Exactamente ochenta y dos Alen'tai habían acudido al llamamiento de Férangar, y desfilaban ordenadamente y casi en silencio en la bajada a Turmalandë. Casi en silencio, porque algunos de ellos susurraban cuando creían que nadie les escuchaba. Al parecer, a los hermanos que habían ingresado en las filas de los Alen'tai más recientemente no les gustaba el giro que habían tomado los acontecimientos y la nueva labor que habrían de desempeñar. La totalidad de los "nuevos reclutados" carecía de ningún tipo de poder dimensional ni extranatural, con lo que parecían creer que se verían relegados a simples criados o guardianes.
A las pocas horas, los PJs, reunidos con lord Menelyutar y con Férangar no se sorprendieron al sacar éste el tema a relucir. "Los Nuevos Reclutados entre los Alen'tai nos van a causar problemas tarde o temprano, el descontento está cundiendo. De momento no son más que granos en un desierto, pero no debemos descuidarnos".
Poco más tarde, llegaron mensajeros elfos desde la falda de la montaña con la noticia de que el ejército oscuro se había puesto en marcha y varios dragones se acercaban peligrosamente a Nímbalos. Sin dilación, los PJs, el rey, su guardia y algunos alen'tai se aprestaron a las murallas. Al llegar, vieron que Menelyutar ya estaba hablando con un Guardia de Águilas que lucía un maltrecho aspecto. Sobre las nubes se alzó una gran humareda, y acto seguido apareció un enorme dragón rojo, mucho mayor que los que habían visto hasta entonces, que escupía de entre sus fauces un ala de águila, diminuta en comparación. El jinete lucía la armadura estrellada que ya habían visto en Urangrâd... la Armadura de Phôedus, su arcángel. Tras desaparecer por unos instantes, e informar los PJs al rey de esa extraña armadura y lo que significaba, el dragón volvió a aparecer entre las nubes, a toda velocidad hacia ellos. Y esgrimiendo a Ugrôth, el Martillo y Arcángel de Korvegâr. A toda velocidad, lo lanzó contra el grupo, pero no les alcanzó debido a la barrera de protección invisible de Nímbalos. El Martillo se detuvo en el aire, entre lo que parecían descargas eléctricas, y el rey Menelyutar cayó al suelo, desvanecido y sangrando por los oídos. Al parecer, tenía algo que ver con la barrera. En un abrir y cerrar de ojos, el Martillo volvía a estar en la mano del Jinete de Dragón. Cuando se aprestaba a lanzarlo por segunda vez, Ayreon empuñó a Eglaras, que cantaba como nunca lo había hecho. El martillo volvió a estrellarse, ante los espasmos de Menelyutar. Entonces, el Jinete pareció darse cuenta de la presencia de Ayreon. Se rió de forma exagerada y a continuación se marchó.
Cuando se hubieron asegurado de que el rey no corría peligro, urdieron un plan. Un grupo de Aguilas distraería a los dragones mientras los PJs bajaban a las Forjas para preparar el camino e intetar liberar después a los carpinteros de barcos, ahora que el ejército estaría distraído. El plan no salió de forma perfecta, y tuvieron algún encontronazo con los dragones, pero finalmente consiguieron llegar a Turmalandë. Allí, Avaimas procedió a implantarle su nueva mano a Demetrius. El proceso fue muy doloroso, pero la mano funcionó a la perfección. Una mano de laen, el metal más duro conocido.
Pasados un par de días, Avaimas dispuso que dos golems de acero acompañarían el grupo para ayudarles en su misión de liberar a los carpinteros de barcos. Una vez en el campamento de la sombra, entre Ayreon y los golems sembraron el pánico mientras Demetrius hundía la puerta de la "prisión" con el poder de su nueva mano. Reunidos los carpinteros, un portal hizo el resto y los PJs los pusieron a salvo en Turmalandë.
Durante tres días, todo fue puesto en su sitio. Los carpinteros fueron presentados a Avaimas y juraron su lealtad y su compromiso. Los Alen'tai acudieron a las forjas también, y aquellos más antiguos, que tenían la capacidad del viaje interplanar, comenzaron a viajar en busca de materiales e información. Férangar también recordó sus viejas artes y se dispuso a ser lo más útil posible. Por último, se estableció un plan de emergencia por el que si las cosas se ponían muy feas, la gente de Nímbalos se evacuaría a Turmalandë. Además, gran parte de los criados de la ciudad de la montaña se trasladaron a las forjas.
El día siguiente sería empleado por Férangar, a petición de Ayreon y Ezhabel, para buscar a lord Natarin, desaparecido en lo que parecía ser un nexo dimensional. Se produjo también una conversación entre Ezhabel y Avaimas en la que la semielfa le habló de Cirandil, su amado, iniciado en uno de los monasterios del Erentárna. Avaimas le prometió que se encargaría de ello personalmente. Mientras tanto, Kadrajan se encargó de organizar el ejército, ya que Nímbalos iba a ser atacada en breve.
Por la noche, Ayreon aprovechó para Viajar a través del Mundo Onírico a la Gran Biblioteca de Doedia para buscar información sobre el símbolo nigromántico que habían encontrado en uno de los niveles de la prisión. En la Biblioteca, Ayreon se encontró en todo momento en compañía de un cuervo que le miraba. Un cuervo blanco. Le daba escalofríos con su mirada burlona, pero optó por dejarlo en paz. Por desgracia, su sueño fue finalmente encontrado por Phôedus, pero el paladín pudo evitarlo a tiempo.
Al día siguiente, tuvieron la oportunidad de realizar un viaje interdimensional guiados por Férangar. Catorce horas parecieron un minuto. Por la noche, Ayreon le pidió a Avaimas que escudara los sueños de todos. El elfo se mostró extrañado, ya que las runas de las forjas deberían protegerlos.
Ayreon volvió a la Biblioteca en sueños, y esta vez el cuervo no sólo le miró, sino que también le habló. Al paladín no le hizo falta mucho tiempo de conversación para saber que en realidad el cuervo era una manifestación de Urion. Poco a poco, los PJs fueron apareciendo en la Biblioteca, convocados en sus sueños por Ayreon.
Y el "cuervo" les propuso un trato.
Con el poder de Turmalandë, podría utilizar la Runa de la Creación para recrear la Realidad. Y ahí venía el trato. Recrearía el Imperio Trivadalma -con los PJs a la cabeza- y dejaría Aredia para la Luz, mientras que él se instauraría como Avatar en sustitución de Phôedus y eliminaría a Trelteran y el resto de los Renegados de sus vidas.
Al día siguiente, se reunieron con Avaimas, y por acuerdo común decidieron negar el trato con Urion. Así se lo hicieron saber por la noche en el mundo de los sueños. Sin embargo, el Kalorion no se rindió tan fácilmente, y les dio unos días para pensarlo. Como muestra de buena voluntad, además, intentaría distraer a Phôedus para que no los encontrara en sus sueños.
Durante los días siguientes, se sucedieron los viajes interdimensionales, pero todos fueron estériles. En una ocasión, incluso atravesaron la dimensión del Dolor, con grave peligro para la integridad de los PJs. Mientras, en la Biblioteca, Ayreon intentaba encontrar el libro "De cómo despertar al Leviatán", que el cuervo le había mostrado en un sueño. Avaimas también advirtió que las runas de protección contra el mundo de los sueños estaban dañadas y que llevaría varios días repararlas.
Finalmente, tuvo lugar la reunión entre Urion y el grupo durante la noche. Para acabar de convencerlos, Urion les informó de que los Mediadores en el Norte habían masacrado al príncipe Elsakar y su ejército. Ante el cúmulo de malas noticias, se optó por llegar al acuerdo. Pero Avaimas puso una condición: él mismo fabricaría una Vara de Juramento sobre la que Urion debería jurar para evitar ser traicionados. Urion aceptó. Con el poder proporcionado por Alcanar y Petágoras, Avaimas podría fabricar la Vara y la Runa de la Creación podría alimentarse del Poder suficiente.
Pasadas tres semanas de tribulaciones, finalmente la ceremonia podía tener lugar. Nímbalos aún resistía valientemente al ejército de la Sombra. Extrañamente, el Jinete de Dragón que habían visto días atrás no volvió a aparecer. Urion acudió solo y confiado a Turmalandë, una vez que Avaimas le hubo franqueado el paso. En una solemne ceremonia, durante la que varios alquimistas se dedicaron a extraer Poder canalizado por Alcanar y Petágoras, Urion procedió a realizar su juramento de no-traición y la Runa de la Creación fue instalada en un atril.
Tras una breve sacudida de la realidad, todo lo anterior pareció ser un sueño. Allí estaba Beregond, dirigiéndose a cientos de miles de personas desde su balcón en el palacio de la reconstruida Haster. Ayreon a su lado, como su paladín, y Demetrius al otro, como líder espiritual. Ezhabel y Kadrajan detrás, humildes, callados y peligrosos, siempre vigilantes. Allí estaba Ibrahim, y Elsakar, y Demmaiah, y la que antes se había llamado Selene, y Dailomentar, y Ergialaranindal, y Natarin, y Alcanar, e Yrdat, y Azalea, y lady Valemen, y Mattren Helner, y las Aves de Presa, y Banallêth, y Cirandil, y Treltarion, y Namtor, y Hoid Bexer, y muchos más. Una niña de tez verdosa acompañaba a Ezhabel; eso era lo único que parecía fuera de lugar en la maravillosa y regia escena. Mucho había costado llegar hasta allí, pero ahora el Imperio Trivadalma se había reinstaurado y había traído una nueva era de prosperidad y paz a Aredia. La Guerra contra la Sombra ya no era más que un recuerdo remoto. La gente aclamaba al Emperador. Todos eran felices al fin.
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