El grupo optó por alejarse del lugar y no arriesgarse a ser descubiertos por el ejército de la sombra. Si los adastritas habían conseguido huir, debían de encontrarse a salvo en la fortaleza enana, y por el momento no veían la forma de pasar el cerco y contactar con el interior. Haciendo uso de los "saltos" de Adens y Arixos se alejaron varios kilómetros, hasta que estuvieron lo suficientemente lejos para que Ayreon pudiera canalizar con seguridad hacia Car'a'Doc. Así lo hizo el paladín, pero sin éxito. Supusieron que la fortaleza enana estaría escudada contra sortilegios procedentes del exterior.
Asumiendo que los adastritas, Car'a'Doc y lo que quiera que fuera a lo que se refería en su carta se encontraban a salvo en la montaña (y si no era así, tampoco veían la posibilidad de arreglar nada quedándose allí), optaron por seguir el impulso de Leyon y continuar viaje hacia el norte, al encuentro de lo que allí les esperase.
La segunda noche fue especialmente dura en cuanto al clima, así que no les quedó más remedio que buscar una cueva profunda donde guarecerse. Por desgracia, la cueva era la guarida de una pareja de osos de dientes de sable y sus cachorros, criaturas enormes y peligrosas que pusieron en serios aprietos a los personajes [Punto de destino para evitar a Leyon la amputación de una mano y, en última instancia, la muerte]. Ayreon, Ezhabel y Leyon estuvieron a punto de morir debido a las heridas.
Tras recuperarse y aprovechando una leve mejora en las condiciones meteorológicas, continuaron su periplo hacia el norte. Demetrius mantuvo una interesante conversación con Adens sobre su búsqueda del Albor y sus implicaciones metafísicas. Adens no sabía (o decía no saber) con exactitud cómo se presentaría su dios, pero lo que era seguro es que se instauraría un nuevo orden en el mundo.
Con la guía de Leyon viajaron durante varias jornadas interminables. Al cabo de varios días, atravesaron una cordillera volcánica donde fueron capaces de encontrar varias dosis de una hierba que podría mantener a Demetrius despierto durante largos períodos de tiempo.
Una vez atravesada la cordillera, llegaron a la antesala de los Campos Níveos de Losia, llanura que se extendía más allá de donde alcanzaba la vista. Siguieron una calzada semienterrada en la nieve y el hielo. A las pocas horas de encontrarse al raso, varias criaturas voladoras -dracasus- aparecieron desde el sur, montadas por sus correspondientes jinetes. Indudablemente, los estaban buscando, seguramente atraídos por los sueños intermitentes de Demetrius, y los habían descubierto.
Finalmente, Demetrius tuvo que dormir, y su sueño tuvo el efecto que ya venía siendo habitual. Ayreon, dormido y en el mundo onírico, pudo ver cómo al poco tiempo varias figuras empezaban a llegar a la escena. Figuras que se formaban y desaparecían enseguida. Todavía no lo sabía, pero las figuras se estaban materializando en el mundo real. Ezhabel y Leyon, junto a Eltahim y el resto, se encontraban velando el sueño de Demetrius, el cual lloraba desconsoladamente entre fuertes espasmos. De repente, Ezhabel notó cómo alguien canalizaba poder hacia ella de forma hostil, lo que le puso los pelos de punta y le causó un escalofrío. Al menos cinco figuras vestidas con túnica de apóstol se habían materializado tras ellos. Con Leyon no lo tuvieron tan difícil, y su alma fue robada casi al instante. Ezhabel no lo pensó. Convocó a Nirintalath y se lanzó hacia los intrusos. Ayreon despertó enseguida. Ezhabel asestó un golpe mortal al que había privado a Leyon de su alma, y éste recuperó la consciencia a los pocos momentos. Justo antes de que otro de los apóstoles dirigiera su hechizo hacia Nirintalath y consiguiera hacerse con su esencia. Mientras, los otros tres estrellaban sus sortilegios contra Ayreon, sin que éste pareciera notarlos. Églaras acabó fácilmente con la vida de uno de ellos, así que los demás optaron por desaparecer rápidamente.
Los cadáveres de los apóstoles se habían hecho cenizas nada más perder la vida, y allí habían quedado sus amuletos y artefactos, la mayoría anillos. Ayreon los puso a buen recaudo en una bolsa de cuero. Ezhabel se encontraba profundamente afectada. Nirintalath había perdido su brillo y ahora no era más que una espada de bella factura, pero sin vida. Se la habían arrebatado. Tuvo que sobreponerse rápidamente, tragándose la pena y la rabia que la atormentarían los días siguientes.
Cansada de la situación, Eltahim propuso al grupo un plan para encargarse de los apóstoles la próxima vez que Demetrius soñara. El resto del grupo debería alejarse y Demetrius correría peligro, pero no veían otra salida, así que se mostraron de acuerdo. La targia también mencionó que Ayreon debería alejarse más que los otros, porque de alguna manera, últimamente estaba interfiriendo con sus habilidades de alteración de la realidad.
Respecto al sueño de Demetrius, todo había sido igual excepto que ahora se encontraban allí todos los kaloriones al completo. Había tardado bastante en despertar, pero lo que contaba era que lo había hecho. Sin embargo, su depresión había aumentado. Cada vez que se hundía en la grieta de su sueño despertaba más sombrío, más huraño.
Transcurridos varios días, ya internados de lleno en los campos níveos, pudieron ver un halcón peregrino procedente del norte, que dio tres vueltas a su alrededor y a continuación volvió por donde había venido. El viaje estaba siendo agotador, y el frío y el clima dificultaban sobremanera su avance. Esa noche, Demetrius debería dormir de nuevo.
Y así lo hizo. Eltahim se apostó cerca de él mientras el resto del grupo se alejaba varios cientos de metros, al límite del alcance visual para que Adens o Arixos los transportaran a la escena si había problemas. Todo sucedió muy rápido. Cinco figuras aparecieron junto a la hoguera. De repente, la visión del grupo al completo pareció nublarse y por un momento, el frío reinante se tornó en calor abrasador. Nada más. Se acercaron sin tardanza. Eltahim estaba tirada junto a las rocas, víctima de una Canalización Oscura que la había dejado en coma, y en un campo de éstasis presumiblemente creado por ella se encontraban un apóstol de Trelteran, dos apóstoles de Adrazôr, ¡y el propio Adrazôr en persona! La quinta figura había conseguido escapar, tejiendo su maldición sobre Eltahim. No obstante, esto no supuso demasiado problema para Ayreon, que la anuló sin tardanza.
Tres apóstoles y un kalorion. Unos prisioneros sumamente interesantes -y peligrosos-.
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