Con la intención de que el viejo recobrara la memoria, y basándose en ciertas sospechas por comentarios que soltaba aquí y allá, los PJs procedieron a contarle al anciano su historia y la historia de Trelteran y Nirintalath. El anciano escuchó todo lo atentamente la historia, y en ocasiones, destellos de reconocimiento se podían entrever en su nublada vista.
Cuando la explicación hubo acabado, un larguísimo silencio se hizo en la sala. Hasta que el anciano, señalando los bultos de ropa que eran las dagas negras en las cinturas y pechos de los PJs, les preguntó: "¿por qué lleváis eso?". El grupo se sorprendió al ver que el anciano percibía las Dagas Negras como una amenaza. El tema fue de momento esquivado, pero más tarde, mientras el resto del grupo dormía, el viejo le repitió la pregunta a solas a Ezhabel. Ésta le explicó lo mejor que pudo por qué las dagas habían llegado a posesión del grupo y por qué las estaban "custodiando". Fue en esta conversación donde clarísimamente el anciano dejó entrever que sabía ciertas cosas, pero su memoria no tenía acceso a ellas. Ciertos arrebatos de furia y subidas en su nivel de poder lo atestiguaban.
El resto de la noche, Ezhabel lo dedicó a investigar el lugar. Llegó a la conclusión tras ciertas pesquisas de que el magnífico espejo del baño no era sino una "puerta mágica". Mientras Ezhabel procedía a esta investigación, Ayreon, que ya había despertado, distraía al anciano elfo -que les había advertido que no se acercaran al espejo por su propio bien- intentando que recordara la memoria volviendo una y otra vez sobre Trelteran, Turmalandë y las Dagas Negras, cosas que parecían exaltar extrañamente al viejo.
A las pocas horas, aprovechando una ausencia del viejo, Ayreon y Ezhabel procedieron a investigar más a fondo el espejo. Mucho poder residía en el extraño objeto. Ezhabel no pudo dejar de mirar su reflejo, tanto, que quedó embobada mirándose. Había perdido la memoria reciente. Ayreon la sacó de allí. Cuando el viejo volvió y vio a Ezhabel, chasqueó la lengua y dijo: "ya os advertí que no os acercárais al espejo, ya os lo dije, lo dije..."
Ayreon decidió que se arriesgaría a investigar él solo el misterio del extraño objeto. Tras varias horas, consiguió averiguar cómo se podía traspasar la "puerta" del espejo: se requería una frase clave para "abrirlo". Sin embargo, también pudo ver que el espejo había sido protegido durante siglos, y presentaba más de 600 guardas protectoras, la última y más potente de las cuales era una Maldición de Olvido. Por suerte, el paladín no cayó en ninguna de las trampas del espejo. El caso es que si el anciano había caído presa de una maldición, él podría curarlo, canalizando el poder de Emmán.
Así, Kadrajan y Ayreon, tras una larga conversación, pudieron convencer al anciano de que se dejara purificar. El poder de Emmán, más potente en el nodo que era la montaña, probó su valía. El anciano pareció rejuvenecer y su poder fue incrementándose hasta alcanzar cotas muy altas.—"Ahora recuerdo" —murmuró.
El anciano se presentó como Avaimas, un antiguo y poderoso alquimista, en tiempos al cargo de las forjas de Turmalandë.
De repente, sin previo aviso, Nirintalath/Ezhabel se lanzó hacia Avaimas, presa de una furia incontrolable. Un largo y trabajado bastón se materializó en la mano del elfo, y Ezhabel se retorció de dolor, cayendo inconsciente. Como enseguida averiguarían, el bastón no era sino el Arcángel de Demmerë. Habían encontrado a otro Brazo de los Avatares en el mundo.
Tras ciertos preparativos, el grupo se aprestó a cruzar el espejo, que no era sino una puerta que protegía el acceso a Turmalandë. Atravesaron un largo túnel, repleto de protecciones y de puertas parecidas al espejo. Tras media docena de puertas, Turmalandë se mostró a sus pies tras bajando por una amplia escalera.
Las forjas, masivas y sobrecogedoras, habían sido "desconectadas" de los flujos de Poder, y se requería sacrificar una enorme magnitud de éste para reactivarlas. Todo el mundo pensó en las Dagas Negras, que contenían parte de la esencia de las Forjas. Las cinco Dagas del grupo fueron arrojadas a la sima de lava del volcán que daba su energía a las forjas. Pero no era suficiente. Finalmente, Ezhabel hizo caso a los ruegos de Nirintalath en su cabeza pidiéndole que la arrojara al fuego del volcán "para ser liberada". Con mucho esfuerzo, la semielfa extendió su brazo empuñando por última vez la Espada del Dolor, y la dejó caer a la sima central. Con un brusco terremoto, una gran explosión y chorros de lava que corrían por las paredes y cúpulas de Turmalandë como si de arterias y venas se tratara, las Forjas volvieron a reactivarse y a recuperar todo su desaparecido poder. La subida de Poder fue como un mazazo para los PJs, que cayeron en la inconsciencia.
A los pocos días, Ayreon despertó. Sus ojos habían sido reemplazados por dos esferas de vidrio irrompible que le permitían ver incluso mejor que sus órganos originales. Al lado de su cama se encontraba Ezhabel, ¡que ostentaba una ligera sonrisa! Y al lado de la semielfa, una muchacha con la piel muy pálida, verdosa, el pelo verde, los ojos verdes y de apariencia muy frágil, que no mostraba signo alguno de alegría. Nirintalath había sido liberada de la espada, pero no como ella tenía intención.
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