Los PJs quedaron estupefactos durante unos instantes. ¿Acaso este Irainos se creía el Alto Rey Eraitan redivivo? Y en ese caso, ¿sería verdad? Cosas peores habían visto ya, desde luego.
Tras saludar a su nieta de forma relativamente efusiva, Irainos procedió a inspeccionar y a saludar al resto del grupo. Pero Ayreon sólo recibió un gesto torcido del anciano, y un intento por parte de éste de ponerlo bajo arresto. Sin embargo, gracias a la intervención de Ezhabel esto no ocurrió, pero el anciano siguió reticente a compartir su charla con un paladín de Emmán. Según sus propias palabras: "Las cosas que he visto en los últimos meses no me han hecho apreciar en gran medida a los paladines de Emmán, precisamente". Durante las horas siguientes, Ayreon intentaría sonsacar al viejo acerca de sus crípticas palabras; lo único que obtuvo en claro fue que el norte de Aredia hervía de paladines de Emmán, pero estos no parecían en absoluto respetar los ideales emmanitas. Una vez que se hubieron limado un poco las asperezas y rebajado la tensión, el grupo fue conducido a sendas tiendas donde se asearon, descansaron y prepararon para la reunión.
La reunión entre el grupo e Irainos se produjo a las pocas horas, y en ella se encontraron, además de con el anciano, con otro elfo y una semielfa. El elfo respondía al nombre de Enfalath, y la semielfa al de Narada. Según comentaría más adelante Demetrius, ambos nombres pertenecían a figuras históricas desaparecidas hacía mucho, pertenecientes a la legendaria compañía militar del Alto Príncipe Eraitan, los Custodios.
La historia de los PJs contando los hechos de los últimos años fue larga, pero con un orador como Demetrius pareció pasar en cuestión de segundos. En principio, Eraitan y los Custodios se mostraron reticentes a creer tan extraña historia, de cómo una simple runa había podido recrear la realidad, pero la aparición de Nirintalath y la vehemencia de Demetrius acabaron de convencerles. Aceptada la verdadera situación, la conversación transcurrió de manera más relajada. Según contaron, su presencia en Doranna se debía a que, hartos de la división entre los propios elfos y entre estos y el resto de razas míticas, habían venido en misión pacificadora y unificadora. Eraitan había permanecido en el anonimato durante muchos años, adoptando el nombre de Irainos y velando en la sombra desde la Hermandad del Vigía, hasta que la situación se convirtió en insostenible y recibió un mensaje del propio lord Enthalior, Señor de Todos los elfos de Doranna, que desesperado había enviado mensajeros a los cuatro puntos cardinales en busca de ayuda para luchar contra la estirpe de Natarin. En pocos días se habían puesto en camino desde las profundidades de los bosques Esselios.
Esa noche, Ayreon notó una presencia en sus sueños, pero no pudo discernir con claridad de quién -o qué- se trataba. Por su parte, Ezhabel cargó con su cruz particular, y el dolor en su sueño le siguió arrebatando briznas de vida.
El día siguiente amaneció con una nueva reunión entre el grupo y los Custodios que decidieron dividir sus fuerzas: 35000 elfos se dirigirían a Nímbalos con Enfalath al frente, para ayudarles a hacer frente al contingente de la Sombra, y 45000 se dirigirían hacia Harudel, para liberar a Enthalior del duro asedio que estaba sufriendo.
Esa noche, Demetrius se conmovió en su sueño por una levísima canción idéntica a la que ya había oído hacía años cuando los bardos le convocaron a Ayrkan. Sin embargo, esta vez era incluso más débil y triste. Mucho más sombría, y su ánimo se vio afectado. Los bardos le llamaban. Debía acudir cuanto antes, pero, ¿a dónde?
Habiendo amarrado más o menos la situación con los Custodios, el día siguiente el grupo decidió partir hacia Haster, guiado por las sugerencias de Demetrius y por lo que habían descubierto hasta ahora.
Durante la primera jornada de viaje, por la tarde, pudieron ver una compañía armada bajar desde las colinas que componían las primeras estribaciones de los montes Mártaram, frontera natural de Doranna. El ejército estaba compuesto por enanos, que habían decidido desertar de su hogar en la estribación Dhanui al ver pasar al contingente de Eraitan; no estaban de acuerdo con la pasividad que mostraban sus dirigentes ante la guerra en la que estaba inmersa Aredia, y habían decidido ayudar. Pero andaban un poco despistados con la situación. Así que los PJs les dieron indicaciones sobre cómo llegar a Harudel y así que pudieran ayudar a Eraitan a liberar a Enthalior. Zordâm, el general de los enanos, les agradeció la ayuda y les dijo que intentarían llegar lo antes posible. El único problema era que los elfos los rechazaran, por sus viejas rencillas. Los PJs decidieron que volverían lo antes posible para ver a qué puerto llegaba lo que parecía ser una nueva alianza.
La segunda noche, Leyon tuvo un sueño aparentemente muy real en el que se encontraba a la orilla de un río con el ser Luminoso con el que había soñado otras veces. Con una voz que no sabría si decir era masculina o femenina, le dijo: "Ve hacia el norte y busca a Heratassë si quieres encontrarme. Por ahora, debo irme.". A continuación, el ser se desvaneció, sumiendo a Leyon en una absoluta tristeza y desamparo que duró varios días.
Y cruzaron Ercestria de Sureste a Noroeste. Sin novedad hasta que llegaron a la vista de Dánara, la capital. Allí, la ciudad aparecía repleta de estandartes con la Cruz y un Peregrino. El estandarte era casi idéntico a los usados en el pasado por los paladines de Emmán, pero con la diferencia de que en estos, el Peregrino aparecía de rodillas. Varios edificios emblemáticos de la capital aparecían derribados e hilillos de humo se levantaban aquí y allá. El grupo optó por no acercarse a Dánara de momento.
Transcurridos cuatro días más, llegaron a Haster. A unos cuantos kilómetros de la ciudad les recibió Ärmo, capitán de los grupos de montaraces que había situado como exploradores Namtor, el abuelo de Beregond, encargado del control de la ciudad en ausencia de su nieto y de Leyon. Casi inmediatamente, Demetrius le preguntó por la isla Evned, y el capitán lo miró extrañado. Al parecer, después de la Recreación, la Isla Evned no había existido nunca. Habría que volver a empezar. Al instante, el grupo fue conducido a presencia de Namtor Amauris, que se alegró sobremanera de verlos. Les comentó que parecía increíble que Haster todavía siguiera intacta, con el continente entero inmerso en la guerra contra la Sombra, y los nobles de la ciudad enfrentados entre sí. Tras las alegrías iniciales, se le encargó a Namtor enviar heraldos a diestro y siniestro para convocar a todos los bardos del Pueblo del Rey de Reyes a que comparecieran a Haster, y se convocó una reunión urgente con los nobles para el día siguiente. Ahora venía la parte difícil... ¿cómo explicarle al fiel y leal Namtor que su nieto ya no era el legítimo Emperador, que había sido poseído por la Sombra y había muerto?
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