Se aproximaron al trono con suma cautela, paso a paso, reflejándose borrosamente en el suelo y las paredes. Cada paso parecía resonar estrepitosamente, perturbando el profundo y opresivo silencio. Mientras se acercaban, Ayreon se concentró durante un momento, para obtener una visión del nivel de poder del hombre sentado. Este irradiaba una cantidad tan desproporcionada que el paladín se mareó y se tambaleó. Carontar estaba en tensión, mirando fijamente a la figura, que parecía abatida por el peso de algo invisible sobre sus hombros.
Cuando todavía se encontraban a unas decenas de metros de distancia, la figura habló. Habló con una voz estruendosa y lenta, una voz antigua y sumamente cansada, que parecía proceder de las mismísimas profundidades de las montañas más antiguas. Tuvo lugar una larga conversación durante la que los personajes expusieron cuáles eran los motivos que les traían allí, hablándole de la presunta llamada de Ammarië a Leyon, y de cuáles habían sido las razones que los habían impulsado a liberar al "elfo de Ulte", Carontar. El elfo no era de ningún modo bienvenido a aquel lugar. Ante la cada vez más creciente hostilidad del hombre , intentaron cambiar rápidamente de tema. Ambos bandos se presentaron. El extraño individuo afirmaba que durante los siglos había sido llamado por muchos nombres, y uno de ellos, el más conocido, había sido Heratassë. Era uno de los Dragarcanos de la antigüedad. La sorpresa -y la preocupación- de los personajes fue mayúscula. Si eso era verdad, y la visión de poder que Ayreon había tenido hacía un rato parecía confirmarlo, estaban ante uno de los seres más poderosos de toda la Creación.
Heratassë no se mostraba nada confiado, e incluso se ofendió cuando los personajes mencionaron la llamada de Ammarië. Según él, eso no tenía sentido, y no eran dignos de mencionar ese nombre. También mencionó que percibía algo raro en Ayreon y en Demetrius, pero no sabía precisar qué. Desde luego, Ayreon le intrigaba sobremanera, no cesaba de posar su arrolladora mirada una y otra vez en él.
La conversación fue subiendo de tono, volviendo al tema de la liberación de Carontar -que cada vez se mostraba más tenso-, y la llamada de Ammarië. Hasta que Heratassë se puso en pie y comenzó a irradiar una suave luz, que fue creciendo poco a poco. Al instante, el grupo empezó a sentirse mareado y a sentir arcadas. Todos excepto Ayreon, que por algún extraño motivo demostró en todo momento que era poco menos que inmune a los sortilegios del dragarcano. Carontar, que había ido crispándose más y más a medida que la conversación avanzaba, fue el primero en caer inconsciente. Mientras torturaba de esa forma al grupo, Heratassë enfocó su ira sobre Demetrius debido a algo que había dicho previamente, y no cesaba de preguntarle hasta dónde estaría dispuesto a llegar por sus convicciones. Miraba extrañado a Ayreon, ante su extraña inmunidad, pero no parecía preocuparle lo más mínimo, al contrario, su semblante se mostraba cada vez más tenso. Volvía una y otra vez a preguntar a Demetrius la fuerza de sus convicciones, mientras el bardo se mostraba inquebrantable y el grupo al completo caía a tierra ante el sufrimiento sobrenatural que les estaba infligiendo el ancestral ser. El rostro de éste mutó hasta convertirse en una máscara de ira. De repente, con un solo paso recorrió las docenas de metros que le separaban del grupo, pasando muy cerca de Ayreon, que se estremeció hasta su ser más interno. Heratassë agarró con fuerza a Demetrius del cuello y lo levantó, ante la imposibilidad de operar del grupo; Leyon apenas podía respirar y Ezhabel lloraba de impotencia; el resto del grupo había quedado ya inconsciente, excepto Ayreon, que corrió hacia el dragarcano. Un fuerte golpe con el brazo de Heratassë, que no pareció ni siquiera impactar físicamente en él, envió al paladín varios metros hacia atrás, chocando contra una pared. Este se intentó levantar, pero el aire a su alrededor se lo impedía. El cuello de Demetrius se quebró con un horrible crujido. Ayreon rugió de desesperación y consiguió liberarse del aire, ante el gesto atónito de Heratassë. Ezhabel no podía creerlo, haber llegado hasta allí sólo para esto. El lobo que acompañaba a Leyon aullaba y ladraba sin parar al poderoso ser, lo que pareció hacerlo reaccionar. Antes de que Ayreon pudiera llegar ante el dragarcano, éste pareció darse cuenta de lo que había pasado; su rostro mutó al instante, serenándose, y sus hombros se hundieron, mientras musitaba "¿Pero qué he hecho? ¿Qué he hecho?". Dejó suavemente a Demetrius en el suelo, y a continuación pareció reventar de poder a los ojos de Ayreon. Tanto que perdió la consciencia por un instante. El bardo abrió los ojos. El resto del grupo recuperó el conocimiento, incluido Carontar, que en cuanto se orientó intentó atacar a Heratassë violentamente. Éste no movió ni un dedo, y fueron los personajes los que le defendieron del ataque del elfo, que acabó por fundirse por las sombras y desaparecer. El lobo de Leyon, alborozado, no cesaba de lamerle y rozarle, lo que provocó la extrañeza en la mirada de Heratassë. Este se disculpó al punto por lo que había hecho, rogó que le perdonaran, y volvió a la actitud de cansancio vital que había mostrado al principio.
A partir de ese punto, la conversación entró en una fase mucho más serena, con explicaciones por uno y otro lado sobre sus respectivas vidas e historias. Al parecer, el grupo se encontraba en un mausoleo donde reposaban los restos de los últimos dragarcanos. Durante horas, Demetrius le explicó toda su historia, y cómo Leyon se había sentido atraído hasta aquel lugar, suponían que ante el llamado de Ammarië. Entonces les hizo pasar a través de puertas y pasillos hasta una estancia vacía ocupada únicamente por un Segador Negro con una espada en los brazos. La figura del Segador les puso los pelos de punta, pero Leyon se adelantó decidido y cogió la espada. En el acto, el Segador bajó los brazos y la voz femenina que identificaba con Ammarië habló en su mente: "has tardado mucho hijo mío, qué alivio que hayas llegado al fin". Según las palabras de Heratassë se trataba de Ecthelainn, la Espada de la Eternidad, arcángel de Ammarië. Y por cierto, la voz que Leyon escuchó en su mente, también la pudo escuchar con toda claridad Ayreon, desde varios metros de distancia.
Tras la toma de posesión de Ecthelainn por parte de Leyon, Heratassë, ya convencido de la filiación y los objetivos del grupo, les sugirió pasar a otra sala, donde les quería mostrar algo que quizá les interesara. Así lo hicieron, y pasaron a una habitación austeramente decorada y en penumbra, donde por todo mobiliario había una mesa, una silla y una cama con dosel. En la cama había una figura tumbada. Un hombre inconsciente con abundantes cicatrices en el rostro y carente de la mano y medio antebrazo izquierdo. Todos, sin excepción, se sintieron conmovidos por la situación del extraño; Ezhabel incluso rompió a llorar y Demetrius sintió que estaba de algún modo hermanado con aquel hombre. Las voces en la cabeza de Ayreon parecieron volverse locas, y comenzaron a hablar sin ton ni son: "es él", "su importancia es suma", "hemos de protegerlo"; con gran esfuerzo, Ayreon consiguió silenciarlas y mantenerse cuerdo. La voz de Echtelainn instó a Leyon a proteger a aquel hombre, ya que su importancia era suma.
Heratassë presentó al hombre como el príncipe lord Elsa'a'kar de Adastra, también llamado Elsakar, al que los Mediadores casi habían arrebatado la vida. ¿Qué clase de personas eran capaces de hacer tal cosa con el alma más noble que había conocido nunca? El hastío del dragarcano se había visto muy potenciado desde el episodio con los Mediadores, y sólo su intervención, auspiciada gracias al aviso de "un poder superior" había salvado la vida de Elsakar. Según Heratassë, el príncipe adastrita no estaba sumido en un coma normal, debía de estar aquejado de algún otro mal. Algo debieron de hacer los Mediadores para perderlo de esta manera, si no él ya lo habría sanado.
Desde las sombras surgió Carontar empuñando a Faughor, y se abalanzó sobre Elsakar como una exhalación.Leyon y Ayreon pararon su envite mientras Ezhabel se lanzaba sobre Elsakar con ánimo de recibir ella cualquier herida destinada al heredero de Adastra. Tras unos instantes de forcejeo, Carontar resultó herido por el lobo de Leyon y volvió a desaparecer en las sombras. A lo que Heratassë respondió creando una luz intensísima que desterró cualquier atisbo de oscuridad de la habitación. De esa manera, apareció Carontar en un rincón, sobre una rodilla y apoyado en su espada, cansado. Su rostro era una mueca de dolor y sufrimiento. "Por favor, ayudadme", dijo. "Es más fuerte que yo, y me está matando. No quiero hacerlo, pero no puedo oponerme. No quiero matarlo, ¡de verdad!". Heratassë se mostró receloso y advirtió a los personajes que estaba tratando de engañarlos, pero Ayreon se acercó a él, soltando uno de sus discursos. Carontar se levantó, luchando consigo mismo; cuando parecía que iba a atacar al paladín y los demás se pusieron en tensión para reaccionar, dejó caer su espada y, agotado, se derrumbó. Quedó inconsciente durante largo tiempo.
Ayreon intentó curar a Elsakar de lo que fuera que lo afectaba, pero sin éxito ninguno. Por la noche, Demetrius le habló del sueño recurrente que le aquejaba, y de lo que tenía que ver con la Vicisitud. Para ilustrar al bardo, Heratassë pasó horas contándole la historia de los Primeros Días, cuando el Creador tejió la Vicisitud y los Primigenios y el mundo vieron la luz. También le habló de Luz y Sombra y su conflagración eterna, del Poder Arcano y cómo originó las esferas de Poder. Y de cómo habían surgido los dragarcanos en el mundo y se habían desviado de su misión original, hasta que sólo había quedado él.
Tras varios días de intentar animar a Elsakar contándole historias y hablándole del mundo real, llegó la noche en que Demetrius tuvo que dormir de nuevo, la droga ya le estaba haciendo mucho daño. Tras prepararse todos para una posible visita onírica, el sueño volvió al bardo. Vio a los kaloriones, al bebé, al emperador muerto, a Petágoras, cayó al abismo con sus mujeres, llegó al fondo donde unos demonios lo torturaron terriblemente hasta que quedó inconsciente. Entonces, despertó en la oscuridad. Y sumido en ella estuvo vagando durante siglos. Estaba a punto de abandonarse hasta que oyó una voz, ahogada pero firme. Tras seguirla largo rato, se encontró con una persona, a la que no podía ver. Se dieron la mano, alborozados, y corrieron sin parar, sin rumbo fijo, durante lo que parecieron años y años y años. Hasta que pudieron ver débilmente un tenue punto de luz en la distancia. Se dirigieron hacia él, y les costó llegar largo tiempo, pero definitivamente el punto se hacía más grande. Finalmente, el punto de luz se expandió hasta inundarlo todo, y Demetrius despertó, tras un sueño de casi siete horas. Su cuerpo y su mente estaban agotados. Y una voz se oyó desde la otra habitación: "¿Hola? ¿Dónde estoy? ¿Demetrius, estás ahí?". Era Elsakar, que había despertado también. Se reunieron con él, y la alegría hizo aflorar lágrimas y abrazos por doquier. Luego caerían en la cuenta del hecho de que Elsakar había mencionado a Demetrius nada más despertar.
Al día siguiente, Arixos y Adens se reunieron con Leyon para hablar sobre Elsakar. Habían sentido algo al verle que les indicaba que Elsakar podía ser o podía formar parte del Albor, así que Arixos partiría rápidamente para convocar al Consejo de los Rastreadores.
Horas después, Heratassë y Elsakar hacían pública su intención de levantar el castigo de los Altos Dragones, que los mantenía retenidos en el lejano norte. Elsakar había convencido al dragarcano, aunque este todavía tenía sus reticencias. Lo primero que haría sería reunir a los restos del pueblo Losiar para preparar la marcha.
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