También por la mañana, en el segundo piso de la Torre del Homenaje, Demetrius pudo ver en la distancia a una elfa que le era conocida. La elfa no era otra que lady Angrid, antigua enamorada de lord Natarin. ¿Qué demonios estaría haciendo una señora de los elfos en el principal bastión de la Sombra de Aredia? Angrid iba escoltada por dos Custodios Negros de lord Gradôr. Demetrius decidió seguirla, y lo hizo hasta sus aposentos, pero decidió no intervenir y no decirle nada.
Más tarde, se produjo un nuevo encuentron entre Ezhabel y Arraik, cuando la semielfa encontró al pequeño entrenando su pericia en armas con algunos otros amigos. El niño, fascinado por la belleza de la semielfa, no tardó en correr hacia ella para hablarle. Durante la conversación, el niño se fue de la lengua y le reveló a la semielfa la existencia de:
—"Sí, bajo el castillo hay unos subterráneos donde mi padre guarda sus mascotas; las trae de sus viajes a Krismerian y otros lugares. Y sólo yo conozco dónde está la entrada, aparte de él y los Custodios, claro."
A continuación, el niño le preguntó si le haría el honor de cenar con ellos. Ezhabel estaba tan estupefacta y la atemorizaba tanto el encuentro con Zirûn y Gradôr que en una primera instancia dijo que la disculpara, pero no podía cenar con ellos esa noche. La decepción se pudo leer en el rostro de Arraik.
Por otro lado, se produjo el encuentro casual entre Ayreon y Alcanar con Adrazôr y Azalea, que iba cogida del brazo del kalorion, con un vestido verde bellísimo, pero que no debía cubrir demasiado bien del frío polar reinante. La gitana parecía muy cambiada y sinceramente enamorada del kalorion. No tardó en poner de manifiesto sus sospechas sobre la lealtad de Ayreon hacia Trelteran.
—"No os creo, Ayreon, a vos no. Es imposible que hayáis cambiado tanto. Mentís. Seguís sirviendo a la Luz y a ese Emmán. No creo que seáis un servidor de la Sombra, y mucho menos un apóstol. Creo que entre Trelteran y vos hay algo oculto. Roland, mi amor, no te fíes de ellos, son traidores, no lo dudes".
Ante esta situación, los dos paladines acabaron la conversación con evasivas y lo antes posible. Adrazôr, también conocido como Roland, les dio recuerdos para Demetrius, de parte de él y de Azalea, de forma bastante sarcástica y cínica.
Mientras tanto, tuvo lugar el segundo encuentro entre Demetrius y lady Angrid, provocado por el primero. El bardo consiguió enterarse de que la señora de los elfos había contraído matrimonio con Ildëor, uno de los hijos de Natarin, y que se encontraba en Urangrâd en busca de alianzas y acuerdos para la ganancia de tierras y poder.
Tras esto, Demetrius se dirigió al primer piso de la Torre del Homenaje, para intentar encontrarse con Petágoras. En lugar de eso, se tropezó en el pasillo de los aposentos del séquito de Urion con Failur, el primero de sus apóstoles, que impidió que Demetrius pudiera pasar para ver al muchacho. "Los apóstoles de Trelteran no son bienvenidos a nuestros aposentos".
Al poco rato, el grupo se encontró de nuevo al completo reunido en sus aposentos. En la conversación, Ezhabel decidió que igual cenar con Arraik y su padre sería útil para sus intereses, de manera que al instante envió una nota dirigida a lord Zirûn aceptando la invitación de Arraik, con la ayuda de Demetrius para que aportara todas sus artimañas diplomáticas y la misiva llegara a buen puerto. Tras enviar la carta, la semielfa se dirigió hacia el cuarto piso de la Torre para tratar de ver a sus hijos, cosa que había estado deseando desde que entraron en la fortaleza. En lugar de dirigirse al suicidio seguro intentando entrar en los aposentos de Urion, se dirigió hacia Trelteran, para ver si el kalorion podía ayudarla; pero una vez en su presencia, a Ezhabel le fue imposible hablar. La Espada del Dolor era como un estallido contínuo en su mente, provocándola para que matara al elfo, instándola a derramar su sangre. Con disculpas entrecortadas, Ezhabel se retiró de la presencia del aguilucho. Efegâl la acompañó hasta la gran escalera que une todas las plantas de la Torre, y cuando el apóstol se enteró de que Urion se había apoderado de los hijos de la semielfa, se ofreció a ayudarle para recuperarlos, con una cara que daba a entender que él había pasado por algo parecido.
Pasado el mediodía, Ayreon y Alcanar tuvieron un casual encuentro con tres apóstoles de Selene, vestidos con sus túnicas azul celeste; un hombre, un elfo oscuro y una mujer; esta última se hacía llamar Vienne. Tras comentar el destino de su señora, el paladín pudo detectar ciertas tiranteces entre los tres, que decidió que investigaría más tarde. Vienne también reveló que los dos gemelos, los hijos de Ezhabel, iban a ser sacrificados en la ceremonia de sustitución. Cada vez había más cosas que hacían que la ceremonia no hubiera de celebrarse bajo ningún concepto.
Por la tarde, Demetrius decidió responder a los recuerdos que le había enviado Adrazôr, y hacerle una visita a sus aposentos, en el tercer piso. Tras ciertos problemas con los guardias de la escalera, pudo por fin pasar y tomar el pasillo adecuado. Cuando ya estaba llegando a su destino, el bardo pudo oír, procedente de las habitaciones de Adrazôr, mucho ruido, golpes y escándalo. Finalmente, un extraño zumbido puso fin al barullo. En el silencio reinante, Demetrius llamó a la puerta. La mirilla se abrió, y dejó ver el rostro con una ceja abierta y ensangrentada de Azalea. La gitana lo reconoció al instante y lo despidió con odio y respuestas hirientes, cerrando la mirilla a continuación. Pero Loryn Matter abrió entonces la mirilla, cuando Demetrius ya se estaba dando la vuelta para marcharse, se disculpó y le abrió la puerta. Fue un reencuentro emotivo, donde Loryn felicitó a Demetrius por su ascensión a Maestro Cantor, mirándolo con ojos de esperanza. Loryn lucía también un par de cardenales en el mentón y en la frente.
—"La culpa es de ese trasto, siempre que intenta usarlo, fracasa y nos golpea".
Allí estaba. Loryn lo había conducido a través del pasillo hasta su habitación, y en un rincón, tirada, estaba Mandalazâr. A Demetrius le costó no salir corriendo y saltar sobre ella.
Al parecer, el kalorion, frustrado, después de golpear a las dos mujeres se había teleportado a alguna parte, seguido de su Primer Apóstol. Demetrius estuvo a punto de llevarse el arpa, pero ante los comentarios de Loryn y las maldiciones de Azalea, que le decían que Adrazôr las mataría si no encontraba el arpa al volver, Demetrius decidió dejarla. Ya habría más ocasiones, esperaba. Tras esto, la conversación giró hacia derroteros más... sentimentales. Demetrius rechazó los sentimientos de Loryn, diciéndole que todavía estaba enamorado de Azalea. La barda se entristeció tanto que rompió a llorar y despidió a Demetrius. Éste no sabía si Azalea había oído o no lo que había dicho.
Al atardecer, Ayreon se dirigió hacia la torre del Noroeste para hablar con los apóstoles de Selene, no alojados en la Torre del Homenaje. Allí mantuvo una larga conversación con Vienne. Según parecía, los apóstoles de Selene iban a ser "neutralizados" cuando la semielfa fuera sustituida, a excepción de lord Indûn, tío de Ayreon y traidor ercestre. Los apóstoles de Selene iban a estar colocados tras los altares de Selene y Gradôr, junto con el grupo de apóstoles encargado de sacrificar a los gemelos.
—"Haré lo que pueda para conseguir el apoyo de los otros apóstoles, no os quepa duda. La neutralización es un destino peor que la muerte, aunque nuestro poder ya es escaso de por sí. Creo que todos quieren salvar a Selene, pero no os puedo prometer nada" —dijo Vienne.
Con la esperanza de haber conseguido nuevos aliados, Ayreon dejó la torre Noroeste y se marchó a cenar.
Por su parte, Ezhabel había ido a visitar la torre de prisioneros, para intentar ver al grupo de prisioneros yrkanios, y quizá también a Selene. Tras un intento infructuoso por falta de permiso, la semielfa consiguió que en segunda instancia la dejaran acceder a la torre. Allí la guió el carcelero, un tal Rhinmir, a través de las estrechas escaleras de caracol que subían a los pisos superiores. Una vez ante los yrkanios, Ezhabel pudo ver que se encontraban encadenados con una especie de cadenas drenadoras de poder, parecidas a las que ya había visto esgrimidas por ilvos. Ezhabel les dio esperanzas, diciéndoles que les rescatarían pronto, y que el Maestro Cantor estaba cerca. Ante la mención del Maestro Cantor, los ojos de los yrkanios se iluminaron. También le refirieron a Ezhabel lo que había pasado en la isla, cómo habían creado una canción que a través del Mundo Onírico llamaría al Maestro Cantor a su lado, pero todo había salido mal cuando Roland acudió a Ayrkan para el certamen cuatrianual y se dio cuenta de lo que estaban haciendo. Al instante convocó sus huestes y los yrkanios fueron masacrados. Un selecto grupo de los bardos más experimentados fue hecho prisionero y llevado a Urangrâd como trofeo. "Es un megalómano enfermo, si me permitís la expresión, mi señora" —dijo Gerladh, el más anciano de los prisioneros.
A continuación, Ezhabel pidió a Rhinmir el carcelero que la condujera hasta Selene. Fue peor de lo que había esperado. Selene, en otro tiempo tan bella, ahora era una anciana decrépita que no podía valerse por sí misma, y que había olvidado casi todo. Se notaba que Selene ansiaba morir. Con lágrimas en los ojos, Ezhabel ayudó en lo que pudo durante un rato a la postrada kaloriona, y después se marchó, taciturna, para vestirse adecuadamente e ir a cenar a la quinta planta de la Torre del Homenaje, la vivienda de lord Gradôr.
A la cena acudieron bastantes invitados, entre ellos lady Angrid con dos de sus comandantes elfos, lady Atîr, hermanastra de Ayreon y prometida al príncipe Zirûn, lord Indûn, tío de Ayreon y apóstol de Selene, y algunos nobles del Cónclave, junto con un número de apóstoles que se dedicaron todo el tiempo a la intriga y la observación. Por supuesto, también acudieron a la cena Zirûn, Arraik y lord Gradôr. Durante la cena, el líder del Cónclave prodigó muestras de cariño a su hijo pequeño; parecía que ahí había una debilidad que el grupo podría explotar. Atîr, silenciosa y cabizbaja toda la cena, pidió entre susurros ayuda a Ezhabel; sabía que había venido con su hermano, y confiaba en que pronto la sacarían de allí.
Zirûn, por su parte, presentó sus más sinceras disculpas a Ezhabel por lo que había sucedido entre ambos hacía veinte años. En verdad el príncipe parecía ahora mucho más maduro y atractivo de lo que lo había sido en aquel momento. Tanto, que Ezhabel decidió compartir su lecho esa noche. Zirûn resultó ser un amante extraordinario, y la noche no había hecho más que comenzar...
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