El grupo, acompañado de los elfos primigenios y con el Primarca mantenido inconsciente mediante hechizos de sueño, emprendió el viaje hacia el sur, hacia Vensider. El plan de los elfos primigenios era viajar a través del mundo de los sueños sólo hasta la ciudad de Neindel, donde se encuentra el gran Puerto-Barrera del ducado de Deruharion, a causa de los peligros que entrañaba el viaje onírico -Trelteran, Phôedus, los guardianes, etc-. Por otro lado, los únicos capaces entre los elfos primigenios de entrar físicamente en el mundo de los sueños y hacer entrar a otras personas eran Asmariur, Galior, Hinnemir y Demensar, con el consiguiente agotamiento que les supondría viajar por el mundo de los sueños con treinta y pico personas a su cargo. En Neindel intentarían conseguir un barco y viajar por mar ya en el mundo real hasta Estarila.
Así, después de dormir, al amanecer emprendieron el viaje.
Cuando ya se encontraban cerquísima de Neindel, un aullido salvaje sobresaltó al grupo. Eran dos guardianes del mundo de los sueños que se dirigían a la velocidad del pensamiento hacia ellos, concretamente hacia Ayreon y Demetrius. Una carcajada se dejó oir no muy lejos: la voz de Trelteran, ante la que el rostro de Asmariur reflejó un odio ancestral. Una de las bestias apresó a Ayreon por un brazo. Extrañamente, no sintió dolor. Al instante, ¡la bestia pareció derretirse!, y Asmariur sacó al ex-paladín del mundo de los sueños. Poco a poco, todos fueron saliendo y a una orden de Treltarion corrieron, alejándose del lugar, mientras lady Asmariur era sacada a la fuerza del mundo de los sueños por Galior y Hinnemir. Consecuentemente, éstos quedaron agotados hasta la extenuación. Cuando todo se hubo calmado, se acordó que se seguiría el viaje por tierra, parando por la noche para que los humanos descansaran.
Al día siguiente, Ezhabel y Dailomentar, que iban en avanzada a modo de exploración vieron cómo varias columnas de humo se levantaban tras un promontorio. Coronado éste, avistaron un pueblo a la orilla de un río. El pueblo estaba arrasado. Las casas derrumbadas, los cadáveres calcinados y reventados por todas partes. Era una locura. La gente parecía haber intentado huir del pueblo, sin conseguirlo. Sólo parecía haber un superviviente, un ilvo absolutamente desequilibrado por la experiencia que no les dió ninguna pista de lo que había pasado; sólo tenía pensamientos para sus hijas y su esposa muertas en el trance. Dailomentar y Tulkastarno dejaron escapar lágrimas por sus mejillas. Ezhabel comenzó a sentir el peso de la responsabilidad ya que el grupo empezó a ver la verdad del asunto: el estallido de poder al destruir el orbiteron.
Durante la noche, Ezhabel decidió no resistirse más a la Espada del Dolor, y aceptarla en sus sueños. Por tanto, a partir de entonces, todas las noches se encontró en el viejo taller de hilado donde todo presentaba un aspecto rancio y caduco, y donde en una mecedora se sentaba la anciana, personificación de la Espada. A lo largo de las noches, Ezhabel entendió varias de sus palabras, como "Él es un...", "Oscuridad", "Demonios", "Quieren que vuelva!".
Las sospechas no hicieron sino confirmarse al llegar al día siguiente a la ciudad de Neindel. La ciudad se encontraba arrasada por lo que parecía ser multitud de explosiones e incendios. Algunas partes de la ciudad se habían salvado de la destrucción, y eran aprovechadas por grupos de humanos supervivientes para organizarse en bandas y comunidades y sobrevivir como podían. En Neindel conocieron a Naemen, un extraño anciano, antiguo Sho-jin, y, según él, nativo de Aredia. Junto a Naemen vivían dos niños: Yalima y Esdein. Los personajes sospecharon que Naemen no era un anciano normal cuando, después de que Kadrajan le dijera que Ayhan servía a Emmán, el anciano respondió "Emmán? Pero... Emmán ya no está, no?". Después parecía no acordarse de lo que había dicho. A lo largo de la sesión, Naemen dio varias señales para pensar que no era un humano normal y corriente, como por ejemplo, cuando se acercó a Ayreon y le dijo "siento vuestra pérdida". Aún así, por varios avatares, acabó uniéndose al grupo junto a los niños, a petición de Ezhabel, que no quería abandonarlos a su suerte, huérfanos como estaban debido al caos que había acabado con la ciudad.
Al día siguiente, después de varios problemas con un numerosos grupo de humanos que se habían establecido en el puerto y estaban preparando varios barcos para partir, embarcaron hacia Vensider.
Esa noche, en el barco, Demetrius despertó en el mundo de los sueños por una maravillosa música que parecía venir de muy lejos. No averiguó más, pero a lo largo de las siguientes noches de la sesión, se despertaría unas cuantas veces más, y conseguiría deducir que la música debía de provenir de Aredia. Algo bastante extraño.
Durante el tercer día de viaje, el Primarca despertó de una manera muy distinta a como lo había hecho la última vez. Parecía compungido y arrepentido. "Lo siento, he comprendido lo que me está haciendo esa Daga demoníaca. La deseo, pero intentaré contenerme con todas mis fuerzas". Finalmente, Ergialaranindal quedó en libertad vigilada; se le notaba que deseaba muchísimo la daga, pero se contenía como podía. Su aspecto físico se deterioraba visiblemente.
El anochecer del tercer día, pudieron ver unas fogatas que se levantaban en la playa del continente. Los personajes bajaron junto con Naemen, al que nadie había invitado, pero que se coló inesperadamente en el bote. La sorpresa fue mayúscula cuando vieron que los presuntos náufragos no eran sino Namtor Aermon, abuelo de Beregond, un grupo de Maestros de la Esgrima que había adiestrado él mismo, y un grupo de militares de Haster. Namtor les relató cómo había sido la caída de la ciudad-capital, y los horrores que había presenciado. A Ezhabel se le vino el mundo encima cuando se enteró de que sus hijos habían desaparecido. Otra sorpresa se produjo cuando Namtor reconoció a Naemen como un compañero suyo de la academia de Esgrima de Katania. No se veían desde hacía muchas décadas.
Acomodando al grupo de humanos como pudieron en el barco, continuaron viaje.
Llegados a Vensider, entregaron el antídoto al duque, y éste, agradecidísimo, les juró amistad y les cedió los 200 barcos que precisaban. Treltarion protagonizó momentos de tensión cuando reclamó a Vensider pleitesía y éste se negó. Pero a lo largo de los días, las asperezas se fueron limando.
Al cabo de cuatro jornadas, los personajes partieron hacia el ártico en busca de los Señores de las Bestias, acompañados, evidentemente, de Namtor y su grupo, y de los elfos primigenios, que seguían a la portadora de la Espada.
El séptimo día de viaje, por fin, la madre del Primarca despertó. Su aspecto era deplorable, pero estaba despierta al fin y al cabo. Asmariur y Galior se apresuraron a enseñarle a canalizar su vasto poder.
Al llegar al ártico, se encontraron con la desagradable sorpresa de que el número de los Señores de las Bestias se había visto reducido, entre conflictos con enemigos y la explosión de poder, al 60% de sus efectivos. Haciendo de tripas corazón, los embarcaron a todos y comenzaron el viaje de vuelta a Vensider, preguntándose cuál iba a ser su próximo paso...
Al día siguiente, Ezhabel y Dailomentar, que iban en avanzada a modo de exploración vieron cómo varias columnas de humo se levantaban tras un promontorio. Coronado éste, avistaron un pueblo a la orilla de un río. El pueblo estaba arrasado. Las casas derrumbadas, los cadáveres calcinados y reventados por todas partes. Era una locura. La gente parecía haber intentado huir del pueblo, sin conseguirlo. Sólo parecía haber un superviviente, un ilvo absolutamente desequilibrado por la experiencia que no les dió ninguna pista de lo que había pasado; sólo tenía pensamientos para sus hijas y su esposa muertas en el trance. Dailomentar y Tulkastarno dejaron escapar lágrimas por sus mejillas. Ezhabel comenzó a sentir el peso de la responsabilidad ya que el grupo empezó a ver la verdad del asunto: el estallido de poder al destruir el orbiteron.
Durante la noche, Ezhabel decidió no resistirse más a la Espada del Dolor, y aceptarla en sus sueños. Por tanto, a partir de entonces, todas las noches se encontró en el viejo taller de hilado donde todo presentaba un aspecto rancio y caduco, y donde en una mecedora se sentaba la anciana, personificación de la Espada. A lo largo de las noches, Ezhabel entendió varias de sus palabras, como "Él es un...", "Oscuridad", "Demonios", "Quieren que vuelva!".
Las sospechas no hicieron sino confirmarse al llegar al día siguiente a la ciudad de Neindel. La ciudad se encontraba arrasada por lo que parecía ser multitud de explosiones e incendios. Algunas partes de la ciudad se habían salvado de la destrucción, y eran aprovechadas por grupos de humanos supervivientes para organizarse en bandas y comunidades y sobrevivir como podían. En Neindel conocieron a Naemen, un extraño anciano, antiguo Sho-jin, y, según él, nativo de Aredia. Junto a Naemen vivían dos niños: Yalima y Esdein. Los personajes sospecharon que Naemen no era un anciano normal cuando, después de que Kadrajan le dijera que Ayhan servía a Emmán, el anciano respondió "Emmán? Pero... Emmán ya no está, no?". Después parecía no acordarse de lo que había dicho. A lo largo de la sesión, Naemen dio varias señales para pensar que no era un humano normal y corriente, como por ejemplo, cuando se acercó a Ayreon y le dijo "siento vuestra pérdida". Aún así, por varios avatares, acabó uniéndose al grupo junto a los niños, a petición de Ezhabel, que no quería abandonarlos a su suerte, huérfanos como estaban debido al caos que había acabado con la ciudad.
Al día siguiente, después de varios problemas con un numerosos grupo de humanos que se habían establecido en el puerto y estaban preparando varios barcos para partir, embarcaron hacia Vensider.
Esa noche, en el barco, Demetrius despertó en el mundo de los sueños por una maravillosa música que parecía venir de muy lejos. No averiguó más, pero a lo largo de las siguientes noches de la sesión, se despertaría unas cuantas veces más, y conseguiría deducir que la música debía de provenir de Aredia. Algo bastante extraño.
Durante el tercer día de viaje, el Primarca despertó de una manera muy distinta a como lo había hecho la última vez. Parecía compungido y arrepentido. "Lo siento, he comprendido lo que me está haciendo esa Daga demoníaca. La deseo, pero intentaré contenerme con todas mis fuerzas". Finalmente, Ergialaranindal quedó en libertad vigilada; se le notaba que deseaba muchísimo la daga, pero se contenía como podía. Su aspecto físico se deterioraba visiblemente.
El anochecer del tercer día, pudieron ver unas fogatas que se levantaban en la playa del continente. Los personajes bajaron junto con Naemen, al que nadie había invitado, pero que se coló inesperadamente en el bote. La sorpresa fue mayúscula cuando vieron que los presuntos náufragos no eran sino Namtor Aermon, abuelo de Beregond, un grupo de Maestros de la Esgrima que había adiestrado él mismo, y un grupo de militares de Haster. Namtor les relató cómo había sido la caída de la ciudad-capital, y los horrores que había presenciado. A Ezhabel se le vino el mundo encima cuando se enteró de que sus hijos habían desaparecido. Otra sorpresa se produjo cuando Namtor reconoció a Naemen como un compañero suyo de la academia de Esgrima de Katania. No se veían desde hacía muchas décadas.
Acomodando al grupo de humanos como pudieron en el barco, continuaron viaje.
Llegados a Vensider, entregaron el antídoto al duque, y éste, agradecidísimo, les juró amistad y les cedió los 200 barcos que precisaban. Treltarion protagonizó momentos de tensión cuando reclamó a Vensider pleitesía y éste se negó. Pero a lo largo de los días, las asperezas se fueron limando.
Al cabo de cuatro jornadas, los personajes partieron hacia el ártico en busca de los Señores de las Bestias, acompañados, evidentemente, de Namtor y su grupo, y de los elfos primigenios, que seguían a la portadora de la Espada.
El séptimo día de viaje, por fin, la madre del Primarca despertó. Su aspecto era deplorable, pero estaba despierta al fin y al cabo. Asmariur y Galior se apresuraron a enseñarle a canalizar su vasto poder.
Al llegar al ártico, se encontraron con la desagradable sorpresa de que el número de los Señores de las Bestias se había visto reducido, entre conflictos con enemigos y la explosión de poder, al 60% de sus efectivos. Haciendo de tripas corazón, los embarcaron a todos y comenzaron el viaje de vuelta a Vensider, preguntándose cuál iba a ser su próximo paso...
No hay comentarios:
Publicar un comentario