Ayreon se dirigió inmediatamente a hablar con Heratassë, para contarle que era urgente que volvieran a Doranna y que necesitaban un medio rápido de hacerlo. El dragarcano le respondió que no confiaba en sus propios medios de transporte, ya que presentaban ciertos... problemas... y prefería no tentar a la suerte. Según él, el transporte de Eltahim, aun con los riesgos que conllevaba, era mucho más seguro que el suyo. El paladín quiso saber más sobre esos "problemas" y su posible solución, pero Heratassë prefirió no hablar más sobre el tema.
Ya de día, Ayreon expuso la situación al resto de sus compañeros y se hicieron los preparativos para volver rápidamente a Doranna. Aun con lo dicho, Demetrius, preocupado por la salud de Eltahim y el niño de cinco meses que llevaba en su vientre, intentó convencer a Heratassë de que les garantizara el viaje, pero su intento también fue infructuoso. No quedaba más remedio que recurrir al transporte de la targia, que accedió sin problemas. Los losiares se quedarían en la meseta, a salvo de nuevos ataques, al menos en teoría. Y Heratassë y Elsakar les acompañarían a Doranna.
En la mente de Ayreon las extrañas voces que oía desde su extravío en el sueño de Demetrius se hacían cada vez más fuertes y le costaba sobremanera silenciarlas. Su autodisciplina comenzaba a verse sometida a una importante tensión que en ocasiones le hacía comportarse de manera aparentemente estrambótica y errática. Las voces se habían mostrado especialmente intensas cuando, en la conversación que Ayreon había mantenido de madrugada con Heratassë, el paladín le había comentado al dragarcano que Selene se estaba redimiendo; a esto las voces se habían disparado expresando su indignación y su desacuerdo.
Adens, por su parte, expresó antes de la partida su preocupación por Arixos y el resto de sus hermanos. No detectaba a nadie, y eso era cosa rara. Rara en el caso de los demás compañeros, pero casi imposible en el caso de Arixos, con el que estaba sintonizado, de manera que las únicas posibilidades de que no lo detectara eran o bien que se hubiera quitado los pendientes o bien que hubiera muerto. Tras una larga conversación, decidieron que lo primero era Doranna y Selene, y que a no tardar se ocuparían de los problemas de los Rastreadores.
Junto con el grupo partirían Heratassë y Elsakar, y el primero insistió en que deberían guardar su verdadera identidad en secreto. Tenía sus razones para ello, eso fue todo. El grupo, evidentemente, aceptó y juró. El problema en el asunto era la rectitud moral de Ayreon, que no podría mentir en caso de que le preguntaran directamente. Así que a instancia de Leyon, este y Demetrius maquinaron a espaldas del resto que Heratassë fingiría no acompañarlos y tomaría la forma de Adiartok, el líder de los losiares, para que Ayreon no supiera la verdad. Además, a sugerencia de Demetrius, acudirían a Doranna en dos tandas, para evitar las preguntas directas a Ayreon.
El transporte de Eltahim fue instantáneo y de los más cómodos que había tenido el grupo. Llegaron a las inmediaciones de Eradath y se dirigieron a la ciudadela de Malestosh sin tardanza. No tardaron en encontrarse con los primeros guardias que los reconocieron al punto y corrieron para dar la noticia de que habían vuelto. Cirandil salió a recibirlos para ponerlos al día y presentarlos al consejo. También salieron al encuentro de Ayreon sus paladines, que lo recibieron con cierto tono de reproche y le recordaron la desaparición de sus dos compañeros. El paladín puso a Hassler y Arkon en antecedentes sobre las voces de su mente y la aventura en el norte. Acto seguido, entraron entre aclamaciones de la tropa y llegaron a la sala de estado. El consejo lo componían lord Treltarion, Cirandil, lord Aldarien, el ilvo Gerudarial, los hidkas Ar'Kathir y Ar'Thuran, y el enano Zordâm, acompañados de sus respectivos hombres de confianza. Lord Ergialaranindal se encontraba en la ciudad de Dyardan, lord Rûmtor y Urmazan en Gilmorath, y Enfalath se encontraba custodiando Galanárta. Ar'Kathir mostraba síntomas de una profunda depresión. Tras tomar asiento unos y permanecer en pie otros, el grupo explicó las nuevas a todos los presentes. Les hablaron de los losiares, de Ecthelainn -teniendo buen cuidado de no mencionar a Heratassë-, y de que por desgracia habían perdido a Nirintalath y a Eglaras. Terwäranya también explicó que, de alguna extraña manera, podía sentir a Ammarië a través de la espada, de manera que su esperanza se había renovado.
El consejo también tenía nuevas para los personajes, algunas de ellas realmente impactantes. Selene había aparecido hacía dos días en el patio de armas, inconsciente y muy perjudicada físicamente. Ayreon abrió mucho los ojos y rebulló en su asiento. También había malas noticias referentes a los hidkas: la bruma que albergaba horrores inefables los había alcanzado en los bosques y sólo habían llegado a Malestosh tres mil de los cincuenta mil que partieron de los valles. Familias enteras habían sido masacradas y entre los hidkas había cundido el desánimo y las ansias de venganza por igual. Las palabras de consuelo y las promesas de los personajes a los hidkas no sirvieron de mucho, pero fueron debidamente agradecidas.
Tras la reunión, Ayreon se encontró con sus paladines y se dirigieron a ver a Selene, que se encontraba custodiada en todo momento por media docena de los mejores guardias elfos. A pesar de su maltratado físico estaba bellísima tendida en la cama entre sedas y algodón. Hassler y Arkon le informaron de que habían intentado sanar a la elfa, pero sus intentos habían sido inútiles. Ayreon fue a posar las manos sobre su frente para intentar sanarla. No pudo hacerlo, porque las voces de su mente se dispararon salvajemente, cogiéndolo de improviso y mareándolo. Cayó al suelo y fue rápidamente recogido por sus paladines. Con una gran fuerza de voluntad, apartó las presencias de su mente y ejerciendo un control férreo sobre ellas intentó sanar a Selene de nuevo, al menos de sus heridas físicas. Lo consiguió. El aspecto de la elfa mejoró considerablemente, y su rostro se serenó todavía más. Las venas del cuello de Ayreon estaban a punto de explotar por la tensión a la que su mente era sometida, hasta el punto de que los paladines se coligaron ante algún posible problema. Agotado, se recostó en Arkon mientras Selene abría los ojos y le sonreía. ¡Qué bella era! Antes de caer dormida por el cansancio, Selene agradeció el esfuerzo a Ayreon y sólo alcanzó a balbucear unas frases sueltas. Urion se había vuelto loco. La había atacado en una de sus varias reuniones, a ella y a otro kalorion.
Ayreon dio las pertinentes órdenes para que a partir de entonces, los paladines hicieran turnos cuidando de Selene. Demetrius, por su parte, utilizó mientras tanto sus habilidades para levantar la moral de los hidkas todo lo posible. Seguían siendo dos mil valiosos guerreros que llegado el momento podían suponer una diferencia.
Por fin, Selene despertó y puso a los personajes al día. Murakh y ella habían acudido a una reunión convocados por Urion y Larmar. A pesar de las precauciones que siempre tomaban, no pudieron evitar que durante la reunión apareciera un contingente de demonios terribles que les atacó salvajemente. Para su sorpresa, uno de ellos le pareció la viva imagen de lord Eraitan, con aspecto demoníaco, por supuesto. Urion se mostró más poderoso de lo que había sido nunca, y no fueron rival para ellos. Demetrius preguntó a Selene sobre los motivos por los que Urion habría traicionado una alianza que parecía tan fructífera y tan bien avenida, a lo que la kalorion respondió que lo mejor sería empezar por el principio...
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