Jack, Fred y Joey entraron al edificio de Westchester como visitantes. Se encerraron en los baños, donde se pusieron los uniformes de limpieza que habían conseguido por la mañana, y tras coger un carrito de uno de los almacenes se dirigieron hacia Westchester. Por supuesto, las oficinas estaban cerradas a cal y canto. Tras consultar con otra limpiadora, una sudamericana que los miraba con desconfianza, se enteraron de que Westchester no tenía el servicio de limpieza del resto del edificio. Así que, tras inutilizar las cámaras del rellano, Joey tuvo que forzar el teclado de combinación. Al abrir vieron que el teclado estaba conectado con un cable casi invisible a una clavija en la pared. Seguramente, alguien se había enterado ya de que las oficinas habían sido abiertas, así que tendrían que darse prisa.

Pero desde luego, lo que encontraron allí no era lo que habían esperado. En las oficinas no había ni un solo ordenador, ni siquiera una toma de red que ellos pudieran ver. Ocupaban un ala entera del edificio y la mayoría de las estancias eran salas de reuniones y despachos. Había multitud de libros de derecho y archivadores, pero éstos sólo se encontraban allí para aparentar, pues se encontraban vacíos de todo contenido. Lo único de interés que encontraron fue un trozo de agenda y un archivador (vacío) en cuyo lomo destacaba el nombre de "UNSUP". Sin duda, una empresa relacionada con "UNSTRANS". También encontraron tarjetas de visita en algunos de los despachos, que guardaron. Entre ellas, había tarjetas con el nombre "Malcolm Townsend" en ellas, y se notaba que llevaban allí bastante tiempo. En las hojas que se habían desprendido de alguna agenda, venían los teléfonos de varios miembros de American Initiatives For Children, cosa harto interesante.

Entre tanto, el presidente James Molinaro salía en las noticias de la noche: representando muy bien su papel, fingió que le apenaba destituir de su cargo al vicepresidente Fogerty y que pronto nombrarían a su sustituto. Al cabo de pocos minutos, Gibbons recibía la llamada de la secretaria de Molinaro, invitándolo a acudir a la rueda de prensa que se iba a celebrar la mañana siguiente en la sede del partido. John llamó a los demás para celebrar una reunión del grupo en la fiesta del Tea Party que tendría lugar por la tarde en la casa de uno de sus miembros.

La mañana siguiente, Jack se tintó el pelo de otro color mientras Fred se desplazaba a la comisaría, donde habló con James Finnegan y se dedicó a investigar el pasado de Malcolm Townsend. Al parecer, había vivido alquilado en un apartamento de lujo muy cerca de la residencia de Thomas, así que fueron para allá, donde los recibió uno de los conserjes. Según les informó éste, había desaparecido de la noche a la mañana y después una empresa de mudanzas se llevó todos sus muebles. Extrañamente, recordaba que los empleados de la mudanza no llevaban ningún nombre en su ropa. Y el piso pertenecía a un tal Isaac Simmons; no les sorprendió oir el nombre del presidente de Westchester Assoc relacionado con Townsend. Tras hablar con el conserje, intentaron averiguar algo en los alrededores, en los bares y restaurantes. Finalmente encontraron lo que querían en una casa de alterne de alto standing. Una de las chicas, Lara, recordaba a Townsend tras obtener unos cuantos cientos de dólares: en los últimos tiempo estaba muy estresado y hablaba de cosas raras relacionadas con uno de sus clientes; había descubierto cosas raras en... en África, creía recordar. En Egipto o por ahí. La verdad era que no le había prestado mucha atención, según ella, pero estaba convencida de que había mencionado África. Dándole las gracias, se marcharon.

Por la noche, recibieron la visita de Thomas en el hotel. Al ver a Sally, O'Hara se encendió. La vida de su familia estaba en peligro y no le gustaba ver extraños implicados en aquello. Finalmente los ánimos se calmaron, y hablaron de la situación. Al mencionar el hecho de que Townsend estaba obsesionado con las revistas de hechos paranormales, tuvieron la idea de publicar un anuncio describiendo hechos extraordinarios relacionados con helicópteros en varias de ellas para hacerle acudir a un lugar concreto.

El siguiente día por la mañana, se produjo la toma de posesión de John en una multitudinaria rueda de prensa. Los periodistas no disimularon en mostrar su asombro por la elección de James Molinaro y acribillaron a Gibbons a preguntas. Molinaro, haciendo un aparte con él, le dio el plazo de una semana para renunciar al cargo, a lo que John guardó un silencio difícilmente interpretable. Más tarde tenía lugar la fiesta del Tea Party en la casa de Vincent Callahan. Allí acudieron Jack, Jonas y Thomas acompañados de Fred y Sally. No tuvieron más remedio que ser presentados a algunos de los presentes; en una de tales presentaciones, Jonas contestó a Vincent Callahan con su habitual antipatía, y éste los dejó, indignado. Por fin, pudieron quedarse a solas con Gibbons y ponerse de acuerdo sobre su próximo movimiento, en el que necesitarían estar juntos: el viaje a Boston para investigar a AIFC y la desaparición de sus familiares. Según les informó Thomas, el día anterior había hablado por teléfono con Leopold Croix, y éste le informó de que estaba fuera de la ciudad; su secretaria había confirmado a O'Hara que Leopold había salido hacia Boston por asuntos de negocios. Esto convenció a todos ellos de la conveniencia de viajar a Boston para intentar averiguar algo más.

Con la intención de verse liberado de la continua vigilancia, John pidió al teniente Duvall la supresión de su escolta. El teniente le respondió que era imposible, que eran instrucciones del propio James Molinaro. Cuando John habló a continuación con Molinaro, éste se mostró indiferente sobre el asunto, así que volvió a hablar con Duvall y finalmente lo convenció de quitarle la escolta. Pero al cabo de unos minutos John recibió otra llamada: el senador McArthy. El senador le preguntó por la renuncia a su escolta y mostró su desaprobación, dándole a entender claramente que la escolta "no era algo opcional" y debería continuar con los agentes tras sus talones. Vaya, eso confirmaba sus sospechas de la implicación del senador en todo aquel extraño asunto.

viernes, 10 de agosto de 2012

La Verdad os hará Libres
[Campaña Substrata]
Temporada 1 - Capítulo 4

Intento fallido.
Para ultimar los preparativos de la entrada a Westchester Associates, Thomas y Jack quedaron mediante mensajes de móvil esa misma noche a las 22 horas en el restaurante La Dolce Vita de New Jersey, donde ya se habían reunido hacía un par de noches. Acto seguido Jack trató de averiguar en la red nueva información sobre los peces gordos de Campbell Leopold Croix-Parker y Dorothy St.James, pero no obtuvo nada nuevo, aparte de las consabidas demandas por malversación, blanqueo, etc.
Fred Mullendore
Al volver a casa, se encontró con John y Jonas, que se encontraban preocupados viendo las noticias. El concejal hacía cerca de 18 horas que no daba señales de vida y se había dado la alarma a todas las comisarías. James, el hermano de Jack, llamó preocupado, preguntándole por "su amigo el concejal Gibbons"; al decirle que estaba en su casa, el comisario jefe le montó una bronca de campeonato, y le prohibió aparecer por comisaría durante el permiso que le iba a conceder de dos semanas. En otra habitación, John se decidió a coger el teléfono finalmente, que había tenido en silencio todo ese tiempo. Los escoltas que custodiaban su casa le preguntaron dónde se encontaba, con quién y demás, si no podía hablar libremente. John disimuló lo mejor que pudo y les dijo que pronto regresaría. Entre todos decidieron que debía volver a su casa. Jack y Jonas le seguirían a distancia, sin que él lo supiera.

John encontró un taxi libre en pocos instantes. A mitad de camino de Staten Island, el taxista, un hombre anodino aunque con acento extranjero, buscó una determinada emisora en el dial. Una voz con ligero acento extranjero que John ya conocía empezó a hablar refiriéndose a él, para su sorpresa. Le recriminó el hecho de que hubiera llamado la atención y le preguntó por una respuesta definitiva a lo que habían hablado en el helicóptero. John se vio en la obligación de responder afirmativamente, al menos colaboraría de momento; si no lo hacía seguramente matarían a su hermana y posiblemente a él también, lo único que podía hacer era ganar tiempo. La misma risa lunática de la madrugada volvió a oírse a través de las ondas. Llegó a casa, preocupado entre una marea de periodistas que los escoltas se encargaron de apartar.

Mientras tanto, un par de minutos después de que John hubiera salido a la calle, Jonas salió a la calle con la intención de acudir a su casa a vigilar, adelantándose un poco a Jack, pues había recibido una llamada desde un teléfono extranjero, de parte de Sergei. "¿Qué está pasando?" —preguntó McNulty. "¿Por qué nos has traicionado?" —dijo la voz. La respuesta de McNulty no le debió gustar, porque colgó al instante con un seco "adiós". Un dolor intenso en el hombro recibió a Jonas al salir al nublado atardecer. Alguien le había disparado. ¡Un francotirador! Por puro instinto se zambulló entre unos cubos de basura, mientras veía por el rabillo del ojo un helicóptero oscuro y silencioso que bajaba hacia la azotea del edificio de Jack. McNulty llamó rápidamente por el móvil a su amigo, instándole a salir de allí. Jack así lo hizo, y mientras subía en el ascensor oyó cómo reventaba la puerta de la azotea. Unos fuertes pasos de calzado militar resonaban en el exterior. El ascensor llegó un poco antes que los pasos amenazantes al vestíbulo, y para retrasarlos un poco más, Jack disparó hacia el primer descansillo. Los enemigos contestaron desmesuradamente, con fuego de armas automáticas, así que el Finnegan salió corriendo para reunirse con McNulty. Un rápido puente a un coche aparcado en la calle y una brusca maniobra mientras un par de balas atravesaban el cristal trasero les permitieron dejar atrás el peligro, al menos de momento.

La herida de McNulty no era muy grave, pero si no tenían cuidado podía empeorar rápidamente, así que se dirigieron a ver a Alex McEnroe, en el sur de Brooklyn, un viejo conocido de Jack que se había dedicado a la cirugía en una antigua red de traficantes de órganos [4 Puntos de Relato]. El cuchitril en el que vivía Alex no parecía reunir las condiciones sanitarias adecuadas, y la botella de whisky que llevaba siempre en la mano no ofrecía toda la seguridad deseable en un cirujano, pero el tipo hizo un trabajito fino, fino. McNulty se sorprendió y, dado el descaro y el cinismo que ambos rezumaban, hicieron migas enseguida. Mientras McEnroe operaba a Jonas, Jack recibió una llamada de John, el concejal. Éste se encontraba boquiabierto en su casa viendo en la televisión una noticia en la que se anunciaba la desarticulación de una peligrosa banda terrorista que había estado intentando introducir Antrax en el país; las imágenes correspondían al piso de Jack, y mostraban dos retratos robot: uno que podía remotamente identificar a Jack y otro que representaba evidentemente a Jonas McNulty. Joder, se habían hecho enemigos muy poderosos. Cuando Jonas volvió en sí después de ser operado y se enteró de todo, decidió raparse el pelo con una de las cuchillas de Alex antes de salir a la calle.

Mientras tanto, Thomas, esperando en el restaurante cada vez más impaciente, envió un mensaje a Jack. Éste le comentó los problemas que habían sentido y que sentía el retraso, pero que llegarían lo antes posible. Así que Thomas aprovechó para hablar de nuevo con Roberto Grezzi, que se encontraba por allí. O'Hara se lo había pensado mejor y ofreció sus servicios al líder del Don mafioso, pero permaneciendo aparte de Campbell & Weber. Esto sorprendió al italiano, que reclamó ciertas garantías que la firma de Campbell sí le ofrecía. Haciendo de tripas corazón y confiando plenamente en su capacidad inversora, Thomas le ofreció las garantías que quería. Estrecharon las manos mientras Thomas hacía un último requerimiento: el dinero que llegara a sus manos debía de proceder de fuentes totalmente legales; Roberto respondió un lacónico "sí" con una media sonrisa, y Thomas tuvo que engañarse a sí mismo [2 Puntos de Relato] para ignorar el hecho casi seguro de que el dinero iba a ser ilegal.

De camino a New Jersey, Jack aprovechó para llamar a Fred Mullendore. A sugerencia del paranoico McNulty, decidieron tenderle una especie de trampa para comprobar su fiabilidad. Lo citaron a la una de la madrugada en un motel perdido del oeste de la ciudad.

Llegaron por fin al restaurante, con caras preocupadas. Allí, después de preguntar por el nuevo look de Jonas y abrir mucho los ojos por la sorpresa de la noticia del Antrax, Thomas les informó sobre Westchester Assoc: la empresa tenía su razón social central en una remota mansión del condado de Westchester, al norte, pero también tenía un piso de oficinas en el distrito comercial de Manhattan. Allí sería donde intentarían entrar. Ultimaron los detalles, y Jack decidió cancelar las visitas que tenía concertadas el día siguiente con Leopold y Dorothy. En su lugar, Jonas y él acudirían a Delaware a hablar con el antiguo dueño de la camioneta del mendigo. Hacia el final de la conversación, el vino comenzó a hacer efecto, y Finnegan se exaltó un poco, asegurando que si el plan no surtía efecto, iba a coger a Leopold y a sacarle la información a "hostias finas", expresión que dio lugar a un nuevo chascarrillo: la "Hostia Finnegan". Las risas ayudaron a aliviar un poco los nervios y la tensión en la que habían estado viviendo las últimas horas.

Tras salir del restaurante, se encaminaron hacia el motel. Desde una distancia prudencial, vieron cómo Fred llegaba en coche, aparcaba y esperaba. Al cabo de un rato salía a fumar un cigarrillo y hacía una llamada. Después, una segunda llamada y el teléfono de Jack sonó. Había llamado a alguien antes. Le dieron el número de habitación y se acercaron sigilosamente. Fred llamó a la puerta de la habitación y no obtuvo respuesta, sacó su arma y se giró de repente, encontrándose con los dos policías. Fueron momentos de gran tensión en los que Jack le pidió el teléfono. Fred aseguraba que había llamado a su hermano para informarle de su paradero, cosa que se vio confirmada cuando Jack echó una ojeada a sus llamadas recientes. Y le pidió que no llamara más a su hermano, él se encargaría. Se disculparon, se relajaron, y tras alquilar una habitación bebieron y durmieron, agotados. No sin antes explicar todo lo que sucedía a Fred.

De madrugada, Thomas recibió una llamada. Contestó, y lo único que oyó fueron gritos, gritos de su mujer. El corazón se le encogió. A los pocos segundos, colgaron. Media hora más tarde sucedió lo mismo, pero esta vez con su hermana. Los nervios se le crisparon. Media hora después, tras no coger el teléfono en un par de ocasiones, por fin decidió descolgar. Esta vez alguien habló: una voz con acento extranjero, dándole instrucciones para desviar fondos progresivamente a unas cuentas que recibiría en breve. Dicho y hecho, nada más colgar recibió un correo con las susodichas. No le costó mucho averiguar a quién pertenecían: al Tea Party de Nueva York y a varios miembros de sus filas; una de ellas incluso pertenecía a uno de sus clientes: John Gibbons.

Senador Samuel McArthy
Por la mañana temprano, John se sorprendía al ver aparecer en su jardín al presidente James Molinaro, seguido de un par de sus guardaespaldas y su secretaría. Tras la cháchara de rigor, Molinaro pasó a cosas más serias: dijo que había recibido una llamada del senador McArthy, instándole a nombrar a John como su vicepresidente, perfilándolo para el puesto de candidato a alcalde. Molinaro insistió en el hecho de que llevaba demasiado en política como para que un "chupapollas" como John empezara a "tocarle los cojones" a esas alturas, así que esperaba que una vez él lo nombrara vicepresidente, John lo rechazara alegando cualquier excusa. Si no, podía dar por terminada su carrera política. Acto seguido se marchó bruscamente. John no sabía qué hacer, estaba confundido, así que llamó a Vincent Callahan, su compañero en el Tea Party. Vincent ponía cada vez más cara de extrañeza a medida que John le iba explicando la situación, y finalmente le aconsejó hacer caso del senador. Por supuesto, contaba con el completo apoyo del Tea Party. A continuación, John contactó con el senador McArthy, que le dio su apoyo y que tenía el pálpito de que dentro de poco tendría noticias de su hermana.

Tras comprar algunas armas, Jonas, Jack y Fred salieron hacia Delaware. De camino, McNulty recibió una llamada de sus ex-compañeros en respuesta a un mensaje que él les había enviado el día anterior con el extraño logo que habían encontrado en el helicóptero. Le dijeron que aquel logo exactamente era desconocido para ellos, pero que se parecía en cierta medida a otro: el de una empresa llamada UNSTRANS, que era la que se encargaba de transportar su equipo más comprometido (armas y demás) desde una sede a otra.
Una vez en su destino, no tardaron en encontrar el rancho de Tom Williamson, que ahora pertenecía a la cadena St.James Food & Cattle, proveedora de establecimientos de comida rápida y comedores de colegios, cuya propiedad pertenecía a la familia de Dorothy St James. ¿Casualidad? Williamson les atendió hosca pero correctamente. Admitió haber tenido una camioneta así, pero fue Mickey, el de la tienda de coches usados del pueblo, quien la vendió. En una breve visita, Mickey les enseñó el albarán de la venta, que evidentemente no había declarado a hacienda. La temblorosa firma era casi indistinguible pero para Jonas era evidente que el comprador se llamaba Mal Townsend.

Al volver a Nueva York se reunieron con Thomas en el piso del Bronx. Éste ya había comenzado a hacer pequeños traspasos a las cuentas con la ayuda de Joey. Al poco rato, acudieron al edificio donde se encontraban las oficinas de WA. Una vez allí no vieron claro el acceso. El estado físico de Joey y el volumen de Fred hacían muy difícil meterse por espacios reducidos o inestables, y la puerta era inabordable, con el guardia de seguridad de recepción y algunos itinerantes. Tras discutir algunas alternativas, decidieron que lo más prudente sería volver de día e intentarlo de otra forma.