Todos los personajes despertaron en el Mundo Onírico, en compañía de unos treinta elfos primigenios aproximadamente, entre los que se encontraba toda la "cúpula" de la ciudadela de Gaumartel: Galior y Hinnemir, los caminantes de sueños; Urmazan, el capitán de la guardia, lady Asmariur, la reina consorte, esposa de Treltarion, nieto de Trelteran y rey de Gaumartel, que junto con Urmazan tenía una cara de pocos amigos que realmente asustaba. Evidentemente, no le había gustado la "rebelión" que había tenido lugar en Gaumartel, que había llevado a la perdición a la ciudadela y había provocado la destrucción del Orbiteron. Durante horas y horas estuvieron los elfos discutiendo sobre lo que había pasado, a veces con voces e incluso llegando casi a las manos.
Siete días transcurrieron durante la sesión de juego, durante los cuales sucedieron varias cosas.
La primera noche, la Espada del Dolor volvió a los sueños de Ezhabel, pero esta vez no como una niña llena de vitalidad, sino como una anciana, decrépita y exhausta. El Dolor en el sueño era más soportable, pero cuando la anciana le tendió la mano y Ezhabel se la cogió, se hizo insoportable y la semielfa tuvo que despertar para sobrevivir. Sin embargo, antes le había dado tiempo a preguntar a la anciana "¿dónde te encuentras?", y por primera vez, entendió varias palabras salidas de su boca "oscuridad, demonios", sin desmayarse de dolor. Algo extraño le estaba pasando a Nirintalath.
Ayreon permaneció callado y mirando al vacío durante seis días enteros, tal era el dolor de su pérdida. Durante esos seis días, para evitar que se derrumbara del todo y cayera en el abismo de la locura, le hicieron compañía de forma continua lady Asmariur, Galior, Hinnemir, Demetrius -haciendo lo que podía debido a su propio penoso estado- y Ezhabel. Esta última, utilizó como argumento fundamental las visiones que el grupo había tenido hacía ya años en el Pozo de la Verdad de las islas Ganrith.Recordemos que a la pregunta de los personajes "¿Cuáles son las claves para vencer en la guerra contra la oscuridad?", el pozo les mostró entre otras cosas, al "León Plateado" (lord Ergialaranindal), a Ayreon esgrimiendo a Églaras y el Santo Grial. Es un hecho reconocido por todos los elfos que el Pozo de la Verdad nunca se ha equivocado -puede ser más o menos enigmático, pero nunca equivocarse-, por tanto, aunque Emmán se encuentre desaparecido en estos momentos y Eglaras rota, lo cierto es que la Espada y el Dios deberían volver para la batalla definitiva.
Finalmente, al enterarse de que los personajes habían tenido esas visiones en el Pozo de la Verdad, Galior y Asmariur hicieron uso de los mismos argumentos. Todo el esfuerzo se tradujo en la recuperación de las señales de vida en Ayreon, el séptimo día.
A partir de la segunda noche, era frecuente escuchar a los elfos de Treltarion lanzando rayos para eliminar a los demonios procedentes de la grieta abierta por el martillo de Korvegâr.
Al despertar el amanecer del tercer día, Urmazan, Hinnemir, el Primarca y Argimentur habían desaparecido del campamento. Cuando los personajes preguntaron a lady Asmariur por las ausencias, ésta les respondió que durante la noche, Hinnemir había detectado una presencia en la ciudadela, y la habían identificado como ¡la madre de Ergialaranindal! Todavía seguía viva. Pasaron muchas horas y el Primarca y compañía no aparecían, con lo que Galior, Asmariur y algunos otros elfos partieron en su busca. Al cabo de un rato volvieron con el Primarca, su madre, y Galior y Hinnemir, que presentaban heridas y estaban inconscientes. Para consternación de los personajes, cuando Galior recobró la conciencia, afirmó que habían sido atacados por Trelteran, y que mientras perdía el conocimiento, pudo ver cómo "algo" cambiaba de manos entre Trelteran y el Primarca. Ese algo no era sino una Daga Negra, que el Primarca, teniendo en mente el solo objetivo del restablecimiento de su Primacía, había aceptado -con un poco de ayuda de la Marca de Norafel, claro-. Durante este día y el siguiente, el grupo realizó varios intentos para que el Primarca renunciara a la daga, pero finalmente, llegaron a la conclusión de que sólo un milagro o el propio Trelteran podría salvar al Ilvo, mediante la realización del ritual que ya llevó a cabo hacía años sobre Demetrius, cuando éste fue poseído por el espíritu de la Daga.
La buena noticia era que la madre del Primarca seguía con vida. Increíblemente había sobrevivido a la explosión de poder, pero mostraba peor aspecto que nunca, estaba pálida, temblorosa y tenía vómitos contínuamente. Inmediatamente, lady Asmariur y Galior se pusieron a la tarea de enseñarla a controlar su poder.
Al llegar la noche, la fe y los rezos de Kadrajan obtuvieron su respuesta, y el Guerrero Sagrado de Eudes ascendió al plano celestial. Allí, Eudes no hizo más que hablarle sobre el desequilibrio que se había producido en los cielos, y cómo la Oscuridad se encontraba venciendo la batalla, debido a la desaparición de Emmán.
Al volver en sí, Kadrajan comentó la desaparición de Emmán con Ezhabel y Demetrius, no así con Ayreon, para no hundir todavía más al paladín en la miseria.
Los siguientes días transcurrieron también entre deliberaciones de los elfos sobre cuál iba a ser su curso de acción, y por primera vez el grupo fue invitado a unirse a las mismas. Antes de esto, Treltarion charló un rato con Ezhabel sobre cuál creía que sería la reacción de los elfos de Aredia si los elfos de Gaumartel retornaban y, como era su derecho, reclamaban su liderazgo. Ezhabel mencionó a lord Natarin en la conversación, y Treltarion reaccionó rechazando la idea: "Natarin es demasiado orgulloso y estúpido, él es uno de los pocos con quien nunca trataría. Me extraña que no lo hayan matado ya. Es odioso.". Ezhabel informó a Treltarion de que Natarin había perdido la memoria algún tiempo atrás y había dejado de ser el estúpido que solía. Treltarion puso semblante adusto y calló.
Seguidamente, en el cónclave se decidió que la mayor prioridad era cerrar la grieta que el Martillo de Korvegâr había abierto en el Norte, y el día siguiente sería el día elegido para hacerlo, mediante el uso del Martillo de Eudes.Kadrajan, que se había recuperado rápidamente de sus heridas gracias a los conocimientos curativos de los elfos asintió, decidido, a pesar de su poca idea sobre cómo usar el susodicho martillo.
La noche siguiente, Ayreon despertó, sobrecogido por una música de arpa maravillosa en el mundo de los sueños. Sorpresivamente, Demetrius estaba junto a él, que también se había despertado debido a la música. Saliendo de la torre donde los elfos habían establecido su cuartel general, los dos amigos pudieron ver a una mujer bellísima tocando el arpa y sentada sobre una roca: la personificación de Ammarië, señora del Destino. La Avatar había venido a darle ánimos a Ayreon para que no se hundiera en la locura, y respondió a varias preguntas que le hicieron los personajes, apresuradamente, ya que según ella "el equilibrio se ha roto, y debo volver al plano celestial para apuntalar los pilares de la Luz". Fue durante esta conversación cuando Ayreon se enteró de la desaparición de Emmán, y la desesperación se hizo insoportable. Pero apoyándose en las visiones del Pozo de la Verdad, consiguió sobreponerse y continuar.
Al día siguiente, Ayreon, visiblemente recuperado pidió un arma para acompañar al grupo que acudiría a cerrar la grieta en la realidad. Tras un duro combate con incontables e incansables demonios, la misión tuvo que darse por cancelada cuando Ayreon sufrió una herida que le habría matado de no haber vuelto enseguida con los elfos. A las pocas horas, el grupo, rehecho de nuevo y con nuevos efectivos, volvió a la grieta y tras un duro combate, Kadrajan consiguió despertar el poder de Vargiel; con un fuerte golpe, la grieta se desmoronó sobre sí misma y se cerró poco a poco. La misión había sido un éxito.
Por la noche, un grito desgarrador de pura rabia despertó a todo el grupo de su reparador sueño. Era la voz de lord Ergialaranindal, el Primarca. Al llegar a la escena, vieron al monarca Ilvo poco menos que echando espuma por la boca, mientras Dailomentar esquivaba sus envites con la Daga Negra en la mano. El guardia carmesí gritaba desesperado: "¡¿Pero es que no os dáis cuenta de lo que os está haciendo?!¡Tranquilizáos!". Fue necesario que los personajes, con ayuda de los elfos primigenios, redujeran al Primarca a la inconsciencia ante la imposibilidad de que éste se calmara. Dailomentar tenía la Daga Negra, pero no daba señales de verse tentado por ella. De todas formas, Ezhabel le pidió con mucho cuidado que depositara la daga en una manta que le tendía, y el guardia carmesí así lo hizo, sin un viso de duda por su parte. Extraño, pero tranquilizador.
La mañana siguiente, en el cónclave habitual de los elfos primigenios con los personajes, se llegó por fin a una decisión sobre el curso de acción: la compañía al completo acudiría a Vensider a entregar el antídoto que Ezhabel había conseguido para sanar a la mujer del duque y conseguir refuerzos. Más tarde, intentarían sanar al Primarca y quizá volver a Aredia a reclamar lo que les pertenecía por derecho: el Trono Élfico.
Siete días transcurrieron durante la sesión de juego, durante los cuales sucedieron varias cosas.
La primera noche, la Espada del Dolor volvió a los sueños de Ezhabel, pero esta vez no como una niña llena de vitalidad, sino como una anciana, decrépita y exhausta. El Dolor en el sueño era más soportable, pero cuando la anciana le tendió la mano y Ezhabel se la cogió, se hizo insoportable y la semielfa tuvo que despertar para sobrevivir. Sin embargo, antes le había dado tiempo a preguntar a la anciana "¿dónde te encuentras?", y por primera vez, entendió varias palabras salidas de su boca "oscuridad, demonios", sin desmayarse de dolor. Algo extraño le estaba pasando a Nirintalath.
Ayreon permaneció callado y mirando al vacío durante seis días enteros, tal era el dolor de su pérdida. Durante esos seis días, para evitar que se derrumbara del todo y cayera en el abismo de la locura, le hicieron compañía de forma continua lady Asmariur, Galior, Hinnemir, Demetrius -haciendo lo que podía debido a su propio penoso estado- y Ezhabel. Esta última, utilizó como argumento fundamental las visiones que el grupo había tenido hacía ya años en el Pozo de la Verdad de las islas Ganrith.Recordemos que a la pregunta de los personajes "¿Cuáles son las claves para vencer en la guerra contra la oscuridad?", el pozo les mostró entre otras cosas, al "León Plateado" (lord Ergialaranindal), a Ayreon esgrimiendo a Églaras y el Santo Grial. Es un hecho reconocido por todos los elfos que el Pozo de la Verdad nunca se ha equivocado -puede ser más o menos enigmático, pero nunca equivocarse-, por tanto, aunque Emmán se encuentre desaparecido en estos momentos y Eglaras rota, lo cierto es que la Espada y el Dios deberían volver para la batalla definitiva.
Finalmente, al enterarse de que los personajes habían tenido esas visiones en el Pozo de la Verdad, Galior y Asmariur hicieron uso de los mismos argumentos. Todo el esfuerzo se tradujo en la recuperación de las señales de vida en Ayreon, el séptimo día.
A partir de la segunda noche, era frecuente escuchar a los elfos de Treltarion lanzando rayos para eliminar a los demonios procedentes de la grieta abierta por el martillo de Korvegâr.
Al despertar el amanecer del tercer día, Urmazan, Hinnemir, el Primarca y Argimentur habían desaparecido del campamento. Cuando los personajes preguntaron a lady Asmariur por las ausencias, ésta les respondió que durante la noche, Hinnemir había detectado una presencia en la ciudadela, y la habían identificado como ¡la madre de Ergialaranindal! Todavía seguía viva. Pasaron muchas horas y el Primarca y compañía no aparecían, con lo que Galior, Asmariur y algunos otros elfos partieron en su busca. Al cabo de un rato volvieron con el Primarca, su madre, y Galior y Hinnemir, que presentaban heridas y estaban inconscientes. Para consternación de los personajes, cuando Galior recobró la conciencia, afirmó que habían sido atacados por Trelteran, y que mientras perdía el conocimiento, pudo ver cómo "algo" cambiaba de manos entre Trelteran y el Primarca. Ese algo no era sino una Daga Negra, que el Primarca, teniendo en mente el solo objetivo del restablecimiento de su Primacía, había aceptado -con un poco de ayuda de la Marca de Norafel, claro-. Durante este día y el siguiente, el grupo realizó varios intentos para que el Primarca renunciara a la daga, pero finalmente, llegaron a la conclusión de que sólo un milagro o el propio Trelteran podría salvar al Ilvo, mediante la realización del ritual que ya llevó a cabo hacía años sobre Demetrius, cuando éste fue poseído por el espíritu de la Daga.
La buena noticia era que la madre del Primarca seguía con vida. Increíblemente había sobrevivido a la explosión de poder, pero mostraba peor aspecto que nunca, estaba pálida, temblorosa y tenía vómitos contínuamente. Inmediatamente, lady Asmariur y Galior se pusieron a la tarea de enseñarla a controlar su poder.
Al llegar la noche, la fe y los rezos de Kadrajan obtuvieron su respuesta, y el Guerrero Sagrado de Eudes ascendió al plano celestial. Allí, Eudes no hizo más que hablarle sobre el desequilibrio que se había producido en los cielos, y cómo la Oscuridad se encontraba venciendo la batalla, debido a la desaparición de Emmán.
Al volver en sí, Kadrajan comentó la desaparición de Emmán con Ezhabel y Demetrius, no así con Ayreon, para no hundir todavía más al paladín en la miseria.
Los siguientes días transcurrieron también entre deliberaciones de los elfos sobre cuál iba a ser su curso de acción, y por primera vez el grupo fue invitado a unirse a las mismas. Antes de esto, Treltarion charló un rato con Ezhabel sobre cuál creía que sería la reacción de los elfos de Aredia si los elfos de Gaumartel retornaban y, como era su derecho, reclamaban su liderazgo. Ezhabel mencionó a lord Natarin en la conversación, y Treltarion reaccionó rechazando la idea: "Natarin es demasiado orgulloso y estúpido, él es uno de los pocos con quien nunca trataría. Me extraña que no lo hayan matado ya. Es odioso.". Ezhabel informó a Treltarion de que Natarin había perdido la memoria algún tiempo atrás y había dejado de ser el estúpido que solía. Treltarion puso semblante adusto y calló.
Seguidamente, en el cónclave se decidió que la mayor prioridad era cerrar la grieta que el Martillo de Korvegâr había abierto en el Norte, y el día siguiente sería el día elegido para hacerlo, mediante el uso del Martillo de Eudes.Kadrajan, que se había recuperado rápidamente de sus heridas gracias a los conocimientos curativos de los elfos asintió, decidido, a pesar de su poca idea sobre cómo usar el susodicho martillo.
La noche siguiente, Ayreon despertó, sobrecogido por una música de arpa maravillosa en el mundo de los sueños. Sorpresivamente, Demetrius estaba junto a él, que también se había despertado debido a la música. Saliendo de la torre donde los elfos habían establecido su cuartel general, los dos amigos pudieron ver a una mujer bellísima tocando el arpa y sentada sobre una roca: la personificación de Ammarië, señora del Destino. La Avatar había venido a darle ánimos a Ayreon para que no se hundiera en la locura, y respondió a varias preguntas que le hicieron los personajes, apresuradamente, ya que según ella "el equilibrio se ha roto, y debo volver al plano celestial para apuntalar los pilares de la Luz". Fue durante esta conversación cuando Ayreon se enteró de la desaparición de Emmán, y la desesperación se hizo insoportable. Pero apoyándose en las visiones del Pozo de la Verdad, consiguió sobreponerse y continuar.
Al día siguiente, Ayreon, visiblemente recuperado pidió un arma para acompañar al grupo que acudiría a cerrar la grieta en la realidad. Tras un duro combate con incontables e incansables demonios, la misión tuvo que darse por cancelada cuando Ayreon sufrió una herida que le habría matado de no haber vuelto enseguida con los elfos. A las pocas horas, el grupo, rehecho de nuevo y con nuevos efectivos, volvió a la grieta y tras un duro combate, Kadrajan consiguió despertar el poder de Vargiel; con un fuerte golpe, la grieta se desmoronó sobre sí misma y se cerró poco a poco. La misión había sido un éxito.
Por la noche, un grito desgarrador de pura rabia despertó a todo el grupo de su reparador sueño. Era la voz de lord Ergialaranindal, el Primarca. Al llegar a la escena, vieron al monarca Ilvo poco menos que echando espuma por la boca, mientras Dailomentar esquivaba sus envites con la Daga Negra en la mano. El guardia carmesí gritaba desesperado: "¡¿Pero es que no os dáis cuenta de lo que os está haciendo?!¡Tranquilizáos!". Fue necesario que los personajes, con ayuda de los elfos primigenios, redujeran al Primarca a la inconsciencia ante la imposibilidad de que éste se calmara. Dailomentar tenía la Daga Negra, pero no daba señales de verse tentado por ella. De todas formas, Ezhabel le pidió con mucho cuidado que depositara la daga en una manta que le tendía, y el guardia carmesí así lo hizo, sin un viso de duda por su parte. Extraño, pero tranquilizador.
La mañana siguiente, en el cónclave habitual de los elfos primigenios con los personajes, se llegó por fin a una decisión sobre el curso de acción: la compañía al completo acudiría a Vensider a entregar el antídoto que Ezhabel había conseguido para sanar a la mujer del duque y conseguir refuerzos. Más tarde, intentarían sanar al Primarca y quizá volver a Aredia a reclamar lo que les pertenecía por derecho: el Trono Élfico.
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