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La Santa Trinidad

La Santa Trinidad fue una campaña de rol jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia entre los años 2000 y 2012. Este libro reúne en 514 páginas pseudonoveladas los resúmenes de las trepidantes sesiones de juego de las dos últimas temporadas.

Los Seabreeze
Una campaña de CdHyF

"Los Seabreeze" es la crónica de la campaña de rol del mismo nombre jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia. Reúne en 176 páginas pseudonoveladas los avatares de la Casa Seabreeze, situada en una pequeña isla del Mar de las Tormentas y destinada a la consecución de grandes logros.

martes, 31 de agosto de 2021

El Día del Juicio
[Campaña Unknown Armies/FATE]
Temporada 3 - Capítulo 35

Viaje a Italia. La oferta de Paolo.

Antes de partir, Patrick planteó las posibilidades que implicaba el que Sigrid hubiera hecho recordar a Sally. Esta no había estado en Tunguska, y aun así había recordado. Aunque la anticuaria había tenido que utilizar una gran cantidad de poder y de fuerza de voluntad, según el profesor el hecho tenía "implicaciones muy profundas". Sigrid sacó a la luz la posibilidad de hacer recordar a Jacobsen, un tema que dejaron para después del viaje a Roma.

—Pero lo que sí deberíamos hacer —dijo Sigrid—, es encontrar lo antes posible al Conde St. Germain e intentar hacerle recordar.

—Sin duda, tienes razón —acordó Derek.

—Cuando volvamos de Italia —continuó la anticuaria— deberíamos consultar con Jacobsen o con quien sea un método para localizarlo, y hacernos con él. Creo que es fundamental que recuerde todo.

—Sí, cuando volvamos de Italia —dijo Tomaso.

Después de comer salieron hacia el aeropuerto acompañados de Jonathan, Theo y Sally. Al igual que había sucedido cuando se habían desplazado al Museo Británico, Derek se dio cuenta de que un par de vehículos les seguían. Uno de ellos los seguía más disimuladamente, y le costó darse cuenta de ello cuando ya se encontraban inequívocamente en la autovía hacia el aeropuerto. Decidieron dar un rodeo para despistarlos; para ello, se detuvieron en uno de los pueblos cercanos y abandonaron el coche para desplazarse en dos taxis. Por separado en dos grupos llegaron a la puerta de embarque y abordaron el avión, siempre con la inquietud de que pudieran estar observándolos.

Ya de noche aterrizaban en Roma y salieron precavidamente entre el gentío. La afilada intuición de Derek entró en juego:

—Hay dos tipos sospechosos que creo que nos están siguiendo —dijo en voz baja—. Están por allí —señaló discretamente—.

—Uno de ellos tiene un tatuaje extraño que le llega hasta la oreja —dijo Tomaso—. Y nos siguen, sí.

—Apartémonos en este pasillo —instó Patrick—. Intentaré ver su aura.

Y así lo hizo. Concentrándose y sobreponiéndose a la sobrecarga sensorial que suponía ver las auras de toda la multitud que se extendía ante él, pudo identificar algo:

—Veo claramente que tienen poderes sobrenaturales —susurró al resto—, y que son bastante poderosos. Son poderes que no he identificado nunca, así que me imagino que son del mismo palo que los de la orden de Hermes... —de repente, desvió la mirada hacia su derecha, hacia la otra dirección del pasillo de salida donde se encontraban—.

—¿Qué pasa? —urgió Derek.

—Se acercan otros tres tipos por aquella parte del pasillo, y veo sin duda que están poseídos.

—Pues larguémonos, rápido —instó Tomaso, iniciando la marcha hacia el exterior, hacia donde Patrick había identificado a los tres poseídos; todos ellos llevaban gafas de sol.

Los dos primeros tipos ya estaban muy cerca del grupo, que siguió a Tomaso rápidamente, con Sigrid, Jonathan y Patrick cerrando la marcha. 

De repente, algo muy frío tocó la nuca de Patrick, al que Sigrid vio desplomarse a su lado. Además, la anticuaria y Jonathan oyeron como alguien recitaba una letanía en un idioma que bien podría ser egipcio antiguo, y acto seguido, el suelo explotó más o menos en el centro de la comitiva, derribando a casi todos ellos, pero por suerte causándoles heridas de gravedad leve. Cuando Sigrid reaccionó y volvió a mirar hacia Patrick, este ya no se encontraba allí. La gente gritaba y corría en desbandada, en un caos brutal.

—¡Se llevan a Patrick! ¡Derek, Tomaso! ¡Se lo llevan! —gritó la anticuaria.

Medio aturdido por la explosión y la polvareda, Derek se dirigió hacia Sigrid, cuando una sombra pasó  a gran velocidad junto a él y Tomaso, que había cargado a Sally en su hombro. Mientras tanto, la anticuaria tuvo tiempo de lanzar una descarga al tipo que se había llevado a rastras a Patrick, y al que veía a duras penas entre la multitud. Tuvo éxito y el enemigo trastabilló, deteniéndose unos instantes, y permitiendo así que la sombra que había pasado junto a Derek unos segundos antes lo alcanzara.

"¿Joder, qué es eso?", pensó la anticuaria mientras lanzaba las cargas. Escuchaba cómo el otro tipo había empezado a recitar una nueva letanía. 

—¡Cuidado, otra explosión! —gritó a duras penas.

Apenas hubo acabado la frase y Derek hubo llegado a su altura, una nueva figura, con un salto sobrehumano que le permitió superar a no menos de una decena de personas, cayó sobre el hechicero, desbaratando su sortilegio y desequilibrándolo. Derek se lanzó también hacia él, propinándole un directo en la nariz que lo lanzó al suelo.

Tras dejar a Sally en un lugar seguro, Tomaso se acercó también al lugar del conflicto. Le dio tiempo a ver cómo un tercer individuo llegaba al punto donde se encontraba Derek. Sin mediar palabra, levantó el brazo, unas garras negras crecieron desde sus dedos y atravesó el pecho del tipo al que Derek había derribado. El tercer poseído, ataviado como los otros dos con gafas de sol, se giró hacia Sigrid, que había llegado a socorrer a Patrick. El atacante del profesor había desaparecido entre la multitud.

—Está vivo, no te preocupes —dijo sonriendo y con acento de Europa oriental—. Ahora, ¡vámonos de aquí! —hizo una seña a sus compañeros. Uno de ellos, el que había llegado envuelto en sombras, levantó a Patrick sin aparente esfuerzo, y todos corrieron sumándose a la estampida. 

Salieron rápidamente del aeropuerto mientras Patrick recuperaba la consciencia, y se dirigieron hacia un furgón donde los esperaban dos tipos más. Derek apaciguó a Theo y a Jonathan, a los que se notaba especialmente tensos. Mientras metían a Patrick y a Sally en el vehículo, el poseído que había sacado las garras y que parecía el jefe, se dirigió a Tomaso:

—Encantado de conocerte —dijo con su acento del este—. Yo soy Camil.

—Me gustaría decir que igualmente —contestó Tomaso—. Supongo que ya sabes quién soy.

—Evidentemente, sí, jejeje. Saludos de Paolo. No estábamos seguros de a qué aeropuerto llegaríais, pero por suerte parece que ellos tampoco —se encogió de hombros—; tampoco esperábamos que vinieras con tantos amigos.

Subieron todos al furgón, que se puso en marcha. Sigrid apoyó a Patrick en su hombro. Aunque el profesor ya había recuperado la consciencia, apenas podía abrir los ojos debido a un fuerte dolor de cabeza. Aun así, preguntó:

—¿Qué hacemos aquí?

—La gente de Paolo nos ha ayudado—dijo Sigrid—, y hemos decidido acompañarlos.

"Por lo menos, parece que Paolo no quiere a Patrick como los otros, si no ya se lo habrían llevado", pensó Tomaso. "Eso me tranquiliza".

—¿Sabéis quiénes son nuestros enemigos? ¿Y qué me han hecho? —alcanzó a preguntar Patrick.

—Son una especie de hechiceros, y no sabemos mucho de ellos, solo que nos enfrentamos a ellos en la villa hace unas noches —contestó Camil, que a continuación se apartó para llamar por teléfono.

—La nuca me está matando —susurró Patrick.

—Déjame verla —contestó Sigrid—. Uf, tienes un hematoma tremendo, pero bueno, no parece que sea muy grave.

Derek hizo una seña a Tomaso, dando a entender si deberían atacar a los poseídos. El italiano tuvo el impulso de dar vía libre para un ataque, pero cuando recordó que Paolo tenía a su hermana y a sus sobrinos, negó levemente con la cabeza. Derek hizo lo propio con Jonathan y Theo.

Llegaron a la villa. Mientras el furgón aparcaba, Patrick envió un mensaje a Emil Jacobsen cumpliendo con el protocolo de información que habían establecido. 

Tomaso bajó del vehículo, como siempre que llegaba a la villa con el corazón encogido por los recuerdos infantiles. Sonrió cuando vio en la escalinata de la villa a sus sobrinos gemelos y a su hermana. Los niños corrieron hacia él y lo abrazaron. Su hermana se mantuvo más serena, pues a su lado se encontraba Paolo, sonriendo también. Ambos salieron a su encuentro. Su hermana lo abrazó y le susurró al oído:

—Estamos bien, nos han tratado bien.

—Espero que esto acabe pronto —susurró a su vez Tomaso.

—Acabará pronto, no os preocupéis. —Paolo habló con su voz terrenal, con tranquilidad. Le dio la mano a Tomaso después de que Andrea se hubo retirado del abrazo. "Está helada", pensó Tomaso. Ese era el único rasgo que denotaba la posesión de Paolo. No llevaba gafas de sol, al contrario que sus secuaces, y no le hacían falta, porque ni siquiera sus ojos dejaban traslucir su condición. Paolo parecía tener un control total sobre su posesión, cosa que inquietó sobremanera a todo el grupo cuando los saludó unos segundos más tarde.

—Menudo lío habéis causado en todo el continente, ¿eh? ¡Pfiuuuu! —dijo Paolo, socarrón.

Le dio la mano a Sigrid, con una sonrisa. Aguantó el contacto durante unos segundos, cosa que incomodó algo a la anticuaria. Poco después, repitió el saludo con Derek, inclinando la cabeza, poniendo cara de interés. Después le dio la mano a Patrick, y este la rechazó. Pero cuando el profesor pasó a su lado, Paolo le tocó en el hombro, excusándose; cuando Patrick intentó zafarse de su contacto, Paolo lo impidió, apretando la mano sobre el hombro. 

—Hmmm... es usted muy interesante, señor Sullivan —dijo, afirmando con la cabeza—. ¡Bienvenidos, adelante, adelante!

Una vez dentro de la villa, donde fueron recibidos por el resto de secuaces de Paolo y acompañados por Camil, Patrick contó un total de ocho poseídos y al menos otros tantos humanos. 

—Primero quiero hablar a solas con mi hermano —dijo Paolo—, disculpadnos unos minutos, por favor.

En la cocina, a solas, Paolo puso un par de copas de vino y brindó "por la familia". A continuación, pasó a contar a Tomaso su experiencia de los últimos días. 

—Hace pocos días estaba de viaje, y dio la casualidad de que vine a Italia por una serie de asuntos que no vienen al caso. —"Para hacerte con el control de todas las familias, no creas que no lo sé...", pensó Tomaso—. El caso es que por algunos contactos me enteré de que había surgido un grupo que estaba trastocando los esquemas del submundo ocultista en Europa, y va y resulta... ¡que ese grupo es el tuyo! ¡Extraordinario!

—Ya... ¿y qué estamos trastocando exactamente? Porque no lo tengo muy claro, la verdad.

—Pues, hombre... después de lo que he visto... tus compañeros Derek y Patrick, parecen bastante interesantes... y eso por no mencionarte a ti, que has cambiado muchísimo. Los tres parecéis una recompensa muy apetecible. Y, bueno, por pura casualidad me enteré de los planes de ataque a la villa y pude llegar a tiempo. Y parece que se trata de un grupo nuevo, no de esos malditos Bizantinos, ni del club Bilderberg ni ninguno de los de siempre.

—Sí —ratificó Tomaso—, y te puedo incluso decir su nombre: la Orden de Hermes Trimegisto.

—Mmmmh... interesante...

—Capaces de hacer conjuros extraños e incluso bolas de fuego.

—También algo extraordinario. El caso es que me sentí en la obligación de proteger a la familia —sonrió—. Entonces... ¿no sabes el motivo por el que os están persiguiendo de esta manera tan implacable? Porque además he oído que ahora sois aliados de Jacobsen y esa chusma.

—Respecto a Jacobsen, digamos que de momento estamos en la misma onda. El motivo de la persecución no lo sé con seguridad, pero bueno, ya sabes... tú recuerdas, nosotros recordamos también, e igual eso tiene algo que ver.

Dieron por zanjada la conversación y se reunieron con el resto. Todos disfrutaron de una copa de vino de altísima calidad. Derek empezó preguntando a Paolo cuándo sospechaba que volverían a atacar la villa, y aunque este contestó que seguramente bastante tiempo (contaba con una docena de poseídos y una veintena de secuaces humanos que se encontraban vigilando la propiedad), finalmente habría que abandonarla, porque ya no era un punto seguro.

—En fin —dijo Paolo en un momento dado—, no sé qué sucedió durante nuestro encuentro en la iglesia de Nueva York, pero algo se sacudió dentro de mí, y han aflorado en mi mente unos recuerdos que mi hermano ha confirmado que todos vosotros tenéis... Quiero que sepáis, por tanto, que también recuerdo la recreación y que realmente, me soprendió saber que soy uno de sus artífices. Por cierto, supongo que tengo que daros la enhorabuena, sobre todo a ti, Tomaso, por frustrar mis planes en aquella ocasión.

—Algo que volvería a hacer —dijo solemne Tomaso.

—Bueno, el caso es que de la misma manera, he recordado cuáles eran las intenciones de mis antiguos aliados y enemigos, y seguro que os interesa conocerlas... He de suponer que a estas alturas ya conoceréis la existencia del Conde St. Germain, la Estadosfera, el Clero Invisible, los avatares...

—Sí, lo conocemos —le cortó Sigrid, impaciente—. Ve al grano, por favor.

—Bien, bien... La intención de los jázaros no era otra que acabar con el Conde St. Germain y de alguna manera, "dominar" la existencia y acabar con el Clero, las ascensiones y demás. Mis compañeros y yo intentamos que no fuera así (en beneficio propio también, no lo niego), pero creo que no lo conseguimos del todo. 

»Así que, cuando me enteré de que prácticamente todo el submundo ocultista de Europa os buscaba, pensé que tendría que ver algo con ello. Pero no lo parece, porque en realidad nadie recuerda la anterior existencia. Y después de hablar con ustedes y saludarles, me inclino más a creer que el motivo es por una circunstancia más... personal.

»Realmente, si ese grupo que me ha dicho Tomaso que os persigue... la Orden de Hermes no sé qué... es tan poderoso, deberíamos tomar cartas en el asunto y pasar a la acción. Lo que sí me gustaría es que fuerais todo lo sinceros que fuera posible, porque necesito saber de qué sois capaces para que un grupo nuevo y extremadamente poderoso haya decidido atacar a mi familia. Y espero una sinceridad total.

Derek intentó dar una explicación peregrina acerca de que habían descubierto las intenciones de los de Hermes y que por eso les perseguían para hacerles callar y no revelar sus secretos, pero Paolo lo cortó en un momento dado:

—No tengo paciencia para esas historias, Derek. Sé que al menos tres de vosotros tenéis capacidades extraordinarias, y que precisamente de entre ellos tres, tú eres un atlante... Tú, Tomaso, eres capaz de canalizar una energía extraordinaria... Tú, Sigrid, tienes un habilidad desconocida aunque no definitiva... Y tú, Patrick, eres el misterio que más me despista; Helen —un escalofrío recorrió la columna vertebral del profesor cuando Paolo mencionó a su esposa— no me ha comentado nada extraordinario sobre ti, y lo que he visto en ti me reconcome.

—Por mi parte —contestó Patrick—, te agradezco habernos salvado el culo en el aeropuerto, Paolo, pero nos estás pidiendo una confianza que no sé a qué corresponde.

—Bueno, digamos que estamos sentando las bases de una nueva relación...

—¿Y si no queremos cooperar? —planteó Derek.

—Si no queréis cooperar, tendremos que separar nuestros caminos y yo tendré que poner a mi familia a salvo... pero creo que realmente os conviene tenernos como aliados. Comprendo que es una oferta que tendréis que discutir y masticar lentamente, así que si os parece bien, nos retiraremos ahora a descansar. Pero antes, querría tener unas palabras en privado contigo, Sigrid, si eres tan amable.

Todos se retiraron y Sigrid quedó a solas con Paolo.

—Solo quería decirte —empezó el poseído— que me pareces la más cabal de los cuatro, y que mi intención es real. Sinceramente, creo que en el momento de la recreación sucedió algo que puede acabar con todos nosotros... pienso que fue una suerte que los sacrificios no funcionaran en su totalidad, porque habrían acabado con todo, pero algo fue tremendamente mal. Y yo creo que tú eres lo suficientemente inteligente para ver las posibilidades y ventajas de una alianza. Aparte de que sé que tu fuerza de voluntad es extraordinaria.

»Por eso quiero proponerte algo que a primera escucha puede parecer un poco locura, pero que te aseguro que no lo es tanto. ¿Has pensado en cómo podría ser enaltercer todas tus habilidades, tanto físicas como psíquicas en un plazo de pocos días? Porque yo te ofrezco esa posibilidad. Te la ofrezco si abres tu mente y estás dispuesta a entrar en una relación de simbiosis con un espíritu de más allá del Velo.

—Está bien —contestó la anticuaria, fingiendo todo el interés del mundo—. Pensaré en ello, te lo prometo.

Una vez con sus compañeros, Sigrid les contó lo que Paolo le había propuesto y su preocupación acerca de la recreación y el fin de la existencia que podría haber provocado.

—Una vez más —dijo— debemos elegir nuestros aliados...

No pudo acabar la frase. Su móvil recibió la llamada de un número desconocido, y descolgó.

—¿Sigrid? Sigrid, ¿eres tú? —la voz de Ramiro hizo que le diera un vuelco el corazón.

—¿¿Ramiro?? Ramiro, ¿dónde estás? —respondió desesperada Sigrid.

Tomaso se giró hacia ella en cuanto pronunció el primer "Ramiro".

—Sigrid, te pueden estar localizando...

—Sigrid, yo.... —continuó Ramiro, pero sus palabras se interrumpieron abruptamente. Otra persona habló:

—¿Señora Olafson? Salgan de la villa y esperen nuestra llamada.



jueves, 19 de agosto de 2021

El Día del Juicio
[Campaña Unknown Armies/FATE]
Temporada 3 - Capítulo 34

Borkowski y Sally recuerdan

Tras revelar Tomaso la necesidad de desplazarse a Italia, Paula y Emil se miraron preocupados. Patrick aprovechó para tirar disimuladamente al suelo el pequeño cubo negro del borde de la mesa sin tocarlo directamente con la piel.

—Vaya —alcanzó a decir ella—... y, ¿qué sugerís?

—Parece muy claramente una trampa —añadió Emil—. Tomaso, comprendo la necesidad de proteger a tu familia, pero no me parece conveniente ni que acudáis allí ni que abandonéis la mansión ahora.

Tomaso no buscaba ningún permiso ni justificación:

—¿No creéis que Catapano, que estaba poseído, ha venido ya para espiarnos? De todas maneras, tomaré las precauciones que hagan falta, pero yo tengo que irme a Italia.

—Está bien —apaciguó Emil—, no sois prisioneros, pero tened en cuenta ahora la atracción que Patrick tiene para el resto de facciones, y deberíais pensarlo muy bien. Pediremos algo de cenar.

Pasaron a discutir las acciones a realizar al llegar allí, cómo aproximarse a la villa (para ello Tomaso dibujó unos mapas lo más detallados posible) y cómo tratar con Paolo y sus secuaces. Emil, Paula y Anaya plantearon la posibilidad de que el asunto de la villa tuviera algo que ver con los ataques a Roma, a Florencia y al Orfeo de Milán, aunque no llegaron a ninguna conclusión sólida. En un momento dado, Derek mencionó el enfrentamiento anterior que habían tenido en la iglesia de Nueva York; ante este dato, Emil arqueó una ceja.

—Lo que no acabo de entender —dijo aprovechando un momento de pausa en la discusión— es por qué, si vuestro último encuentro fue el enfrentamiento en Nueva York donde decís que Paolo hirió a Patrick, hace dos días se encontraban en la villa italiana de tu abuelo, Tomaso. Y por otro lado —añadió—, ¿por qué la Orden de Hermes, o Aleyster Crowley, atacaron la villa de Tomaso? ¿Es cierto? Y si es cierto, es doblemente preocupante, porque me induce a creer que a quien realmente quieren llegar es a Patrick. 

"Evidentemente no sabes que Tomaso y Derek también son especiales", pensó Sigrid

—Es posible que sea así, pero mi intención es que Patrick no se exponga en ningún momento —aseguró Tomaso—. Y, por cierto... ¿no podríamos pedir ayuda a Borkowski, que seguro que tiene experiencia con demonios?

—No lo creo —contestó Paula—. Borkowski es un enviado del Alto Consejo, y el Vaticano para nosotros —miró a Emil y Anaya— es un misterio. Personalmente, no me parece buena idea decirle nada de esto.

"Bueno...", pensó Sigrid, "no es tan mala idea si conseguimos hacerle recordar...". Una idea estaba tomando forma en la mente de la anticuaria.

Ya entrada la noche, Patrick planteó una nueva cuestión:

—Ya sabéis —miró a sus compañeros— que yo he investigado bastante el tema de las posesiones. Y lo que me extraña mucho también es que Paolo sea capaz de llevar a cabo posesiones de forma... no sé, selectiva y a voluntad. Hasta ahora, todo apunta a que las posesiones se realizan de forma aleatoria, al menos parcialmente. Pero si Paolo es capaz de seleccionar al sujeto y al objeto de la posesión, me parece algo extraordinario.

Todos se quedaron en silencio unos momentos, hasta que Anaya asintió:

—Es una buena observación, Patrick. Muy buena.

—Pero al final, irrelevante —apostilló Paula—; lo que no sabemos no lo podemos controlar, así que bueno, asumamos que Paolo tiene un poder fuera de lo normal para seleccionar los objetivos de las posesiones, pero poco más.

A instancia de Sigrid, decidieron hacerse con tranquilizantes potentes y pistolas de dardos para usarlos con las personas poseídas, haciendo uso de los contactos de Tomaso. Era posible que los tranquilizantes no funcionaran, pero tendrían que explotar aquella opción. También evaluaron la posibilidad de utilizar oniromantes o adeptos capaces de incapacitar a los demonios, pero Emil declinó tal vía de actuación:

—Si los oniromantes o los dipsomantes fueran efectivos contra los demonios, os aseguro que ya lo sabríamos.

—Entonces, necesitaremos algunas fuerzas de choque —contestó Patrick.

—Pues me temo que la tendréis que buscar en otro lado —zanjó Emil—. No puedo dejar la mansión desprotegida, y de hecho estoy totalmente en contra de que os marchéis ahora, cuando en cualquier momento podemos ser atacados. Lo que sí que necesito es que establezcamos una rutina de información cada pocas horas para saber si os ha pasado algo en algún momento.

—Por supuesto —respondió Derek—. De la misma forma os pedimos que nos informéis de lo que pueda suceder aquí.

Así acabó la reunión por fin, y todos se retiraron a descansar. Pero la idea que había estado rondando la mente de Sigrid por fin se había concretado, y antes de dormir reunió al grupo para plantearles una cuestión.

—Quería deciros que creo que sería buena idea hacer recordar la recreación al padre Borkowski. Con mis nuevos poderes, estoy convencida de que, si encontramos la antigüedad adecuada, podría hacerlo recordar. 

—¿Y qué tipo de antigüedad tendría que ser esa? —preguntó Derek.

—Una que evoque el simbolismo del recuerdo. Algo que se haya hecho para recordar, y que sea lo suficientemente importante...

—Buf —resopló Patrick—. Creo que estás pidiendo mucho... ¿un retrato? ¿un relicario? 

—No lo sé —respondió Sigrid—. Quizá alguna carta, algún escrito... pero lo suficientemente importante...

—¿Y no podrías utilizar alguna de un museo? —planteó Derek.

—Mmmh... ¡sí! Creo que sí. En el Museo Británico hay una sección dedicada a los babilonios, y hay retablos con inscripciones de relatos que no están en vitrinas. Tendríamos que burlar la vigilancia, eso sí, pero creo que es nuestra mejor posibilidad.

—Pues no se hable más —dijo Tomaso—. Mañana intentamos que Borkowski venga con nosotros al Británico con alguna excusa.

Una vez se retiraron, Patrick se reunió a solas con Derek. El profesor le planteó su preocupación acerca del pequeño cubo negro que había aparecido en la sala de reuniones tras la demostración de sus habilidades. Derek planteó la posibilidad de volver a buscarlo con alguna excusa, y así lo hicieron. Acudieron a Anaya, alegando que habían perdido un móvil. Ella les acompañó y les abrió la puerta sin ningún problema; Patrick buscó el cubo mientras Derek la distraía, pero por desgracia no tuvo suerte; no pudo encontrarlo. Se marcharon sin más.

Mientras tanto, Sally consolaba a Tomaso en la preocupación por su familia y, por supuesto, expresaba su deseo de acompañarlos. Además, añadió:

—Si, por lo que me cuentas, Sigrid va a intentar hacer recordar al padre... ¿no podría hacerme recordar a mí también? —el anhelo se podía ver en sus ojos.

—Estoy seguro de que lo intentará, cariño —respondió Tomaso—. Absolutamente. Y espero que tenga éxito.

Sally sonrió, con lágrimas en los ojos, y abrazando a Tomaso se quedó dormida.

Por la mañana, ya reunidos, Patrick compartió con el resto del grupo el hecho de que cuando utilizaba sus habilidades aparecían cubos muy parecidos a los monolitos que ya habían visto en el pasado. Plantearon la posibilidad de ir a comprobar el que había aparecido en el bosque cuando habían acabado con Bar Yohai, pero decidieron que no era una buena idea. 

—Yo no creo que sean lo mismo que el monolito de Quebec —afirmó Sigrid.

—De todas maneras, que los cubos tienen que ver con la alteración de la realidad es un hecho —añadió Derek—. Así que tampoco me parece buena idea que nadie los toque.

—Totalmente de acuerdo —respondió Patrick—. Aun así, quizá podría intentar hacer que dejara de existir uno de esos cubos... —al decir esto, el profesor tuvo que callar, presa de una angustia y una taquicardia que lo incapacitaron durante unos segundos; el resto abrió los ojos por la sopresa al sentir lo mismo a través del vínculo kármico. Así que desecharon la idea.

Tomaso, por su parte, llamó durante la mañana a varios de sus contactos para arreglar la compra de armas, tranquilizantes y equipo en Italia. Se desesperó un poco, porque muchos de sus contactos no respondían al teléfono. Finalmente, un par de ellos cogieron el teléfono y acordaron con Tomaso la entrega del material. Más tarde, reunido con los demás durante el desayuno, expresó su preocupación por la cantidad de contactos que habían dejado de responder a sus llamadas:

—Paolo se está dando mucha prisa en lo que está haciendo —dijo—; o quizá hay algo más.

Unos minutos después, apareció Anaya, que anunció que tenía buenas noticias. Dijo que la enviaba Paula a decirles que habían dado con Jodorowski en San Petersburgo. Y que, gracias a la fama de Emil, estaba dispuesto a desplazarse hasta Londres en un plazo breve de tiempo, una semana o quizá dos. Realmente eran buenas noticias, porque la salud mental del grupo estaba al borde del precipicio, pero la alegría fue contenida porque antes de que pudieran ver al psicomago tendrían que solucionar el asunto de Paolo.

—Entonces —susurró Derek a Sigrid, una vez que se hubo marchado Anaya—, ¿vas a intentar hacer recordar a Borkowski?

—Sí, por supuesto, lo que hablamos anoche, si nos desplazamos al museo y conseguimos distraer la atención de los cuidadores, intentaré hacer recordar al cura... y a ti también, Sally, claro —añadió, mirando a la periodista con una sonrisa y tocando su antebrazo.

—Gracias, Sigrid —dijo sinceramente Sally.

Poco rato después, Patrick y Derek se hicieron los encontradizos con Borkowski en la biblioteca de Jacobsen, leyendo ávidamente un ensayo sobre la Biblia. Para su sorpresa, cuando le comentaron que iban a visitar el Museo Británico, el padre se apuntó de manera entusiasta; al parecer era un gran aficionado a la arqueología y las antigüedades, y había congenidado con Patrick extraordinariamente bien.

En el coche hacia el museo, Patrick aprovechó para mencionar el episodio con Bar Yohai, intentando recabar la opinión de Borkowski:

—Como ya dijimos durante la reunión —dijo el sacerdote—, estoy tan sorprendido como los demás de lo que pasó con Simeon. No se me ocurre otra cosa más que fuera convencido, o sustituido, o poseído o que directamente actuara motu proprio. Lo que sí le aseguro es que era el verdadero Simeon y quizá tuviera unos intereses que nosotros no alcanzáramos a entender... y más aún si usted no tiene una capacidad lo suficientemente extraordinaria como para justificar su rapto —con esto dieron por zanjado el tema.

A instancias de Tomaso habló también de la situación en Roma. Borkowski habló de la situación agitada que se vivía en el Vaticano, porque "habían sucedido acontecimientos muy inquietantes en Nueva York, en varias iglesias y un convento, y había sido un error dejar el noreste de Estados Unidos sin apoyo espiritual". De repente, pareció que el padre se dio cuenta de que estaba hablando demasiado y cambió de tema rápidamente.

En un momento dado, Derek susurró a Patrick, que conducía el vehículo:

—Parece que ese coche negro nos sigue —señaló un Chevrolet que se encontraba a una distancia prudencial.

Estando sobre aviso, y aprovechando los cambios de semáforo, Patrick no tardó en despistar a sus presuntos perseguidores de forma discreta, sin que Borkowski se enterara. Poco después estacionaron en el parking del museo, pagaron sus entradas y entraron.

Sigrid aprovechó sus conocimientos sobre las antigüedades del museo para intrigar a Borkowski y que este la siguiera cada vez más relajado. Al cabo de un rato llegaban a las salas dedicadas a los babilonios, con Tomaso distrayendo a Sally todo lo que podía, pues la periodista era presa de los nervios ante la perspectiva de poder recordar. 

Sin perder el tiempo, Sigrid esquivó las cámaras de seguridad y esperó a que los cuidadores estuvieran lo suficientemente alejados o distraídos (en esto ayudó bastante el atractivo de Tomaso), y cruzó la línea de seguridad de una de las tablillas colgadas en las paredes de la sala. "Si soy lo suficientemente rápida", pensó, "quizá ni se den cuenta. Tocó levemente el retablo, sintiéndose un poco aturdida ante la multitud de cargas intermedias que contenía, y miró a Borkowski. Canalizó la mitad de las cargas que contenía el objeto, una descarga impresionante.

—¿Pero qué...? ¿qué...? —dijo el sacerdote mientras se encontraba comentando con Derek algunos de los objetos expuestos en una vitrina, con un gesto de sorpresa y cayendo de rodillas. No obstante, no cayó porque Derek lo ayudó, disimulando para no llamar la atención. 

Sally se dio cuenta del incidente, y miró a Sigrid, que a su vez se giró hacia la periodista. Canalizó el resto de cargas. 

O al menos, lo intentó. Pero nada ocurrió. Sally miró a Sigrid, implorante, mordiéndose el labio y con una lágrima asomando a su rostro. Sigrid volvió a intentarlo, reuniendo toda su fuerza de voluntad.

—Nnnnhhh... —se quejó Sally quedamente, mientras su rostro traslucía un gesto de dolor. Pero el dolor no impidió que esbozara una ligera sonrisa. Cayó inconsciente.

Tomaso corrió hacia Sally y la cargó, mientras la cuidadora a la que se encontraba distrayendo se quedaba sorprendida y sin saber qué hacer durante unos segundos. 

—¡Eh! ¡Usted! ¿¿Qué hace??  —otro cuidador gritó a Sigrid.

—¿Qué? —contestó Sigrid, haciéndose la sorprendida, y dejándose caer, fingiendo un desmayo.

Alguien debió de haber visto toda la escena, con los desmayos de Sally, Borkowski y Sigrid, y gritó:

—¡Gas! ¡Hay gas! ¡La gente se desmaya! ¡Corred!

Rápidamente cundió el caos y el pánico por gran parte del museo. El grupo salió rápidamente aprovechando la confusión y sin dar tiempo a que nadie reaccionara. Una vez en el coche, salieron rápidamente, y Borkowski y Sally recuperaron la consciencia, un poco abrumados por los recuerdos. Patrick sacó a relucir sus habilidades de psicólogo, aliviando su trauma y haciéndolos reaccionar. Sally lloró de alegría, abrazando a Tomaso y dando las gracias a Sigrid.

—Estoy confundido —dijo Borkowski—... es como si dos vidas se juntaran... pero gracias, gracias por hacerme recordar.

—Ha sido Sigrid —comentó Derek—, a ella hay que agradecérselo.

—Sí, gracias, muchas gracias. Uf, esto es duro.

Al cabo de una hora y media más o menos, con el trauma ya pasado y los recuerdos asentados, por fin Borkowski comentó que recordaba lo que había sucedido en Tunguska.

—Es curioso —dijo—, en esta existencia enviamos a Tunguska un contingente hace pocas semanas, y nunca recibimos noticias de ellos. Además, el gobierno ruso cerró también las comunicaciones y las fronteras hace poco.

—¿Nada? ¿Ni una noticia? —preguntó Tomaso, preocupado por su primo.

—Nada en absoluto. ¿Creéis que lo que sucedió en la anterior existencia tiene algo que ver?

—Es posible —contestó Patrick.

Evidentemente, acordaron que Borkowski debería actuar normalmente como si nada hubiera ocurrido, y le hablaron de la posibilidad de que esa existencia fuera la última ante el éxito parcial de los jázaros, con la ausencia del Conde St. Germain y nadie que pudiera velar por ella. 

—Tenemos que encontrar al conde —urgió Sigrid—, y reparar todo lo que se rompió en la recreación. Debemos aprovechar esta segunda oportunidad.

—Por supuesto, claro que sí —acordó Borkowski.

—Contad conmigo también —dijo Sally—. Si esta realidad es una menira, tenemos que revertirla.

—Mentíra no es el concepto que yo usaría... —empezó Sigrid, pero prefirió no seguir hablando del tema, ante las esperanzas renovadas de su amiga.

Según les contó Borkowski, el Vaticano servía en esta realidad a los Bizantinos (Illuminati), que no debían de ser otros que los jázaros de la anterior realidad, y les reveló que con el Alto Consejo solo hablaban dos de los cardenales. Además, de Simeon solo les pudo decir que había coincidido con él en un par de misiones de negociación y tampoco les pudo revelar gran cosa. Después les habló de los diferentes grupos de Demonios, Bizantinos y respectivos aliados. También les habló de un nuevo grupo liderado por un tal Sergei Ivánov que ahora se daba cuenta que no era otro que Novikov, y también de otra facción de creación reciente, el Club Bildelberg, encabezado por Alex Abel y que había sido el que había promovido la creación de los Orfeo. Pero los Bizantinos eran sin duda el grupo más poderoso, y el que había tratado de poner a todos los demás en vereda.

Respecto a la Golden Dawn, Crowley el Thelema, el Club Fuego Infernal y los Rosacruces, Borkowski les contó que en su momento fueron "erradicados" por los Bizantinos y sus aliados, aunque siempre se sospechó que no habían sido eliminados definitivamente.

—Lo que es evidente —dijo Sigrid en un momento dado— es que cada bando (jázaros, demonios y los que hubiera en Tunguska) intentó recrear la realidad para beneficiarse a sí mismos, y ahora parece que están luchando para controlarla del todo.

—Sí, sin duda —acordó Borkowski—, ahora que recuerdo, parece evidente. De hecho, un gran número de Bizantinos tienen una... habilidad... que les permite deshacer anomalías en la realidad, y yo creo que eso les viene de la recreación, para asegurarse de que podían controlar la fuerza del Velo, que los Demonios intentaron eliminar, y al parecer consiguieron debilitar.

—¿Esa habilidad es la que mencionó Barker en la reunión?  —preguntó Sigrid.

—Sí, efectivamente, así es.

De vuelta la mansión, esa misma tarde partirían hacia Italia, acompañados de Sally, Jonathan y Theo Moss. Borkowski se quedaría de momento, para no despertar sospechas. Yatsenko, que recibiría el alta al día siguiente, acudiría a la mansión de Jacobsen.



martes, 3 de agosto de 2021

El Día del Juicio
[Campaña Unknown Armies/FATE]
Temporada 3 - Capítulo 33

Llamada de Paolo. Patrick se sincera.

—No te voy a mentir —contestó Tomaso, resignado—; sí, claro que recordamos. —Continuó—: dime que me estás llamando como hermano, y no como la criatura que eres.

Paolo se rió ligeramente, con esa voz grave que Tomaso no sabía si identificar con la suya o con la del ente que lo poseía.

—Supongo que en este caso te llamo como hermano. Al menos, tenemos aquí una pequeña reunión familiar. Escucha, quieren saludarte.

Tomaso se quedó helado cuando escuchó la voz de dos niños al unísono:

—¡Hola, tío! —Dante y Mario, los hijos gemelos de su hermana; no parecían asustados.

—Hola Tomaso, ¿todo bien? —su hermana Andrea, con un leve temblor en la voz. Tomaso sintió un escalofrío.

—Andrea, ¿estáis bien? —preguntó, sumamente tenso.

—Sí... sí, estamos bien, Tomaso. P...Paolo está extraño, pero ha llegado a tiempo de salvarnos. Espera, quiere hablar contigo.

Después de conseguir la palabra de Paolo de que no iba a hacer daño a su hermana ni a los niños, este continuó:

—Creo que os habéis metido de lleno en el juego, Tomaso. Demasiado de lleno. Menos mal que con la agitación de las cosas en la Toscana estaba yo por aquí, si no, creo que Andrea y los niños ya no estarían con nosotros. Habéis removido demasiado el avispero. Y creo que es urgente que nos veamos.

—De acuerdo, yo estoy en el Reino Unido, ¿nos vemos aquí?

—¿Piensas que es una buena idea que deje la finca sin protección, de verdad? Tu familia ha podido ser asesinada o secuestrada.

—Sí, no, no los dejes solos, por favor —acordó Tomaso—. Intentaré estar ahí en un par o tres de días.

—Muy bien, da saludos a Patrick y los demás —se despidió Paolo socarronamente.

Después de mantener una breve conversación con Andrea para decirle que iría lo antes posible para allá, Tomaso corrió a compartir la situación con el resto del grupo, anunciando su intención de acudir a Italia en un plazo máximo de tres días. Por supuesto, Patrick, Sigrid y Derek expresaron sus reservas acerca de que aquello no se tratara más que de una trampa. Pero todos dudaron cuando Sally añadió, con un leve deje de celos en la voz:

—Tomaso, te olvidas de mencionar que según lo que ha dicho Paolo, ahora recuerda la anterior existencia —como dormían juntos Sally había sido testigo de toda la conversación telefónica de Tomaso con Paolo.

—Eso es un dato interesante, desde luego —dijo Patrick.

—No olvidemos que la última vez que nos encontramos nos atacó con un montón de demonios y dejó a Patrick malherido —advirtió Derek.

—Quizá fuera ese encuentro lo que lo hizo recordar —añadió Sigrid.

—Sea lo que sea, no puedo dejar a mi familia a su merced —sentenció Tomaso—. Y quizá pueda hacer que Paolo vuelva a la Luz del Señor —cerró los ojos, como elevando una silenciosa oración—. Además, la Orden de Hermes, o Crowley, quien sea, pueden volver a atacar la finca donde están.

—Hay que pensarlo bien, Tomaso —continuó Sigrid—. Es posible que incluso pueda ser una treta para que dejemos la mansión de Jacobsen y entonces atacarla.

—Por mi parte —dijo Derek—, creo que si tu hermana y sus niños están con Paolo y su gente, ya están perdidos, así que...

—¡¿Qué dices?! —gritó Tomaso—. ¡¡¡No digas eso!!! ¡¡¡Ni se te ocurra!!!

Las palabras de Derek, unidas al delicado estado mental de Tomaso, causaron un fuerte ataque de ira en el italiano, al que tuvieron que reducir entre el propio Derek, Jonathan y Theo Moss. Sally, que nunca había visto a su amado de esa manera, no pudo contener las lágrimas. Y por suerte, Patrick pudo tranquilizarlo en pocos minutos, aliviando su mente de la tensión extrema que había sufrido. 

Una vez recuperada la calma y presentadas las disculpas necesarias, Derek pidió a Tomaso que se asegurara de que había habido un ataque a la finca antes de viajar hasta allí, a ser posible contrastando con diferentes fuentes, y así lo hizo la mañana siguiente. 

Mientras los demás acudían a la reunión convocada a primera hora por Jacobsen con British Sharp, Tomaso llamaba por teléfono.

En la reunión se encontraban ya Emil, Paula, Anaya, Marius y Lucas; y Conor, Dakota, Ettore, Kostas y Borkowski  por el bando de BS. Disculparon a Tomaso, diciendo que llegaría más tarde, y pasaron a discutir todo lo referente al acontecimiento del día anterior con Simeon Bar Yohai.

—Lo que pasó ayer —dijo Emil—, es extremadamente preocupante, y más aún si es cierto que vosotros no sabíais nada... Conor, ¿qué puede haber sucedido?

—Sinceramente, como ya os dije ayer, no alcanzo a entender qué ha pasado. No sé si era un doble, ya que decís que no era humano, o si estaba poseído, o qué demonios ha pasado. En teoría, fue enviado por el Alto Consejo, como siempre, igual que el padre Borkowski, aquí presente.

—¿Y lo conocían desde hacía mucho? —preguntó Patrick.

—Sí, sí, varios de nosotros hemos tratado con él durante años. No sé... quizá lo convencieron, o lo poseyeron, o quizá.... —dudó unos instantes—, quizá, señor Sullivan, es usted una amenaza que no acabamos de identificar.

Conor Barker, ejecutivo de British Sharp

—Pero si fuese así, tambíen les habrían informado a ustedes, ¿no es cierto?

—Sí, claro... no tiene sentido que no... como les digo, no sé qué decirles al respecto. Desde luego, Yohai no tuvo ningún comportamiento sospechoso, y parecía él mismo por todos sus gestos y convesaciones, ¿no, Dakota? —Gallagher asintió, silenciosa.

 » El caso es que —prosiguió Conor—, como ya hablamos ayer, su habilidad de ver las auras no nos parece suficiente motivo para que usted provocara tal intento de secuestro —miró a Emil—; y de verdad que me gustaría saber su verdadero motivo.

—Lo mismo digo —dijo Patrick—, no tengo ni idea.

Lucas Bardet tomó en ese momento la palabra:

—Está usted mintiendo, señor Sullivan —dijo secamente.

"Mierda", pensó Patrick, "no recordaba las capacidades de este tío".

—Señor Sullivan —Emil raras veces usaba el apellido de la gente—, agradeceríamos sobremanera un alto grado de sinceridad. Creo que hemos demostrado que pueden confiar en nosotros.

—Nuestra lealtad está más que demostrada —contestó Patrick.

—¿De verdad, señor Sullivan? —preguntó Paula—. ¿Son leales, o simplemente les interesa ahora mismo colaborar con nosotros?

—Tenga en cuenta —continuó Emil—, que la sinceridad redundará también en su beneficio, porque nosotros somos capaces de ofrecer toda la protección que sea necesaria.

Tras unos segundos de tenso silencio y unas poco afortunadas intervenciones de Derek y Sigrid, Borkowski habló por primera vez:

—¿Tienen esas presuntas habilidades suyas —la voz del sacerdote era imponente— algo que ver con los entes demoníacos, señor Sullivan?

—No, padre —respondió secamente Patrick—. Pueden llamar a alguien que sea capaz de ver auras y verán que no tengo nada que ver con ellos.

—Está diciendo la verdad —corroboró Lucas Gardet.

Durante toda la conversación, Patrick había estado sintiendo un cosquilleo en la nuca:

—Y les agradecería que dejaran de intentar asaltar mi mente —ironizó Patrick—. En vez de la víctima, parezco ser el enemigo, no entiendo el porqué de todo esto.

—Pues es que empiezo a sospechar —contestó Emil—, que el despliegue militar en el sur y el ataque que sufrieron cuando llegaron a Inglaterra fue debido a usted...

Tras un rato más de discusión, las cosas empezaron a ponerse realmente tensas, y Emil incluso amenazó con "no poder albergarlos más bajo su techo". Sigrid intervino para templar los ánimos, y lo consiguió a medias. En un momento dado, los hicieron salir de la sala para debatir privadamente qué hacer. El grupo se vio en el pasillo acompañado por tres de los guardias de la mansión.

Mientras tanto, Tomaso conseguía contactar con Giuseppe, un amigo de la infancia en el Lazio. Cuando le preguntó si había ocurrido algo raro, contestó:

—Pues ahora que lo mencionas, la verdad es que sí... anteanoche vi como destellos de luz en la villa. Supuse que serían los críos jugando, pero ahora que lo pienso... no sé.

La preocupación de Tomaso fue en aumento ante las palabras de Giuseppe, así que decidió llamar a sus contactos en la cosa nostra. Las tres primeras llamadas no recibieron contestación, hasta que en un cuarto intento, Damiano David por fin le contestó.

—¿Tomaso? ¡Cuánto tiempo!

—¿Sabes algo de mi hermana, Damiano? No me coge el teléfono.

—Pues no sé mucho, la verdad, pero creo que Fabrizio Stacallo iba a salir para allá anteayer...

—¿Cómo?

—Sí, me enteré de casualidad, la verdad, y me extrañó, pensaba que sería algo que tenía que ver contigo... —bajó la voz— y más cuando vi a tu hermano Paolo por aquí.

—¿Has visto a Paolo? Cuéntame, por favor.

La insistencia de Tomaso tuvo sus frutos, y Damiano siguió hablando.

—Espera, tengo que irme a un sitio más discreto... ahora. Si se enteran de que te cuento esto, igual me sacan la lengua...

—Te lo agradezco, ten por seguro que no olvidaré el favor.

—Bueno, pues me he enterado de que Paolo se está reuniendo con todos los dones importantes; que yo sepa, por lo menos ya ha tenido reuniones con los Scordo y los Gambini. 

—¿Y sabes por qué?

—No estoy seguro del todo, pero creo que está potenciando las habilidades de nuestra gente... mejor si llamas a Fabrizio.

Sin pensarlo dos veces, Tomaso llamó a Stacallo.

—¡Tomaso! —respondió sorprendido Fabrizio—. ¿Eres tú?

—Sí, Fabrizio, ¿cómo va todo? Tengo entendido que ha aparecido por ahí mi hermano.

—Sí, de hecho, estoy aquí en la villa con él.

—¿Cómo? ¿Qué quieres decir?

—No estoy muy seguro, Tomaso... él... nos prometió cosas... que no sé...creo que no deberíamos... no... ¡JAJAJA! —antes de que la llamada se cortara, la voz de Fabrizio cambió a un rugido de ultratumba que erizó el vello de Tomaso.

"Mierda", pensó. "Tengo que ir para allá cuanto antes, maldición". Se dirigió prácticamente corriendo a la sala de reuniones, y en el pasillo se encontró con los demás, vigilados por tres guardias. Allí compartieron la información todo lo discretamente que pudieron, y Patrick les pidió su opinión sobre qué hacer; finalmente, decidieron que el profesor no debería contar nada, al menos voluntariamente.

Poco después, Anaya salía de la sala de reuniones y reclamó su presencia en ella. Pasaron todos, Patrick en último lugar, y se sorprendió cuando Anaya lo miró a los ojos y le hizo un gesto discreto y privado de negación con la cabeza. "¿Qué coj...?", pensó Patrick, "¿qué demonios me has querido decir, Anaya?".

Se sentaron. Conor no tardó en tomar la palabra:

—Señores, normalmente esto no sería de esta forma, y les habríamos arrojado directamente a una celda oscura y fría. Pero estamos de acuerdo con Emil y Paula en que esto reviste una importancia tal, que necesitamos saber la verdad sin atisbo de dudas. Señor Sullivan —miró a Patrick con aire amenazante mientras los tres guardias del pasillo entraban también en la sala acompañados de otros tres tipos más—, le rogaríamos que nos contara su secreto con total sinceridad.

Patrick permaneció en silencio, desafiante, lo que provocó que varios de los tipos que los habían rodeado sacaran sus armas.

—Ahora mismo vamos a permanecer todos tranquilos —dijo Barker, ante el silencio de Emil, Paula y Anaya—. Adelante, Emil.

—Lucas, puedes proceder —ordenó Jacobsen a Gardet, que se levantó y se situó tras Patrick. Patrick hizo amago de levantarse, pero uno de los guardias se lo impidió; Derek y Tomaso optaron por no hacer nada de momento, ante la amenaza de los tipos armados. Gardet puso las manos en la cabeza de Patrick.

—Tranquilo, señor Sullivan —dijo con su acento francés—, me detendré en los pensamientos superficiales, no ahondaré mucho.

Lucas se concentró, cerrando los ojos. El tiempo pasó lentamente, sin que Patrick notara ninguna sensación de que hurgaran en su cerebro, y al cabo de unos diez tensos minutos, Lucas abrió los ojos con un gesto de frustración.

—Qué extraño —anunció—; lo único que percibo en el señor Sullivan es su conocimiento de las auras y de una gran capacidad para confundir mentes con su discurso.

—¿Estás seguro, Lucas? —preguntó Emil.

—Podría volverlo a intentar —contestó Lucas—, pero, sinceramente, no creo que tenga otro resultado... a ver...

Lucas volvió a concentrarse, y pasaron otros diez minutos, hasta que Patrick notó un dolor interno que le causó una especie de cortocircuito en la mente. Cayó inconsciente. Derek, Tomaso y Sigrid rebulleron en sus asientos, apretando los dientes.

—¡Basta ya! —increpó Sigrid, roja de rabia e impotencia.

—No puedo ahondar más —aseguró Lucas, ignorándola y dirigiéndose a Barker y Gallagher—. No hay nada más, se lo aseguro.

—¿Una capacidad para aturdir mentes? ¿Un simple charlatán? No puede ser —dijo Conor, incrédulo—. Inténtalo ahora con ella —añadió, señalando a Sigrid. Emil puso un gesto tenso cuando el de British Sharp dio una orden directa a su hombre.

Lucas repitió la operación con Sigrid, que tampoco notó nada. El francés anunció que no tenía ningún conocimiento nuevo referente a las habilidades de Patrick. Conor le urgió de nuevo para que probara con Derek, ante la mirada cada vez más seria de Emil y de Paula. Y de nuevo, Lucas extendió las manos en un gesto de impotencia.

—Nada de nada, señor —dijo, mirando de reojo a Emil.

—¿Pero cómo puede ser? —Conor no entendía nada—. Volveremos a hablar de esto, hemos terminado.

Emil hizo un gesto, y los guardias acompañaron al grupo al exterior. De buenas maneras, eso sí. Anaya dirigió una media sonrisa a Sigrid y a Patrick, que ya había recuperado la consciencia. Se reunieron en la habitación de Derek, que comprobó el buen estado del libro de Tapas Negras.

—¿Qué creéis que ha pasado? —preguntó Patrick.

—Cuanto menos hablemos aquí, mejor —dijo Tomaso—. Demos gracias y ya veremos. 

—Han descubierto tu poder de enturbiar las mentes con la verborrea —disimuló Sigrid—, pero juzgan que no es suficiente para lo que pasó.

—El caso es que la situación en Italia es crítica ahora con Paolo, que está poseyendo a los miembros de las familias —cortó en seco Tomaso—. Creo que voy a pedir ayuda a Jacobsen, porque —bajó la voz— por lo que he visto allá dentro, creo que puedo confiar en él.

—Y el que está aquí con los de British Sharp está poseído, ¿no? —dijo Sigrid.

—Sí, lo está, sin duda —confirmó Patrick.

—Pues quizá deberíamos revelar el hecho, para que vean que no nos callamos tantas cosas...

—Es una posibilidad —acordó Derek—; pero lo de Italia es una trampa claramente... hay que tener cuidado y llegar por sorpresa.

—Sí, está claro que es una trampa —confirmó Tomaso—, pero no puedo dejar mi familia a su merced. Tomaré todas las precauciones que sean necesarias, y si me acompañáis os lo agradeceré profundamente, pero yo tengo que ir para allá.

Patrick cambió de tema, y su tono hizo que Tomaso se decidiera a encender la radio para evitar ser escuchados.

—A ver... —empezó el profesor—, si la cúpula de esta gente son los jázaros, y ellos son los que provocaron el cambio de existencia... si descubren que tengo la habilidad para cambiar la realidad, automáticamente me convertiré en su enemigo número uno. Por eso no he querido decir nada. Y lo que no entiendo del todo, es qué ha pasado ahí abajo... Anaya me hizo un gesto de negación con la cabeza nada más entrar, y luego Lucas no parece que hay hurgado en mi mente, y por lo que contáis, tampoco en las vuestras...

—¿Es posible que Anaya nos haya ayudado a espaldas de los demás? —preguntó Sigrid.

—La verdad es que ni idea —respondió Patrick.

—No creo que ella haya hecho nada a espaldas de Emil y Paula —planteó Tomaso.

Pocas horas después, la gente de British Sharp y sus acompañantes se despedían (al parecer, amistosamente) de los Jacobsen y de Anaya, y se marchaban. Todos excepto Jan Borkowski, que se quedó en la mansión por motivos desconocidos para el grupo.

Después de descansar, Emil y Paula los convocaron para una reunión privada. En la sala los recibieron los dos hermanos y Anaya.

—Bueno —dijo Emil—, los British Sharp se han ido, pero volverán, y seguro que no tardarán mucho. Deberemos agilizar nuestras reuniones para que Borkowski, que se ha quedado como "refuerzo" no sospeche nada.

—Para despejar cualquier duda —añadió Paula—, quiero que sepáis con certeza que Lucas no ha intentado leer vuestras mentes. Pero volverán pronto con sus propios medios, así que tenemos que encontrar una solución antes de eso.

—Así es —corroboró Emil—. No sabía lo que sucedería en caso de que Barker y los demás averiguaran la verdad sobre Patrick, así que preferí urdir este pequeño... teatrillo. Verdad que, por cierto, me gustaría conocer...

—¿Crees que es seguro para ti Emil? —Preguntó Patrick—. ¿Saberlo? Si van a volver "con sus propios medios"...

—Podría hacer que borraran mis recuerdos en una emergencia, pero sinceramente, no creo que encuentren a nadie como Lucas.

—No obstante, lo que no acabo de entender —siguió Patrick— es por qué los has traicionado...

—No los hemos traicionado —interrumpió Paula—, al menos de momento. Solo hemos... ganado tiempo para...

—Pero, ¿por qué? —insistió Patrick.

—Vamos a ver, Sullivan... —Paula hizo una pausa para calmar su enfado, que Patrick parecía despertar con facilidad—, creo que no eres consciente de lo que podrían hacerte si tu... habilidad, o capacidad, o lo que sea, demuestra ser importante... Es mejor teneros como aliados en este caso, que perder un valioso recurso, porque os aseguro que no acabaríais bien.

—Lo que hemos hecho —atajó Anaya—, ha sido salvarte la vida, Patrick. Por simple deferencia a nuestra alianza. Emil es un hombre de palabra.

"Pues será desde ahora mismo", pensó Sigrid. "¿O quizá no? La verdad es que ya no parece ese Jacobsen despiadado al que estoy acostumbrada..."

Patrick preguntó a Anaya cuál era la habilidad que él sabía que tenía debido a su aura, y después de mirar a Jacobsen, ella le reveló que tenía cierta capacidad para alterar las probabilidades. Emil dejó claro durante la respuesta que no admitirían más demoras, así que Patrick decidió revelar la verdad:

—Yo soy un paso más allá en esa capacidad. Puedo alterar la propia realidad.

Los Jacobsen mantuvieron el semblante inexpresivo.

—¿Podrías hacernos una demostración? —preguntó Paula.

Patrick requirió que le trajeran una flor, y con ella delante, hizo que se marchitara. Y no solo eso, sino que luego la recuperó. Todos sus interlocutores se sorprendieron, y se miraron.

"¿Pero qué mierd...?", pensó Patrick. "¿Qué demonios es esto?". En el mismísimo borde de la mesa había aparecido un pequeño cubo negro de aproximadamente medio centímetro de lado. Miró a su alrededor; nadie parecía haberse dado cuenta de la aparición del pequeño elemento. Puso los brazos alrededor de él, para que nadie lo pudiera ver.

—Evidentemente —dijo el profesor—, he puesto en peligro mi vida y la de mis amigos por ocultar esto, así que necesito que esta información siga permaneciendo en la sombra.

—Pero... esto... la verdad es que es bastante extraordinario... —dijo Jacobsen—. Es la primera vez que lo veo... hay bastante gente, por ejemplo el propio Nikos Kostas, que ha estado aquí con los de British Sharp, que son capaces de alterar la realidad, para... cómo decirlo...

—Deshacer cambios no deseados —dijo Paula—, devolverla a su estado original, por decirlo de una forma simple.

—Sí, exacto —confirmó Emil—. Pero... alterar la realidad de esta forma... a tu libre albedrío... eso es algo... sí, digno de un secuestro. Si hay gente que ya conoce esa capacidad, habrá que protegerte de ellos.

 »Bueno, esto lo cambia todo... en principio os iba a sugerir marcharos, quizá a la residencia de un amigo. Pero quizá no sea lo más prudente.

Tomaso aprovechó el momento de silencio:

—Está bien eso, pero yo tengo la necesidad urgente de viajar a Italia —dijo.

—¿Por qué motivo? ¿Por el ataque al Orfeo? —preguntó Paula.

—No exactamente —contestó Tomaso—. Como ya sabéis, Catapano ha venido como intermediario de los Scordo... pues lo que sabemos (gracias a la habilidad de Patrick) es que Catapano está poseído por un demonio. Y no solo eso; importantes miembros de las familias Scordo y Gambini (puede que de alguna más) están siendo poseídos debido a un pacto que han hecho con esos engendros del averno. Y el que dirige a los demonios que están pactando con ellos es mi hermano, Paolo.

Emil, Paula y Anaya se miraron, asombrados.

—Vaya... —fue lo único que alcanzó a decir Emil.