Durante toda la huida, Ezhabel fue presionada por la Espada del Dolor para matar a Alcanar, al que reconoce como un demonio muy poderoso -lo que realmente es, al fin y al cabo-. La situación estalló la segunda noche de huida, cuando Alcanar tocó a Ezhabel para despertarla y continuar huyendo de los Segadores Negros. En ese momento, la semielfa se revolvió, acicatada por Nirintalath, y se enfrentó al "paladín" de una manera bastante violenta. Por suerte, gracias a la mediación de Ayreon y Demetrius, que aplacaron a Alcanar, la sangre no llegó al río.
Tres días enteros estuvieron corriendo sin cesar.
Tan agotadoras fueron las jornadas, que Demetrius,Ezhabel y Kadrajan acabaron cayendo inconscientes, deshidratados y hambrientos. Ayreon y Alcanar pudieron llevar al resto del grupo a cuestas, hasta avistara lo lejos una ciudad de nombre desconocido, completamente amurallada. Según Alcanar, era la ciudad de Gelriond, feudo de Laileth. Mientras se dirigían hacia una de las puertas de acceso a la población, se encontraron en el camino con una caravana de Athraki, beduinos procedentes del este. Tras una tensa conversación con los jinetes de camellos, todo el grupo acabó inconsciente y prisionero.
Al despertar, se encontraron durmiendo en cómodas camas con dosel en el interior de lo que parecía un palacio. Para sorpresa -y terror- del grupo, el primer ser que apareció por la puerta fue una Hermana del Dolor provista de uno de esos malditos Agiel. La elfa oscura comenzó a interrogarlos de manera suave, hasta que insatisfecha con sus respuestas, aplicó el Agiel a Ezhabel. La cara de la Hermana del Dolor fue un verdadero poema al ver que el Agiel no afectaba en absoluto a la semielfa, que se mostró no menos estupefacta. Después, en un intento de chantajear a Ayreon para que le respondiera sin ambages a sus preguntas, la elfa aplicó el aiel en el oído de Alcanar. Ese fue el mayor y último error de su vida. Con un simple gesto, el antiguo demonio le quitó la vida.
Tras recuperar sus cosas, que se encontraban en una habitación anexa, todos siguieron a Alcanar, que sabía dónde había una entrada al submundo de Krismerian en Gelriond. Mientras se dirigían a la entrada, pudieron oír escándalo de armas enfrentándose y gritos de muerte y dolor que procedían de los pasillos tras ellos. El Segador Negro estaba llegando. In extremis, cosiguieron encontrar el acceso y tras bajar al primer nivel del submundo, Alcanar y Ayreon, haciendo gala de gran potencia, hundieron la entrada empujando las columnas que la sostenían. Así, pudieron retrasar al Segador Negro y tomarse el camino con más calma.
Durante un par de días caminaron hasta oír a lo lejos voces que parecían de orcos. Se estaban acercando a un asentamiento, con lo que decidieron hacer un alto.
En una de las muchas conversaciones, los personajes mencionaron a los titanes, y su intención de buscarlos, lo que provocó una reacción aparentemente adversa en Alcanar, que se tranquilizó sin mayor problema. Durante las noches, Alcanar tomó como costumbre el rezar a Emmán, guiado por Ayreon. La tercera noche, sintieron un destello de su presencia, lo que llenó de esperanza el corazón del Paladín, e hizo que Alcanar se alegrara de no haberse equivocado en su elección.
Finalmente, el grupo decidió que era demasiado peligroso y lento el viaje por el submundo de Krismerian, con lo que decidieron que por la noche llamarían a Trelteran para llevarles a Urangrâd, y así poder rescatar a Selene y matar a Urion.
Por la noche, se hizo esperar, pero finalmente Trelteran apareció. Visiblemente se vio afectado por la Espada del Dolor, que pareció desgarrar la mente de Ezhabel con gritos de muerte hacia el aguilucho. Una vez expuesta la situación, el Elfo Primigenio propuso -o impuso- que los personajes pasarían a Urangrâd como parte de sus Apóstoles, su guardia de 13 personal.
A los pocos momentos, se encontraron en el Mundo Onírico. Allí la Espada del Dolor era más fuerte y se personificó como muchacha, enfrentándose al Kalorion, en cuyo rostro se podía leer el inmenso dolor que sentía. Una batalla silenciosa estaba teniendo lugar, y visiblemente, Nirintalath comenzó a envejecer.
—Detenedla, o juro que la mato —dijo Trelteran.
Ante los ruegos de Ezhabel y el peligro de morir, la Espada acabó por marcharse, desvaneciéndose.
Al llegar al Cónclave del Dragón, Trelteran les dirigió hacia la posada "La ola y la piedra". Allí, lord Janos y Tycos, hombres fieles al Kalorion, les recibirían con los brazos abiertos.
Después de llegar a la posada y ser recibidos con bastante hospitalidad, Ayreon condujo a Alcanar hacia el norte, fuera de la ciudad, a la orilla del río Eston, donde bautizó a Alcanar -ahora sí que ya no había vuelta atrás para el ex-demonio-.
Antes del gran acontecimiento de su bautizo, Alcanar le contó a Ayreon la historia de Trelteran y Nirintalath: cuando Trelteran estaba en la cumbre de su fase creadora como alquimista, invocó a Nirintalath, un espíritu empático de Dolor, tan bella, que se enamoró. Sin embargo, ante la imposibilidad de tener hijos, Trelteran recurrió a una elfa perdidamente enamorada de él: lady Asmariur. Ésta le dio un hijo a Trelteran, y el elfo se marchó con el niño junto a su amada. Asmariur, llena de odio, mató al niño, ya que sabía que sería lo que más daño haría al kalorion. La triste historia acabó con Nirintalath estallando de Dolor, y Trelteran no teniendo más remedio que atarla a una espada para evitar que toda vida en el mundo muriera. Desde entonces, Nirintalath odia a Trelteran, y éste ha llegado a odiarla también por su rencor.
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