Translate

Publicaciones

La Santa Trinidad

La Santa Trinidad fue una campaña de rol jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia entre los años 2000 y 2012. Este libro reúne en 514 páginas pseudonoveladas los resúmenes de las trepidantes sesiones de juego de las dos últimas temporadas.

Los Seabreeze
Una campaña de CdHyF

"Los Seabreeze" es la crónica de la campaña de rol del mismo nombre jugada en el Club de Rol Thalarion de Valencia. Reúne en 176 páginas pseudonoveladas los avatares de la Casa Seabreeze, situada en una pequeña isla del Mar de las Tormentas y destinada a la consecución de grandes logros.

viernes, 29 de abril de 2011

La Santa Trinidad - Campaña en Aredia Temporada 3 Capítulo 29


Más tarde esa misma noche, Ayreon oyó la grave voz de Phôedus, que le llamaba, diciendo "Ahora te veo...". Parecía que el dios oscuro era fuertemente atraído por la daga negra en posesión del paladín.

La mañana siguiente vio sin tardanza una reunión del grupo. En ella, Ayreon explicó lo que había visto la noche anterior en el mundo de los sueños y en el mundo real en el fondo del océano.

Más tarde, Ayreon llevó a Ibrahim a ver a Naemen. El anciano, nada más ver al antiguo clérigo, dejó caer una lágrima por su mejilla.

Conforme el día fue avanzando, los personajes se dieron cuenta del intenso calor que hacía. El verano llegaba, y en esta latitud se notaba antes.

Ayreon se dirigió a ver a Treltarion para ver si el antiguo elfo le podía aclarar alguna de sus dudas. Una vez reunidos, le preguntó por Rokoras. En ese momento, Treltarion le relató la historia de Eraitan y Agloras, el Señor de los Santuarios de las islas Ganrith. Este último fue exiliado con sus fieles por el Alto Rey de Todos los Elfos acusado de traición a la Luz. Treltarion reveló a Ayreon sus sospechas de que era posible que Agloras no fuera sino una manifestación de Rokoras en el mundo real, al igual que lo había sido Emmán, y que al parecer, el tal Agloras murió de pena en el exilio.

Durante el resto del día, Ayreon intentó rezar rogando por la recuperación de Naemen, pero Yalima se lo impedía extrañamente, una y otra vez, surgiendo inesperadamente y distrayéndolo.

La siguiente noche fue bastante agitada. Ayreon se vio de nuevo despierto en el mundo onírico ante la manifestación "bella y amable" de Phôedus, acompañado este último de Ibrahim, atrayendo cada vez más al anciano hacia su lado. Tras las reiteradas negaciones de Ayreon, éste se encontró despierto sin más en el mundo real, e Ibrahim le hizo una visita para intentar razonar con el paladín y preguntar una vez más el por qué de su negativa a seguir al dios oscuro. Como casi siempre, la conversación terminó bruscamente e Ibrahim se marchó. Más tarde Phôedus volvió a los sueños de Ayreon, y esta vez no encarnado en su aspecto amable. La paliza que recibió Ayreon fue tremenda por llamarle repetidas veces "Señor de las Mentiras". Al parecer, Phôedus odia que le llamen así.

Por supuesto, al día siguiente Ayreon durmió gran cantidad de horas, agotado y vapuleado en sus sueños.

Por la mañana, se produjo por fin la llegada de Demetrius a los barcos, después del Tratan celebrado en la isla Evned. Se acordó que pasarían a los ilvos más importantes por el portal para que descansaran en la isla Evned y ver si así mejoraban. Y así fue, los ilvos experimentaron una ligera mejoría casi al instante. Muchas conversaciones tuvieron lugar para poner cosas en común y compartir ideas.

Por la noche, Phôedus e Ibrahim volvieron a encontrarse con Ayreon, para, según el dios Oscuro, "hacerle ver el camino recto". Ayreon volvió a negar al diosecillo.
Más tarde esa misma noche, Ayreon volvió a encontrar el sueño del Anfiroth -el ser del fondo oceánico- con el que había entablado contacto hacía un par de noches, pero éste despertó casi al instante. Ayreon aprovechó entonces para explorar la extraordinaria ciudad de las cúpulas.

La mañana siguiente amaneció con gritos de alarma de algunos humanos que corrieron a buscar a los PJs. Märgere había muerto durante la noche. Y Naemen había empeorado; posiblemente este hecho estaba relacionado con la muerte de Märgere. ¿La habría matado Phôedus? La ex-apóstol de Selene fue enterrada con todos los honores en la isla Evned, en un ritual oficiado por Demetrius y Ayreon. Tras el ritual pudieron ver que los ilvos que habían llevado a la isla -Dailomentar y Ergialaranindal entre otros- habían mejorado a ojos vista.

Y llegó la noche.

Ayreon despertó ante la presencia arrolladora del dios oscuro. La presencia de Phôedus le recordaba a la sensación que ya había experimentado ante Khamorbôlg, nunca antes el avatar le había parecido tan poderoso. Parecía que estaba dispuesto a acabar con todo esto definitivamente. Pero la presencia en el sueño al parecer inesperada de Ibrahim acabó por el momento con el brillo psicótico en los oscuros ojos del dios. Inmediatamente mostró su aspecto "amistoso". E intentó una vez más urdir su trama de engaños en torno a Ayreon, intentando atraer al paladín ante los ojos de Ibrahim, a sabiendas de que iba a ser rechazado de nuevo. Y así fue, Ayreon le rechazó una y otra vez. El tirón en el mundo de los sueños fue tal que incluso Nirintalath llevó a Ezhabel al mundo onírico, extasiada ante la posibilidad de infligir dolor a un dios. Ezhabel, percibiendo la locura de la espada, hizo todo lo que pudo para contenerse, y pudo hacerlo durante un rato.

Phôedus también se dirigió varias veces a Ezhabel en su diatriba, y cuando lo tenía más cerca, más gritaba la espada en la cabeza de la semielfa, desgarrándola por dentro.

Ayreon, defendiéndose como podía, llamó de nuevo varias veces "Señor de las Mentiras" de una u otra forma al señor oscuro. Con cada nuevo insulto de este tipo que recibía, la tirantez se hacía mayor en el rostro no ya tan amable de Phôedus. Ibrahim también intervenía, intentando hacer ver a Ayreon su equivocación, y preocupado visiblemente por la presencia de Ezhabel, que de momento, a Phôedus no parecía preocupar.

Hasta que la semielfa cedió a la presión. Presionada por Nirintalath, por la diabólica charla de Phôedus e incluso por Ibrahim, y preocupada por si la armadura de Fe de Ayreon se resquebrajaba finalmente, desenvainó la Espada, que empezó a cantar endiabladamente. Las palabras salieron atropelladamente de su boca, mientras se abalanzaba hacia Phôedus:

—Basta ya, Himmiernalak, Señor de las Mentiras, por el Ojo del Vigía, ¡siente el Dolor!

Esto fue suficiente para Phôedus. Harto de escuchar los insultos de Ayreon, no pudo soportar escuchar esa frase también en los labios de la semielfa. Su aspecto amable se desvaneció definitivamente, ante el súbito terror reflejado en los ojos de Ibrahim. Un movimiento rápido como el pensamiento lanzó a Ezhabel hacia atrás, contra un mástil y luego otro, finalmente contra el castillo de popa, donde rebotó y cayó con un horrible chillido sobre la cubierta. La voz de Phôedus casi revienta los tímpanos de los presentes:

—¡ME HE CANSADO DE ESTA FARSA!¡HE SIDO INDULGENTE Y VOSOTROS NO HABÉIS HECHO MÁS QUE INSULTARME!¡SI ASÍ LO QUERÉIS, ASÍ SERÁ!¡MUERE! —dijo, girándose hacia Ayreon y alzando un brazo lleno de garras que parecían haber surgido de la nada. Ayreon vio acercarse la muerte muy rápidamente, y cerró los ojos.

—¡NOOOOOOOOOOOooouurrrrggggggggghhhh!

A Ayreon le salpicó algo que parecía sangre, pero en el mundo onírico nada es igual que en real. Al abrir los ojos vio ante él el brazo de Phôedus sobresaliendo por la espalda de Ibrahim. El clérigo, comprendiendo lo que iba a ocurrir lo había protegido con su vida.

—¿PERO QUÉ HAS HECHO, ANCIANO? —bramó el dios oscuro.

—¡No, ¿qué has hecho TÚ, ENGENDRO DE LA SOMBRA?!

Esta última voz, cálida y poderosa como un alud, y a la vez familiar, hizo estremecerse a Ayreon. Tras Phôedus, allí estaba. Emmán. El tan añorado Emmán volvía para salvar a su más fiel creyente. Al único que nunca había dudado. El único que había demostrado ser digno. Con Emmán se encontraba la niña, Yalima.

Phôedus se volvió sorprendido ante el aparentemente anciano dios. Pareció evaluar la situación, y sin más, se marchó. La tranquilidad vino repentinamente, como un puñetazo. Ibrahim cayó al suelo, suavemente gracias al abrazo de Ayreon. Emmán le tocó en el hombro y a continuación una luz intensa surgió de sus manos, que aplicó sobre el pecho del anciano clérigo. La sonrisa más cálida que Ayreon había visto en su vida apareció finalmente en el rostro de Emmán. Yalima corrió hacia el paladín y se abrazó a él, llorando. Un leve gesto de asentimiento de Emmán le dejó en paz con el mundo y le llevó de vuelta al mundo real.

Ayreon despertó tranquilo como no lo había estado en años. A su lado se encontraba de nuevo la espada, Eglaras, brillante y tan bella como lo había sido en tiempos pasados. Rápidamente se interesó por el estado de Ibrahim y de Ezhabel. Ambos se encontraban durmiendo perfectamente sanos. Naemen y Yalima habían desaparecido. Una lagrimilla asomó a la comisura de sus ojos. Pero no había tiempo de sentimentalismos, había cosas que arreglar.

El poder de Emmán estaba de nuevo en él, no tan fuerte y luminoso como en tiempos pasados, pero ahí estaba. Con un simple gesto, descubrió qué era lo que pasaba: al parecer una maldición pendía sobre los Anfiroth, como ya se había imaginado antes.

Pocas horas después, Demetrius y Ayreon bajaban en una burbuja protectora creada por el primero hasta la ciudad de las cúpulas. Una vez allí, expusieron su caso ante un oficial. El oficial les puso en contacto con uno de los llamados Altos Senescales, una especie de "consejero real". El senescal se presentó como lord Faeren. Tras deliberar con ellos, les dijo que lady Valemen les recibiría al cabo de dos días. Frustrados, Demetrius y Ayreon volvieron a los barcos.

La noche transcurrió tranquila, por primera vez en meses.

La mañana siguiente se reunieron todos para hacer planes, y Demetrius partió a Evned. Allí convocó a los bardos yrkanios, encomendándoles la tarea de partir a recorrer Aredia y a reunir a los fieles emmanitas. Entonces, Jonás habló a Demetrius de la mala fama que los emmanitas se habían ganado en Aredia debido a las malas artes de Verogen, segundo paladín de Emmán, y su secta de "paladines". Iba a ser muy difícil encontrar a alguien que reconociera abiertamente su fidelidad a Emmán. También les encomendó la tarea de convocar de nuevo al Pueblo del Rey de Reyes, al que también iba a ser muy difícil volver a reunir tras la catástrofe que había acontecido en Haster.

El día transcurrió apaciblemente hasta el atardecer. Cuando el sol ya se ponía por el horizonte, una súbita tristeza les sacudió a todos. Una tristeza inmensa, pesada como las montañas y profunda como el mar. Ayreon se vio invadido por una depresión suicida. Kadrajan e Ibrahim se vieron invadidos por una profunda melancolía y la Espada del Dolor reaccionó violentamente, desgarrando a Ezhabel por dentro y dejándola inútil.

Un enorme estallido en el exterior conmocionó a todos. Uno de los barcos había saltado por los aires en mil pedazos.

Y el caos se desató en el mar.

Multitud de sombras se movían bajo la superficie del agua, y de cuando en cuando aparecían máquinas aparentemente infernales que lanzaban una especie de lanzas contra los barcos. Estas lanzas estallaban al tocar las naves, provocando una destrucción inmensa. Rayos de electricidad surgían aquí y allá en la superficie, y al cabo de poco rato, cadáveres de Anfiroth comenzaron a aparecer flotando en el agua.

Sobreponiéndose a sus respectivas aflicciones, Kadrajan y Ayreon llegaron a cubierta. Eglaras fue desenvainada por primera vez en años, y su canción hendió el aire y estremeció el corazón de Ayreon. Kadrajan se lanzó al agua, y a los pocos momentos le siguió Ayreon, inspirando una gran bocanada de aire.

Demetrius también llegó a cubierta, donde hizo sonar el arpa, con efecto desigual sobre los combatientes. Llegado el momento, también se lanzó para ayudar a sus compañeros mediante los efectos de su burbuja protectora.

Ezhabel fue la última en llegar a cubierta, recuperada ya del latigazo de la Espada. Allí desenvainó a Nirintalah y con una sonrisa se dispuso a hacerla estallar. Sin embargo, Treltarion, acompañado de Namtor, se lo impidió. Minutos de tensión se sucedieron entre ellos y la semielfa, ésta intentando empuñar la espada y Treltarion impidiéndoselo.

Debajo de la superficie del agua, todo era un gran caos, acrecentado por la mayor sensación de tristeza imperante. Los Anfiroth luchaban entre sí y los personajes no sabían muy bien qué partido tomar. Lo único que podían hacer era defenderse. Con Eglaras y Tôrkom no tuvieron demasiados problemas.

Al cabo de minutos o de horas, pudieron ver por fin a un grupo de combatientes que había quedado aislado, a cuyo frente batallaba la que parecía ser lady Valemen. Una elfa de pelo blanco hasta la cintura, anudado en pequeñas trenzas, de semblante adusto y decidido, cuyo atractivo parecía haberse perdido en años de sufrimiento. En su mano se encontraba la que parecía la fuente de todo el ambiente de tristeza imperante y que no podía ser otra que Niriennor, el Arcángel de Rokoras. Eglaras cantaba intensamente ante la presencia de su hermana.

A estas alturas, los personajes ya habían averiguado que el combate era debido a una rebelión encabezada por el tal Senescal Faeren contra lady Valemen, en desacuerdo con las ideas de ésta de volver a la superficie. Con Faeren luchaban aquellos Anfiroth que se habían adaptado más a las condiciones del lecho marino, las nuevas generaciones, mientras que con Valemen se habían alineado los Anfiroth más antiguos y de ideas más abiertas.
La ayuda de los personajes inclinó definitivamente la balanza a favor de Valemen.

El combate duró otra noche y otro día. Finalmente, a mediodía del segundo día, las tropas rebeldes se rindieron, y tuvo lugar un cónclave entre los personajes y la señora de los Anfiroth.

El día siguiente fue el día designado para anular la maldición de los Anfiroth. Ayreon lo intentó con la ayuda de Demetrius, Ibrahim y Alcanar, pero no fue lo suficientemente fuerte para conseguirlo. Lo intentarían de nuevo al día siguiente.

La segunda vez sí que tuvo éxito. Convocados todos los Anfiroth en la cúpula central de la ciudad, a un discurso grandilocuente y altisonante de Demetrius le siguió la impresionante canalización de poder de Alcanar, Ibrahim y el propio bardo en la persona de Ayreon. La maldición desapareció de un plumazo, y Ayreon, agotado, hubo de descansar varias horas.

Durante los siguientes tres días, muchos planes fueron trazados, mientras los marineros ilvos sanaban poco a poco y el siguiente movimiento de la flota se fraguaba...

La Santa Trinidad - Campaña en Aredia Temporada 3 Capítulo 28


Mientras Demetrius se encontraba en la isla llevando a cabo el ritual de purificación, a bordo del navío "Abisal" Ayreon se acercó a Arraik y Adlûn, que durante todo el tiempo habían permanecido apartados y atemorizados. El paladín los tranquilizó, asegurándoles que sus vidas no corrían peligro. El anciano maestro de armas preguntó a Ayreon cuáles iban a ser los planes del grupo para el futuro, y tras la exposición de éstos por parte del paladín, decidió que seguirían viaje con ellos.

Al cabo de unas horas, los bardos volvieron a los barcos, trayendo consigo a un inconsciente Demetrius.

Al atardecer, Kadrajan fue informado de que Bain y Daran, los ex-líderes rebeldes de los alas grises, habían escapado y no se sabía cómo. Merik'a'Baran partiría en su busca, llevándose un par de barcos y sus tripulaciones.

Al caer la noche, Demetrius utilizó los arcanos poderes de Mandalazâr para sanar la espina dorsal de Kadrajan, proceso que le llevó cuatro horas, hasta la una de la madrugada, y le dejó más agotado si eso era posible. Kadrajan, más alegre de lo que lo habían visto nunca, le dio un abrazo de agradecimiento.

Esa misma noche, tuvo lugar un encuentro casual entre Kadrajan y Ayreon por un lado y Adlûn y Arraik por otro. Kadrajan, exultante, no había podido evitar salir a dar una vuelta por cubierta. Durante la conversación, se hizo evidente que el pequeño Arraik comenzaba a admirar a Ayreon, su espíritu de sacrificio y sus convicciones. El carisma del paladín estaba siendo decisivo en ese proceso.

Más tarde, Kadrajan le dio una sorpresa a Leyne, apareciendo por sorpresa en sus aposentos. La mujer se sorprendió sobremanera al verlo en pie, y sonrió por vez primera en muchos días. Un abrazo y un beso condujeron a la apasionada noche de dos enamorados.
La noche de Ayreon no fue tan idílica. Su pareja fue Phôedus, y no una bella muchacha. El dios oscuro no cesaba de repetir desde la distancia en el mundo onírico: 

—"Ya sé dónde estáis. Te veo. Espérame. Espérame."

Ibrahim consiguió entrar también en el mundo de los sueños, atraído por el poder del Señor de las Mentiras. Ayreon oyó como Phôedus hablaba al anciano, pero sorprendentemente, la voz del dios oscuro era muy diferente a cuando le hablaba a él. En lugar de ser ronca, era límpida. En lugar de ser amenazante, era reconfortante. Inquietante. Si Ibrahim se dejaba convencer, podría traicionarlos en cualquier momento. Pero eso no pasaría. Emmán no lo permitiría, estaba seguro.

La mañana siguiente, Demetrius consiguió liberar a los bardos yrkanios de los grilletes que retenían su poder, canalizando desde Mandalazar.
A media mañana, tuvo lugar otra interminable conversación entre los personajes donde se decidirían los pasos a seguir a continuación.

A medio día, Kadrajan volvió a dirigirse a sus tropas, que lo vieron, asombrados, de nuevo en perfecto estado de salud.

—"Sé que muchos pensabais que no volvería a andar. Que vuestro líder estaba perdido sin la ayuda de Eudes. Pero yo os digo que esta es la prueba de que una nueva Luz se está fraguando, una Luz que retirará de nuevo el velo de sombras de este mundo. Eudes nos ayudará, pero hemos de valernos por nosotros mismosy convencernos de que podemos hacerlo! PODEMOS HACERLO!

Rugidos de "¡ALAS GRISES!¡ALAS GRISES!¡MARTILLOS Y MUERTE!" corearon el final del discurso del Brazo de Eudes. Sorprendentemente, entre la multitud también se alzaron voces entonando gritos de "¡EUDES!¡EUDES!" Al parecer, el dios estaba ganando adeptos entre los mercenarios.

A primera hora de la tarde, los personajes pusieron pie en la isla, autorizados solemnemente por Demetrius para hacerlo. Tras un ascenso de cuatro horas a la colina principal, llegaron a los Santuarios. El lugar se encontraba provisto de tres bastiones, cada uno de una calidad mayor que el anterior, destinados a la defensa. En el círculo interior pudieron acceder al Templo. Allí, una galería en cuyos márgenes se alzaban las figuras marmóreas representación de todos los avatares les recibió. En este lugar, siguiendo los planes, Demetrius intentó abrir un portal hasta la flota ilva, con tan mala suerte que pifió y cayó inconsciente. Así que el grupo tuvo que pasar la noche de nuevo en los barcos.

Esa noche, aparte del encuentro habitual de Ayreon e Ibrahim con Phôedus, Ezhabel también se vio atraída al mundo onírico. El dios oscuro le hizo una promesa: 

—Puedo devolverte a tus hijos, semielfa, si me ofreces tu lealtad.
Ezhabel se negó a hacerlo, pero sus hijos... sus pequeños hijos...

La mañana siguiente sí que vio la creación del portal por parte de Demetrius. El bardo se quedaría en Evned para celebrar un Tratani -una asamblea sagrada- con los yrkanios, mientras Ayreon, Ezhabel, Kadrajan, Alcanar, Ibrahim y Petágoras irían a los barcos ilvos. El bardo se reuniría con ellos después. Antes de esto, a Ibrahim, que ya había demostrado que era capaz de teleportarse distancias más o menos grandes, le fue imposible teleportarse al interior de la isla.

Las primeras personas que los personajes encontraron en el barco insignia de los ilvos fue a Treltarion y a Namtor. Treltarion era el único elfo al que la enfermedad no había afectado. Se había resentido un poco, sí, pero no había caído enfermo como los demás. Ayreon les expuso sus planes de descender al fondo del mar esa misma noche.

Sin perder tiempo, el paladín y sus compañeros corrieron a ver cómo se encontraba Naemen. Al llegar a la puerta, sorprendentemente oyeron una voz: "pasad, pasad, hijos míos"-les dijo. El viejo volvió a intentar convencer a Ayreon de que le dejara morir, sin éxito.

Durante los siguientes tres días tendría lugar el Tratan en la isla Evned. 900 Alas Grises marcharon a su cuartel general y 200 quedaron para proteger la isla. Al finalizar el Tratan, los bardos yrkanios habían pasado a engrosar las filas del Pueblo del Rey de Reyes y se trazaron planes para el resurgimiento del imperio. Los bardos se disgregarían por Esthalia, Ercestria y Adastra para buscar a los supervivientes de Haster y a fieles al Imperio.

De vuelta a los barcos, Demetrius tuvo una larga conversación con Arraik y Adlûn, al final de la cual, el tutor del chico y él llegaron a un tácito acuerdo para retomar antiguas costumbres, y permitir que Arraik y sus descendientes, en el caso de recuperar el mando del Cónclave del Dragón, fueran educados en Yngaril Uthkenias, la Alta Academia.

Mientras tanto, la primera noche fue aprovechada por Ayreon y Ezhabel para viajar en el mundo onírico al fondo del mar. Allí, echando un vistazo al mundo real, pudo ver una ciudad iluminada tenuemente, y en el edificio más grande de las cercanías pudo ver a soldados rapados y con piel verdeazulada entrenando duramente. Más tarde, el paladín encontró el sueño de un habitante de la ciudad, que resultó ser un capitán de submarino. En el sueño, el individuo comandaba un submarino, donde iba ¡respirando aire! Tras su sorpresa por encontrar en su sueño a un habitante de la superficie, Ayreon consiguió averiguar por las palabras del hombre, que hablaba un ancestral mezclado con un extraño acento del Cántico:

"No podemos subir a la superficie, pues Agloras nos lo prohibió"

Acto seguido el submarino fue atacado por enemigos. Ayreon, conocedor de que en el sueño de otro la seguridad de un intruso está en un precario equilibrio, salió inmediatamente, y despertó.

¿Quiénes eran estos seres? ¿Y el tal Agloras? ¿Por qué los ilvos reaccionaban así? Habría que encontrar respuesta a estas preguntas sin tardanza.

La Santa Trinidad - Campaña en Aredia Temporada 3 Capítulo 27


Cuando la flota de los alas grises había atravesado la primera Verja Marina de la ciudad, Kadrajan se dio cuenta con asombro de que la Segunda Verja, la más exterior y poderosa destinada a rechazar los ataques marítimos, se estaba cerrando lentamente, casi imperceptiblemente.

Al instante se apresuraron en fletar dos botes para recoger a la gente que había quedado en la posada y en los carromatos. Mientras tanto, ninguno de los barcos de la flotilla se detendría a esperarlos; si no, no estaban seguros de que les diera tiempo a escapar de la ciudad. Además, en las torres ya se veía movimiento de catapultas y arbalestos. Mientras bogaban a bordo del bote con todas sus fuerzas, pudieron ver cómo dos dragones llegaban a Urangrâd desde el norte. Como les recordó Demetrius, cinco de los apóstoles de Trelteran, los cinco a los que ellos habían sustituido, seguían vivos.

Varios gritos les pusieron sobreaviso mientras llegaban a la posada, y cuando llegaron a la pequeña plaza, vieron que en la puerta se encontraban dos figuras intentando entrar a los carromatos y prenderles fuego. Una sonrisa apareció en los labios de Ezhabel, y el combate comenzó. La Espada del Dolor masacraba enemigos y Banallêth soltaba sus mortíferos dardos con precisión milimétrica. En el interior de la posada, un troll y varios elfos oscuros habían llegado para secuestrar a los acompañantes del grupo. Desgraciadamente, un golpe afortunado e increíblemente rápido del troll de guerra en el cuello de Kadrajan dejó a éste inconsciente y paralítico del cuello para abajo. Pero los esfuerzos combinados de los personajes, Alcanar y Banallêth lograron que se alzaran con la victoria y pudieran salir rápidamente de la ciudad montados en los dos carromatos restantes -ya que uno había sido consumido por las llamas-. Por desgracia, la Armadura Negra Arcángel de Phôedus ya había desaparecido. Como punto final, Ezhabel provocó un estallido del Dolor cuando estaban siendo perseguidos por una docena de trolls, que acabó con la vida de nueve de ellos.

Dos de los bardos yrkanios también habían perdido la vida en el trance.

Durante dos días huyeron en carromatos y caballos, rodeando los acantilados y colinas al sur de Aghesta, con la esperanza de que no enviaran tras ellos a los dragones recién llegados a la ciudad. Durante las dos noches, Ayreon pudo sentir cómo Phôedus seguía buscándolo sin descanso en el mundo onírico. En una de ellas, pudo sentir también la presencia de Ibrahim. La segunda noche, Ezhabel utilizó la Espada del Dolor para entrar en el mundo de los sueños y contactar con la flota Ilva que habían dejado abandonada en el Océano Tempestuoso. Pudo ver el reflejo onírico de la flota, una visión horripilante; los barcos ilvos, tan majestuosos en el mundo real, aparecían "podridos" y decrépitos, poco menos que cayéndose a trozos. Su color era apagado, y su olor, nauseabundo. A continuación, con la ayuda de Nirintalath, que se materializaba en el mundo de los sueños como una atractiva muchacha, bajaron al fondo del océano. Por pura suerte, la semielfa se topó de bruces con enoooormes cúpulas que albergaban una ciudad con edificios construidos aparentemente de coral cuya arquitectura recordaba vagamente a las construcciones de los elfos oscuros.

Para cuando se reunieron con la flota, ésta había perdido cinco barcos, víctimas de las catapultas e ingenios de asedio de las torres defensivas de Aghesta. El recuento entonces fue de 20 barcos y 1100 alas grises vivos.

La siguiente noche, Ayreon encontró el sueño de Petágoras en la dimensión onírica, pero no se atrevió a entrar en él, ya que lucía un aspecto atemorizante, rodeado de multitud de relámpagos y pequeñas explosiones. De lo que el paladín se alegró esa noche y las siguientes fue de que mientras navegaban, el dios oscuro no parecía acercarse a él en sueños.
Durante los primeros días de viaje, Märgere, la ex-apóstol de Selene, y Ayreon mantuvieron varias conversaciones, durante las cuales se fue haciendo patente el giro de la mujer hacia las creencias emmanitas, y también, por qué no decirlo, la atracción que empezaba a sentir hacia el paladín.

Cuando Kadrajan se sintió lo suficientemente recuperado -aunque paralítico-, decidió intentar invocar el poder de Tôrkom para poner remedio a su problema. Así, comprobó que cuando Eudes lo tocaba con su poder y se convertía en su campeón, sus dolencias desaparecían y podía andar y moverse. Aunque se agotaba pronto, pudo paliar un poco su hastío. De esta manera, pudo arengar a sus tropas y reprimir los conatos de motín que se percibían en el ambiente. Bain y Naran, los dos miembros del Consejo de Cinco que le eran desconocidos, fueron arrestados y encerrados como culpables de incitar a las tropas a la rebelión, según Dar y Merik.

Una nueva conversación tuvo lugar en el mundo onírico entre Ayreon e Ibrahim, acerca de lo sanguinario que era Phôedus, Emmán y sus creencias en crisis. Ibrahim insistió en preguntar a Ayreon si era cierto todo lo que le había dicho sobre el dios oscuro y sus encuentros con él. Le costaba creerlo.

Al cabo de unas dos semanas de viaje, Märgere transmitió a Ayreon su deseo de bautizarse. El paladín le prometió que tan pronto como llegaran a Ayrkan y encontraran un sitio adecuado, cumpliría su deseo.
Ese mismo día, al cabo de pocas horas, avistaron Ayrkan por fin. Una pequeña flotilla de diez barcos del Káikar se encontraba amarrada al pequeño muelle de pescadores del pequeño pueblo en la desembocadura del río Badens.

Durante la siguiente semana se dedicaron a la liberación de Ayrkan. La destreza de las aves de presa unida al poder de Alcanar y el de los propios personajes, les garantizó varias victorias más o menos fáciles. La captura del duque Fritz sirvió como moneda de cambio para enviar mensajeros y lograr un acuerdo de no agresión a Ayrkan por parte del Káikar, al menos temporalmente.

La noche del cuarto día desde que llegaron a Ayrkan, Märgere por fin se decidió y besó en la boca a Ayreon. El paladín, arrobado, la retiró bruscamente, y a partir de entonces los dos esquivaron el tema. El día siguiente fue el del bautizo de la ex-apóstol, en una ceremonia bastante emocionante, sobre todo para los emmanitas presentes.

La noche siguiente, Ezhabel volvió a ayudarse de Nirintalath para viajar oníricamente hasta los barcos ilvos, y la extraña ciudad submarina. Entró en dos de los sueños de los habitantes de la ciudad, pero claro, acompañada por Nirintalath los mató casi instantáneamente, con lo que no pudo averiguar nada.

El sexto día, por fin, el anciano bardo Jonás y los líderes de los clanes resistentes bajaron de las montañas para encontrarse con los personajes en Badaorough y rendir pleitesía a su Maestro Cantor. Durante la noche y el día siguiente cánticos de guerra se propagaron por toda la isla, con la intención de invocar a todo los bardos y acompañar a Demetrius en su odisea. Durante las siguientes 72 horas llegarían bardos sin cesar a la ciudad que los PJs habían hecho su cuartel general.

En una nueva y extensa conversación Märgere fue rechazada definitivamente por Ayreon, ante la amargura de la mujer.
Tras reunir a los bardos llegados a la ciudad y liberar al duque Fritz, la flota de los Alas Grises partió de nuevo hacia el norte, rumbo al mar Krûsde, donde Demetrius intentaría focalizar las energías de la Madre Tierra para levantar la Isla Evned, el lugar más sagrado para los seguidores del Maestro Cantor y la religión bárdica del Culto a la Madre.

Pero, por supuesto, el grupo se dio cuenta de que el viaje iba a ser demasiado largo, ya que tenían que volver por donde habían venido y rodear todo el Cónclave del Dragón y los hielos del ártico. Tardarían tres o cuatro meses como mínimo, en el caso de que llegaran.

Así que, tras mucho pensar, Demetrius expuso sus conclusiones. Disponían de una fuente de poder aparentemente ilimitada en la persona de Petágoras. La solución pasaba por que Ayreon abriera un canal hacia él con su habilidad de "canalización", y luego Demetrius utilizara el poder crudo leyendo en la mente del muchacho cómo hacerlo. El plan implicaba una infinidad de riesgos, pero era la única posibilidad de acelerar el viaje y poder ayudar a la flota ilva.

Quince días les costó conseguir aprender a manipular el poder para abrir una grieta en el contínuo de la realidad que les llevara al mar Krûsde, en la costa de Haster. Quince largos días en los que Demetrius se encontró perdido en la mente de Petágoras durante diez de ellos. Lo único que le salvó fue un largo ritual de los bardos yrkanios, que compusieron una canción para llamar a la mente del Amdawydd de vuelta a su cuerpo físico.

Tras la odisea de Demetrius a través de la mente de Petágoras, pudieron llegar por fin sin mayores complicaciones a su destino, y una vez allí la flota de los alas grises, entre cuyos barcos se habían distribuido a partes iguales los bardos, se situó en círculo en el centro geométrico del mar, guiándose mediante la constelación de Grifo. Durante tres días sonaron sin cesar los cánticos entonados por los bardos, que habían sido previamente adiestrados por Jonás. El tercer día la música alcanzó tal volumen que todos los presentes en las cubiertas de las naves tenían que taparse los oídos debido al dolor. La única que era capaz de oír la música sin inmutarse era Ezhabel. Un grito desgarrador acabó con el ritual. Durante tres horas no pasó nada. Al cabo de otras tres horas, un nuevo grito, estremecedor, terrible y bello a la vez salió de las gargantas de los bardos, muchos de los cuales cayeron inconscientes al instante, y esta vez sí ocurrió. Enormes olas se levantaron procedentes del centro del mar, que costaron la vida a varios marineros y casi acaban con parte de los bardos, Demetrius entre ellos. Durante varias horas los barcos fueron zarandeados como si estuvieran hechos de papel, oscilando entre una espesa niebla.

Finalmente, llegada la calma, allí estaba: la isla Evned, hogar y santuario de la Madre. Sin embargo, se podía ver visiblemente cómo la vegetación de la isla y ésta misma parecían pudrirse y decaer poco a poco. Demetrius puso entonces pie en la costa y desde el centro llevó a cabo el Ritual de Purificación, utilizando a Mandalazâr como foco de poder. La isla pareció renacer con una nueva luz y todo se hizo más claro. La niebla acabó de levantarse y la visión fue espléndida, tanto que hizo llorar a Demetrius, justo antes de su viaje a la inconsciencia.

Así llegó la mañana del día 155 desde la partida de la flota ilva desde Eluiridiann, con una nueva esperanza en los corazones de los servidores de la Luz.

jueves, 28 de abril de 2011

La Santa Trinidad - Campaña en Aredia Temporada 3 Capítulo 26


Sólo quedaba un pequeño detalle por resolver, y era que el grupo debía volver a la posada de Tycos a por Tôrkom, el Martillo-Arcángel de Eudes que Trelteran no les había permitido llevar a Urangrâd, y que había guardado lord Janos. Tras alejarse aproximadamente medio día de la fortaleza con los carruajes, Kadrajan y Alcanar desanduvieron el camino, dirigiéndose a la posada.

Al atravesar la ciudad, pudieron ver varias patrullas de elfos oscuros dirigiéndose a la ciudad, y cómo un Custodio Negro salía del edificio de la posada. Al entrar, Janos los recibió. El noble drako les preguntó, en tono sospechoso, por Trelteran: 
—"¿Dónde se encuentra nuestro señor? ¿Qué ha sucedido realmente en Urangrâd?"
A estas preguntas, Kadrajan respondió con evasivas; Janos se negó a devolverle a Tôrkom, ya que creía que el grupo no había sido del todo leal a Trelteran.
Sin embargo, el noble invitó a pasar a la pareja a la sala posterior, para hablar en privado. Kadrajan, confiado por la compañía del poderoso Alcanar, aceptó sin reparos. Tras desalojar la sala de cocineros, camareros y sirvientes, quedaron en ella sólo Janos, Tycos, Kadrajan y Alcanar.
  
—"Supongo que no tenéis ni idea de quién soy -dijo Janos-; bien, pues mi verdadero nombre es Janosiâth Barlen, Cabeza Insigne de la Casa Barlen, Tercera Casa del Cónclave del Dragón. Como comprenderéis, la desaparición de lord Gradôr, aunque inesperada, beneficia mis aspiraciones a hacerme con el liderazgo del Cónclave y el control de Urangrâd y de Aghesta. Pues bien, iré al grano: si vos y vuestros amigos me ayudáis a hacerme con el control de la ciudad y de la fortaleza, os devolveré el Martillo y tendréis libre paso cada vez que queráis visitarnos."

Kadrajan aceptó su propuesta, con la condición de que Janosiâth le devolviera a Tôrkom inmediatamente, a lo que la Cabeza Insigne de la Casa Barlen se negó tajantemente. Finalmente, se acordó que Alcanar iría a avisar a sus compañeros mientras Kadrajan quedaba en la posada como..."invitado".
  
—"Tycos pudo oir Kadrajan a Janos— tomad las medidas necesarias para acallar de inmediato esos extraños rumores sobre una espada verde y la muerte de lord Gradôr, y convocad a mis Alas Grises" —al parecer, Tycos no era un simple posadero, sino el que había sido Confidente e Informador en jefe de lord Gradôr.

Ante la mencion de los Alas Grises, Kadrajan tuvo un sobresalto. Los Alas Grises no eran sino una compañía de mercenarios adastritas a cuya comandancia el paladín de Eudes había ascendido en el pasado. ¿Pero no habían muerto en los campos de Mágléria? ¿Acaso no habían sido exterminados? De forma disimulada, Kadrajan preguntó a Janos por la procedencia de "esos tales Alas Grises", y confirmó sus sospechas: era la misma compañía que había liderado, y además, Merik'a'Baran y Dar'a'Daik, sus hermanos de sangre, estaban todavía vivos y se habían erigido en los líderes de los Alas, junto con tres miembros más, que formaban un Consejo de Cinco.

Al cabo de unas horas, cerca del amanecer del día siguiente, el resto del grupo llegó a la ciudad con los carruajes, acompañando a Alcanar.
Durante el viaje tuvo lugar una conversación entre Ayreon e Ibrahim, donde una vez más hablaron de sus respectivas creencias y las decisiones que había tomado el anciano clérigo. Finalmente, una aguda réplica del paladín hizo que Ibrahim agachara la cabeza, callara y se fuera hacia atrás en la caravana.
Otra conversación tuvo lugar entre Demetrius e Ildëor, el anciano líder de los prisioneros yrkanios. El viejo preguntó: "No creéis, Maestro, que ya es hora de levantar Evned y empezar a reconstruir lo que una vez se derrumbó?" Demetrius no pudo sino expresar su acuerdo. ¿Pero cómo levantar Evned tullido y con Mandalazâr inútil? Además, haría falta el poder de muchos más hombres. "Habrá que viajar en breve a Ayrkan para reunir a los supervivientes" —pensó.

En la posada, Janos les reveló lo que ya había expuesto ante Kadrajan, y después de la aceptación por parte de los personajes y de la promesa personal de Ayreon, Janos expresó su satisfacción invitándoles a un extraordinario vino y mandando traer el martillo de Kadrajan, que vino en las manos de un enorme Troll de Guerra miembro de la guardia de élite de la Casa Barlen.
Se dispusieron habitaciones en la posada para la mayoría de los miembros de la comitiva, excepto para Arraik y Adlûn, que se quedarían en los carromatos sin dar ni una señal de su presencia allí. No se podían permitir ser descubiertos.
Cuando Janos se enteró de que los personajes estaban en posesión del hijo pequeño de lord Gradôr, se puso furioso y exigió su entrega para su posterior ejecución. El grupo se negó. Entonces, Janos les dijo que no quería verlo, porque si lo veía lo mataría con sus propias manos. Nada se interpondría en su camino hacia el trono. Los PJs deberían llevarse al niño lejos y que no volviera jamás, a menos que él se lo pidiera. Así se acordó.

Poco antes del anochecer, Demetrius, que había estado meditando durante largas horas, llegó a la única conclusión que él consideraba válida sobre lo que podía significar la montaña coronada que había visto en la mente de Petágoras algunos días antes. ¿Cómo no lo había pensado antes? Las forjas élficas de Turmalandë no podían sino encontrarse en alguna parte del Monte Erentárna, en cuya cima se alza el Trono de las Nubes, en el reino de los Guardianes de Doranna, la Corona del Erentárna.

Por la noche, Demetrius visitó la habitación de Loryn, para hablar con ella. Pero las cosas se complicaron, antiguos sentimientos resurgieron con fuerza e hicieron el amor durante toda la noche.

Kadrajan visitó a Leyne, informándola de la muerte de su esposo -hermano de Kadrajan-, de manera un tanto brusca. Leyne rompió a llorar y lo pagó con él, despidiéndolo al grito de "Estáis celoso, marchaos ahora mismo. ¿Acaso pensáis que sois tonta? ¿Que no me he dado cuenta de cómo me miráis? Me deseáis, ¿no es así? ¡Marcháos ahora mismo!" Y así lo hizo el guerrero. Pero al cabo de unos pocos minutos, alguien llamó a su puerta; era Leyne, que acudía para disculparse. Kadrajan la consoló. "Ah, qué bien huele su pelo"-pensó. Finalmente, Leyne, agotada, se durmió en su pecho.

Pero lo peor de la noche fue sin duda para Ayreon. Despertó en un campo nevado; a lo lejos se veía Urangrâd. De nuevo se encontraba en el mundo onírico, y esta vez sin la protección de Trelteran.
"Ayreooooooooooooooooooooon". Una voz, un susurro lejano, le estaba llamando. Y la reconocía. Era Phôedus de nuevo, su yo onírico lo estaba buscando. No podía ser. Otra vez no. Despertó, sudoroso y con temblores. Alcanar le preguntó qué sucedía. Lo ignoró. No podía ser. De nuevo no.

Durante los tres días siguientes los personajes estuvieron a la espera, una tensa espera mientras Janos y Tycos movían hilos aquí y allá y preparaban el terreno. El noble trasladó su residencia a Urangrâd. Ayreon intentó de alguna manera consolar a Märgere, la apóstol de Selene, a quien Ibrahim también estaba ofreciendo su apoyo.

Las dos noches siguientes fueron una repetición de la anterior. La relación entre Demetrius y Loryn se estabilizó, y comenzaron a dormir juntos. Kadrajan y Leyne mantenían largas conversaciones durante la madrugada, hasta que ella se dormía recostada en sus hombros o en su pecho. Y Ayreon siguió despertando en el mundo onírico, para oír esa maldita voz que le llamaba contínuamente, y que sonaba cada vez más cerca. Finalmente acabaría encontrándolo, y entonces no sabía lo que iba a hacer.

El tercer día, llegaron por fin a media mañana 25 pequeños barcos con el estandarte del ala y la flecha, el escudo de los Alas Grises. Entre la tripulación del primer barco, Ayreon creyó ver una figura conocida, pero no la distinguió bien del todo.

Una vez hubo pasado la comitiva, apareció Tycos, diciendo que Janos iba a requerir los servicios de los personajes por primera vez y esperaba que por última. Demetrius tendría que dar un discurso convincente ante los nobles reunidos en Urangrâd, acompañado de todos los demás apóstoles -eso incluía a Ibrahim, petágoras y Märgere-. Ayreon fue en busca de Ibrahim, y hubo una nueva discusión entre los dos, durante la que Ayreon entendió de mala manera, como es habitual, la interpretación de Ibrahim y discutió largamente con el master. Durante la discusión, Ayreon, harto de que Ibrahim defendiera a los kaloriones y al dios oscuro alegando que le parecían mucho más piadosos que el propio Emmán, le reveló al anciano que hacía varias noches que soñaba con Phôedus, y le invitó a entrar en sus sueños si se atrevía para ver cuán "piadoso" podía llegar a ser el Señor de las Mentiras.

En Urangrâd se habían reunido la mayoría de nobles drakos, junto con las fuerzas restantes de los Custodios Negros, los Alas Grises recién llegados y la guardia personal de la Casa Barlen, que había pasado a ejercer las funciones de guarnición. Los jardines y las torres ya estaban completamente limpios de cadáveres y restos de lo que había sucedido durante la ceremonia. Personas -y seres no humanos- que en absoluto parecían nobles también se encontaban presentes. Los personajes supusieron que se trataría de adeptos de los kaloriones, confidentes y demás.
Demetrius demostró sus habilidades como bardo e hizo un discurso y una arenga excelentes. La mayoría de los presentes aclamaron a lord Janosiâth como nuevo señor de Urangrâd y el Cónclave, excepto algunas voces disonantes que se alzaron. "¿Dónde están nuestros señores?-gritaban.¿A dónde se han ido?. No pasaron de ser unas ligeras protestas que fueron acalladas con facilidad, también con la ayuda de Ibrahim, que afirmó que como podían ver, "los apóstoles habían hecho causa común y estaban juntos en este trance". El clamor fue generalizado entonces.

En el trayecto de vuelta a la posada, Ayreon descubrió como una joven muchaca deslizaba una nota en una de las alforjas de su caballo. Una vez en la posada la leyeron, y en ella se citaba a Ayreon a encontrarse con la muchacha, Auryn, en "el Cántaro de la Doncella", una casa de citas de dudosa reputación, como más tarde averiguaría el grupo. Acto seguido, Ayreon describió la apariencia de la tal Auryn a Tycos, para que el "posadero" tratara de encontrarla.

Más tarde, los personajes fueron convocados de nuevo por lord Janos, para ultimar los detalles de su toma de posesión. La reunión tuvo lugar en la Sala de Guerra del quinto piso de la Torre del Homenaje, lo que habían sido los aposentos de lord Gradôr y su familia. Allí el grupo se encontró con el Consejo de Cinco de los Alas Grises. El consejo estaba formado por Merik'a'Baran y Dar'a'Daik, antiguos compañeros de armas y hermanos de sangre de Kadrajan; dos Alas Grises desconocidos para los personajes; y ante el quinto miembro Ayreon quedó petrificado. ¡Era su hermana gemela, Banallêth, desaparecida hacía muchos años tras ser violada por su padrastro! Mucha emotividad contenida y tensión se respiró en la sala durante un rato. Al parecer, a Banallêth ahora la llamaban Inniarleith, "flecha sangrienta", por su maestría con el arco compuesto, como más tarde podría comprobar Ayreon. Merik se alegró visiblemente de volver a Kadrajan, aunque también asombrado, ya que le creían muerto. Dar, asombrado también, se mostraba más serio, incluso...¿avergonzado? Como más tarde se enteraría Kadrajan, servía a la Sombra porque había dado su palabra, pero era sirviente convencido de la Luz, y que Kadrajan lo viera allí le había puesto en un aprieto.

La sorpresa de los demás reunidos ante tantos reconocimientos y antiguas amistades también fue mayúscula, pero finalmente la reunión se celebró, y se dieron instrucciones para ultimar la estabilización pacífica de Aghesta. Al día siguiente tendría lugar una ceremonia de vasallaje donde Janos esperaba la asistencia de los personajes y por supuesto, de sus Alas Grises, como respaldo e intimidación.

Al salir de la Sala de Guerra tuvieron lugar conversaciones entre los personajes y los Alas Grises, referentes a lo que habían pasado hasta el momento presente. Banallêth ingresó en los Alas Grises con la esperanza de aprender lo suficiente como para matar a su padrastro, Indûn, pero por desgracia para ella, alguien se le adelantó hacía tres días.
Kadrajan, por su parte, tuvo un emotivo reencuentro con sus hermanos de sangre, que le confesaron que habían aceptado hacer tratos con la sombra únicamente para sobrevivir. Al verse sin camandante y ampliamente superados en número, no tuvieron más remedio que aceptar la oferta. De hecho, desde la desaparición de Kadrajan, habían prosperado y muchos jóvenes, atraídos por la fama del ahora brazo de Eudes, se unieron a sus filas, en su cuartel de Galmekta. Contaban con unos 1.300 hombres en Aghesta y otros 150 en su Sede Central. 
—"Hasta ahora —le contó Dar'a'Daik— hemos permanecido sumisos porque dimos nuestra palabra y no vemos esperanza para Aredia. Pero si reapareces ante las filas, estoy seguro de que estarán de acuerdo en sublevarse y quedar libres de nuevo para servirte de nuevo, hermano". El plan se fraguó entonces. Al día siguiente, aprovechando la resaca de la ceremonia de vasallaje, tras la cual había previsto un gran banquete, Kadrajan arengaría a los Alas Grises para volverse contra la Sombra y recuperar el liderazgo. Al parecer, sólo contaría con el voto en contra de los dos desconocidos del Consejo, que no se atreverían a expresar su desacuerdo. Banallêth no sería un problema, al ser hermana de un compañero.

Mientras todo esto tenía lugar, Demetrius fue en lugar de Ayreon a ver a la tal Auryn. Resultó ser la prostituta más bella y cotizada del "Cántaro de la Doncella". Demetrius subió con ella a un reservado, diciendo que venía de parte de Ayreon, e intimidó fuertemente a la mujer, que se mostraba reticente a confesarle que traía "una oferta de alianza de lord Mylan de Ovam". Una vez Demetrius supo la verdad, Auryn recuperó la compostura:
  
—"Mi señor Tycos —vaya, así que Tycos se dedicaba a un triple juego— piensa que Mylan sería mucho mejor señor que Janos"

Tras la tensión inicial, todo se relajó y Demetrius acabó haciendo el amor con una solícita Auryn, que le hizo cosas increíbles en la cama, algo que a partir de entonces siempre echaría de menos.

Por la noche, se repitió el encuentro entre Kadrajan y Leyne. Demetrius no volvió hasta el amanecer, lo que le valió una discusión con Loryn, que supo que había estado con otra mujer. Pero nada que no se pudiera arreglar con el arte amatoria del bardo...

Por supuesto, Ayreon volvió a despertar en el campo nevado, y la voz de Phôedus era cada vez más fácilmente distinguible. Sin embargo, esta vez era diferente; una presencia conocida se encontraba en el sueño. Ibrahim. Ahora que se fijaba, Ayreon podía verlo como una presencia fantasmal, débil, que aparecía y desaparecía intermitentemente. Parecía que el anciano se había tomado al pie de la letra la invitación del paladín de ver a Phôedus en sus sueños. Tras despertar empapado en sudor, Ayreon se dirigió a los aposentos de Ibrahim, donde también se aloja Petagoras. Le advirtió que en el mundo de los sueños no era suficientemente fuerte para protegerlo, no debía entrar.

Ezhabel, por su parte, sintió una ligera molestia en su sueño, pero no pudo determinar cuál era la causa.

Al día siguiente, durante el desayuno, el grupo puso las cosas en común, en una rápida y discreta conversación, antes de partir precipitadamente a la ceremonia de vasallaje. En Urangrâd, entre las innumerables filas de Alas Grises, los pocos Custodios Negros restantes y la guardia personal de lord Janosiâth desfilaron durante tres horas una multitud de nobles drakos que, uno tras otro, pronunciaron el juramento de fidelidad a su nuevo señor.

Tras la ceremonia vino el banquete, enorme, y la bebida. Cuando los personajes juzgaron que los invitados habían bebido lo suficiente, salieron a reunirse con los mercenarios, cuyo grueso había quedado a la espera en el muelle de la fortaleza, junto a sus barcos. Allí se produjo la arenga de Kadrajan a los Alas Grises, flanqueado por Merik, Dar y Banallêth. Muchos de los jóvenes mercenarios admiraban al antiguo general páctiro, con lo que no costó mucho convencerlos de que abandonaran a su actual señor y se pusieran bajo las órdenes de Kadrajan. Por desgracia, dos guardias que se encontraban en las murallas cerca de su posición corrieron a dar la alarma, y sendas flechas salieron del arco de Banallêth, rápidas como relámpagos. Uno de los guardias cayó muerto al instante, pero el otro pudo dar la voz de alarma. El caos se desató, y los Alas grises empuñaron sus martillos de guerra, su arma insignia. Poco pudieron hacer las fuerzas de Janos. En pocos minutos, el conflicto estuvo decidido ante la aplastante superioridad de los Alas Grises aliados con los personajes y Alcanar. Muchos de los nobles, acompañados de sus respectivas guardias personales, se rindieron sin luchar. Merik y Dar condujeron a lord Janos ante Kadrajan y lo hicieron arrodillarse ante él. La Cabeza Insigne de la casa Barlen se encontraba ahora desvalido y derrotado, mirando incrédulo a su alrededor. Kadrajan se dirigió a él, esperando su rendición. Pero antes de que nadie pudiera hacer nada, Ezhabel había empuñado a Nirintalath y la cabeza de Janos rodó por el suelo, hasta los pies de Kadrajan, que miró a la semielfa, lleno de ira. Murmullos indignados se levantaron entre los Alas Grises, que habían visto cómo aparentemente la autoridad de su líder había sido desafiada. No obstante, con palabras hábiles y convincentes, Kadrajan logró minimizar el efecto de los actos de Ezhabel y dirigió a las tropas a los barcos, para salir de allí cuanto antes; pero no sin antes permitir el saqueo de la torre del tesoro y hacerse con una pequeña fortuna que les sería útil para costear los gastos que su ejército iba a tener.

Mientras preparaban la partida, se izaban velas y se levaban anclas, el grupo pudo oír ya algún que otro comentario entre las filas refiriéndose a Ezhabel como "la matapostrados".

Y así, la noche del día 115, los personajes se encontraron al mando de una flota de 25 barcos y 1.300 hombres aguerridos y fieles a Kadrajan, aunque seguramente existirían voces disonantes entre los Alas Grises debido a la irregularidad en la cancelación del contrato con Janos, pero eso sería un problema a tratar en el futuro. Ahora, sólo quedaba hacer un alto en la ciudad para recoger al resto de la compañía y partir rápidamente hacia el sur, antes de que las cosas en Aghesta se pusieran feas...

miércoles, 27 de abril de 2011

La Santa Trinidad - Campaña en Aredia Temporada 3 Capítulo 25


Poco más tarde esa misma noche, cuando Ezhabel dormitaba tranquila al lado de Zirûn, se produjo en su sueño la manifestación más brutal hasta la fecha de la Espada del Dolor. Ezhabel puso toda su fuerza de voluntad y capacidad de sufrimiento en no dejarse controlar por ella. Nirintalath entonces le infligió un castigo como la semielfa no se imaginaba que existía. El Dolor llegó a lo más profundo de su espíritu; parecía que había nacido con él. Agotada, consiguió repeler la voluntad de la Espada quedando a -85 puntos de vida, prácticamente muerta, no sin que antes Nirintalath le dijera:

"No se te ocurra volver a negarme jamás. Si así lo hicieres, te abandonaré. Encontraré a otra ejecutora."

Evidentemente, los estertores y gemidos de Ezhabel habían sido intensísimos en el mundo real, con lo que un sirviente se apresuró en transmitir a los PJs la preocupante situación de la semielfa. Ayreon, Kadrajan y Demetrius acudieron inmediatamente al quinto piso, a la habitación de Zirûn en auxilio de Ezhabel. En la antesala, sin embargo, se vieron retrasados al encontrar a Trelteran, que con semblante adusto y hostil les advirtió:

"Espero que contengáis la voluntad de Nirintalath en ella, si no, no esperéis ver a Ezhabel con vida mucho tiempo. Yo mismo me encargaré de matarla para librarme de esta pesadilla de una vez por todas"

Acto seguido entraron en la habitación, donde además de ellos mismos se encontraban presentes tres apóstoles con túnicas blanca, verde y azul celeste -según les informaron luego, los apóstoles más versados en las artes curativas- inclinados sobre Ezhabel. También, de pie al lado del lecho pudieron ver a Zirûn, lord Gradôr, Indûn -padrastro y tío de Ayreon, futuro apóstol de Gradôr-, y Efegâl, primer apóstol de Trelteran. Ezhabel presentaba un aspecto muy extraño. Su piel se había vuelto muy blanca, y su pelo había adquirido una tonalidad verdosa.

El grupo se turnó para hacer guardias frente al lecho de Ezhabel, y la noche fue muy larga, porque Urion hizo varias apariciones, interrogando a los PJs a solas, básicamente haciéndoles a todos la misma pregunta: "¿A qué creéis que estáis jugando?". Urión estaba convencido de que los PJs estaban colaborando con Trelteran para hacer algo durante la ceremonia, aunque no sabía el qué. "Os estaré vigilando muy de cerca"—dijo el kalorion.

Al amanecer, Ezhabel, haciendo gala de una voluntad y fortaleza sin par, consiguió despertar, pidiendo algo de beber. Eso sí, la curación a la que fue sometida por parte de los tres apóstoles mencionados más arriba fue también importante, pero había hecho penetrar la mácula de Phôedus en el cuerpo de la semielfa, al ser suyo el poder canalizado para sanarla.

Kadrajan, que en ese momento se encontraba haciendo la guardia, fue a buscar algo de vino especiado a las cocinas. Preguntó a un sirviente por dónde quedaban, y éste le indicó un camino que atravesaba los espectaculares jardines sitos bajo enormes cristaleras en ese mismo piso. De paso, averiguó en qué parte de la planta se encontraban las habitaciones de las concubinas de lord Gradôr. Mientras el paladín de Eudes se encontraba fuera, Urion aprovechó para hacer una visita a Ezhabel, interrogándola como antes había hecho con sus compañeros.

Poco después del amanecer, Demetrius decidió intentar ver a Petágoras de nuevo. Esta vez sí tuvo suerte y pudo llegar a la habitación del muchacho en los aposentos de Urion. Pero nunca hubiera imaginado lo que iba a encontrarse. Al parecer, Petágoras había evolucionado, adquiriendo una consciencia bastante especial de la realidad. Durante toda la conversación con Demetrius estuvo haciendo comentarios crípticos que el bardo dedujo estaban referidos al futuro y al pasado. Contínuamente parecía que Petágoras acababa de ver a Demetrius, aunque ya llevara un rato hablando con él. El bardo decidió llevar al chico a sus aposentos, para dialogar con el resto del grupo, y así lo hizo.
"¿Cómo está Heratassë?¿Tan sabio como siempre?" -fue el comentario que más llamó la atención del bardo, que decidió leer la mente del muchacho para ver si sabía algo sobre la localización de las forjas élficas de Turmalandë. Craso error; la mente de Petágoras es un abismo infinito en el que Demetrius casi se pierde. Pero al final pudo recordar una cosa: una visión de un alto monte, y en lo alto, una corona. Durante el proceso, una cosa extraordinaria ocurrió: Petágoras detuvo el tiempo a su alrededor, excepto para él mismo y para Ayreon, después de susurrar quedamente "claro... ahora lo entiendo".

Después de que Demetrius devolviera a Petágoras a sus habitaciones, el grupo se reunió de nuevo, dando lugar otra vez a discusiones sobre lo que harían en el momento de la ceremonia.

A continuación, Demetrius buscó a Loryn en los jardines exteriores. La encontró sentada en uno de los bancos. Por medio de la voz mental, pidió su colaboración para la liberación de los prisioneros yrkanios en el momento de la ceremonia. Loryn aceptó justo en el momento en que Adrazôr aparecía de improviso y se la llevó, no sin antes dirigir algunos comentarios mordaces al bardo.
Tas el encuentro con Loryn, Demetrius se encontró inesperadamente con Ibrahim, y aprovechó para intentar convencerlo de que se uniera a ellos, aparentemente sin éxito.

A media tarde, Ezhabel despertó por fin, después de estar todo el día durmiendo para recuperar algo de sus fuerzas. Tras despejarse, partió con Kadrajan al encuentro de Arraik, ya que había quedado con el muchacho el día anterior. El muchacho, obnubilado por Ezhabel, los condujo al interior de la Torre del Homenaje, hasta una angosta, semioculta y pequeña biblioteca, donde tras accionar un resorte secreto, se formaron unas escaleras en el suelo: una entrada a los subterráneos de Urangrâd, donde lord Gradôr guarda sus "mascotas". Agradecida, Ezhabel le concedió el deseo que le pidió Arraik: un beso. Pero la Espada del Dolor, a través de Ezhabel, comenzó a destrozar el alma del muchacho. A duras penas Ezhabel pudo separarse de él, y éste, acobardado hasta la médula, salió corriendo despavorido hacia sus habitaciones. Ezhabel y Kadrajan optaron por no bajar a los subterráneos y lo dejaron todo tal y como lo encontraron.

Más tarde, Alcanar regresó. Su ausencia había sido larga, pero las noticias que traía eran buenas: el grupo podía contar con la colaboración de al menos ocho apóstoles de Selene durante la ceremonia. Mientras tanto, Ezhabel y Kadrajan intentaron encontrar a Arraik, pero el niño se había refugiado en sus habitaciones del quinto piso y no hubo forma de hacerlo salir.

Y llegó el atardecer, y tras él, la noche definitiva.
Dos altares que habían sido consagrados a Phôedus durante once días y once noches se dispusieron en el centro de los jardines exteriores, en la cima de una pequeña colina. El grupo, como presuntos apóstoles de Trelteran, se dirigió al lugar de la ceremonia en solemne procesión a la cabeza de once grupos de apóstoles guiados por sus respectivos kaloriones. Nirintalath era una vocecilla débil en la mente de Ezhabel, furiosa a la vista de Trelteran. Cánticos en Lengua Negra eran entonados por doquier, erizando el vello de los PJs y provocándoles prácticamente arcadas de respulsión. Los apóstoles de Selene se dispusieron detrás de los altares, y un apóstol de cada kalorion -Demetrius entre ellos- se situaron junto a ellos con los hijos de Ezhabel, que iban a ser sacrificados durante el proceso. La Espada del Dolor pasó a ser una voz grave en la cabeza de la semielfa, que de momento le hacía oídos sordos; "no es el momento, aún no" -repetía una y otra vez para sí misma-. A ambos lados de los altares se dispuso una guardia de Custodios Negros, vestidos con sus uniformes de terciopelo con las runas falmor y los halcones peregrinos grabados en hilo de plata, impresionantes y silenciosos. Los kaloriones y sus restantes apóstoles se dispusieron ante los altares en semicírculo, con Trelteran en el centro, flanqueado por Urion y por Larmar. A continuación hicieron su aparición lord Gradôr, escoltado por su Guardia de Honor -entre los que se contaban figuras que no parecían humanas-, y Selene, llevada a hombros sobre una litera por un grupo de esclavos. Como maestro de ceremonias ejercería lord Indûn, el padrastro de Ayreon, a quien se le había prometido ser el primer apóstol de Gradôr tras la ceremonia.

Tras un discurso ceremonioso y lleno de vehemencia, los cánticos comenzaron. Cánticos en Lengua Negra, horripilantes, que realmente ponían la carne de gallina y embotaban la mente de los PJs. El poder de los presentes empezó a concentrarse en un canal hacia las esferas celestiales; los más sensibles metafísicamente hablando de los participantes pudieron notar cómo la esfera celestial se arqueaba cada vez más hacia el mundo real, hacia el centro de la congregación. Los Cánticos eran cada vez más altos, y los apóstoles de los diferentes kaloriones comenzaron a moverse, muy despacio, imperceptiblemente, ante la sorpresa y enooorme preocupación de los PJs. Bueno, la preocupación de todos excepto de Ezhabel, que suficiente tenía con lo que pasaba dentro de su cabeza. La semielfa no dejaba de mirar a Trelteran fijamente, mientras la voz de Nirintalath ya era un grito ensordecedor en su interior.

Los kaloriones parecían estar sumidos en un profundo trance, aunque eran plenamente conscientes de su entorno. De sus apóstoles manaba una gran concentración de poder, que electrificaba el vello de todos los presentes, y causó unas ligeras náuseas en los personajes. Trelteran compensaba la falta de sus cinco apóstoles originales invirtiendo más poder por sí mismo -sin rival entre los otros kaloriones-. Sin embargo, de la persona de la que más poder brotaba con diferencia era de Petágoras; un poder extraño y desconocido, que los PJs no supieron situar en ninguno de los reinos comunes. Era un poder primigenio, crudo y sin control. Trelteran se mostraba muy sorprendido. El flujo de Poder que a causa de esto aportaba Urion era enorme, el doble del que cualquiera de los otros kaloriones era capaz, excepto quizá Trelteran, que aún así se encontraba muy por debajo en la escala. Elgenor se acercaba peligrosamente a Kadrajan. Dos cuchillos brillaron en las manos de sendos apóstoles, acercándose a las gargantas de los retoños de Ezhabel. Los Cánticos eran casi insoportables para un seguidor de la Luz. Ayreon se tambaleaba. Y a Alcanar, antiguo servidor de la Sombra y kalorion, la sorpresa que le causó la repulsión que sintió, le hizo incluso postrarse de rodillas, enfermo y mareado, aunque se levantó a los pocos instantes. Ibrahim no dejaba de observar a los PJs, e intentó acercarse.

Demetrius miraba ansioso a sus compañeros, en espera de alguna señal para actuar, a pesar de encontrarse más enfermo que nunca. Allí estaba Alcanar, en la parte de atrás, intentando que Trelteran no hiciera uso de su poder, y concentrándolo para intentar dar el golpe de gracia. Ayreon se encontraba cerca de Trelteran, mirando ansioso a su alrededor, pero, ¿y Ezhabel? No la veía. Ah, allí estaba, con su pelo ahora verdoso y su piel blanca. Pero lejos de aproximarse a Urion, se había encarado a Trelteran. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Qué? Todo iba a salir mal, seguro. Lo mejor sería coger a Selene y a los niños y salir corriendo. Demetrius, desde su posición elevada pudo ver cómo Kadrajan se situaba delante de Ezhabel y se enfrentaba a ella. No estaba muy seguro de qué pasaba, aunque podía sospecharlo. ¡¡Por la Luz, si pudieran cesar esos cánticos ominosos y blasfemos!! Pareció que alguien leyó su mente.

Los cánticos cesaron de repente, y se hizo un silencio ensordecedor. Elgenor levantó su mano hacia Kadrajan. Alcanar alzó sus brazos hacia Urion. No habría tiempo de que Ezhabel llegara a él y lo tocara con el anillo. Ibrahim se apartó de Alcanar, e hizo un extraño gesto. Efegâl miraba con curiosidad la escena entre Kadrajan y Ezhabel, al igual que aquellos que se encontraban a su alrededor. Gradôr se encontraba henchido de Poder, y Petágoras parecía ajeno a todo.

La mente de Ezhabel no pudo resistir más. La voz de Nirintalath dejó de ser un grito para devenir en poderoso terremoto y arrasar cualquier vestigio de resistencia. Ezhabel le abrió las puertas. No tuvo más remedio, ya que no quería negar de nuevo a la Espada con riesgo para su propia salud mental. El anillo de Kregora cayó al suelo, mientras Kadrajan se había girado para vigilar a Elgenor. Una espada brilló, un aguijón verdemar y esmeralda en la mano diestra de la semielfa. Una sonrisa acudió a sus labios. Kadrajan vio la muerte reflejada en sus ojos, y comprendió. La confusión cundió en breves instantes. Alcanar distrajo su atención de Urion, al igual que Ayreon de la ceremonia y Demetrius de Selene. Ibrahim observaba aturdido y sin comprender muy bien. Demetrius intentó coger a Selene mientras los cuchillos se apartaban de las gargantas de los niños. Trelteran y Urion se giraron hacia la semielfa, con un gesto de odio, y de una confianza que se probó fatal. Gritos de asombro y muchos brazos invocadores se alzaron hacia Ezhabel, pero no sirvió de nada cuando el fin llegó y se entonó la Canción del Dolor, silenciosa, arrebatadora, desgarradora.

...

Silencio, Dolor y Oscuridad. Fue todo lo que hubo en el mundo durante un instante.

...

Poco después del amanecer, Ayreon despertaba en medio de un escenario dantesco. A su alrededor docenas de apóstoles yacían muertos, sin signos visibles de violencia. Algunos rostros lucían expresiones horribles, pero eso era todo. Una pequeña cortinilla de nieve caía sobre los jardines. El día había amanecido precioso, con una claridad cristalina. Pequeños copos de nieve parecían flotar en el ambiente. Una persona se encontraba sentada, viva, sin un rasguño: Petágoras. Al parecer, la masacre no le había afectado en absoluto, algo extraordinario. ¿Y sus amigos? Un ataque de pánico se apoderó de él al comprender que seguramente estarían muertos, pero un gemido de Kadrajan al despertar lo tranquilizó en cierta manera. Demetrius también respiraba, por suerte.
Ezhabel estaba absolutamente exhausta, apenas respiraba, pero estaba viva, aunque su aspecto había cambiado radicalmente. Su pelo era ahora verde esmeralda. Su piel era blanca como la luna, dejando ver los pequeños capilares de la piel. Sus ojos y sus uñas, verdemar. Nirintalath se encontraba de nuevo en la vaina colgada de su cintura, y Ayreon estaba convencido de que esta vez, para siempre. La respiración de Ezhabel era debilísima, y el paladín la llevó junto con los demás supervivientes, a los altares.
Ibrahim seguía vivo, algo totalmente inesperado para Ayreon. "¿Acaso algo de tu Gracia reside en él todavía, mi señor Emmán?" -se preguntó el paladín, sin esperar respuesta.

Mientras, alrededor, los Custodios Negros y la guarnición supervivientes -por estar fuera del alcance del Estallido o por pura suerte- se encontraban saqueando el castillo unos, defendiendo la fortaleza otros, y todo era un ligero caos.

Los cadáveres de cinco de los kaloriones se encontraban presentes en la escena. De Trelteran, Urion, Larmar y Carsícores únicamente quedaban sus ropas. Como en un sueño, Ayreon se acercó a uno de los altares, y con todo el dolor de su corazón vio a Selene tendida y muerta, una anciana que apenas se había valido por sí misma en los últimos días. El dolor fue desgarrador -"tanto sacrificio para esto..."-pensó el paladín. Los hijos de Ezhabel se encontraban muertos también tras el altar, pero apaciblemente, con una ligera sonrisa en los labios. Alcanar seguía vivo por pura fortaleza física, el Estallido no había sido lo suficientemente potente para matarlo, ni siquiera para dejarlo inconsciente, y había matado a varios miembros de la guarnición que habían osado acercarse a la escena. Lord Gradôr, Indûn y los demás apóstoles estaban todos muertos o moribundos, excepto Märgere, la apóstol de Selene con la que el día anterior había conversado Ayreon. Sin embargo, había perdido su poder, y su cara reflejaba su desesperación y su sensación de vacío.

Al poco tiempo apareció en la escena Loryn Mather, que había estado esperando al lado de la torre de los prisioneros, temerosa de acercarse. Corrió hacia Demetrius, con lágrimas en los ojos. Ayreon la tranquilizó, diciéndole que el bardo no estaba muerto, y un suspiro de alivio salió de sus labios. Se arrodilló al lado de Demetrius y acunó su cabeza hasta que despertó, algunas horas después.

Mientras Kadrajan se recuperaba un poco, Ezhabel recuperaba el conocimiento intermitentemente. La información de la muerte de sus gemelos fue un mazazo terrible. Intentó chillar, pero la voz no le respondía. Intentó llorar, pero las lágrimas no salían. Intentó golpear algo, pero su cuerpo estaba como muerto. Se sumió otra vez en una inconsciencia intranquila, mientras Nirintalath cantaba ahora en su mente, vibrante y viva como hacía muchos siglos que no lo estaba.

Ayreon, Kadrajan y Alcanar decidieron entrar en la Torre del Homenaje para buscar a posibles supervivientes, como Zirûn, Arraik o las concubinas de Gradôr -entre las cuales se encontraba Leyne, la amada de Kadrajan-. Atîr se encontraría también en alguna parte de aquella torre. "Viva, por favor" -deseó con todas sus fuerzas Ayreon, pues no sabía si sería capaz de soportar una pérdida más.

En el interior de la torre el espectáculo era asombroso: los Custodios Negros y la guarnición habían luchado entre sí, unos defendiendo Urangrâd y otros defendiendo sus propios intereses. Estos últimos parecían haber vencido, sembrando el suelo de cadáveres. La Torre estaba siendo saqueada, como el resto de la fortaleza, así que los personajes no tuvieron ningún problema en alcanzar el quinto piso. Pero antes pasaron por el segundo, en busca de Azalea. El cuerpo de la gitana yacía sin vida en la cama. En el quinto piso habían tenido lugar los combates más encarnizados. En la antesala de las concubinas encontraron a Zirûn, muerto entre los cadáveres de tres Custodios Negros, lleno de heridas. No era la Canción de Dolor la que lo había matado. Al intentar entrar a la sala de las concubinas, un hombre entrado en años, calvo y con bigote, lleno de cortes y magulladuras les salió al paso, pero los reconoció y los dejó entrar. Era Adlûn, maestro de armas de Urangrâd y tutor de Arraik. Había protegido a las mujeres de forma bastante efectiva, al parecer. Sin embargo, con las mujeres se encontraba una a la que no había podido proteger a tiempo. Se trataba de Atîr, a quien la guarnición había violado varias veces. Cuando Ayreon se enteró de esto, por poco estalla de furia. En la sala también se encontraba Leyne, que corrió a los brazos de Kadrajan nada más verlo. A Arraik lo encontraron escondido y traumatizado en un rincón, cerca del cadáver de su hermano, para gran alivio de Adlûn, que quiere al chico como a su propio hijo.

Acto seguido, el grupo se encaminó a la torre de prisioneros, donde liberaron a los presos yrkanios, que lloraron de alegría al ver a Demetrius, su Maestro Cantor, todavía vivo y ya con Mandalazâr y la Diadema, que habían quedado al lado del cuerpo de Adrazôr. Los grilletes que lucían los yrkanios eran muy parecidos a los que los ilvos utilizaban para esclavizar a los capaces de canalizar el Poder. Al parecer, todos estos yrkanios eran bardos con poderes latentes. Los grilletes no presentaban orificio para llave, con lo que tuvieron que dejar su apertura para un momento posterior. Ahora debían encargarse de la partida de Urangrâd, lo antes posible. Pasaría poco tiempo antes de que los nobles y el ejército drakario descubrieran lo que había pasado allí, y entonces era una incógnita lo que pasaría.

Lo más deprisa posible, el grupo hizo acopio de víveres, agua y ropas, que cargaron en tres vagones que había en las cocheras de la fortaleza. Tras enterrar a todos sus seres queridos en el exterior de la fortaleza según el ritual emmanita, seleccionaron los mejores caballos de tiro y algunos caballos de guerra. Además, Kadrajan y Ayreon se dirigieron a la Torre del Tesoro para ver si podían encontrar algo interesante. En la Torre encontraron tres armaduras. Dos de ellas eran simplemente de buena calidad, pero la tercera... la tercera lucía una superficie en la que la mirada parecía perderse. Negra como la noche, miles de pequeñas estrellas se veían en su superficie, como si el observador estuviera mirando el firmamento. El anillo de kregora, aplicado sobre una parte de la armadura, borraba las estrellas de su superficie y eliminaba el efecto tridimensional. Según Alcanar y las consciencias celestiales de Ayreon y Demetrius, la armadura era la materialización terrena de un Arcángel, al igual que Eglaras o Tôrkom. Además, la única posibilidad era que fuera un Arcángel fiel a Phôedus, pero el dios maligno nunca había sido servido por Arcángel alguno... además, ¿por qué iban a ofrecer tal armadura a un recién ascendido kalorion como lord Gradôr? Preguntas para las que seguramente nunca obtendrían respuesta. Una vez pusieron la armadura a buen recaudo, procedieron a repartir cinco Dagas Negras, las cinco Kothmorui que Trelteran llevaba encima en el momento de la ceremonia. Una la llevaría Ayreon, otra Kadrajan, otra Demetrius, y otras dos irían bien ocultas en los carromatos.

Se apropiaron de algunos objetos de valor y algo de dinero y sin perder un segundo, Ayreon, Ezhabel, Demetrius, Kadrajan, Alcanar, Ibrahim, Petágoras, Arraik, Adlûn, Atîr, Leyne, Loryn, Märgere y tres concubinas supervivientes de lord Gradôr montaron en sendos caballos y carruajes y poco después del mediodía del día 110º desde el inicio de la travesía de la flota ilva partieron hacia las llanuras nevadas. La única incógnita era hacia dónde se dirigirían...

martes, 26 de abril de 2011

La Santa Trinidad - Campaña en Aredia Temporada 3 Capítulo 24


También por la mañana, en el segundo piso de la Torre del Homenaje, Demetrius pudo ver en la distancia a una elfa que le era conocida. La elfa no era otra que lady Angrid, antigua enamorada de lord Natarin. ¿Qué demonios estaría haciendo una señora de los elfos en el principal bastión de la Sombra de Aredia? Angrid iba escoltada por dos Custodios Negros de lord Gradôr. Demetrius decidió seguirla, y lo hizo hasta sus aposentos, pero decidió no intervenir y no decirle nada.

Más tarde, se produjo un nuevo encuentron entre Ezhabel y Arraik, cuando la semielfa encontró al pequeño entrenando su pericia en armas con algunos otros amigos. El niño, fascinado por la belleza de la semielfa, no tardó en correr hacia ella para hablarle. Durante la conversación, el niño se fue de la lengua y le reveló a la semielfa la existencia de:
 —"Sí, bajo el castillo hay unos subterráneos donde mi padre guarda sus mascotas; las trae de sus viajes a Krismerian y otros lugares. Y sólo yo conozco dónde está la entrada, aparte de él y los Custodios, claro."

A continuación, el niño le preguntó si le haría el honor de cenar con ellos. Ezhabel estaba tan estupefacta y la atemorizaba tanto el encuentro con Zirûn y Gradôr que en una primera instancia dijo que la disculpara, pero no podía cenar con ellos esa noche. La decepción se pudo leer en el rostro de Arraik.

Por otro lado, se produjo el encuentro casual entre Ayreon y Alcanar con Adrazôr y Azalea, que iba cogida del brazo del kalorion, con un vestido verde bellísimo, pero que no debía cubrir demasiado bien del frío polar reinante. La gitana parecía muy cambiada y sinceramente enamorada del kalorion. No tardó en poner de manifiesto sus sospechas sobre la lealtad de Ayreon hacia Trelteran.
 —"No os creo, Ayreon, a vos no. Es imposible que hayáis cambiado tanto. Mentís. Seguís sirviendo a la Luz y a ese Emmán. No creo que seáis un servidor de la Sombra, y mucho menos un apóstol. Creo que entre Trelteran y vos hay algo oculto. Roland, mi amor, no te fíes de ellos, son traidores, no lo dudes".

Ante esta situación, los dos paladines acabaron la conversación con evasivas y lo antes posible. Adrazôr, también conocido como Roland, les dio recuerdos para Demetrius, de parte de él y de Azalea, de forma bastante sarcástica y cínica.

Mientras tanto, tuvo lugar el segundo encuentro entre Demetrius y lady Angrid, provocado por el primero. El bardo consiguió enterarse de que la señora de los elfos había contraído matrimonio con Ildëor, uno de los hijos de Natarin, y que se encontraba en Urangrâd en busca de alianzas y acuerdos para la ganancia de tierras y poder.
Tras esto, Demetrius se dirigió al primer piso de la Torre del Homenaje, para intentar encontrarse con Petágoras. En lugar de eso, se tropezó en el pasillo de los aposentos del séquito de Urion con Failur, el primero de sus apóstoles, que impidió que Demetrius pudiera pasar para ver al muchacho. "Los apóstoles de Trelteran no son bienvenidos a nuestros aposentos".

Al poco rato, el grupo se encontró de nuevo al completo reunido en sus aposentos. En la conversación, Ezhabel decidió que igual cenar con Arraik y su padre sería útil para sus intereses, de manera que al instante envió una nota dirigida a lord Zirûn aceptando la invitación de Arraik, con la ayuda de Demetrius para que aportara todas sus artimañas diplomáticas y la misiva llegara a buen puerto. Tras enviar la carta, la semielfa se dirigió hacia el cuarto piso de la Torre para tratar de ver a sus hijos, cosa que había estado deseando desde que entraron en la fortaleza. En lugar de dirigirse al suicidio seguro intentando entrar en los aposentos de Urion, se dirigió hacia Trelteran, para ver si el kalorion podía ayudarla; pero una vez en su presencia, a Ezhabel le fue imposible hablar. La Espada del Dolor era como un estallido contínuo en su mente, provocándola para que matara al elfo, instándola a derramar su sangre. Con disculpas entrecortadas, Ezhabel se retiró de la presencia del aguilucho. Efegâl la acompañó hasta la gran escalera que une todas las plantas de la Torre, y cuando el apóstol se enteró de que Urion se había apoderado de los hijos de la semielfa, se ofreció a ayudarle para recuperarlos, con una cara que daba a entender que él había pasado por algo parecido.

Pasado el mediodía, Ayreon y Alcanar tuvieron un casual encuentro con tres apóstoles de Selene, vestidos con sus túnicas azul celeste; un hombre, un elfo oscuro y una mujer; esta última se hacía llamar Vienne. Tras comentar el destino de su señora, el paladín pudo detectar ciertas tiranteces entre los tres, que decidió que investigaría más tarde. Vienne también reveló que los dos gemelos, los hijos de Ezhabel, iban a ser sacrificados en la ceremonia de sustitución. Cada vez había más cosas que hacían que la ceremonia no hubiera de celebrarse bajo ningún concepto.

Por la tarde, Demetrius decidió responder a los recuerdos que le había enviado Adrazôr, y hacerle una visita a sus aposentos, en el tercer piso. Tras ciertos problemas con los guardias de la escalera, pudo por fin pasar y tomar el pasillo adecuado. Cuando ya estaba llegando a su destino, el bardo pudo oír, procedente de las habitaciones de Adrazôr, mucho ruido, golpes y escándalo. Finalmente, un extraño zumbido puso fin al barullo. En el silencio reinante, Demetrius llamó a la puerta. La mirilla se abrió, y dejó ver el rostro con una ceja abierta y ensangrentada de Azalea. La gitana lo reconoció al instante y lo despidió con odio y respuestas hirientes, cerrando la mirilla a continuación. Pero Loryn Matter abrió entonces la mirilla, cuando Demetrius ya se estaba dando la vuelta para marcharse, se disculpó y le abrió la puerta. Fue un reencuentro emotivo, donde Loryn felicitó a Demetrius por su ascensión a Maestro Cantor, mirándolo con ojos de esperanza. Loryn lucía también un par de cardenales en el mentón y en la frente.
 —"La culpa es de ese trasto, siempre que intenta usarlo, fracasa y nos golpea".

Allí estaba. Loryn lo había conducido a través del pasillo hasta su habitación, y en un rincón, tirada, estaba Mandalazâr. A Demetrius le costó no salir corriendo y saltar sobre ella.
Al parecer, el kalorion, frustrado, después de golpear a las dos mujeres se había teleportado a alguna parte, seguido de su Primer Apóstol. Demetrius estuvo a punto de llevarse el arpa, pero ante los comentarios de Loryn y las maldiciones de Azalea, que le decían que Adrazôr las mataría si no encontraba el arpa al volver, Demetrius decidió dejarla. Ya habría más ocasiones, esperaba. Tras esto, la conversación giró hacia derroteros más... sentimentales. Demetrius rechazó los sentimientos de Loryn, diciéndole que todavía estaba enamorado de Azalea. La barda se entristeció tanto que rompió a llorar y despidió a Demetrius. Éste no sabía si Azalea había oído o no lo que había dicho.

Al atardecer, Ayreon se dirigió hacia la torre del Noroeste para hablar con los apóstoles de Selene, no alojados en la Torre del Homenaje. Allí mantuvo una larga conversación con Vienne. Según parecía, los apóstoles de Selene iban a ser "neutralizados" cuando la semielfa fuera sustituida, a excepción de lord Indûn, tío de Ayreon y traidor ercestre. Los apóstoles de Selene iban a estar colocados tras los altares de Selene y Gradôr, junto con el grupo de apóstoles encargado de sacrificar a los gemelos.
 —"Haré lo que pueda para conseguir el apoyo de los otros apóstoles, no os quepa duda. La neutralización es un destino peor que la muerte, aunque nuestro poder ya es escaso de por sí. Creo que todos quieren salvar a Selene, pero no os puedo prometer nada" —dijo Vienne.

Con la esperanza de haber conseguido nuevos aliados, Ayreon dejó la torre Noroeste y se marchó a cenar.

Por su parte, Ezhabel había ido a visitar la torre de prisioneros, para intentar ver al grupo de prisioneros yrkanios, y quizá también a Selene. Tras un intento infructuoso por falta de permiso, la semielfa consiguió que en segunda instancia la dejaran acceder a la torre. Allí la guió el carcelero, un tal Rhinmir, a través de las estrechas escaleras de caracol que subían a los pisos superiores. Una vez ante los yrkanios, Ezhabel pudo ver que se encontraban encadenados con una especie de cadenas drenadoras de poder, parecidas a las que ya había visto esgrimidas por ilvos. Ezhabel les dio esperanzas, diciéndoles que les rescatarían pronto, y que el Maestro Cantor estaba cerca. Ante la mención del Maestro Cantor, los ojos de los yrkanios se iluminaron. También le refirieron a Ezhabel lo que había pasado en la isla, cómo habían creado una canción que a través del Mundo Onírico llamaría al Maestro Cantor a su lado, pero todo había salido mal cuando Roland acudió a Ayrkan para el certamen cuatrianual y se dio cuenta de lo que estaban haciendo. Al instante convocó sus huestes y los yrkanios fueron masacrados. Un selecto grupo de los bardos más experimentados fue hecho prisionero y llevado a Urangrâd como trofeo. "Es un megalómano enfermo, si me permitís la expresión, mi señora" —dijo Gerladh, el más anciano de los prisioneros.

A continuación, Ezhabel pidió a Rhinmir el carcelero que la condujera hasta Selene. Fue peor de lo que había esperado. Selene, en otro tiempo tan bella, ahora era una anciana decrépita que no podía valerse por sí misma, y que había olvidado casi todo. Se notaba que Selene ansiaba morir. Con lágrimas en los ojos, Ezhabel ayudó en lo que pudo durante un rato a la postrada kaloriona, y después se marchó, taciturna, para vestirse adecuadamente e ir a cenar a la quinta planta de la Torre del Homenaje, la vivienda de lord Gradôr.

A la cena acudieron bastantes invitados, entre ellos lady Angrid con dos de sus comandantes elfos, lady Atîr, hermanastra de Ayreon y prometida al príncipe Zirûn, lord Indûn, tío de Ayreon y apóstol de Selene, y algunos nobles del Cónclave, junto con un número de apóstoles que se dedicaron todo el tiempo a la intriga y la observación. Por supuesto, también acudieron a la cena Zirûn, Arraik y lord Gradôr. Durante la cena, el líder del Cónclave prodigó muestras de cariño a su hijo pequeño; parecía que ahí había una debilidad que el grupo podría explotar. Atîr, silenciosa y cabizbaja toda la cena, pidió entre susurros ayuda a Ezhabel; sabía que había venido con su hermano, y confiaba en que pronto la sacarían de allí.

Zirûn, por su parte, presentó sus más sinceras disculpas a Ezhabel por lo que había sucedido entre ambos hacía veinte años. En verdad el príncipe parecía ahora mucho más maduro y atractivo de lo que lo había sido en aquel momento. Tanto, que Ezhabel decidió compartir su lecho esa noche. Zirûn resultó ser un amante extraordinario, y la noche no había hecho más que comenzar...