Intento fallido.
Para ultimar los preparativos de la entrada a Westchester Associates, Thomas y Jack quedaron mediante mensajes de móvil esa misma noche a las 22 horas en el restaurante La Dolce Vita de New Jersey, donde ya se habían reunido hacía un par de noches. Acto seguido Jack trató de averiguar en la red nueva información sobre los peces gordos de Campbell Leopold Croix-Parker y Dorothy St.James, pero no obtuvo nada nuevo, aparte de las consabidas demandas por malversación, blanqueo, etc.
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Fred Mullendore |
Al volver a casa, se encontró con John y Jonas, que se encontraban preocupados viendo las noticias. El concejal hacía cerca de 18 horas que no daba señales de vida y se había dado la alarma a todas las comisarías. James, el hermano de Jack, llamó preocupado, preguntándole por "su amigo el concejal Gibbons"; al decirle que estaba en su casa, el comisario jefe le montó una bronca de campeonato, y le prohibió aparecer por comisaría durante el permiso que le iba a conceder de dos semanas. En otra habitación, John se decidió a coger el teléfono finalmente, que había tenido en silencio todo ese tiempo. Los escoltas que custodiaban su casa le preguntaron dónde se encontaba, con quién y demás, si no podía hablar libremente. John disimuló lo mejor que pudo y les dijo que pronto regresaría. Entre todos decidieron que debía volver a su casa. Jack y Jonas le seguirían a distancia, sin que él lo supiera.
John encontró un taxi libre en pocos instantes. A mitad de camino de Staten Island, el taxista, un hombre anodino aunque con acento extranjero, buscó una determinada emisora en el dial. Una voz con ligero acento extranjero que John ya conocía empezó a hablar refiriéndose a él, para su sorpresa. Le recriminó el hecho de que hubiera llamado la atención y le preguntó por una respuesta definitiva a lo que habían hablado en el helicóptero. John se vio en la obligación de responder afirmativamente, al menos colaboraría de momento; si no lo hacía seguramente matarían a su hermana y posiblemente a él también, lo único que podía hacer era ganar tiempo. La misma risa lunática de la madrugada volvió a oírse a través de las ondas. Llegó a casa, preocupado entre una marea de periodistas que los escoltas se encargaron de apartar.
Mientras tanto, un par de minutos después de que John hubiera salido a la calle, Jonas salió a la calle con la intención de acudir a su casa a vigilar, adelantándose un poco a Jack, pues había recibido una llamada desde un teléfono extranjero, de parte de Sergei. "¿Qué está pasando?" —preguntó McNulty. "¿Por qué nos has traicionado?" —dijo la voz. La respuesta de McNulty no le debió gustar, porque colgó al instante con un seco "adiós". Un dolor intenso en el hombro recibió a Jonas al salir al nublado atardecer. Alguien le había disparado. ¡Un francotirador! Por puro instinto se zambulló entre unos cubos de basura, mientras veía por el rabillo del ojo un helicóptero oscuro y silencioso que bajaba hacia la azotea del edificio de Jack. McNulty llamó rápidamente por el móvil a su amigo, instándole a salir de allí. Jack así lo hizo, y mientras subía en el ascensor oyó cómo reventaba la puerta de la azotea. Unos fuertes pasos de calzado militar resonaban en el exterior. El ascensor llegó un poco antes que los pasos amenazantes al vestíbulo, y para retrasarlos un poco más, Jack disparó hacia el primer descansillo. Los enemigos contestaron desmesuradamente, con fuego de armas automáticas, así que el Finnegan salió corriendo para reunirse con McNulty. Un rápido puente a un coche aparcado en la calle y una brusca maniobra mientras un par de balas atravesaban el cristal trasero les permitieron dejar atrás el peligro, al menos de momento.
La herida de McNulty no era muy grave, pero si no tenían cuidado podía empeorar rápidamente, así que se dirigieron a ver a Alex McEnroe, en el sur de Brooklyn, un viejo conocido de Jack que se había dedicado a la cirugía en una antigua red de traficantes de órganos [4 Puntos de Relato]. El cuchitril en el que vivía Alex no parecía reunir las condiciones sanitarias adecuadas, y la botella de whisky que llevaba siempre en la mano no ofrecía toda la seguridad deseable en un cirujano, pero el tipo hizo un trabajito fino, fino. McNulty se sorprendió y, dado el descaro y el cinismo que ambos rezumaban, hicieron migas enseguida. Mientras McEnroe operaba a Jonas, Jack recibió una llamada de John, el concejal. Éste se encontraba boquiabierto en su casa viendo en la televisión una noticia en la que se anunciaba la desarticulación de una peligrosa banda terrorista que había estado intentando introducir Antrax en el país; las imágenes correspondían al piso de Jack, y mostraban dos retratos robot: uno que podía remotamente identificar a Jack y otro que representaba evidentemente a Jonas McNulty. Joder, se habían hecho enemigos muy poderosos. Cuando Jonas volvió en sí después de ser operado y se enteró de todo, decidió raparse el pelo con una de las cuchillas de Alex antes de salir a la calle.
Mientras tanto, Thomas, esperando en el restaurante cada vez más impaciente, envió un mensaje a Jack. Éste le comentó los problemas que habían sentido y que sentía el retraso, pero que llegarían lo antes posible. Así que Thomas aprovechó para hablar de nuevo con Roberto Grezzi, que se encontraba por allí. O'Hara se lo había pensado mejor y ofreció sus servicios al líder del Don mafioso, pero permaneciendo aparte de Campbell & Weber. Esto sorprendió al italiano, que reclamó ciertas garantías que la firma de Campbell sí le ofrecía. Haciendo de tripas corazón y confiando plenamente en su capacidad inversora, Thomas le ofreció las garantías que quería. Estrecharon las manos mientras Thomas hacía un último requerimiento: el dinero que llegara a sus manos debía de proceder de fuentes totalmente legales; Roberto respondió un lacónico "sí" con una media sonrisa, y Thomas tuvo que engañarse a sí mismo [2 Puntos de Relato] para ignorar el hecho casi seguro de que el dinero iba a ser ilegal.
De camino a New Jersey, Jack aprovechó para llamar a Fred Mullendore. A sugerencia del paranoico McNulty, decidieron tenderle una especie de trampa para comprobar su fiabilidad. Lo citaron a la una de la madrugada en un motel perdido del oeste de la ciudad.
Llegaron por fin al restaurante, con caras preocupadas. Allí, después de preguntar por el nuevo look de Jonas y abrir mucho los ojos por la sorpresa de la noticia del Antrax, Thomas les informó sobre Westchester Assoc: la empresa tenía su razón social central en una remota mansión del condado de Westchester, al norte, pero también tenía un piso de oficinas en el distrito comercial de Manhattan. Allí sería donde intentarían entrar. Ultimaron los detalles, y Jack decidió cancelar las visitas que tenía concertadas el día siguiente con Leopold y Dorothy. En su lugar, Jonas y él acudirían a Delaware a hablar con el antiguo dueño de la camioneta del mendigo. Hacia el final de la conversación, el vino comenzó a hacer efecto, y Finnegan se exaltó un poco, asegurando que si el plan no surtía efecto, iba a coger a Leopold y a sacarle la información a "hostias finas", expresión que dio lugar a un nuevo chascarrillo: la "Hostia Finnegan". Las risas ayudaron a aliviar un poco los nervios y la tensión en la que habían estado viviendo las últimas horas.
Tras salir del restaurante, se encaminaron hacia el motel. Desde una distancia prudencial, vieron cómo Fred llegaba en coche, aparcaba y esperaba. Al cabo de un rato salía a fumar un cigarrillo y hacía una llamada. Después, una segunda llamada y el teléfono de Jack sonó. Había llamado a alguien antes. Le dieron el número de habitación y se acercaron sigilosamente. Fred llamó a la puerta de la habitación y no obtuvo respuesta, sacó su arma y se giró de repente, encontrándose con los dos policías. Fueron momentos de gran tensión en los que Jack le pidió el teléfono. Fred aseguraba que había llamado a su hermano para informarle de su paradero, cosa que se vio confirmada cuando Jack echó una ojeada a sus llamadas recientes. Y le pidió que no llamara más a su hermano, él se encargaría. Se disculparon, se relajaron, y tras alquilar una habitación bebieron y durmieron, agotados. No sin antes explicar todo lo que sucedía a Fred.
De madrugada, Thomas recibió una llamada. Contestó, y lo único que oyó fueron gritos, gritos de su mujer. El corazón se le encogió. A los pocos segundos, colgaron. Media hora más tarde sucedió lo mismo, pero esta vez con su hermana. Los nervios se le crisparon. Media hora después, tras no coger el teléfono en un par de ocasiones, por fin decidió descolgar. Esta vez alguien habló: una voz con acento extranjero, dándole instrucciones para desviar fondos progresivamente a unas cuentas que recibiría en breve. Dicho y hecho, nada más colgar recibió un correo con las susodichas. No le costó mucho averiguar a quién pertenecían: al Tea Party de Nueva York y a varios miembros de sus filas; una de ellas incluso pertenecía a uno de sus clientes: John Gibbons.
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Senador Samuel McArthy |
Por la mañana temprano, John se sorprendía al ver aparecer en su jardín al presidente James Molinaro, seguido de un par de sus guardaespaldas y su secretaría. Tras la cháchara de rigor, Molinaro pasó a cosas más serias: dijo que había recibido una llamada del senador McArthy, instándole a nombrar a John como su vicepresidente, perfilándolo para el puesto de candidato a alcalde. Molinaro insistió en el hecho de que llevaba demasiado en política como para que un "chupapollas" como John empezara a "tocarle los cojones" a esas alturas, así que esperaba que una vez él lo nombrara vicepresidente, John lo rechazara alegando cualquier excusa. Si no, podía dar por terminada su carrera política. Acto seguido se marchó bruscamente. John no sabía qué hacer, estaba confundido, así que llamó a Vincent Callahan, su compañero en el Tea Party. Vincent ponía cada vez más cara de extrañeza a medida que John le iba explicando la situación, y finalmente le aconsejó hacer caso del senador. Por supuesto, contaba con el completo apoyo del Tea Party. A continuación, John contactó con el senador McArthy, que le dio su apoyo y que tenía el pálpito de que dentro de poco tendría noticias de su hermana.
Tras comprar algunas armas, Jonas, Jack y Fred salieron hacia Delaware. De camino, McNulty recibió una llamada de sus ex-compañeros en respuesta a un mensaje que él les había enviado el día anterior con el extraño logo que habían encontrado en el helicóptero. Le dijeron que aquel logo exactamente era desconocido para ellos, pero que se parecía en cierta medida a otro: el de una empresa llamada UNSTRANS, que era la que se encargaba de transportar su equipo más comprometido (armas y demás) desde una sede a otra.
Una vez en su destino, no tardaron en encontrar el rancho de Tom Williamson, que ahora pertenecía a la cadena St.James Food & Cattle, proveedora de establecimientos de comida rápida y comedores de colegios, cuya propiedad pertenecía a la familia de Dorothy St James. ¿Casualidad? Williamson les atendió hosca pero correctamente. Admitió haber tenido una camioneta así, pero fue Mickey, el de la tienda de coches usados del pueblo, quien la vendió. En una breve visita, Mickey les enseñó el albarán de la venta, que evidentemente no había declarado a hacienda. La temblorosa firma era casi indistinguible pero para Jonas era evidente que el comprador se llamaba Mal Townsend.
Al volver a Nueva York se reunieron con Thomas en el piso del Bronx. Éste ya había comenzado a hacer pequeños traspasos a las cuentas con la ayuda de Joey. Al poco rato, acudieron al edificio donde se encontraban las oficinas de WA. Una vez allí no vieron claro el acceso. El estado físico de Joey y el volumen de Fred hacían muy difícil meterse por espacios reducidos o inestables, y la puerta era inabordable, con el guardia de seguridad de recepción y algunos itinerantes. Tras discutir algunas alternativas, decidieron que lo más prudente sería volver de día e intentarlo de otra forma.