La mañana siguiente, Ezhabel intentó aproximarse a la ciudadela de Harudel discretamente para investigar las proximidades e infiltrarse. No pasó mucho rato sin que se diera cuenta de que la estaban siguiendo. Tras esconderse discretamente detrás de un árbol, una voz conocida habló. Se trataba de la voz átona de Nirintalath, que llamaba a la semielfa. Tras salir de su escondrijo, Ezhabel pudo ver que Nirintalath estaba acompañada de Ghilaren, su portadora actual. La Espada del Dolor ofreció su ayuda a Ezhabel con la condición de que le proporcionara el máximo sufrimiento de los enemigos durante su correría. La semielfa le respondió que no necesitaba su ayuda, e irónica, preguntó a Nirintalath si no estaba segura de que necesitaba algo que ahora no tenía al no portarla ella. Empezaba a ver que Nirintalath, si ello era posible, la echaba de menos. La ira del espíritu de dolor explotó una vez más; Ezhabel se retorció al sentir cómo millones de agujas se clavaban en su cuerpo. Cuando se recuperó, Nirintalath ya se había ido y sólo quedaba Ghilaren.
Ante la sorpresa de la semielfa, Ghilaren rompió a llorar desconsoladamente. Al tiempo que lloraba, pedía a Ezhabel que la matase. Que la matase, que la matase, no cesaba de repetirlo. La semielfa, atónita, intentó por todos los medios consolar y tranquilizar a la nueva portadora. Tras un largo lapso lo consiguió y su carisma natural proporcionó confianza a Ghilaren. Ésta, entre sollozos, contó a Ezhabel que desde que Nirintalath se encontraba con ella había perpetrado cosas horribles, entre ellas matar a su propio abuelo, Irainos ahora llamado Eraitan. Ezhabel abrió mucho los ojos: ¡esta elfa también era nieta de Eraitan! Cuando se tranquilizó la interrogó sobre el tema, pero resultaron ser parientes muy lejanas. Mientras le contaba esto no cesaba de repetir que debía matarla o liberarla de Nirintalath; no lo soportaba más, la espada del dolor la hacía sentirse como si fuera otra persona. Finalmente llegó un momento en que la elfa pareció oír algo y desapareció corriendo en la espesura. Ezhabel se apoyó en un árbol para descansar pero no pasó mucho tiempo antes de que oyera voces procedentes una patrulla de elfos oscuros. Se alejó discretamente.
Entre tanto, desde el campamento, el resto del grupo pudo advertir cómo un contingente enorme se aproximaba hacia el campamento de la Sombra desde el sur. Se componía de unos doscientos mil efectivos y entre ellos se encontraban trolls, elfos oscuros, ogros y orcos.
Por la noche Ezhabel recibió la visita en sueños de Nirintalath. Con su aspecto de niña, el espíritu intentaba refrenar la ira que le había causado la semielfa, pero ésta insistió. Le dijo que debía admitir la verdad, que ambas habían llegado a apreciarse y que estaba segura de que Nirintalath la quería. El estallido de furia fue mayor incluso en esta ocasión; parecía que Nirintalath no estaba preparada para este tipo de revelaciones. El dolor en el sueño fue insoportable y Ezhabel dejó de respirar en el mundo real. Dailomentar, que se encontraba en todo momento cerca de Ezhabel, corrió a avisar Ayreon. El paladín intentó entrar en el sueño de Ezhabel, pero no consiguió pasar de la dimensión del mundo onírico; lo único que alcanzó fue a oír a lo lejos la familiar voz de Nirintalath que gritaba ¡despierta,despierta! Parecía desesperada. Y al cabo de unos momentos sintió como una presencia verdemar se aproximaba, así que decidió salir del mundo onírico de inmediato. Afortunadamente, la semielfa volvía a respirar, aunque su aspecto no era el mejor que podía tener.
Al cabo de unas horas, cuando Ezhabel se había recuperado lo suficiente, Dailomentar entró para anunciarle una visita. No era otra que Ghilaren, que necesitaba hablar con ella. La elfa estaba sumamente atormentada, sólo deseaba morir pero no tenía el valor suficiente para quitarse la vida. Y las cosas que había hecho no admitían perdón. Lady Angrid también le había hecho hacer cosas horribles, pero ella no se había sentido obligada, lo había hecho de buen grado. Ghilaren no dio detalles sobre sus pecados. Ezhabel intentó consolarla diciéndole que estaba haciendo todo lo que podía. Casi sin dejarla hablar, Ghilaren dijo que debía irse, mirando hacia atrás como si algo le llamara. Ayreon, que había acudido a la tienda, intentó impedir que la elfa se marchara, ante la creciente ira de ésta; el paladín sintió un cosquilleo en la piel que le recordó mucho al estallido del dolor así que optó por dejar marchar a Ghilaren sin insistir más. Tras marcharse la elfa, se oyeron los gritos de una multitud a lo lejos; en su camino había provocado un estallido de dolor que causó más de doscientos heridos y algunos muertos.
La mañana siguiente Treltarion envió un mensaje a lady Angrid convocando una nueva reunión debido a las nuevas tropas de la sombra que se habían congregado. Demetrius fue el encargado de hacérselo llegar, acompañado de cincuenta elfos. Al enterarse, Ayreon insistió en acompañar a Demetrius acompañado de sus diez paladines. Lady Angrid, o mejor dicho, Selene, se mostró muy seductora con todos ellos; como siempre, sonrió a Ayreon. Y también al muchacho paladín, Daren, que le devolvió la sonrisa. Al ver esto, Ayreon lanzó una dura mirada de reprobación al joven, que al instante bajó la vista. Hasta qué punto había celos en su reproche no era seguro; Ayreon había comenzado a reverdecer viejos recuerdos al lado de Selene. Una vez entregado el mensaje volvieron al campamento, no sin antes ver que de una tienda salían y entraban bastantes heridos. Un soldado les informó, amargado, de que lo había causado la portadora de la espada del dolor.
En el camino de vuelta, Ayreon aprovechó para charlar con Daren y advertirle que nunca se fiara de esa mujer. Selene era tan peligrosa como bella y mentía más que respiraba:
—"Sé que es bellísima y te habrá obnubilado, pero creéme muchacho, es un lobo con piel de cordero" —advirtió el paladín. De nuevo, en lo más hondo, no sabía hasta qué punto los celos hablaban por su boca.
El mensaje que Demetrius llevó de vuelta decía en pocas palabras que Treltarion tendría todas las reuniones que quisiera si accedía a reconocer a lady Angrid como reina suprema de los elfos.
La noche siguiente Ayreon entró en el mundo de los sueños para buscar el sueño de Ezhabel. Pero algo extraño sucedía. Al entrar en el mundo onírico se vio rodeado por una especie de laberinto de piedra, que parecía formar parte de un castillo. Para su mayúscula sorpresa, se encontró allí con Daren. El muchacho le contó que era Selene la que lo había llevado allí guiándole en el mundo de los sueños. De repente, Daren pareció escuchar algo y salió corriendo. Preocupante; debería tener en breve una charla más profunda con el muchacho. Ayreon recorrió el laberinto durante unos momentos hasta que apareció un guardián del mundo onírico. El paladín intentó saltar a otra localización pero el resultado fue que despertó al instante.
Una vez más Nirintalath visitó el sueño de Ezhabel. Allí tuvieron una charla sobre la conversación mantenida entre la semielfa y Ghilaren. Ezhabel dijo que estaba acabando con la elfa y que ésta quería que la liberase de su carga. Volvió a insistir sobre el tema de sus sentimientos. Esta vez Nirintalath no explotó de ira, pero le dijo que no la creía y que si era cierto su amor debía abrazarla. Extendió sus brazos hacia la semielfa, que retrocedió insegura. Despertó.
Al cabo de pocas horas, al amanecer, gritos de una multitud comenzaron a oírse en la parte norte del campamento. Todos salieron. Una oleada de muerte y un brillo verdemar se acercaban hacia donde se encontraban. Ayreon, Ezhabel, Daren, Dailomentar, dos paladines más y, más atrás, Demetrius, corrieron hacia la escena. El rastro de muerte era terrible. Los soldados eran engullidos en el resplandor verde y no tenían otra opción que huir o morir. Ezhabel, corriendo con toda su alma fue la primera en llegar y ver a Ghilaren, que distaba mucho de ser la dulce elfa que había hablado con ella. Empuñaba la espada del dolor y estaba enloquecida. En cuanto vio a Ezhabel se lanzó hacia ella. Resistiendo apenas el dolor, la semielfa, entre lágrimas, infligió un golpe mortal bailando la danza de la esgrima. Al saberse muerta, Ghilaren esbozó una sonrisa; la espada ya no estaba en su mano. El discurrir del mundo se detuvo. Y de la nada había aparecido Nirintalath, que extendía sus brazos hacia la semielfa, con una mirada suplicante. Ezhabel la abrazó y la negrura la abrazó a ella [punto de destino].
El coste había sido alto. Varios centenares de muertos y muchos heridos. Daren y Demetrius, habían quedado inconscientes durante el proceso. Dailomentar y Ayreon llegaron rápidamente a donde se encontraba Ezhabel. Todo había sucedido en un abrir y cerrar de ojos. Ghilaren se encontraba tendida con la espina dorsal partida y sólo pudo murmurar un débil "gracias". Ezhabel también estaba inconsciente y abrazada a una conocida niña de piel verdemar.
A los pocos momentos apareció un grupo de jinetes procedentes del campamento de lady Angrid encabezados por Cargalan y Carontar. Al parecer, Ghilaren había perdido el control y había provocado su campamento tantos daños como en este. Bruscamente y con desgana pidieron disculpas por el incidente. Al intentar llevarse el cuerpo de Ghilaren se encontraron con la negativa de idea de Ayreon y los demás. El entierro sería asunto del grupo.
Ayreon celebró el funeral el día siguiente. Ezhabel asistió acompañada por Nirintalath, que ya no mostraba aspecto de niña, sino de mujer. Parecía la hermana de la semielfa.
Con las nuevas circunstancias se decidió mover una nueva ficha e intentar contactar con los hydkas. Demetrius y Ayreon usaron un portal abierto por Verritar a las cercanías de Re'Enthilgas y contactar con el pueblo de las montañas. Eltahim, Arilhim y algunos paladines les acompañarían.
Por fin, Ezhabel escaló la muralla de Harudel utilizando sus dotes para el sigilo. No tardó en contactar con los guardias, a los que enseñó el anillo de Treltarion y el mensaje con su sello. El capitán de la guardia, Tarlen, la condujo hasta el senescal, lord Fentarin, que no tardó en llevarla a presencia de lord Enthalior. El monarca elfo parecía no haber descansado en meses. Hablaba en voz muy baja, tenía los ojos irritados y su delgadez era acusada. Ezhabel le transmitió el mensaje de Treltarion. Pero Treltarion parecía haber tomado ya partido, otorgando su apoyo a lady Angrid, y así se le hizo saber a la semielfa. Ya había estado en contacto con ella y le había ofrecido su ayuda. Ezhabel intentó hacerlo recapacitar pero Enthalior sugirió reanudar la conversación al día siguiente.
Por la noche varios elfos se presentaron en la habitación de Ezhabel y le comunicaron que estaba arrestada. No la llevaron a una celda, sino a una "habitación reforzada", y la cerraron bajo llave. Le comunicaron que estaba arrestada por traición y apoyo a un aspirante ilegítimo a la corona.
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