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La Santa Trinidad

La Santa Trinidad fue una campaña de rol jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia entre los años 2000 y 2012. Este libro reúne en 514 páginas pseudonoveladas los resúmenes de las trepidantes sesiones de juego de las dos últimas temporadas.

Los Seabreeze
Una campaña de CdHyF

"Los Seabreeze" es la crónica de la campaña de rol del mismo nombre jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia. Reúne en 176 páginas pseudonoveladas los avatares de la Casa Seabreeze, situada en una pequeña isla del Mar de las Tormentas y destinada a la consecución de grandes logros.

jueves, 30 de diciembre de 2021

El Día del Juicio
[Campaña Unknown Armies/FATE]
Temporada 3 - Capítulo 42

Monolitos y Demonios

Derek encabezó la marcha del grupo pasando la fuente y hasta el pie de las amplias escaleras que daban acceso al pórtico de columnas corintias donde se alzaba la estatua de Mercurio/Hermes. Una veintena de escalones se alzaban ante ellos.

Patrick se detuvo en seco. Además de sentir más intensamente la ya familiar comezón que le había invadido en Canadá y en el Orfeo de Nueva York y que, en su opinión, delataba la presencia de un monolito, se le erizó el vello, fue víctima de fuertes escalofríos e incluso sufrió leves calambres en las piernas que le hicieron tropezar y le forzaron a parar. El resto del grupo se detuvo con él.

—Hay algo muy inusual aquí, y peligroso —susurró el profesor—. Ahora mismo siento muchas cosas, y ninguna... ninguna buena —el profesor tartamudeaba—. Estoy asustado.

—Coincido contigo —dijo Tomaso—. Yo siento algo tremendamente impío en este lugar, pero —continuó, poniendo una mano en el hombro de Patrick— tenemos que sobreponernos y entrar si queremos salvar la existencia.

Las palabras de su amigo reconfortaron el corazón de Patrick y le hicieron sobreponerse a la oposición de su subconsciente a avanzar.

—¿Crees que puede haber un monolito dentro, Patrick? —preguntó Sigrid.

—Creo que sí... estoy convencido. La ventaja es que, si esto es como en Nueva York, mis habilidades estarán potenciadas.

Mientras conversaban, Derek se fijó en todos y cada uno de los detalles de la mansión. Y aunque esta se encontraba en un estado muy bueno, no pudo evitar fijarse en cuatro o cinco puntos donde el edificio había sufrido desperfectos. Provocados por alguna acción física... "¿quizá disparos, o una pelea?", pensó.

De repente, a todos les sorprendió empezar a oír un fuerte sonido, un sonido de aspas de helicóptero, que se acercaba por detrás. Se miraron, confundidos. Tomaso cogió a Sally de la mano y todos corrieron hacia un lateral del edificio para ocultarse.

Desde su parapeto, uno de los muchos entrantes y salientes de la construcción, Tomaso y Derek se asomaron para echar un vistazo. Sin embargo, a pesar de que el sonido era fuerte y claro y cada vez más alto, no se veía nada; solo la fuente varias docenas de metros más allá, y oscuridad. De repente, el presunto helicóptero pareció sufrir una malfunción, y se oyó lo que a Tomaso le pareció una explosión del motor, o quizá un impacto contra algún objeto. Unos zumbidos irregulares como si las hélices perdieran la estabilidad y a continuación varios impactos muy duros contra el suelo, muy cercanos, tanto que Derek y Tomaso se cubrieron con los brazos, temerosos de que algo les golpeara. Pero nada. Silencio.

—¿Pero qué coj...? —empezó Derek, susurrando—. ¿Qué ha sido eso?

—Eso era un helicóptero, seguro —contestó Tomaso—. Pero... ¿invisible? ¿En otra dimensión? No sé.

—Veamos... —Derek empezó a moverse, para asomarse a la parte frontal de las escaleras, seguido por Patrick.

Al asomarse, vieron como había aparecido una especie de agujero, de rastro en la nieve en el suelo, que podría haber sido provocado perfectamente por un accidente de helicóptero. Derek se giró hacia los demás, llamándolos. En cuestión de segundos llegaron a su altura, y miraron hacia donde el director de la CCSA señalaba.

—¿Qué quieres que veamos? —preguntó Sigrid, confundida.

—Pues... —Derek había vuelto a mirar hacia el punto donde había estado el agujero segundos antes. Ya no había nada.

—Yo sé que había un agujero, Derek —le confortó Patrick—, no te has vuelto loco. Ha desaparecido.

Sigrid, que se encontraba un poco apartada del resto, sacudió la cabeza, y no pudo evitar mirar hacia lo alto, hacia el pórtico. Desde allí, entre dos columnas, unos puntos rojos, como si fueran ojos, la miraban. La recorrió un escalofrío.

—Eh....¡eh! ¡Mirad ahí arriba! —increpó al resto.

Pero cuando Patrick miró hacia donde le decía, los ojos habían desaparecido.

—Había dos ojos rojos allí arriba, que nos miraban, estoy segura.

—Uffff —dijo Patrick—, te creo, te creo. Tendríamos que movernos.

—Rodeemos el edificio —dijo Tomaso.

Así lo hicieron. No consiguieron descubrir ninguna otra entrada secundaria, cosa extraña. Seguramente habrían cegado las puertas secundarias. En lo que sí se fijaron, para añadir más incomodidad, fue en que su rastro de huellas era inestable. En un momento dado desaparecían las huellas que iba dejando Patrick, mientras en otro lo hacían las de Derek o de Tomaso o de Sigrid o de Sally. 

Llegaron de nuevo a las escaleras frontales. Justo en el momento en que se volvió a oír el sonido del helicóptero. Y ahora que Derek se había acostumbrado un poco más, lo reconoció como el sonido de un helicóptero de combate. Derek decidió subir las escaleras para refugiarse en el pórtico, mientras Sigrid acompañaba a Tomaso hacia un lateral y Patrick corría tras Derek. De repente, el director de la CCSA se detuvo en seco, al ver varias figuras de sombras que le rodeaban, con demoníacos ojos ígneos.

—¿Qué haces, Derek? —Patrick había llegado a su altura, e intentó empujarlo hacia delante, aunque sin éxito—. Vamos, vamos.

Derek vio con horror cómo una de las figuras lanzaba unos zarcillos de sombras hacia él y otra lo hacía hacia Patrick. Este no parecía ver nada de eso. El sonido del helicóptero volvió a derivar en los zumbidos irregulares y las explosiones, y en los impactos contra el suelo. De repente, a Derek y a Patrick los invadió una ola de calor intenso y sintieron cómo cientos de guijarros invisibles impactaban contra su carne. Salieron despedidos hacia delante presas de un dolor intenso y cayeron sobre la mitad de la escalera, inconscientes.

Tomaso, que había perdido de vista a sus amigos, salió de nuevo a la parte frontal, donde había aparecido de nuevo el boquete. Vieron a sus dos compañeros tendidos en los escalones.

—Vamos, rápido —urgió Sigrid a Tomaso y a Sally.

Corrieron hacia arriba. Pero al entrar en las escaleras, Sigrid se sintió morir. El corazón se le desbocó hasta casi reventar, sus huesos se rompieron y sus músculos se desgarraron. Se derrumbó como un títere sin hilos. Tomaso sufrió el mismo destino. Sally fue presa de las naúsesas y los mareos provocados por la hinchazón de sus venas, pero aguantó consciente con un esfuerzo supremo.

—¡Tomaso! ¡Tomaso, por favor! —imploraba la voz de Sally.

Tomaso abrió los ojos, con un dolor intensísimo de cabeza. Su primer intento de hablar casi lo deja inconsciente de nuevo. Con un gesto de sufrimiento, pudo articular:

—¿Qué...? ¿Cuánto... cuánto tiempo...? —intentó preguntar.

—Bastante tiempo —contestó Sally rápidamente, entendiendo la pregunta—. Los demás necesitan ayuda.

Cuando miró a su alrededor, Tomaso pudo ver que Sally los había sacado a todos fuera de las escaleras (lo que debía de haberle costado horrores, porque tenía una pinta de agotamiento horrible).

—Tuve que sacaros de ahí —explicó—, porque en este tiempo ha habido como veinte o treinta repeticiones del sonido del helicóptero estrellandose. No se ve nada, pero sea lo que sea afecta físicamente a lo que está en el frontal de las escaleras. Ahora, vamos a ver si podemos ayudar a los demás.

—Sí... claro... sí.

Contra todo pronóstico, el cuerpo de Tomaso respondió a su orden de levantarse, y se acercó a los demás. Derek no tardó en despertar; a Sigrid, y sobre todo a Patrick, les costó más volver a la consciencia. Temblaban; el frío estaba haciéndoles mella.

—¿P...por qué te detuviste en... en las escaleras, Derek? —preguntó temblando Patrick.

—¿Eh? Ah, sí... me rodearon varias figuras demoníacas con ojos rojos.

—Qué raro....yo... yo no vi nada...

—Tenemos que entrar ya —urgió Tomaso, justo en el momento en el que se volvió a escuchar el sonido del helicóptero. De nuevo la malfunción y de nuevo el choque contra el suelo.

—Otra vez —dijo Sally—; es insoportable...

—No te p...preocupes Sally, es solo un bucle temporal, o algo así —la tranquilizó Patrick—. Ahora, ¡vamos!

Tomaso cogió de la mano a Sally y siguió a Patrick, seguidos de Derek y Sigrid. La anticuaria, que iba la más rezagada, pronto adelantó al resto de sus compañeros.

—¿Pero qué demonios...? —se giró hacia ellos. 

Todos estaban arrodillados, presa de vómitos y perdiendo extrañamente el equilibrio. De algún modo, habían creído que los escalones giraban a su alrededor y caían en una espiral descendente hacia el infinito. Sobre todo Derek y Sally parecían afectados por el vértigo. Patrick y Tomaso se recuperaron gracias a la ayuda de Sigrid. En ese momento, Tomaso vio cómo desde detrás de la estatua de Hermes, que ya se veía más o menos cercana, aparecían dos figuras sombrías que los señalaban y se reían. Se quedó congelado, señalando hacia allá.

Sigrid miró a su alrededor, viendo cómo estaba el grupo, y decidió que su única oportunidad era darles fuerza a través del vínculo kármico que los unía. Con un gran esfuerzo de voluntad, hizo reaccionar a Tomaso, a Derek y a Patrick, justo en el momento en que se empezaba a oír de nuevo el helicóptero. 

—¡Vamos, corred! —gritó la anticuaria.

Tomaso cogió a Sally de la cintura, ya que el vínculo kármico no la englobaba a ella, y corrieron hacia el pórtico. Sin embargo, a medida que iban subiendo se iban sintiendo más mareados, y en concreto Patrick iba sintiendo una comezón en la nuca más acusada. "Nos estamos acercando al monolito", pensó; "esto va a ser muy difícil... ya solo subir estas escaleras nos está costando la vida". Mientras pensaba esto, se fijó en otro hecho inquietante: la estatua de Hermes estaba girando su cabeza, siguiéndolos con la mirada.

—¿Veis eso? —señaló la estatua.

—Sí, nos está observando —confirmó Tomaso—. Tened cuidado, siento que aquí hay algo extremadamente maligno, casi no puedo aguantarlo.

Llegaron al final de las escaleras y entraron en el pórtico. De la estatua de Hermes emanaba una sensación tenebrosa que les encogía el alma. Pararon a recuperar el aliento con el corazón desbocado, cosa que a Tomaso le costó bastante, debido a la sensación de malignidad del lugar. 

—Mirad —Derek señaló el suelo. 

Multitud de sombras parecían danzar en el suelo del pórtico sin figura física que las proyectara.

—¡¿Pero qué...?! —exclamó Tomaso, que había sentido cómo uno de sus pies se dormía y no podía despegarse del suelo.

—Mierda, ¡¿qué pasa aquí?! —exclamó Sigrid casi al mismo tiempo. Había sentido lo mismo.

Cuando miraron hacia sus pies, vieron cómo varias de las sombras del suelo estaban agarradas a los pies de Tomaso y Sigrid, impidiéndoles moverse, y entumeciéndoles la extremidad. Por más que pateaban, no podían librarse de ellas.

—¡Aaaah! —gritó Sally—. ¡No, no, no! —Varias de las sombras la habían agarrado hasta la cintura, tirando de ella hacia abajo.

Derek, pensando durante un par de segundos buscó la puerta de la mansión. Donde antes debía de haber habido un portón bastante grande, ahora solo había una gran boca de oscuridad. El americano apretó los dientes, con un gesto de frustración.

Tomaso, desesperado, tiró con todas sus fuerzas sin éxito, viendo cómo Sally se hundía poco a poco hasta la cintura en las sombras del suelo. 

—¡No! ¡Nooooo! —rugió. Se estiró lo indecible hasta que pudo agarrar los brazos de la periodista, su amada. 

Un resplandor plateado pareció envolver al italiano cuando tiró de ella con todas sus fuerzas, ayudado por Derek que había corrido también para intentar sacarla de allí. Ambos gritaron por el esfuerzo, y tras varios segundos de indecible agonía, las sombras cedieron; Sally fue liberada con un brusco tirón y Tomaso cayó hacia atrás, con su propio pie todavía inmovilizado.

Patrick, viendo angustiado todo esto, decidió acabar con lo que creía que provocaba todo aquello. Recurrió a su habilidad de alterar la realidad, y, muy fácilmente (lo que para él confirmaba la presencia de un monolito) consiguió destruir el pedestal donde se alzaba la estatua de Hermes, que cayó a plomo y se rompió en varios pedazos. En ese momento, todas las sombras presentes en el pórtico liberaron sus presas y empezaron a correr hacia Patrick.

El profesor no tardó en darse cuenta del peligro que corría, pero sintió algo de alivio al ver a sus compañeros liberados. Les hizo un gesto para que corrieran hacia el interior de la mansión, y él mismo volvió a alterar la realidad para realizar un salto sobrenaturalmente horizontal y cruzar de una sola vez la veintena de metros que le separaban de la boca de oscuridad. Lo consiguió, atrayendo a todas las sombras consigo. Cuando cruzó el umbral, pareció chocar contra un aire mucho más denso, y algo frío lo envolvió y lo aplastó contra el suelo, provocando un doloroso impacto.

El resto aprovechó para correr hacia el acceso al interior de la mansión, pero ahora las sombras estaban agolpadas en la "puerta". Afortunadamente para Patrick, parecía que no podían entrar, pero suponían un obstáculo para el resto del grupo. Aun así, saltando y dando volteretas consiguieron todos atravesar el umbral sin que las sombras los atraparan.

Sobreponiéndose a lo que parecía una mayor densidad del aire, Tomaso se alzó en la penumbra, sosteniendo a Sally y con Sigrid al lado. 

—Joder —alcanzó a decir el italiano. En la penumbra pudo ver dos figuras compuestas de sombras parecidas a jirones de humo y con los ojos como tizones. Ambas parecían ser capaces de proyectar su propia esencia en zarcillos, y de hecho lo estaban haciendo ahora mismo, aplastando contra el suelo a Patrick y a Derek.

Los dos engendros miraron a los recién llegados y lanzaron más zarcillos de sombras contra ellos. Afortunadamente no los alcanzaron en primera instancia.

—¡Ayúdalos Tomaso, por favor! —Gritó Sigrid—. ¡Debes poder hacer algo!

Tomaso se armó de valor, y echó mano de su más profunda fe. Aquello era sin duda la quintaesencia del mal, lo que él más odiaba, y lo iba a erradicar. Empezó a rezar en voz alta, cada vez más alto, hasta que rugió las palabras.

Cuando Derek y Patrick, asfixiados, creían que no iban a poder aguantar más e iban a perder la consciencia, de repente la presión cesó y pudieron recuperar el aliento y ponerse en pie. Las sombras se habían retirado y solo veían a Tomaso envuelto en un aura argéntea mostrando en su mano el crucifijo de su pecho y declamando potentemente palabras en latín.

Mientras tanto, Sigrid se había fijado en su entorno. El vestíbulo de entrada parecía iluminado por pequeñas hogueras invisibles que hacían que danzaran sombras por doquier a su alrededor. Al fondo, donde debería haber habido una puerta, un gran hueco en la pared que parecía haber sido abierto a toda prisa, daba acceso a una gran sala al fondo de la cual la oscuridad se hacía más acusada. Fijándose un poco más, pudo ver que esa oscuridad correspondía a un enorme monolito cúbico de unos dos metros y medio de lado. "Qué raro...", pensó, "es como si hubieran quitado la puerta de entrada y también la puerta de esa sala para dejar pasar el monolito... las medidas coinciden... ¿lo trajeron hasta aquí? ¿Cómo demonios lo hicieron?".

Mirándose unos a otros, un simple gesto bastó para que todos iniciaran la marcha reverentemente hacia el monolito, protegidos de las sombras por la voluntad de Tomaso. A una distancia prudencial, ya en el interior de la sala posterior (una enorme sala que coincidía con la descripción que les había dado Klaus Jürgen), Sigrid se detuvo:

—No es necesario que nos acerquemos más. Desde aquí puedo intentar ya ver la escena —todos se detuvieron al punto, excepto Patrick que, como en trance y con la vista fija en el monolito, avanzó un poco más.

Sigrid se concentró y concretó sus pensamientos: "Muéstrame lo que sucedió durante el ritual orgiástico en el que estuvo presente Klaus Jürgen". En los siguientes minutos, Sigrid describió en voz alta a sus compañeros lo que pudo ver.

Durante cierto tiempo, la sala fue recibiendo gente. Gente de dinero y poderosa, y en su mayoría ya entrada en años. Pero todos ellos acompañados por un séquito de hombres y mujeres jóvenes (y no tan jóvenes, entre ellos Klaus)

Todos ellos, auspiciados por aproximadamente una docena de personas vestidas con túnicas ceremoniales y encapuchadas, se fueron desnudando poco a poco, entre cánticos (que Sigrid no podía oír) y gestos rituales. Varias mujeres y hombres desnudos, todos sumamente atractivos, iban de un sitio a otro con jarras de una bebida extraña de la que llenaban sus copas todos los presentes, muchos de los cuales ya caían presa de la embriaguez. Progresivamente, el ambiente fue subiendo de temperatura, y la ceremonia derivó en una intensa orgía. La orgía duró horas y horas, y durante ella se llevaron a cabo varios rituales, casi todos ellos relacionados con la recogida del semen y una consagración extraña del mismo. 

En un momento dado, entre mucha ceremonia y boato, hizo acto de presencia el que parecía el líder de toda aquella locura, con una túnica escarlata y negra, y con capucha echada sobre su cabeza. Se situó en el altar que habían habilitado donde en la actualidad estaba el monolito negro, y en ese momento Sigrid pudo ver su rostro: el rostro de un hombre de unos cuarenta años con perilla canosa y ojos profundamente azules. "Así que ese es el aspecto que tenías hace seis años", pensó la anticuaria, "y supongo que seguirás más o menos igual". 

El vello de Sigrid se erizó cuando vio que poco después, en la mesa que tenía ante sí el presunto Aleister Crowley, sus secuaces depositaban tres bebés que dormían plácidamente. Apenas pudo ver lo que siguió, pero haciendo de tripas corazón, con lágrimas en los ojos y fuertes náuseas, vio cómo con una sangre fría extrema, arrancaban los corazones de los pobres niños, para acto seguido, Crowley comerse uno y dos de sus secuaces el resto. Corazones de bebé crudos. "Bastardos", pensó con rabia Sigrid, "malditos bastardos".

Tomaso sintió una repulsión extrema cuando su amiga fue relatando la escena. Apretó fuerte los puños y juró en silencio que mataría a aquel  hombre con sus propias manos. "Lentamente, poco a poco, apretaré su cuello y..." Al darse cuenta del hilo de sus pensamientos, rezó en silencio, desesperadamente.

La gente aplaudió a rabiar el infame acto de Crowley y sus seguidores, Sigrid esperaba que debido al efecto de las drogas. La sangre de los recién nacidos se puso en unos cuencos que fueron pasando por toda la sala. Poco después, algunos de los presentes empezaron a vomitar. Y no solo a vomitar el contenido de sus estómagos, sino que, junto con las sustancias, empezaron a expulsar sombras. Pocas al principio, pero al cabo de unos minutos una pequeña multitud de gente expulsaba enormes jirones de oscuridad por sus bocas, con un gesto de indescriptible sufrimiento en sus rostros. Algunos empezaron a expulsar sangre, y no tardaron en empezar a morir los primeros ancianos.

Las sombras expulsadas no tardaron en expandirse hasta cubrir prácticamente la totalidad de la escena. La visión de Sigrid se dificultó, pero alcanzó a ver cómo algunos jirones de sombras tomaban forma de seres demoníacos que ya habían encontrado hacía un rato. Esos "jirones vivientes" reventaban el cuerpo de la persona que los expulsaba cuando salían de ella, con lo que la sala también tardó poco en ser un pequeño lago de sangre y vísceras. La gente que no estaba lo suficientemente drogada gritó de terror, pero la mayoría era víctima de los efectos de los alucinógenos y no alcanzó a reaccionar.

La gente que iba vestida con túnica fue azuzada por su líder y finalmente parecieron reaccionar. Movieron sus manos y recitaron letanías, creando y lanzando luz, relámpagos y fuego. Estalló una batalla campal, y varias de las sombras consiguieron apresar al líder, el presunto Crowley. No obstante, la oscuridad se hizo ya tan densa que Sigrid no pudo ver nada más.

Sigrid cayó de rodillas, agotada y profundamente asqueada por todo lo que había visto.

—Madre mía... —rebufó Patrick.

—¿Has... has acabado, Sigrid? —preguntó Tomaso, rechinando los dientes. En todo ese tiempo no había dejado de concentrarse para canalizar la energía divina y proteger a sus compañeros de la oscuridad—. No puedo aguantar mucho más...

—Si, démonos prisa —acordó Derek, ayudando a levantarse a Sigrid—. Sigrid, ¿crees que podrías ver cómo apareció el monolito aquí?

—No lo sé, lo puedo intentar.

—Haz todo lo que puedas —intervino Patrick—, es importante.

Sigrid volvió a concentrarse.

Alrededor de Sigrid apareció una penumbra que no llegaba a ser ni de lejos una oscuridad cerrada. Aun así, por todas partes se habían encendido luces para combatirla (eléctricas, de combustión y de todo tipo), cosa que no se había conseguido totalmente. La puerta principal de la mansión había desaparecido y en su lugar había un hueco abierto manualmente; la puerta que daba acceso a la sala principal había sufrido el mismo proceso. Varias figuras vestidas sobriamente entraron por el hueco principal, con los brazos extendidos y un gesto de concentración en sus caras. Tras ellos, aún más personas, también usando sus poderes (¡entre ellos Svanur Simonsson, el que los había traicionado en Viena!), y un contenedor industrial que parecía haber sufrido varios desperfectos. El contenedor levitó lenta, agónicamente, hasta la parte posterior de la sala, donde en la escena anterior se había situado el altar. Allí lo dejaron caer y otras personas procedieron a retirar las planchas de metal, dejando a la vista el monolito que había en la actualidad.

Entre las figuras presentes se encontraba el líder de la ceremonia orgiástica y autor del asesinato de los bebés, el presunto nuevo huésped de Aleister Crowley. Lucía varias cicatrices en la cara, que no había tenido en el momento del ritual. Y la imagen se esfumó.

—Vaya —dijo Patrick—, o sea, que el monolito entró aquí después de la ceremonia...

—¿No arrasaron hace poco el Orfeo de Milan? ¿No es posible que sea el monolito que hubiera allí? —hizo notar Tomaso, con el rostro perlado de sudor por el esfuerzo que ya le suponía canalizar su poder—. Sea lo que sea, larguémonos de aquí —cada vez más sombras se agolpaban en el límite de la luz del italiano—.

Patrick utilizó su poder para reventar un hueco en la pared posterior de la mansión. Poco después empezó a reconstruirse por sí misma. El profesor decidió entonces, en un arrebato, correr hacia el monolito y tocarlo. Tras un segundo, una multitud de miles de una especie de pequeñas arañas hechas de sombras empezó a trepar por su piel. No pudo reaccionar; en cuestión de un parpadeo, todo su brazo estuvo envuelto en sombras, y a continuación toda su persona. A ojos de Tomaso, que se alejaba de espaldas hacia la puerta protegiendo a todos los demás, fue como si el monolito se tragara a su amigo tras envolverlo en aquellas sombras vivientes.

En aquel instante, todos ellos a través de su vínculo kármico sintieron una oleada de terror y de angustia extremadamente brutal. Tomaso estuvo a punto de perder pie e incluso el conocimiento cuando sintió el salvaje sufrimiento de su amigo, igual que Sigrid y Derek, a cuyos ojos acudieron lágrimas de tristeza. Pero este último consiguió rehacer a los otros dos y sacarlos a rastras de allí, ya casi sin fuerzas para moverse. En el pórtico volvía a erguirse la estatua de Hermes como si no hubiera sucedido nada. Los últimos coletazos del poder de Tomaso los protegieron de las sombras hasta que llegaron al pie de las escaleras.

—Han... han arrastrado a Patrick... lo han arrastrado al Averno... —gimió Tomaso, todavía presa del shock, cayendo de rodillas al suelo con Derek. La cordura de los dos había cedido por fin.

Entre Sigrid y Sally consiguieron arrastrar a sus dos compañeros hacia donde se encontraban los demás, hacia el coche. Sally no podía evitar llorar, desesperada. Afortunadamente, cuando se alejaron lo suficiente de la mansión, el resto comenzó a moverse de nuevo.

—¿Qué, qué ha pasado? —preguntó Theo Moss, sorprendido por los cambios a su alrededor.

Sigrid se unió a Sally en su llanto desconsolado.

 


FIN DE LA TERCERA TEMPORADA

 



jueves, 16 de diciembre de 2021

El Día del Juicio
[Campaña Unknown Armies/FATE]
Temporada 3 - Capítulo 41

Buscando la Mansión de la Golden Dusk

Klaus no pudo contener el llanto al recordar las escenas horribles de la "fiesta benéfica".

—Será mejor que lo llevemos a su casa —dijo Tomaso, que ante la situación había decidido acercarse a la mesa donde se había producido la conversación—. No creo que sea buena idea continuar con esto así.

—El problema —respondio Derek, haciendo un aparte con su amigo— es que ahora recuerda, y si ahora va a la policía puede perjudicarnos mucho...

—Claro —coincidió Sally—, la policía puede estar comprada o compinchada con Crowley y compañía.

—Quizá le podría hacer olvidar —anunció Sigrid.

—En cualquier caso, llevémoslo a casa para que esté más tranquilo —insistió Tomaso. Y así lo hicieron.

Al levantarse, Patrick aprovechó para meter en la mochila el cubo negro que había aparecido en la mesa al hacer uso de sus habilidades.

No obstante, finalmente el grupo prefirió no llevar a Klaus a su casa ante el peligro de que acudiera a la policía. Su mujer y su hija tendrían que esperarlo un poco más, y les pusieron una excusa peregrina por teléfono para justificar el retraso de su marido. Evitando también las preguntas de Franz Neumann acerca del "extraño cubo negro que había aparecido de la nada", decidieron llevarse con ellos a Klaus en busca de la mansión donde había tenido lugar la presunta fiesta benéfica. Se despidieron del traductor y se marcharon en busca del complejo, hacia Affoltern.

Decidieron empezar su búsqueda en el pequeño museo local sito en el pueblo de Zwillikon, al norte de la comuna. Allí les recibió una amable señora a punto de entrar en la tercera edad, que por suerte hablaba algo de inglés. Patrick, acompañado por Derek, tomó la palabra:

—Buenos días, estamos haciendo un viaje de "turismo arquitectónico" por la zona —el profesor puso la mejor de sus sonrisas—, viendo edificaciones antiguas, y nos gustaría saber si en los alrededores hay alguna mansión interesante de ver. No sé si tendría algún registro, o fotos antiguas de la zona que pudiéramos ver para poder visitar.

La mujer se quedó pensativa unos segundos.

—Es algo extraño lo que usted me pide —dijo—. Me temo que no tengo fotos así, aunque conozco dos o tres mansiones muy bonitas que quizá estaría usted interesado en visitar, Rauhenhaus, Baumannshaus, o también Schneiderhaus.

—Sí, estamos sobre todo interesados en edificios que fusionen arquitectura centroeuropea con neoclásica, que tengan elementos neoclásicos como por ejemplo, no sé... —disimuló— estatuas de dioses griegos, columnas corintias y demás.

—Bueno... solo conozco una villa que reúna unos requisitos parecidos... Baumannshaus. Esa seguro que les gustará, es muy bonita.

Tras tomar buena nota de la localización de la villa, hacer una pequeña donación y agradecerle a la señora su amabilidad, se marcharon rápidamente hacia allí. Desde un otero y con ayuda de unos prismáticos observaron la mansión. Efectivamente, lucía una docena de estatuas griegas en su parte frontal, pero tras unos minutos se convencieron de que el lugar no se correspondía con lo que había descrito Jürgen.

—¿Qué hacemos ahora? —se preguntó Patrick.

Discutieron qué hacer a continuación, totalmente atascados. Intentaron avanzar preguntando a varios taxistas sobre una mansión con las características que conocían, sin éxito. Por fin, Derek propuso acudir a preguntar a guías turísticos, que serían los que mejor conocían la región. El grupo acordó que sería el mejor curso de acción. Una rápida búsqueda reveló tres empresas de turismo en el distrito de Affoltern. Ya caía la noche cuando visitaron la primera, una empresa moderna, atendida por dos bellísimas jóvenes en el mostrador; desgraciadamente, no sacaron nada en claro, con lo que se retiraron a dormir a su casa.

Aprovecharon para tener una conversación con Klaus, al que habían dormido con barbitúricos durante las horas que habían pasado buscando la mansión. Consiguieron tranquilizarlo y, al menos, postergar su intención de acudir a la policía (Derek le insistió en que la policía estaría seguramente compinchada); acto seguido, lo llevaron a su casa donde se reunió con su mujer y su hija.

Esa noche, Derek se despertó con un fuerte escalofrío. Vio un cuervo en la ventana, un cuervo con unos extraños ojos brillantes. "Otra vez", pensó. "Nos están buscando otra vez". En pocos instantes, el cuervo levantaba el vuelo. 

Durante el desayuno, Derek no tardó en revelar el hecho:

—Nos están  volviendo a buscar, he vuelto a ver cuervos en sueños.

—Tendremos que movernos rápido entonces —dijo Tomaso, ante el asentimiento general.

Acabando rápidamente el desayuno, acudieron a la segunda de las empresas turísticas que habían seleccionado el día anterior.

La oficina tenía un aspecto más descuidado que la del día anterior. Se notaba que había vivido momentos mejores y se encontraba en un momento económicamente delicado. Una chica les recibió amablemente, hablando un correcto inglés.

—Buenos días, señores. ¿En qué puedo ayudarles?

—Buenos días —empezó Patrick—. Realmente, venimos a preguntar por algo muy concreto. Estamos de vacaciones por la zona, y unos amigos que estuvieron también por aquí hace unos años nos hablaron de un par de mansiones muy pintorescas... sobre todo de una que lucía una estatua del dios Mercurio sobre una fuente. Personalmente, soy muy aficionado a la arquitectura y al clasicismo, y me interesaría mucho ver esa mansión... ¿tiene usted alguna idea de cuál puede ser y dónde encontrarla?

—Una fuente... un dios romano... pues realmente no sé qué decirle... quizá se trate de la mansión Baumannhaus...

—No, esa ya la hemos visto y no es la misma, tiene...

En ese momento, un hombre entrado ya en años, con barba blanca, ojeras y sin pelo entró en la oficina.

—Guten Morgen, Olga —dijo en alemán—. Buenos días señores, siento interrumpir —continuó en inglés, espero que frau Olga les esté atendiendo bien.

—Sí muy bien —le respondió Patrick con una amplia sonrisa.

Herr Beck —dijo la chica—, estos señores están interesados en una mansión con mármol rosa porticado, con una fuente y sobre ella una estatua del dios Mercurio... ¿le suena a usted?

Beck se quedó pensativo unos segundos.

—Ummm... ¿no es Baumannshaus?

—No, no es esa, venimos de allí.

—Pues la verdad es que no caigo, no... —se dio la vuelta para marcharse, y abrió la puerta de sus despacho mientras Parick se disponía a leer su aura. De repente, se detuvo—: Bueno... ahora que lo pienso... quizá ustedes están buscando la mansión Hausenbach...

—Es posible —dijo Tomaso, con Patrick concentrado en ver el aura del viejo.

—Oh, hace tantos años —dijo el anciano. Su aura tenía alteraciones que salían de lo normal. "Más que alteraciones", pensó Patrick, "es que tiene un aura especial".

—¿Cómo es esa mansión? —insistió Tomaso—. ¿Y dónde se encuentra?

—Oh, hace mucho ya... yo era mucho más joven. Pero lo recuerdo, sí, la estatua de Hermes, bellísima, y la fuente también. Está entre Arni y Oberwil-Lieli. Les puedo llevar allí si quieren, si contratan un tour privado.

—Por supuesto —contestó enseguida Derek, disfrutando del desatasco en su investigación.

—¿Sabe si está habitada o abandonada? —preguntó Tomaso.

—La verdad es que no, hace muchos años que estuve, como les digo, ni siquiera recuerdo por qué. Pero como les digo, les puedo guiar hasta allí.

Y así, tras firmar unos papeles y entregar unos billetes, El grupo se encontró en el interior de un minibus conducido por el propio Beck hacia el noroeste. Los hombres de Paolo los seguirían en su propio vehículo.

Media hora después pasaban el pueblo de Arni y se adentraban en las carreteras secundarias que atravesaban el bosque. Pocos minutos después de dejar el pueblo atrás, la visibilidad del grupo se vio reducida por la aparición de niebla alrededor. La niebla se fue espesando rápidamente dificultando la conducción, y Beck tomó varias bifurcaciones, hasta que reconocío haberse equivocado. Tuvieron que volver hacia atrás un par de veces y dirigirse hacia otra dirección. 

—Claramente —susurró Sigrid, la más experimentada en salidas a la naturaleza, al resto de sus compañeros— el recorrido que estamos haciendo es demasiado extenso para el área que se ve en el mapa entre los dos pueblos. Algo raro pasa aquí.

Ante las palabras de su amiga, Patrick se esforzó por intentar detectar lo que fuera que sucediera en la zona, pero no pudo controlar sus habilidades (por otra parte prácticamente incontrolables) para servir a tales fines. Los móviles tampoco funcionaban desde hacía rato, y entre la niebla y la espesura apenas había luz, prácticamente el entorno era nocturno.

Finalmente, tras tomar una pista forestal bastante ancha y cuidada, llegaron a una explanada que se abría en medio del bosque. La niebla y la oscuridad impedían ver más allá de unos pocos metros, y desde hacía unos minutos, desde que se acercaban al claro, Patrick se rascaba compulsivamente la nuca, sintiendo la misma sensación que ya le había invadido en el Orfeo de Nueva York y en la catedral de Lucerna. Y no solamente Patrick; en esta ocasión, también Tomaso sintió una especie de comezón, de incomodidad. 

—Este lugar... —susurró el italiano— es... malsano. Hay algo impío aquí —se santiguó.

Sin alcanzar a escuchar las palabras de Tomaso, que las había pronunciado en un tono bajo para que solo las oyeran sus amigos, herr Beck dijo, mirando a su alrededor:

—Sí.... recuerdo esta explanada, y este ensanchamiento de la vía... sin duda, la mansión tiene que estar aquí. Deberíamos haber cruzado ya la verja de entrada. Qué extraño... es como si hubiera desaparecido.

Algunos de ellos bajaron del vehículo, entre ellos Sigrid, que recogió algunas ramas lo suficientemente secas como para prenderlas.

—Mirad —increpó la anticuaria, señalando un punto donde la nieve era más clara—. A partir de aquí no crece la hierba. Una línea recta perfecta. ¿Es posible que coincida con donde estaba el muro, o la valla de la propiedad?

—Sí... —dijo Beck, tras meditarlo rascándose la cabeza—, sí, es muy posible. Estoy perplejo, la verdad.

Se unieron con los poseídos de Paolo, Lorenzo y Fiódor, que habían dejado el vehículo atrás y habían recorrido el último tramo andando. Varios continuaron a pie, con Sigrid clavando ramas para que sirvieran de guía por si acaso, hasta que el minibus, que iba por delante de ellos, se paró. No hubo manera de arrancarlo de nuevo hasta que lo empujaron unos metros hacia atrás. Pudieron volverlo a arrancar así, lo que les sacó suspiros de alivio.

—Uf —profirió Patrick—. ¿Qué hacemos? Debemos tener cuidado...

—Tenemos que seguir —dijo Tomaso—. No podemos volver ahora.

*****

Derek encabezó la marcha, rodeado de los demás, y pocos pasos más adelante, el resto se paró. El norteamericano se giró, extrañado.

—¿Qué pasa? ¿Por qué os detenéis? —ninguno pareció reaccionar, así que Derek retrocedió hacia ellos.

Sintió un escalofrío cuando todos sus compañeros, inmóviles y sin expresión, se limitaron a mirarlo fijamente mientras se movía. Se acercó a Tomaso.

—¿Qué pasa, Tomaso? Contéstame —el italiano se limitó a mirarlo, sin expresión; igual que todos los demás. Al cabo de unos momentos de intentos infructuosos, el terror a la soledad de Derek se disparó, y se desesperó, gritando a todos para que reaccionaran.

*****

Mientras caminaba casi a la altura de Derek, Tomaso sobrepasó al resto. Se habían quedado parados e inmóviles, mirándolo fijamente. Por más que lo intentó, no pudo hacerlos reaccionar, y empezó a rezar quedamente, profundamente inquieto ante sus miradas fijas en él. Ni siquiera pudo hacer reccionar a Sally, por más que le rogó y la zarandeó. Lorenzo y Fiódor también estaban inmóviles, mirándolo.

*****

Patrick caminó también hasta que se dio cuenta de que se había quedado solo. Todos sus acompañantes se habían detenido y lo miraban fijamente en la oscuridad. Tras varios intentos de hacerlos reaccionar, observó sus auras. Ninguno de ellos tenía ni rastro de aura, lo que provocó un fuerte temblor en el profesor, pero se sobrepuso, pensando sin parar.

*****

Sigrid clavó una nueva rama marcando el paso, y al levantarse se dio cuenta de que todos estaban inmóviles y mirándola fijamente.Después de intentar comunicarse con ellos y no conseguirlo, salió del círculo irregular que habían formado alrededor de ella, y sintió pánico al ver que la seguían con la mirada, sin hacer absolutamente nada más.

*****

Sigrid y Patrick hicieron de tripas corazón y, asumiendo que aquellos que estaban a su alrededor no eran sus amigos, avanzaron un poco más. Tomaso y Derek decidieron hacer uso del vínculo kármico que les unía. En ese momento, todos ellos se dieron cuenta de que la niebla había desaparecido, y era de noche. Y no había ni una sola estrella en el cielo, que ahora estaba despejado. Les recordó mucho a cuando habían estado en Quebec, en otra vida.

Avanzando un poco más, sobreponiéndose a la noche, al vértigo y la falta de estrellas, alumbrados por una luminiscencia sobrenatural, vieron delante una plazoleta presidida por una fuente, y más allá una mansión con mármol rosa, con un frontis porticado y unas amplias escaleras. El frontis cobijaba un altar coronado por una bonita estatua del dios Hermes.

Invocando su vínculo con la pura fuerza de voluntad, Derek, Tomaso y los demás consiguieron contactar los unos con los otros  y sacarse de aquella anomalía en la que se encontraban inmersos. Así, Sigrid, Patrick, Sally y los propios Tomaso y Derek se reencontraron por fin en medio de la noche, ante la mansión y con el resto de sus acompañantes congelados y mirándolos fijamente. Se miraron unos a otros y, con un acuerdo tácito, se giraron hacia el edificio.

—Bueno, vamos a ver qué nos encontramos ahora —dijo Derek, iniciando la marcha.


 

 


jueves, 11 de noviembre de 2021

El Día del Juicio
[Campaña Unknown Armies/FATE]
Temporada 3 - Capítulo 40

Investigación en Zúrich. Deshaciendo un entuerto.

Derek hizo un gesto a Lorenzo y Fiódor, los dos hombres de Paolo, señalando a los recién llegados. Los poseídos se acercaron, preparándose para un posible enfrentamiento. Por su parte, Patrick llamó por teléfono a Tomaso para ponerle sobre aviso. Le conminó a salir de la catedral rápidamente, porque seis personas se apresuraban hacia allí, entre ellas dos de los hechiceros de Milán. Tomaso informó a Sigrid y, rápidamente, se dirigieron a un lateral del templo junto a Sally y Theo.

Tras esperar unos momentos ocultándose de los recién llegados entre las columnas, se dirigieron hacia la puerta. De repente, una mujer gritó a lo lejos:

—¡Eh! ¡Alto! ¡Allí, rápido!

Pero ya era tarde para detenerlos. Entre el magro gentío de fieles y de turistas, Sigrid y Sally empezaron a correr, seguidas por Tomaso y Theo. Pocos segundos después se reunieron con el resto y se perdían en las callejuelas anexas. 

Una vez a salvo en los coches y de camino de vuelta a Zúrich, charlaron largo y tendido sobre la visión que Sigrid había tenido en el interior de la catedral. Les habló del extraño grupo que al parecer había sido atacado por relámpagos y cómo habían usado unos escarabajos muy parecidos al que había atacado a Tomaso para deshacer el suelo. Pero no había podido llegar a ver nada más allá.

Ya tranquilos en la casa de campo, recapitularon sobre todo lo que había sucedido en Lucerna, y elucubraron con diferentes posibilidades.

—En la catedral sentí lo mismo que en el Orfeo de Nueva York pero más atenuado —dijo Patrick—. Aun así, creo que eso no debe de ser un monolito.

—Bueno, todo apunta a que sí lo es, no estoy de acuerdo contigo —rebatió Tomaso—. Pero no sé si vamos a sacar algo más en claro de Lucerna, y más habiéndolos puesto sobre aviso.

—Sí —acordó Derek—. Creo que deberíamos dejar que se relajaran un poco y mientras tanto dedicarnos a investigar lo de la fiesta donde sucedieron las muertes. Dentro de unos días, cuando las aguas se hayan calmado, podríamos intentar colarnos en la catedral por la noche.

—Estoy de acuerdo —anunció Sigrid.

—Bien... —continuó Patrick— entonces, ¿qué sabemos de la tal "Golden Dusk" aparte de que parecía una empresa dedicada al bienestar de la tercera edad (y cuyo nombre se parece mucho al de la Golden Dawn)? ¿Podríamos averiguar algo más?

—Lo dudo —intervino Sally—. A Omega Prime les costó exprimirse hasta la última gota para encontrar esos dos míseros fragmentos de información. Dudo que Jacobsen o nadie más pueda encontrar nada relacionado con ella.

—Sí, parecen haberlo borrado todo, incluso los registros empresariales y sociales —rubricó Tomaso.

Tras unos segundos en silencio, Patrick sugirió:

—Vale... entonces, si os parece bien, sugiero que contactemos con alguna otra empresa geriátrica de la ciudad para ver si les suena algo sobre ella, o sobre la fiesta benéfica, o alguna otra cosa.

Todos se mostraron de acuerdo. Una rápida búsqueda de Tomaso reveló (entre varias otras) tres importantes empresas de cuidados geriátricos en la ciudad. Así que, tras descansar esa noche, el día siguiente procederían a iniciar sus pesquisas.

Cuando ya se habían retirado, Sigrid recibió una llamada de Emil Jacobsen. A petición del bibliomante, la anticuaria reunió de nuevo al grupo y puso el manos libres. Jacobsen les informó de que habían encontrado al menos ocho empresas en todo el mundo con la denominación "Golden Dusk", pero ninguna que tuviera que ver con el cuidado de ancianos, y mucho menos en Suiza o alrededores. Esa vía no iba a llevar a ninguna conclusión válida.

—Pero —añadió Emil— lo más importante que quería compartir con vosotros es un vídeo que hemos encontrado por pura casualidad. Os lo he dejado en la nube, en el enlace que le acabo de mandar a Sigrid.

Tomaso intentó abrir el archivo, pero obtuvo un mensaje de error debido a un "formato incorrecto".

—Emil —dijo el italiano—, no puedo abrirlo, da un error de formato.

—Sí, es muy extraño. Tenemos que estar copiándolo cíclicamente en bucle porque al poco tiempo se corrompe; lo descubrió Stephen, nuestro cibermante. Ya lo han vuelto a subir. Probad ahora. Luego me explicáis qué es eso.

Esta vez sí que se lanzó la visualización.

El vídeo comenzaba al atardecer con dos jóvenes de unos veinte años preparando una cámara doméstica. Uno de ellos comenzó a hablar en italiano, que Tomaso fue traduciendo para sus compañeros:

—Aquí Sebastian Grillo, para el blog "las cosas más extrañas". Hemos conseguido colarnos en la zona cero de Milán,  el barrio que literalmente explotó y fue borrado del mapa hace unos días. Mirad cómo está. 

El otro joven hizo un barrido con la cámara, lo suficiente para que el grupo reconociera el barrio donde habían tenido el encuentro con los hechiceros de Hermes y se habían producido las explosiones. Theo tomó la palabra:

—Eso está demasiado arrasado para tratarse de unas explosiones terroristas. Lo han destruido a conciencia, para que no quedara nada. Esa gente es realmente peligrosa.

El joven diletante continuó hablando:

—El ejército tiene acordonada la zona, pero son un poco ineptos —soltó una risita—. Hemos conseguido colarnos y vamos a ver qué podemos encontrar, porque, ya sabéis, amigos de lo paranormal, lo que se dice sobre esto. Dicen que ha habido un "resurgir de los tiempos antiguos", y que esto ha sido obra de unos hechiceros... en fin, vamos a ver lo que podemos encontrar. Cuidado Carlo, que si nos ven nos meterán en el calabozo, o algo peor.

Tras unos pocos segundos de movimiento y cháchara, el cámara tomó la palabra:

—¡Sebastian, mira allí, mira allí! —le urgió, susurrando.

La cámara giró e hizo zoom hacia un lugar determinado. Entre los cascotes y restos, una mujer miraba alrededor, como en trance. 

—Joder, Rebecca Clarkson —dijo Derek—. Y ¿qué hace? ¿Está llorando? —efectivamente, parecía que a Rebecca le caían lágrimas por las mejillas. 

—Joder —fue lo único que aceptó a decir Patrick.

El joven periodista aficionado continuó:

—¿Qué demonios hace una mujer aquí? ¿Se ha colado como nosotros? ¿Y por qué está llor...?

No pudo acabar la frase. Rebecca levantó la cabeza y gritó algo. La imagen sufrió varios cortes de estática. El grito no se escuchó. La cámara se movió bruscamente.

—Joder, qué dolor de cabeza... —se oyó a Sebastian—. ¡Joder! ¡Joder!

—¡Sebastian! ¡Sebastian! ¿Estás...? —a través de la cámara, que había girado para enfocar al chico, pudieron ver que Sebastian cayó inconsciente, con los ojos en blanco.

—¡Mierda! ¡Mierda! ¿Qué está pasando? ¡Sebastian, joder! ¡Joder, qué dolor de cabeza coño! —la cámara enfocó de nuevo a Rebecca, que seguía gritando.

—Está gritando "Patrick" —susurró Derek—. ¿Lo veis...?

—Buah, no aguanto el dolor —continuó el tal Carlo—. Joder.... Unnnnnhhhhh....

La cámara siguió grabando unos segundos antes de que Carlo se desvaneciera y la dejara caer al suelo. Rebecca dejó de gritar, y miró al suelo. Se agachó, y tendió su mano. De entre los escombros surgió otra mano que se agarró a la suya. La mujer lo ayudó a salir. A Sigrid le dio un vuelco el corazón.

—Pero... es Ramiro... —el vídeo se detuvo, tras la aparición del marido de Sigrid con el cuerpo desnudo.

 Tomaso se precipitó a buscar el blog que Sebastian había mencionado. Lo único que había en el dominio era una gran imagen de un lazo negro. Nada más.

—Parece que estos chicos pasaron a mejor vida —anunció.

—Ese era Ramiro, ¿verdad?... No estoy soñando... —balbuceó Sigrid, todavía en shock.

—Sí, sí lo era —confirmó Patrick.

Jacobsen seguía al teléfono en el manos libres.

—Lo que hemos visto nosotros —dijo el bibliomante— es que la mujer que aparece en el vídeo grita claramente "Patrick". Una semana después de la explosión de Milán donde estuvisteis vosotros. Y después, presuntamente, resucita a Ramiro... creo que tenéis cosas que explicarme. Empezando por quién es esa mujer.

Tomaso le explicó someramente que habían visto a Rebecca en vídeos anteriores y parecía seguir los pasos de Patrick. Derek añadió que nunca habían coincidido con ella y que también era un misterio para ellos.

—Es muy extraño todo —dijo Emil—. Desde luego, nadie podría haber sobrevivido en el epicentro de una explosión de tal magnitud, y menos durante varios días... Bueno, intentaremos averiguar más cosas sobre esa mujer. Entiendo que tú intentarás contactar con Ramiro, ¿no, Sigrid?

—¿Eh? Sí, sí, claro, lo voy a intentar enseguida.

Los intentos de Sigrid por contactar con Ramiro fueron infructuosos, así que decidieron retirarse a descansar. La mañana siguiente se desplazaron a las residencias. Sigrid centraba toda su atención en sus libros de árabe, distrayéndose del episodio de Ramiro y obsesionada por leer cuanto antes el libro de tapas negras. Al llegar al primer centro, Patrick dijo:

—Creo que lo mejor será que entremos Derek y yo. Preguntaremos por empleados que lleven más de diez años trabajando en el centro, a ver si recuerdan algo de aquella fiesta benéfica.

En la primera de las residencias no sacaron nada en claro. En la segunda de ellas, Patrick y Derek entraron y preguntaron de nuevo por empleados que llevaran más de diez años trabajando allí, y el encargado del turno les presento a Klaus Jürgen, un alemán que llevaba media vida viviendo en Zúrich. Tras las presentaciones iniciales y un poco de charla, Patrick encontró el momento adecuado para mirar su aura.

Por pura casualidad pudo detectar una pequeña —pequeñísima— alteración en una de las capas del halo de Klaus. No sabía por qué lo sabía, pero Patrick estaba convencido de que esa anomalía indicaba que la mente de Klaus había sido alterada de alguna manera y que, además, se habían preocupado por esconderlo de manera magistral. Que él lo hubiera descubierto sin duda entraba en el terreno de lo extraordinario; "quizá me ha ayudado la suerte de Derek", pensó. Acto seguido, hizo unos gestos a su amigo, y salieron de allí con una educada despedida.

Klaus Jürgen

En el exterior Patrick compartió la información con el resto. Decidieron esperar a la salida de Jürgen (en teoría, acababa su turno a las nueve) e invitarle a unas cervezas, pues Patrick se había dado cuenta de su afición a la bebida. El problema era que Klaus no hablaba nada de inglés, había sido el encargado quien había tenido que traducir la conversación. Sigrid llamó a Emil para ver si podía proporcionarles un traductor, y el bibliomante le dijo que enviaría a Franz Neumann desde Vaduz, desde Liechtenstein, que llegaría al día siguiente; eso sí, el grupo tendría que encargarse de sus honorarios.

Patrick pasó una mala noche; tuvo un sueño poblado de pesadillas que luego no recordó. Derek, por su parte, no se despertó de madrugada, pero al despertar por la mañana, tuvo la sensación de que algo había intentado llegar a ellos. Como no pasó de ser una sensación, perfirió ser discreto y no decir nada. Ya despieto, en la inspección rutinaria, Patrick vio que el aura del pequeño monolito ya superaba levemente la tela de la mochila. Se preguntó si aquello había tenido algo que ver con la mala calidad de su sueño. Se hizo con unas pinzas por si en el breve plazo había que manipular el extraño objeto.

Por la mañana, pasadas un par de horas, el grupo se reunía con Neumann, un hombre elegante y extremadamente educado. Poco después, Derek, Patrick y el recién llegado se encontraban sentados en la mesa de una cafetería cercana con Klaus, mientras el resto del grupo se reunía en una mesa cercana.

Tras dos o tres pintas de cerveza, Derek acaparó la conversación (traducido por Neumann) para que Patrick pudiera concentrarse en alterar la realidad y deshacer lo que fuera que hubieran hecho con la mente de Klaus. Derek dirigió la conversación directamente a la Golden Dusk y a la fiesta benéfica de hacía seis años, provocando gestos de extrañeza en su interlocutor al detectar puntos de vacío de memoria más o menos por aquella época.

Patrick vio entonces su oportunidad, entrando en comunión con las partes más fundamentales de la realidad que componía la mente de Jürgen. Con la pura fuerza de su voluntad, sometió a diferentes vibraciones las fibras de los componentes últimos, y restauró lo que en el pasado se había alterado. Se llevó las manos a la cabeza cuando sintió un dolor fuerte detrás de los ojos y cómo la sangre se le agolpaba en la frente; su visión se empañó con una multitud de puntos de luz e hizo un gesto de dolor, cerrando los ojos.

—P.... pero... pero ¿qué demonios...? —espetó Jürgen, sorprendido, al recordar de nuevo lo que le habían hecho olvidar—. Dios mío, ¡oh, señor!

Derek no tardó en reaccionar:

—Tranquilo, Klaus —instó Neumann a que tradujera sus palabras rápidamente—. Sé cómo te sientes ahora, no vayas a hacer nada que...

—¡¿Qué dices?! —espetó el alemán, ¡en inglés, sin esperar la traducción!—. Oh, señor, tengo que ir a la policía... los mataron... los mataron... aquellos tipos...

—Tranquilo, tranquilo, vamos a hablar de ello —Derek se sobrepuso a la sorpresa de oír a Jürgen hablando en inglés—. Creemos que la policía puede estar compinchada con ellos, cálmate.

—No te preocupes —intervino Patrick, sobreponiéndose como pudo al dolor—, estás entre amigos, y lo que sucede es normal, fuiste víctima de artes oscuras, y... —el dolor de cabeza no le dejó continuar.

—¿De artes oscuras? ¿Qué mierda estáis diciendo? —Klaus hizo amago de levantarse; Tomaso y Jonathan se pusieron en guardia.

—Es la verdad —insistió Derek, deteniéndolo—. Ynecesitamos saber quién lo hizo para poder vengar aquellas muertes.

Klaus se volvió a sentar, y pareció relajarse tras unos segundos de tensión.

—Está bien... está bien —se notaba que luchaba contra la culpa y el horror. En ese momento, fijó la vista en algo que había sobre la mesa. Patrick y Derek dirigieron sus miradas al mismo sitio. Un cubo negro de unos diez centímetros de lado había aparecido entre los vasos. Derek lo quitó de en medio. Klaus se quedó confundido, pero de momento no le dio importancia, al contrario que Neumann, que se quedó con la mosca detrás de la oreja.

—¿Recuerdas la conversación que hemos mantenido en la última media hora? —preguntó Patrick, sin rodeos.

—Sí... sí, claro que la recuerdo. Lo recuerdo todo. Solo que ahora recuerdo lo que sucedió hace seis años en aquella fiesta. Pero... ¡si hasta hablo inglés!

—Sí, y bastante bueno. Pero centrémonos. Es importante, Klaus; necesitamos saber lo que sucedió en aquella mansión hace seis años.

Cuando  Jürgen trató de recordar, los sentimientos se agolparon en su mente.

—Ufffff... joder... es muy duro... no... es que, tenemos que ir a la policía... de verdad...

—No te preocupes, cuando terminemos de hablar, podemos acercarnos a una comisaría, pero de verdad que es urgente que nos lo cuentes.

Tras pensárselo unos segundos, el alemán continuó hablando:

—Sí... hace unos seis años me contrataron para un evento benéfico. Buscaban gente con experiencia en cuidado de ancianos, una empresa que se llamaba "Golden Dusk", que supongo que sí que sería una empresa real. Pero... los recuerdos son bastante difusos... creo que nos drogaron. Hubo una orgía... y luego todo lleno de sangre... 

»Su líder decía algo así como... "el renacimiento por el conocimiento" o algo parecido. No lo sé muy bien... pero desde luego, fue un baño de sangre, literalmente, asesinaron a muchísima gente... Dios mío, creo que yo mismo asesiné a alguien... oh, señor...

—¿Cuántas personas de tu residencia fuisteis? —preguntó Patrick antes de que Jürgen volviera a romperse.

—Fui solo yo, seguro.

—¿Y recordarías el rostro de su líder? ¿O su nombre?

—Su líder... no, no sé su nombre... pero recuerdo que se hacía llamar "Hijo de Toth"... —"El dios egipcio que acompañaba a los muertos", pensó Sigrid. Tomaso también lo escuchó: "Mmmmh... ¿Hermes Trimegisto no surgió del sincretismo de Toth y Mercurio? Sí, seguro...". Klaus también describió los rasgos que pudo recordar sobre el líder, pero de repente, espetó:—. Pero.. ¿cómo estoy recordando esto? ¿Y qué es ese cubo que habéis apartado? ¿Quiénes sois?

—El cubo solo era una ayuda para hacerte recordar —mintió Derek—, y nosotros somos simplemente unas personas que persiguen la verdad. Y necesitamos saber dónde estaba la mansión, y dónde se realizó la fiesta. La vida de mucha gente depende de lo que nos puedas decir.

Klaus se lo pensó durante unos instantes, luchando internamente contra sus sentimientos. Y finalmente espetó:

—Creo que estaba en Affoltern... sí, seguro estaba allí. Una gran casa de campo, muy antigua y lujosa, con una gran sala de baile habilitada para una gran orgía —a petición de Derek, Jürgen describió con todo el detalle que pudo el exterior de la mansión; un detalle que el alemán recordaba les pareció importante para identificarla: el cuerpo principal estaba coronado por una estatua de un dios con alas en los tobillos, seguramente el Hermes griego.

—¿Y viste si había gente con tatuajes o algún tipo de simbología? —siguió interrogando Derek.

—Sí, varios de los asistentes tenían tatuajes, sí. Pero no los recuerdo en detalle; solo recuerdo un símbolo grande que había en una pared, un símbolo de metal representando un sol poniéndose... o saliendo, no sé. Y que aquello debíó de durar tres días... me ausenté en viernes y volví en lunes, en junio, durante el solsticio de verano... —también les describió lo que recordaba acerca del sexo ritual y los sacrificios... el horror se adueñó de él cuando recordó a algunos encapuchados comiéndose los corazones de las víctimas... quizá también algún feto no nato... no pudo continuar.

"Los rituales sexuales que ha descrito", pensó Tomaso, "se parecen muchísimo a los que dicen que tenían lugar en la abadía de Thelema bajo el mando de Aleister Crowley... seguro que fue él también en esta ocasión".


jueves, 21 de octubre de 2021

El Día del Juicio
[Campaña Unknown Armies/FATE]
Temporada 3 - Capítulo 39

La Catedral de Lucerna

—A juzgar por las dificultades que ha tenido la gente de Omega Prime —dijo Sally—, en mi opinión, quien sea esa gente ha utilizado medios sobrenaturales para ocultar la información.

—Sí, es posible —acordó Sigrid. Respecto a la empresa que has mencionado, la "Golden Dusk", podríamos encargarle a Emil que utilice a sus bibliomantes para averiguar más cosas, mientras nosotros investigamos in situ.

—A mí me parece bien —contestó Derek.

—De todos modos, cuanta menos información demos a terceras personas, mejor —dijo Tomaso—. Yo también investigaré sobre esa Golden Dusk.

—Sí, estoy de acuerdo contigo Tomaso —manifestó Patrick—, pero Jacobsen tiene muchos recursos y en este caso deberíamos aprovecharlos.

—De acuerdo, como queráis —se resignó Tomaso, que contaba con el apoyo total de Theo en ese tema.

Llamaron a Jacobsen para informarle y pedirle que investigara sobre la Golden Dusk. El bibliomante transigió, pidiendo solapadamente que Yatsenko, que ya había salido del hospital, colaborara en la defensa de la mansión. Así lo acordaron.

Poco después partían en los vehículos hacia Lucerna, un viaje de poco más de una hora, para ver qué podían averiguar sobre el episodio del intento de incendio de la catedral y el enfrentamiento de los dos grupos bajo nubes y relámpagos.


Hofkirche de Lucerna

 

Mientras refrescaba sus conocimientos de demótico (lo necesitaba para poder leer el libro de Tapas Negras), Sigrid recordó algo:

—Patrick, ¿has vuelto a mirar cómo está el cubo que metimos en la mochila?

—La verdad es que hace días que no —respondió el profesor, que alcanzó la bolsa y la abrió.

Lo que vio le provocó un escalofrío. El cubo seguía allí, pero rodeado de una tenue neblina oscura.... más que una neblina, era como si el material del cubo estuviera interfiriendo de alguna manera en la luz de su alrededor, provocando un efecto parecido al de un tenue humo. Patrick calculó que la aureola de tinieblas tendría poco más de un centímetro de ancho. Hizo un par de comprobaciones, y vio que la neblina no era detenida por objetos físicos: ni por la mochila, ni por una hoja de papel, ni por una llave; parecía atravesarlos sin problemas, y era sobrenaturalmente estática, lo que descartaba inmediatamente que se tratara realmente de niebla o humo.

—Maldición, mirad esto —dijo al resto, que se miraron al ver el extraño efecto y recordar el monolito que decían haber visto en Tunguska.

—Uffff —resopló Tomaso—... ¿crees que los cubos pueden estar activándose de alguna forma, igual que el monolito de Tunguska? 

—No lo sé, prefiero no pensar en ello ahora, la verdad —Patrick cerró la mochila, mientras cerraba los ojos para atenuar el dolor de otra incipiente migraña. Los dolores no habían remitido desde que había alterado la realidad para salvar al grupo en la huida de Milán.

Transcurrida más o menos una hora, aparcaban en una zona discreta de Lucerna y se dirigían a la catedral. Según les dijo Sigrid, la catedral había sido construida sobre una antigua basílica romana que había sido pasto de las llamas en 1633.

Tras un rato de observación pululando entre los turistas, Derek se convenció finalmente de que no había ni rastro de incendios en el templo. No obstante, Patrick tuvo una sensación extraña. Cuando se concentró lo suficiente, su vello se erizó y sintió la comezón que había sentido cuando se habían acercado al Orfeo de Nueva York, solo que aquí la sensación era más leve y le había costado más percibirla. Susurró el hecho al resto del grupo:

—Estoy sintiendo lo mismo que en el Orfeo NY... allí había algo en el sótano. ¿Creéis que puede haber un nivel inferior en la catedral?

—No lo creo —contestó Sigrid—. En ninguna parte consta esa información. Aunque claro, construyeron esto encima de otro templo...

Tomaso, por su parte, buscó pistas esotéricas en las vidrieras, en las esculturas y en las inscripciones, pero no detectó ningún patrón ni ninguna pista; tampoco ningún símbolo fuera de lo común. Al cabo de aproximadamente una hora se reunieron de nuevo, dando cuenta de lo infructuoso de sus búsquedas y de la sensación de Patrick. Patrick y Sigrid decidieron salir al exterior, para evaluar lo lejos que el profesor podía llegar a sentir aquella comezón, y para que Sigrid encontrara un lugar desde el que tuviera una buena visión para, posiblemente, utilizar su antiquimancia.

Por su parte, Derek decidió quedarse un rato más centrando su búsqueda en el suelo, para ver si detectaba algún rastro del antiguo templo. Cuando llevaba unos veinte minutos abstraído en su búsqueda, alguien le tocó el brazo y le habló en alemán, rompiendo su concentración. Se giró, para encontrarse con un clérigo:

—Perdón —contestó en inglés—, no hablo alemán...

—Decía si puedo ayudarle en algo —dijo el monje, con un fuerte acento. 

Derek no supo distinguir qué categoría eclesiástica tenía, no era un experto en esas cosas, aunque dudaba que nadie pudiera distinguirlo por la sobria sotana que llevaba su interlocutor.

—Bueno, no creo —disimuló—, es que he perdido una lentilla.

—Ah. —"¿Acaso parece decepcionado?", pensó Derek con suspicacia—. Bueno, si podemos ayudarle en algo, nos avisa por favor.

—Sí, descuide —"¿nos?", al mirar a su alrededor vio que en la nave había entrado un grupo de clérigos, pero intentó no perder la concentración—.

Pocos minutos después, Derek identificaba bajo el púlpito y los bancos que había por debajo un par de losas de piedra que habían sido puestas recientemente (relativamente, calculaba unos años). Las dos losas formaban un rectángulo de aproximadamente uno y medio por dos metros. El director de la CCSA hizo un gesto de disimulo como si hubiera encontrado la lentilla, y sacó la cámara. En ese momento se dio cuenta de que un par de clérigos lo miraban con curiosidad; fingió hacer unas fotos como si fuera un turista, intentando enfocar el suelo, y se marchó. Patrick, que había entrado de nuevo en el templo y se encontraba junto a Derek, se concentró para ver el aura de uno de los monjes. Se sorprendió cuando identificó que tenía algún tipo de poder, concretamente algún tipo de mancia. Y no se parecía a ninguna de las que había visto anteriormente. Siguió a Derek al exterior, comentándole lo que había visto.

Ya en el exterior, Derek compartió lo que había descubierto, y elucubraron algunas posibilidades, hasta que Sigrid anunció:

—Creo que voy a utilizar mis habilidades desde aquí —desde donde se encontraban tenían una visión general del frente de la catedral. 

Todos se mostraron de acuerdo en esperar unos segundos, y la anticuaria se concentró. "Muéstrame el momento del intento de incendio, cuando se produjo el enfrentamiento entre grupos", pensó.

Al cabo de unos segundos, Sigrid se volvió hacia los demás, con un gesto de incredulidad que no era habitual en ella.

—Qué raro, no he visto nada, pero sé que no he fallado.

—Mmmmh... ¿puede ser que hayan ocultado el acontecimiento? —especuló Tomaso.

—No lo sé, no he notado ninguna resistencia, ni nada parecido. Mejor vámonos de aquí.

—Esperad un momento. —Patrick aguantó unos segundos, concentrándose, hasta que se giró hacia ellos—: No hay nada que hayan hecho para alterar el continuo; podemos descartar eso, vamos.

Sin más dilación volvieron a Zurich, con la intención de volver al día siguiente y evitar llamar demasiado la atención.

Ya en la casa de campo hablaron de nuevo con Jacobsen, que les informó de que Jodorowski, el psicomago, llegaría al día siguiente a la mansión. Tomaso aprovechó para buscar más información sobre la catedral de Lucerna. Sorprendentemente, no le llevó mucho tiempo encontrar algo: tres documentos que contenían unas tesis doctorales sobre el casco antiguo de Lucerna, que parecían contener bastantes menciones a la catedral y el antiguo templo romano. Afortunadamente, las tesis estaban escritas en inglés. Dado lo complejo y árido del tema tratado y conociendo la habilidad lectora de Patrick, Tomaso descargó los documentos y se los dio al profesor para que se encargara de leerlo. Este lo consiguió en un plazo de poco más de cuatro horas.

Ya entrada la noche, Sigrid cerró por fin sus libros de demótico, dándose por satisfecha con los conocimientos adquiridos. "Ahora solo me queda aprender árabe", pensó irónicamente.

—He acabado ya de leer las tesis doctorales que ha encontrado Tomaso —anunció Patrick por la mañana, una vez reunido de nuevo el grupo—. Hay un montón de datos inútiles sobre los métodos de construcción y los cascos urbanos de la Edad Media. Lo interesante es que se menciona en todas las tesis que la construcción de la catedral de Lucerna tuvo que ser detenida varias veces porque parece ser que un gran número de trabajadores sucumbía a la locura; cundían los suicidios, se volvían agresivos, hablaban en idiomas desconocidos...

—Muy parecido a lo que pasaba en Tunguska... —meditó en voz alta Sigrid.

—Sí —continuó Patrick—, y por otro lado, en una de las tesis se menciona una pequeña... no sé cómo decirlo... "irregularidad" que se cometió al iniciar la construción. Al parecer, en lugar de despejar los restos de la basílica romana, lo que hicieron fue derruirla sobre sí misma y compactar los escombros para construir sobre ellos. No era lo habitual.

—En mi opinión, todo apunta a que ahí había (o hay) un monolito —dijo Tomaso.

—Eso parece, desde luego —coincidió Derek.

A continuación, el grupo conversó acerca de lo que había pasado en Lucerna, y por qué Sigrid no había conseguido ver nada sobre el evento. Finalmente, tras un intenso proceso mental, Sigrid tuvo una pequeña iluminación:

—Mierda, ¿y si lo que ha pasado es que no hubo ningún intento de incendio? ¿O que no hubo enfrentamiento entre grupos? Si cualquiera de las dos cosas fuera falsa, claro, el fallo está en mi premisa.

—Es verdad —corroboró Derek—. Yo creo que lo más probable es que el intento de incendio haya sido una excusa para tapar algo más. Sí, bien pensado.

—Creo que lo mejor será que lo intentes otra vez dentro de la iglesia para ver qué pasó con lo que sea que tapan las losas que ha descubierto Derek —sugirió Patrick.

—Sí —secundó Tomaso—, pero creo que mejor si vemos el momento en que se abrió el agujero, no el momento en el que pusieron las losas. También es posible que hayan puesto las losas para evitar que algo saliera de ahí.

—Tendré que pensar cómo enunciar bien el momento entonces —dijo Sigrid.

Pocas horas más tarde llegaban de nuevo a Lucerna. Tomaso, Theo, Sally y Sigrid, intentando disimular en la medida posible su aspecto, entraron en la catedral. El resto esperaron fuera.

Fueron hasta tres los intentos infructuosos de Sigrid para ver los acontecimientos. Pero el cuarto tuvo éxito. "Muéstrame cómo abrieron el agujero que taparon con las losas", se concentró. A su alrededor todo se difuminó, y alrededor del punto donde ahora se encontraban las losas señaladas por Derek tomaron forma cuatro figuras, hombres y mujeres.

Habían apartado los bancos de la iglesia. Uno de ellos hablaba por teléfono, y de vez en cuando parecía que entraba y salían más personas. Los cuatro reunidos alrededor del punto eran de etnias heterogéneas. En un momento dado, dos de ellos metieron sus manos en sendos macutos que llevaban colgados del hombro. Sacaron algo de ellos, un puñado de pequeños objetos, y los lanzaron al suelo. Al fijarse más, Sigrid vio que lo que habían arrojado eran unos pequeños escarabajos, seguramente de metal aunque no podía asegurarlo, parecidos al que había atacado a Tomaso en el pecho.

A continuación, los dos sujetos gesticularon y dijeron algo, y los pequeños escarabajos, que hasta entonces habían permanecido inertes, se activaron. Con movimientos febriles, empezaron a girar en una procesión de círculos y a "comerse" el suelo. A toda velocidad empezaron a abrir un agujero en el suelo, que evidentemente no lucía las losas que había en la actualidad.

De repente, el individuo que estaba hablando por teléfono gritó instrucciones a los demás. Llegó un nuevo sujeto a la escena, y el resto, excepto una mujer que pareció quedarse a cargo de la "excavación", salieron corriendo. Pocos segundos después, la mujer era alcanzada por un relámpago que atravesó una vidriera, haciéndola añicos.

La visión se desvaneció. En el exterior, Derek, Patrick y Jonathan se pusieron alerta cuando vieron llegar un vehículo negro y grande. Bajaron de él dos personas. Patrick sintió un escalofrío al reconocer a dos de los hechiceros a los que se habían enfrentado en Milán.


jueves, 14 de octubre de 2021

El Día del Juicio
[Campaña Unknown Armies/FATE]
Temporada 3 - Capítulo 38

Viaje a Madrid. Llegada a Zurich.

Tras comentarlo durante unos minutos, decidieron finalmente que intentarían triangular lo máximo posible el punto donde parecía encontrarse el Conde St. Germain. Para ello deberían desplazarse un número considerable de kilómetros, hasta una ciudad con un museo que albergara una antigüedad lo suficientemente importante para que Sigrid pudiera utilizar su poder simbólico.

Finalmente, tras varias horas de búsqueda, Derek dijo:

—Mirad, en Madrid he encontrado esto: la Universalis Cosmographia Secundum Ptolomae Traditium, de Americo Vespucio. Es de 1507... ¿valdría, Sigrid?

—Pues sí —contestó la anticuaria—, supongo que sí.

Poco más tarde subían a un furgón de alquiler seguidos por los dos hombres de Paolo en su propio vehículo para realizar el viaje de veinte horas por carretera que los llevaría a Madrid. Tomaso avisó a su hermano para  informarle de sus movimientos, y Patrick llamó a Jacobsen cumpliendo el protocolo habitual.

Mientras se desplazaban hacia la capital española, Sigrid descubrió otro objeto que seguramente sería más accesible que el que había encontrado Derek: un mapa de Juan de la Cosa en el Museo Naval de Madrid. Así que decidieron cambiar su objetivo. 

Carta Universal de Juan de la Cosa

Lo primero que hicieron fue descansar en un discreto hotel de un pueblo cercano a la ciudad. El día siguiente se dirigieron al Museo Naval, dejando para más tarde la visita a la tienda de Sigrid en la Puerta de Alcalá.

En el museo, Patrick intentó que les permitieran hablar con el director del museo, pero este se encontraba de viaje, así que los redirigieron al conservador jefe. Uno de los guardias acompañó a Patrick y a Sigrid a un recóndito despacho en los oscuros pasillos cerrados al público del vetusto edificio. Derek, Tomaso y los poseídos se quedaron rondando por el museo mientras Sally y Theo esperaban en los vehículos.

En el despacho una placa en la puerta mostraba la inscripción "Jorge Díez, Conservador Jefe". El guardia llamó, y alguien dio permiso desde el interior. Allí, un tipo alto, con el pelo descuidado y con unas pequeñas gafas redondas levantó la vista hacia ellos. 

—Señor Díez —anunció el guarda—, aquí hay unas personas que quieren hablar con usted.

Díez despidió a dos estudiantes que estaban sentados al otro lado de la mesa y asintió con la cabeza. Patrick y Sigrid entraron, dando las gracias al guarda.

—Díganme —dijo el conservador seriamente.

—Buenos días, señor Díez —dijo Sigrid—. Queríamos comentarle que nos ha extrañado no ver expuesta en el museo la Carta Universal de Juan de la Cosa.

—No, claro —contestó Díez—. No todos los artículos están expuestos... pero... dígame... ¿usted no es Sigrid Olafson?

"Mierda", pensó Sigrid, "ha tenido que reconocerme... ¿por qué?".

—Eh... sí, cierto —respondió Sigrid.

—Ajá. ¿Y a qué debemos el honor de que una anticuaria de tanto renombre visite nuestro museo? —Patrick no supo identificar si el conservador estaba siendo sincero o cínico, pero sí que se había puesto a la defensiva, seguramente debido a la mala fama de Sigrid.

—La verdad es que tengo información de una pieza muy similar, y quería examinar el original, a ser posible.

—Bueno.... les puedo dar a rellenar el formulario de solicitud, y cuando el director...

—No, pero no es necesario —interrumpió Patrick—; no deseamos llevarnos el mapa, sino solamente verlo unos minutos. Mi jefa, la señora Olafson, necesita cotejar unos datos que nos han llegado de otra fuente y hacen referencia a este mapa, por lo que necesitamos asegurarnos antes de gastarnos una fuerte suma de dinero.

—Sí, sí, si yo comprendo su necesidad —contestó Díez—. Pero los cauces son los cauces, y el director debe aprobar...

—Sí, claro, el director ya lo aprobó, ¿no lo recuerda? —Sigrid cogió su estatuilla en el bolsillo, y utilizó la Antiquimancia para intentar implantar el recuerdo en su interlocutor.

Díez la miró fijamente durante unos segundos.

—No sé qué está haciendo usted, señora Olafson —dijo—. Pero le rogaría que no siguiera utilizando sus... "artes". Si son tan amables, les puedo dar el formulario o les puedo acompañar a la puerta.

"Mierda", pensaron a la vez Sigrid y Patrick.

—¿Cuánto tardaría en procesarse el formulario? —reaccionó el profesor—. Es que necesitamos verlo hoy, es urgente de verdad. Se lo rogamos, señor Díez, es realmente importante, y tiene que ver con... bueno, con lo que veo que usted ya sabe.

El conservador pensó durante unos segundos. Finalmente, se levantó y los invitó a seguirlo:

—Muy bien, vengan por aquí.

Los dirigió a través de los pasillos hacia otra sala. En el camino, Patrick aprovechó para llamar a Derek e informarle de lo que estaba pasando.

Entraron a una especie de biblioteca, donde Díez abrió unos archivadores deslizantes especiales. Sacó una enorme carpeta y la puso sobre la mesa de investigación.

—Aquí tienen un facsímil del mapa, que pueden estudiar en profundidad.

—Está bien, pero nos gustaría ver el original.

—No se preocupen, el director volverá en un par de días, y podrá aprobar su solicitud.

Patrick aprovechó para visualizar su aura, y esta reveló a Jorge Díez como algún tipo de adepto, seguramente un cliomante.

Sigrid disimuló durante unos minutos observando la copia, y al cabo de un rato se marcharon, dándole las gracias a Díez. Se reunieron con Derek y Tomaso. Conversaron en voz baja durante unos momentos, y finalmente decidieron que tenían que revelar a Díez parte de la verdad. Así que pidieron al guarda que los volviera a conducir ante el conservador; lo consiguieron sin demasiados problemas.

Díez se sorprendió al verlos otra vez, y aunque transigió de nuevo en conversar, solamente dejó que pasara Sigrid a su despacho.

—No me había dado cuenta de quién, o mejor dicho, qué eres, lo siento —empezó Sigrid. 

—¿De lo que soy?

—Sí. Lo que eres y qué eres capaz de hacer. Adepto. Quiero ser totalmente sincera: necesito urgentemente poder tocar el mapa original. No sé si tienes noticias de lo que está sucendiendo en Europa con los bibliomantes, pero la situación es grave. Y necesito simplemente tocar el mapa para poder localizar a alguien. Espero que entiendas lo complicado de la situación y es mejor que el museo borre todo registro de mi visita —dirigió una mirada hacia el formulario— si no quieren exponerse a problemas mayores. Hay enemigos que nos superan a todos.

Díez se quedó callado un largo rato.

—Señora Olafson —dijo al fín—. Debe ser usted consciente de que no es una desconocida en nuestros círculos. Y se lo tengo que dejar muy claro: no me fío de usted. No sé si me va a robar o cualqueir otra cosa; ha venido usted con otras seis personas (que tenemos controladas), y no sé muy bien qué pretenden.

Sigrid abrió las manos, intentando parecer lo más sincera posible.

—Le aseguro que no tenemos ninguna intención oculta. me estoy abriendo a usted. Necesito simplemente tocar el mapa para sentir una dirección y...

—Tenía entendido que era usted una bibliomante, señora Olafson, esto no me cuadra.

—Ya no lo soy. Ahora tengo otras capacidades.

—Mmmmh... eso es algo extraordinario, no sé...

—Le aseguro que el mapa no sufrirá ningún desperfecto ni intentaré llevármelo, solo quiero entrar en contacto con él unos segundos. Puede hacer que me acompañe quien quiera.

—Bien.... agradecería algo más de información...

—Es demasiado peligroso, no sé si se ha enterado de lo que ocurre en Europa central, pero la cosa está muy difícil. Mejor evite problemas.

—Algún rumor he oído, y es verdad que son preocupantes; no quiero más problemas, así que...  bien, acompáñeme.

Díez y Sigrid salieron. La anticuaria hizo un gesto al grupo para que esperaran tranquilos, y después un guardia de seguridad se reunió con ellos. Pocos minutos después, Sigrid tenía el mapa ante sí, después de que Díez hiciera salir de la sala a tres doctorandos y el guardia esperase en el exterior de la puerta.

La anticuaria entró en contacto con el mapa, y concentrándose en St. Germain, a los pocos segundos sintió una dirección y una gran distancia.

—¿Sería tan amable de proporcionarme una brújula y una regla, por favor? —preguntó a Díez.

Con la brújula y la regla, Sigrid apuntó el rumbo.

—Muchas gracias —dijo al fin—. Ya he acabado.

—¿Ya? Debo decir que estoy algo confundido, nunca...

—No se preocupe. Mire, aquí tiene mi teléfono, llámeme si ocurre cualquier cosa. Y mejor destruya el formulario. Muchas gracias otra vez.

Ya tranquilamente en los vehículos, triangularon la dirección, y efectivamente, la línea desde Madrid se cortaba con la línea desde Venecia al sureste de Zurich.

—Maldición —dijo Tomaso—. Otra vez nos tendremos que meter en la boca del lobo.

—Sí, necesitaremos apoyo —confirmó Sigrid—. Tendremos que hablar con Paolo y con Emil.

 

A continuación, el grupo se dirigió a la tienda. Uno de los coches pararon ante la puerta y otro más alejado. Sigrid, Patrick y Theo bajaron del vehículo y entraron en el negocio. Cuando Lucía vio a Sigrid, se abalanzó sobre ella y la abrazó.

—Dios mío Sigrid —dijo la dependienta—, estaba muy preocupada.

—Sí, han pasado muchas cosas, tranquila Lucía, ya te contaré. Esther y los demás están bien, ahora, cierra la tienda y acompáñame que tenemos prisa.

Se dirigieron rápidamente al interior, donde Sigrid procedió a seleccionar varias antigüedades con cargas para ejecutar sus habilidades en el futuro.

En el exterior, transcurrido un buen rato desde que Sigrid y los demás habían entrado a la tienda, Derek reparó en un figura que se encontraba entre las sombras de los árboles a unos cincuenta metros de distancia. Cuando un coche la iluminó con sus luces, el director de la CCSA sintió un escalofrío. "Es Simeon bar Yohai, ¿cómo puede ser?". Por descontado, avisó a los demás inmediatamente. Se pusieron alerta, pero el presunto Yohai no parecía tomar ninguna acción. Estaba completamente inmóvil, mirando hacia la tienda.

No tardaron en avisar a través del móvil a Patrick de que bar Yohai los estaba vigilando. El profesor sintió un escalofrío en la espalda, e instó a Sigrid para que marcharse rápidamente. Después de que esta se despidiera de Lucía y le encargara cerrar la tienda dos o tres días, salieron para reunirse con los demás.

—¿Dónde está, Derek? —preguntó Patrick, una vez en el vehículo.

—Allí, al otro lado de la rotonda —señaló Derek. 

Patrick intentó ver el aura del judío, pero estaba demasiado lejos.

—Necesito ver su aura para ver si es el auténtico Simeon... —dijo—. Tomaso, Theo, ¿me acompañáis para ponernos un poco más cerca?

—Sí, vamos —acordó Tomaso.

A unos cincuenta metros de distancia, Patrick volvió a concentrarse. Pero por algún motivo, era incapaz de ver el aura del enorme judío. Lo que les llamó la atención fue que seguía mirando hacia la tienda, en lugar de fijar su atención en ellos o en el grupo que estaba en los vehículos.

—Nada, no puedo ver su aura —desistió Patrick—. Vámonos.

Se retiraron a descansar a un hotel alejado del bullicio de la capital, donde pudieron conciliar al fin el sueño. La mañana siguiente, durante el desayuno, Derek se unió a Sally en la habitual búsqueda de noticias para ver si mencionaban algún hecho extraño en Madrid o en Europa... pero se encontraron con algo totalmente inesperado.

Todos los periódicos, digitales o impresos, abrían con la misma noticia. La televisión estaba también copada por los mismos titulares. Más o menos, todos venían a decir lo siguiente:

"Rusia pierde el control sobre un presunto portal en Tunguska, y pide ayuda a Estados Unidos, China y Europa"

"El primer ministro ruso pide perdón por los años de ocultación"

En la televisión, un reportero explicaba que hacía siglos que existía un portal a no se sabía qué dimensión...

—Al parecer, todo el operativo que les había permitido controlarlo hasta ahora en secreto, se les vino abajo aproximadamente desde hace un mes y medio, desde el día de nochebuena. Y no han tenido más remedio que pedir perdón por el secretismo. Ahora dicen que el "portal" (así lo llaman) se ha salido de todo control posible...

—Gracias, Stefan —respondían desde el estudio—. Esperamos ansiosos la nueva conexión cuando llegues a Tunguska.

Se miraron, con los ojos muy abiertos por la sorpresa.

—Mierda —dijo Sigrid—. ¿Desde el día de nochebuena?

—Justo cuando se recreó todo —confirmó Tomaso.

—Joder —continuó Sigrid—. Entonces... ¿quiere eso decir que Paolo y los demonios sí triunfaron?

El resto permaneció en silencio, mientras en la televisión hablaban de horribles sombras que parecían salir como una exhalación de la oscuridad que se había expandido de repente en varios kilómetros a la redonda en el remoto paraje siberiano:

—Además —continuaba una reportera—, nos han hablado del testimonio balbuceante de uno de los soldados que estaban de guardia y que acabaron enajenados que asegura haber visto un enorme monolito negro como el basalto aparecer de la nada antes de que sucediera la presunta "explosión de oscuridad que los envolvió y los arrastró al infierno".

—Y según nos han contado —decía otro periodista—, esa oscuridad parece estar deformando la realidad a su alrededor, como si fuera un imán que deformara todo. 

—Se habla también de varias expediciones enviadas por el Vaticano que intentaron sellar ese portal demoníaco, pero que no tuvieron éxito y han desaparecido en el intento.

Tras superar el impacto inicial y asimilar como buenamente pudieron la información, llamaron al padre Borkowski. Este manifestó también su sorpresa.

—Sabíamos que había algo en Tunguska —se sinceró—, pero no esperábamos algo tan brutal. Desde luego —bajó la voz—, algo sucedió en la recreación que no esperábamos...

El sacerdote les confirmó la desaparición de al menos una veintena de clérigos de la iglesia, y la falta de noticias de ellos. Quizá habían sido abducidos por la oscuridad, o se habían vuelto locos como los soldados, o los tenían los rusos.

Derek llamó a su vez al congresista Ackerman, que estaba ocupadísimo pero le atendió al poco tiempo. Ackerman le contó que estaba colapsado con las noticias desde Rusia, y cuando Derek le preguntó por alguna información confidencial, el congresista le dijo que nada, pero que si se enteraba de algo se lo diría en cuanto pudiera. El director de la CCSA aprovechó para ponerle al día de los enemigos a los que se estaban enfrentando en Europa.

—Está bien —se despidió el congresista—. Tened mucho cuidado, y espero que volváis pronto, que ya lleváis demasiado tiempo fuera.

—Philip, una última cosa... ¿tenemos algún contacto de confianza en Suiza? Si puede ser, de alto nivel.

—Pues... ahora mismo no sé decirte. Creo que no, ¿por?

—Porque nuestro siguiente paso nos lleva allí. No pasa nada, tranquilo, hablamos en breve.

Tras colgar, se quedaron en silencio unos instantes, observando más noticias sobre el tema.

—Necesitamos Polvo de Dios —dijo Patrick en un momento dado.

—Para ir a Tunguska tal vez —contestó Tomaso—; pero ahora mismo, nuestra prioridad es viajar a Zurich e intentar encontrar a Saint Germain para hacerlo recordar.

Una hora después, los dos vehículos se ponían en marcha en dirección a Suiza. Nada más arrancar, Tomaso llamó a Paolo para comentarle las noticias de Rusia. 

—¿Has visto las noticias, Paolo? 

—Pues no, hemos estado muy ocupados dejando la villa, ya no estamos allí.

—Bien, pues parece que lo de Tunguska tuvo consecuencias muy graves y los rusos han reportado una especie de portal demoníaco que se ha salido de control...

—Ah, eso en realidad ya lo sabía —contestó Paolo, dejando a Tomaso sorprendido.

—¿Ah, sí? —intervino Patrick a través del manos libres—. ¿Y sabes qué... "cosas" están saliendo de esa oscuridad?

—Sí claro, demonios. Es un portal al... infierno, por decirlo de alguna manera, a una dimensión más allá del Velo. No os niego que al principio me gustó, era lo que pretendía al recrear la existencia, pero se ha salido de control, y en realidad los demonios que salen de ahí no son... no sé cómo decirlo... "normales". Hay una especie de monolito raro que parece haber causado una ruptura demasiado grande en la realidad.

—Buf, realmente inquietante —dijo Patrick—. Nosotros hemos averiguado que el Conde St. Germain debe de encontrarse en algún lugar del sureste de Suiza, estamos yendo para allá. Nos vendría bien algo más de músculo por lo que podamos encontrarnos.

—Creemos —añadió Tomaso— que allí puede estar la sede de la Orden de Hermes.

—Pero tendréis que investigar algo más antes de intervenir o hacer nada, ¿no? Sed discretos.

—Sí, por supuesto, pero te avisamos ya para que sepas hacia dónde nos dirigimos y que seguro que necesitaremos refuerzos.


Después de otra agotadora jornada de conducción, llegaron cerca de Zurich. A instancia de Tomaso, Sally se encargó de encontrar una casa de campo en alquiler que serviría como su base de operaciones.

Lo primero que hizo Tomaso fue llevar a cabo una búsqueda exhaustiva en internet en busca de acontecimientos extraños en Suiza, preferiblemente en el sureste. Tras quemarse las pestañas durante horas, no encontró noticias sobre hechos fuera de lo normal, ni siquiera indicios. 

—No es normal —anunció—. Estoy seguro de que esa gente se ha dedicado a eliminar de alguna forma todas las pistas que nos puedan conducir a ellos.

—Quizá podríamos recurrir a Omega Prime... ¿Sally?

—Podemos intentarlo, claro —contestó la periodista, que realizó la llamada.

El día siguiente, Sally recibía la contestación de los hackers. Según les dijo, estaban sorprendidos de haberse encontrado con unas dificultades fuera de lo normal para escarbar en la información. Algo estaba sucediendo, desde luego.

—Me dicen que con muchísimo esfuerzo apenas han encontrado dos cosas. La primera es un acontecimiento ocurrido hace diez años en la ciudad de Lucerna, donde parece ser que hubo un intento de incendiar la catedral, y luego un presunto conflicto entre dos grupos donde algún que otro testigo relató la aparición de una niebla extraña, de "grandes nubes" sobre la escena y la caída de repetidos rayos y relámpagos. La segunda son varias referencias a una fiesta benéfica realizada hace aproximadamente seis años en una mansión de Zurich donde se mencionaba una empresa llamada "Crepúsculo Dorado" (en inglés, "Golden Dusk") dedicada al bienestar de los ancianos, donde tuvieron lugar varios asesinatos de los que no han podido averiguar mucho más...