Ante la mirada de sorpresa de Ayreon, Jasafet lo observó valorativamente.
—Después del juicio y del proceso, no me iréis a decir que os sorprendéis, ¿verdad? —comentó el Hermano Inquisidor.
A Ayreon todavía se le abrieron más los ojos, y sólo pudo preguntar, con un hilillo de voz, si fue absuelto de ese juicio.
—No sigáis por ese camino, Ayreon. No me toméis el pelo. Yo mismo ejercí de jurado en vuestro juicio por combate con lord Verogen cuando fuisteis hallado culpable y os enfrentasteis a él para evitar la pena de muerte. Todavía no entiendo cómo pudisteis vencerle, pero los designios de nuestro señor Emmán son misteriosos. ¿Por qué os obstináis en hacerme creer que no lo recordáis?
En este punto, Jasafet acabó la conversación, creyendo que Ayreon estaba intentando esquivar el tema fingiendo no recordar.
Cuando Ayreon estuvo de vuelta en palacio, charló brevemente con Demetrius para solicitar al bardo cualquier información que pudiera averiguar sobre su juicio. Este intentaría averiguar algo por diversas fuentes, sin éxito. Rumores sobre el juicio de los Paladines habían surgido por doquier, pero habían sido silenciados u olvidados durante los años.
Por su parte, Ezhabel, que se encontraba en su habitual exploración de Haster, se encontró de lleno con una violenta escena en la que al menos una docena de vestalenses se encontraban apalizando a lo que parecía ser un paladín de Emmán tumbado en el suelo. Por la falta de reacción, diría que el paladín llevaba muerto un rato. Increpó a los agresores, que se volvieron hacia ella con mirada torva. Ezhabel sacó su arma, y probó ser un craso error: seis cuchillos volaron instantáneamente hacia ella, y uno le acertó en la cabeza, dejándola inconsciente. [Ezhabel perdió un punto de destino; de otra manera habría caído muerta al instante].
Mientras tanto, Leyon se esforzaba por encontrar una solución a los problemas de suministro de la ciudad, sin éxito hasta entonces. Intentó averiguar si los gitanos podían darle alguna información útil, y se entrevistó con Azalea, que le contó las vicisitudes de su viaje, y que no habían visto ningún dragón ni ejército, a excepción de un asedio que pudieron percibir desde la lejanía en la ciudad de Evax, en el Imperio Daarita.
Al despertar Ezhabel con un fuerte dolor de cabeza, se encontró con Nirintalath sentada sobre una caja, sonriendo a la semielfa de forma cruel. La semielfa se acercó al cadáver del paladín, todavía en la calle, viendo cómo habían desgarrado sus ropas y le habían quemado el rostro. Además, le faltaba el dedo meñique izquierdo. Se apresuró a volver a palacio a informar.
Una vez allí, Ayreon intentó curar los daños de Ezhabel. Pero algo imprevisto pasó: en lo profundo de su corazón, Ayreon rechazó la idea de sanar a alguien que no seguía su mismo credo, que no veneraba a Emmán como éste merecía. Cuando se dio cuenta de sus pensamientos, los desechó inmediatamente, pero la preocupación se reflejó en su rostro. De todos modos, no consiguió realizar la curación.
Mientras se encontraba recibiendo los cuidados de Ayreon, Ezhabel mencionó el meñique ausente del cuerpo del muerto, y aquél cayó inmediatamente en la cuenta de que así es como marcaban los asesinos de Creá a las víctimas indignas.
Demetrius y Eleria sostuvieron una conversación sobre el "traidor emmanita". La condesa tampoco sabía demasiado, aparte de que el traidor fue exiliado y al parecer, mató a Elos Menelyutar, el Gran Maestre de la orden. Algo interesante que obtuvo Demetrius de la conversación con la condesa fue que uno de sus espías en Haster era ni más ni menos que Banallêth, la hermana de Ayreon.
Esa noche, Ezhabel sufrió especialmente a manos de Nirintalath, que la hizo sufrir inenarrablemente. El semblante de la semielfa ha dejado entrever profundas huellas de sufrimiento desde entonces. Por su parte, Ayreon tuvo un sueño muy especial: soñó con su presunto combate con Verogen, y con cómo le perdonó la vida a ese bastardo en el último momento. Finalmente, en su sueño apareció una forma en sombras que le dijo algo como: "muy mal hecho, lord paladín. Deberías haberlo matado".
La mañana siguiente, Demetrius partió temprano para intentar encontrar "Nicodemos" en la ciudad, disfrazado de juglar (sin éxito). Leyon se reunió con Banallêth, pidiéndole que investigara el asunto del traidor emmanita.
Ayreon, extrañado de no haber visto a Ezhabel a la semielfa por la mañana, se dirigió a sus aposentos. Allí, Nirintalath se encontraba sentada a los pies de la cama,
sorprendida y, soprendentemente, ¿preocupada? El paladín trató de hacer comprender a Nirintalath que la situación no podía seguir así, que iba a matar a Ezhabel, pero la antigua Espada del Dolor no se avino a razones. Intentó curar a la semielfa, pero lo único que logró fue aliviarle un poco el dolor.
A media mañana, Leyon se encontró con el bullicioso lord Beltan en el patio de armas, donde entrenó con él durante un par de horas. Mientras, intentó sonsacarle algo de la situación en su país, el Imperio Daarita. Al mostrarse tan amistoso con él, Beltan no dudó en tomar a Leyon como amigo. "Mi Imperio podría echarnos una mano con los suministros, Leyon"-dijo el noble-"organizaré un viaje hacia allí para dentro de tres días, ¡no os preocupéis!". Leyon intentó discutirlo, pero Beltan es testarudo hasta el extremo.
En un momento dado, apareció Mauvros buscando a Leyon. Ambos entraron en palacio, mientras Beltan se dirigía a preparar el viaje. El adastrita tenía una proposición interesante: asentar gente en las praderas de Adastra para cultivar y pastorear, y establecer una ruta de suministros a través de la región de Irgem, que se cree que está maldita. No creía que fuera una buena idea enviar a adastritas, muy crédulos con el tema de la maldición de Irgem, pero se podría enviar a los ercestres y esthalios, más escépticos en esas materias.
Al poco rato, un sirviente informó a los PJs de que Namtor había caído profundamente enfermo.
Por la tarde, Eleria informó a Leyon y Ayreon de que los halcones mensajeros que enviaba el espía salían de una pequeña pérgola que hay en un remoto rincón de los jardines.
Al atardecer, Ezhabel se sentía mejor, aunque todavía en cama. De repente, un breve movimiento y un tenue aliento en su nuca, que le susurró: "decidle a Ayreon que se reúna conmigo al anochecer en la posada de la Amapola, en la encrucijada de la puerta este". Mientras, Ayreon se encontró con lord Tarkos en la biblioteca. El paladín, al ver al noble, tuvo la idea de proponerle intentar conseguir armas de fuego ercestres. Tarkos, de repente perdiendo su tartamudez y con mirada avispada le dijo que probablemente sería posible conseguirlas, contactando con ciertas personas. Tras dejar al noble en la biblioteca, Ayreon se cruzó con Mauvros, que al parecer ya sabía que Tarkos estaba allí. Después de charlar unos momentos sobre cetrería, en la que el adastrita -como buen adastrita- demostró ser todo un experto, partió a ver cómo se encontraba Ezhabel. Una vez en sus habitaciones, intentó recuperarla con ayuda de Emmán. Pero inconscientemente, cada vez odiaba más la idea de curarla, algo estaba mal. No quería odiarla así. Finalmente, la tensión mental hizo que el paladín cayera inconsciente intentando sanarla.
Otra sorpresa esperaba a Leyon: lady Dalryn volvió por la tarde, diciéndole que había concertado una entrevista con Ylma en la taberna "el Río Azul" para dos días después, justo el día en que Beltan espera que Leyon le acompañe en su viaje. Tras el anuncio, Leyon y Dalrin tuvieron un apacible paseo por los jardines de palacio, y Leyon pudo darse cuenta del interés que despertaba en la joven noble.
Al anochecer, Ayreon acudió a la reunión en la posada de la Amapola. Tras esperar una hora y hacer amago de irse, el posadero le llamó la atención y le mostró unas escaleras en la trastienda. Bajó a la oscuridad, viendo perfectamente a través de los ojos forjados por Avaimas, y en el sótano le esperaban al menos cuatro asesinos de Creá, vestidos con sus ropas nocturnas y sus velos, tatuados profusamente. Ayreon fue interrogado respecto a la actitud que tomaría respecto a los paladines de Emmán, ya que en pocos días iban a acabar con todos ellos. Mostraban tal deferencia hacia Ayreon porque al parecer, un amigo común les había hablado bien de él y querían comprobar si él tenía que ser sacrificado también. ¿Sería Ordreith el que había intercedido por él? Ayreon esbozó una sonrisa al recordar a su antiguo amigo.
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