Después de conseguir el antídoto, Ezhabel y sus compañeros comenzaron el penoso descenso de la estribación en una de cuyas cumbres lo habían encontrado. El segundo día, un extraño temblor de tierra hizo que parte del grupo de la semielfa cayera por una grieta abierta en un glaciar hasta una gruta natural que más tarde fue cubierta de nuevo por un desprendimiento.
Mientras tanto, Ayreon, Demetrius, Kadrajan, lord Ergialaranindal y la madre de este último, continuaban viaje hacia el sur, buscando el mar, a una distancia prudencial de la Gran Muralla Oriental, límite del Gran Imperio de Oriente. La segunda noche de viaje, una perturbación impresionantemente potente en el mundo de los sueños atrapó a Ayreon. No era sino la Espada del Dolor, que sintiendo el peligro en que se encontraba su portadora predilecta, buscaba a Ayreon. Por supuesto, éste comenzó enseguida a sentir los efectos en forma de un dolor insoportable, y todavía dormido, comenzó a retorcerse y a gritar. Entre el Primarca y Demetrius consiguieron retenerlo, mientras el Martillo Negro no cesaba de hablar en la mente de Kadrajan, casi volviéndole loco. Ayreon, entre las agujas implacables del dolor más despiadado que podía recordar, sólo acertaba a escuchar: "a-a-a-y-u-u-u-d-a-a-a-l-a-a-a-a".
Al poco rato de comenzar el sueño de Ayreon, se personificaron en la escena ¡diez! Caminantes de Sueños Orientales, extrañados de la intensidad de la perturbación, la cual les había afectado tanto que se encontraban con fuerte dolor de cabeza, e incluso dos de ellos habían caído en la inconsciencia. Tras unos momentos de tensión entre el grupo y los orientales, éstos percibieron la presencia en el mundo onírico de Trelteran, y partieron rápidamente llevándose al grupo con ellos -excepto a Demetrius, al que por alguna razón no pudieron transportar-. Por suerte para el juglar, consiguió esconderse de forma inmejorable y pasó desapercibido para el Kalorion. Sin embargo, no pudo evitar fijarse en que Trelteran, aparte de nueve dagas negras en su talabarte, llevaba la ¡espada del dolor! en su cinto. Un examen más minucioso, no obstante, reveló que la espada portada por Trelteran no era sino una especie de réplica de la susodicha.
Mientras viajaban por el mundo onírico, se destacó a lo lejos la presencia de Phoedus, y aterrados, los caminantes de sueños consiguieron llevar al grupo a una Torre de la hermandad, donde las runas lunares destacaban en los muros, y Phoedus les perdió la pista.
La torre, como todas las de la hermandad, se encontraba vigilada por ocho guardias acólitos con túnicas y capuchas que les caían a modo de manto y les cubrían todo el rostro dejando al descubierto sólo los ojos. Tai-tung, el "líder" del grupo de Caminantes de Sueños, consiguió aplacar a la guardia, ya que estaba terminantemente prohibido introducir extranjeros en los misterios de la hermandad. El grupo salió inmediatamente de la estancia en cuanto la presencia de Phoedus dejó de ser detectada. Tai-tung no pudo dejar de expresar su consternación por la posibilidad de haber atraído la atención del dios maligno hacia su grupo.
Ezhabel -que desgraciadamente se había roto una pierna en la caída- y su grupo, tras caminar interminables horas por el complejo de grutas, llegaron a un lugar donde la roca natural daba paso a un pasadizo de roca perfectamente tallada, y donde se podían encontrar herramientas abandonadas. Más tarde, Ezhabel descubriría que se encontraban en un gran complejo enanil excavado bajo la roca, y abandonado mucho tiempo atras, al parecer con violencia; los enanos del lugar habían sido exterminados metódicamente.
Con el paso de los días, la confianza entre los caminantes de sueños orientales y el grupo de personajes se fue afianzando, y hasta incluso se comprometieron a intentar adiestrar a Ayreon en las sendas oníricas. Por el momento, Ayreon consiguió que le ayudaran a localizar a Ezhabel y a llegar al mar. La propia torre de los orientales se encontraba en las afueras de la ciudad portuaria más cercana. Antes de despedirse, Ayreon pidió la ayuda de Tai-tung para entrar al sueño de Ezhabel y ponerse en contacto con ella. Así lo hicieron, pero en el proceso, la espada del dolor apareció, y Tai-tung quedó en coma por la experiencia.
El caso es que los personajes ya habían llegado a su destino, y en el puerto al que arribaron pudieron ver que se encontraban en él atracados unos treinta barcos ilvos, y ¡tres barcos negros, muy parecidos al Krëgharmanza! Esto les hizo desistir de su empeño, y tras varios avatares para conseguir mapas del continente de un barco mercante y alojarse en una posada donde también acudió el ¡duque Ledanarë!, decidieron reunirse con Ezhabel a través del mundo de los sueños.
Mientras tanto, el grupo de Ezhabel se encontraba en graves apuros: dos días atrás, tras una caminata interminable por corredores de roca, habían llegado a lo que parecía ser una ciudad enana: una enoooooorme estancia en el complejo, con enooooooormes columnas y departamentos, escalinatas y puentes que podían vislumbrarse a lo lejos. La atmósfera estaba cargada y el mal olor reinaba por doquier. De repente, una lluvia de flechas apareció de la oscuridad acabando con la vida de dos de los ilvos que todavía sobrevivían, y la semielfa y los carmesíes tuvieron que echar a correr, mientras cientos, miles de orcos aparecían tras ellos, gritando y amenazándolos. Al final de la estancia, se podía encontrar un enoooooorme portón de roca bellamente trabajado, y cerrado a cal y canto, mediante un complejo sistema de poleas. Las hojas de la puerta parecían talladas con advertencias en Akhârel. Mientras los orcos se acercaban cada vez más y más, Argimentur logró abrir uno de los portones no sin mucho esfuerzo, y el grupo se apresuró a través de él. Desgraciadamente, la puerta estaba protegida por numerosos encantamientos y ello causó la que el hombro de Dailomentar fuera destrozado y el único ilvo marinero que quedaba muriera. Uno de los dardos orcos fue a clavarse en el muslo de Argimentur.
La puerta daba a otra enooooorme estancia, y salía a un ancho pasillo con balconada que protegía de una caída de unos cuarenta metros hasta el fondo de la nueva estancia. Pero de repente, un aleteo y un enorme rugido, y la cabeza de un grandísimo Dragón Antiguo apareció sobre la balconada. Podía verse cómo el dragón se encontraba atado a seis enooooormes columnas con sendas pesadas cadenas que se enganchaban a un grillete en su cuello. Una inhalación, y el infierno en forma de aliento de plasma se desató sobre el grupo y sobre los orcos perseguidores. Tulkastarno gritó: "¡Rápido, saltad!"
Y allí fueron Ezhabel y los otros dos carmesíes, saltando por la balconada, y cayendo de mala manera en los pisos inferiores. Mientras, Tulkastarno se había quedado arriba, conteniendo a los orcos en medio del cono del Dragón. En el proceso, Ezhabel se rompió la pierna sana, con las dificultades consiguientes para trepar a una de las balconadas inferiores. Mientras tanto, orcos calcinados caían sin cesar de lo alto, entre gritos y estertores, e incluso un troll cayó justo al lado de Ezhabel, siendo despachado rápidamente por Argimentur, que aunque cojo, todavía conservaba su naginata.
Al cabo de unos segundos, un nuevo aliento de dragón se desató sobre la semielfa y sus compañeros, pero las balconadas les protegieron, por suerte. A continuación, Se oyó el grito de Tulkastarno, que caía. Trabando su naginata en una balconada detuvo su caída y pudo trepar hasta suelo firme. Milagrosamente, estaba ileso. Poco después, un troll caía al lado de los personajes, poniéndolos en aprietos, pero Tulkastarno acabó por despacharlo. A los pocos instantes, un nuevo aliento del dragón se dirigió hacia ellos; afortunadamente ya habían conseguido deslizarse hasta otra puerta y escapar de la estancia.
Y así, heridos, destrozados y hambrientos, Ayreon sacó a Ezhabel y a los Carmesíes del complejo enanil a través del mundo de los sueños, con las consiguientes expresiones de júbilo, abrazos, besos y lágrimas de todos los presentes. Incluidos los guardias carmesí, que no podían creer lo que veían; tenían ante sí, nada más y nada menos que al Supremo Primarca y su Comandante en Jefe, lord Ergialaranindal, que al parecer había sido rescatado por este grupo de extraños en un alarde de valentía sin precedentes...
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