Más tarde esa misma noche, Ayreon oyó la grave voz de Phôedus, que le llamaba, diciendo "Ahora te veo...". Parecía que el dios oscuro era fuertemente atraído por la daga negra en posesión del paladín.
La mañana siguiente vio sin tardanza una reunión del grupo. En ella, Ayreon explicó lo que había visto la noche anterior en el mundo de los sueños y en el mundo real en el fondo del océano.
Más tarde, Ayreon llevó a Ibrahim a ver a Naemen. El anciano, nada más ver al antiguo clérigo, dejó caer una lágrima por su mejilla.
Conforme el día fue avanzando, los personajes se dieron cuenta del intenso calor que hacía. El verano llegaba, y en esta latitud se notaba antes.
Ayreon se dirigió a ver a Treltarion para ver si el antiguo elfo le podía aclarar alguna de sus dudas. Una vez reunidos, le preguntó por Rokoras. En ese momento, Treltarion le relató la historia de Eraitan y Agloras, el Señor de los Santuarios de las islas Ganrith. Este último fue exiliado con sus fieles por el Alto Rey de Todos los Elfos acusado de traición a la Luz. Treltarion reveló a Ayreon sus sospechas de que era posible que Agloras no fuera sino una manifestación de Rokoras en el mundo real, al igual que lo había sido Emmán, y que al parecer, el tal Agloras murió de pena en el exilio.
Durante el resto del día, Ayreon intentó rezar rogando por la recuperación de Naemen, pero Yalima se lo impedía extrañamente, una y otra vez, surgiendo inesperadamente y distrayéndolo.
La siguiente noche fue bastante agitada. Ayreon se vio de nuevo despierto en el mundo onírico ante la manifestación "bella y amable" de Phôedus, acompañado este último de Ibrahim, atrayendo cada vez más al anciano hacia su lado. Tras las reiteradas negaciones de Ayreon, éste se encontró despierto sin más en el mundo real, e Ibrahim le hizo una visita para intentar razonar con el paladín y preguntar una vez más el por qué de su negativa a seguir al dios oscuro. Como casi siempre, la conversación terminó bruscamente e Ibrahim se marchó. Más tarde Phôedus volvió a los sueños de Ayreon, y esta vez no encarnado en su aspecto amable. La paliza que recibió Ayreon fue tremenda por llamarle repetidas veces "Señor de las Mentiras". Al parecer, Phôedus odia que le llamen así.
Por supuesto, al día siguiente Ayreon durmió gran cantidad de horas, agotado y vapuleado en sus sueños.
Por la mañana, se produjo por fin la llegada de Demetrius a los barcos, después del Tratan celebrado en la isla Evned. Se acordó que pasarían a los ilvos más importantes por el portal para que descansaran en la isla Evned y ver si así mejoraban. Y así fue, los ilvos experimentaron una ligera mejoría casi al instante. Muchas conversaciones tuvieron lugar para poner cosas en común y compartir ideas.
Por la noche, Phôedus e Ibrahim volvieron a encontrarse con Ayreon, para, según el dios Oscuro, "hacerle ver el camino recto". Ayreon volvió a negar al diosecillo.
Más tarde esa misma noche, Ayreon volvió a encontrar el sueño del Anfiroth -el ser del fondo oceánico- con el que había entablado contacto hacía un par de noches, pero éste despertó casi al instante. Ayreon aprovechó entonces para explorar la extraordinaria ciudad de las cúpulas.
La mañana siguiente amaneció con gritos de alarma de algunos humanos que corrieron a buscar a los PJs. Märgere había muerto durante la noche. Y Naemen había empeorado; posiblemente este hecho estaba relacionado con la muerte de Märgere. ¿La habría matado Phôedus? La ex-apóstol de Selene fue enterrada con todos los honores en la isla Evned, en un ritual oficiado por Demetrius y Ayreon. Tras el ritual pudieron ver que los ilvos que habían llevado a la isla -Dailomentar y Ergialaranindal entre otros- habían mejorado a ojos vista.
Y llegó la noche.
Ayreon despertó ante la presencia arrolladora del dios oscuro. La presencia de Phôedus le recordaba a la sensación que ya había experimentado ante Khamorbôlg, nunca antes el avatar le había parecido tan poderoso. Parecía que estaba dispuesto a acabar con todo esto definitivamente. Pero la presencia en el sueño al parecer inesperada de Ibrahim acabó por el momento con el brillo psicótico en los oscuros ojos del dios. Inmediatamente mostró su aspecto "amistoso". E intentó una vez más urdir su trama de engaños en torno a Ayreon, intentando atraer al paladín ante los ojos de Ibrahim, a sabiendas de que iba a ser rechazado de nuevo. Y así fue, Ayreon le rechazó una y otra vez. El tirón en el mundo de los sueños fue tal que incluso Nirintalath llevó a Ezhabel al mundo onírico, extasiada ante la posibilidad de infligir dolor a un dios. Ezhabel, percibiendo la locura de la espada, hizo todo lo que pudo para contenerse, y pudo hacerlo durante un rato.
Phôedus también se dirigió varias veces a Ezhabel en su diatriba, y cuando lo tenía más cerca, más gritaba la espada en la cabeza de la semielfa, desgarrándola por dentro.
Ayreon, defendiéndose como podía, llamó de nuevo varias veces "Señor de las Mentiras" de una u otra forma al señor oscuro. Con cada nuevo insulto de este tipo que recibía, la tirantez se hacía mayor en el rostro no ya tan amable de Phôedus. Ibrahim también intervenía, intentando hacer ver a Ayreon su equivocación, y preocupado visiblemente por la presencia de Ezhabel, que de momento, a Phôedus no parecía preocupar.
Hasta que la semielfa cedió a la presión. Presionada por Nirintalath, por la diabólica charla de Phôedus e incluso por Ibrahim, y preocupada por si la armadura de Fe de Ayreon se resquebrajaba finalmente, desenvainó la Espada, que empezó a cantar endiabladamente. Las palabras salieron atropelladamente de su boca, mientras se abalanzaba hacia Phôedus:
—Basta ya, Himmiernalak, Señor de las Mentiras, por el Ojo del Vigía, ¡siente el Dolor!
Esto fue suficiente para Phôedus. Harto de escuchar los insultos de Ayreon, no pudo soportar escuchar esa frase también en los labios de la semielfa. Su aspecto amable se desvaneció definitivamente, ante el súbito terror reflejado en los ojos de Ibrahim. Un movimiento rápido como el pensamiento lanzó a Ezhabel hacia atrás, contra un mástil y luego otro, finalmente contra el castillo de popa, donde rebotó y cayó con un horrible chillido sobre la cubierta. La voz de Phôedus casi revienta los tímpanos de los presentes:
—¡ME HE CANSADO DE ESTA FARSA!¡HE SIDO INDULGENTE Y VOSOTROS NO HABÉIS HECHO MÁS QUE INSULTARME!¡SI ASÍ LO QUERÉIS, ASÍ SERÁ!¡MUERE! —dijo, girándose hacia Ayreon y alzando un brazo lleno de garras que parecían haber surgido de la nada. Ayreon vio acercarse la muerte muy rápidamente, y cerró los ojos.
—¡NOOOOOOOOOOOooouurrrrggggggggghhhh!
A Ayreon le salpicó algo que parecía sangre, pero en el mundo onírico nada es igual que en real. Al abrir los ojos vio ante él el brazo de Phôedus sobresaliendo por la espalda de Ibrahim. El clérigo, comprendiendo lo que iba a ocurrir lo había protegido con su vida.
—¿PERO QUÉ HAS HECHO, ANCIANO? —bramó el dios oscuro.
—¡No, ¿qué has hecho TÚ, ENGENDRO DE LA SOMBRA?!
Esta última voz, cálida y poderosa como un alud, y a la vez familiar, hizo estremecerse a Ayreon. Tras Phôedus, allí estaba. Emmán. El tan añorado Emmán volvía para salvar a su más fiel creyente. Al único que nunca había dudado. El único que había demostrado ser digno. Con Emmán se encontraba la niña, Yalima.
Phôedus se volvió sorprendido ante el aparentemente anciano dios. Pareció evaluar la situación, y sin más, se marchó. La tranquilidad vino repentinamente, como un puñetazo. Ibrahim cayó al suelo, suavemente gracias al abrazo de Ayreon. Emmán le tocó en el hombro y a continuación una luz intensa surgió de sus manos, que aplicó sobre el pecho del anciano clérigo. La sonrisa más cálida que Ayreon había visto en su vida apareció finalmente en el rostro de Emmán. Yalima corrió hacia el paladín y se abrazó a él, llorando. Un leve gesto de asentimiento de Emmán le dejó en paz con el mundo y le llevó de vuelta al mundo real.
Ayreon despertó tranquilo como no lo había estado en años. A su lado se encontraba de nuevo la espada, Eglaras, brillante y tan bella como lo había sido en tiempos pasados. Rápidamente se interesó por el estado de Ibrahim y de Ezhabel. Ambos se encontraban durmiendo perfectamente sanos. Naemen y Yalima habían desaparecido. Una lagrimilla asomó a la comisura de sus ojos. Pero no había tiempo de sentimentalismos, había cosas que arreglar.
El poder de Emmán estaba de nuevo en él, no tan fuerte y luminoso como en tiempos pasados, pero ahí estaba. Con un simple gesto, descubrió qué era lo que pasaba: al parecer una maldición pendía sobre los Anfiroth, como ya se había imaginado antes.
Pocas horas después, Demetrius y Ayreon bajaban en una burbuja protectora creada por el primero hasta la ciudad de las cúpulas. Una vez allí, expusieron su caso ante un oficial. El oficial les puso en contacto con uno de los llamados Altos Senescales, una especie de "consejero real". El senescal se presentó como lord Faeren. Tras deliberar con ellos, les dijo que lady Valemen les recibiría al cabo de dos días. Frustrados, Demetrius y Ayreon volvieron a los barcos.
La noche transcurrió tranquila, por primera vez en meses.
La mañana siguiente se reunieron todos para hacer planes, y Demetrius partió a Evned. Allí convocó a los bardos yrkanios, encomendándoles la tarea de partir a recorrer Aredia y a reunir a los fieles emmanitas. Entonces, Jonás habló a Demetrius de la mala fama que los emmanitas se habían ganado en Aredia debido a las malas artes de Verogen, segundo paladín de Emmán, y su secta de "paladines". Iba a ser muy difícil encontrar a alguien que reconociera abiertamente su fidelidad a Emmán. También les encomendó la tarea de convocar de nuevo al Pueblo del Rey de Reyes, al que también iba a ser muy difícil volver a reunir tras la catástrofe que había acontecido en Haster.
El día transcurrió apaciblemente hasta el atardecer. Cuando el sol ya se ponía por el horizonte, una súbita tristeza les sacudió a todos. Una tristeza inmensa, pesada como las montañas y profunda como el mar. Ayreon se vio invadido por una depresión suicida. Kadrajan e Ibrahim se vieron invadidos por una profunda melancolía y la Espada del Dolor reaccionó violentamente, desgarrando a Ezhabel por dentro y dejándola inútil.
Un enorme estallido en el exterior conmocionó a todos. Uno de los barcos había saltado por los aires en mil pedazos.
Y el caos se desató en el mar.
Multitud de sombras se movían bajo la superficie del agua, y de cuando en cuando aparecían máquinas aparentemente infernales que lanzaban una especie de lanzas contra los barcos. Estas lanzas estallaban al tocar las naves, provocando una destrucción inmensa. Rayos de electricidad surgían aquí y allá en la superficie, y al cabo de poco rato, cadáveres de Anfiroth comenzaron a aparecer flotando en el agua.
Sobreponiéndose a sus respectivas aflicciones, Kadrajan y Ayreon llegaron a cubierta. Eglaras fue desenvainada por primera vez en años, y su canción hendió el aire y estremeció el corazón de Ayreon. Kadrajan se lanzó al agua, y a los pocos momentos le siguió Ayreon, inspirando una gran bocanada de aire.
Demetrius también llegó a cubierta, donde hizo sonar el arpa, con efecto desigual sobre los combatientes. Llegado el momento, también se lanzó para ayudar a sus compañeros mediante los efectos de su burbuja protectora.
Ezhabel fue la última en llegar a cubierta, recuperada ya del latigazo de la Espada. Allí desenvainó a Nirintalah y con una sonrisa se dispuso a hacerla estallar. Sin embargo, Treltarion, acompañado de Namtor, se lo impidió. Minutos de tensión se sucedieron entre ellos y la semielfa, ésta intentando empuñar la espada y Treltarion impidiéndoselo.
Debajo de la superficie del agua, todo era un gran caos, acrecentado por la mayor sensación de tristeza imperante. Los Anfiroth luchaban entre sí y los personajes no sabían muy bien qué partido tomar. Lo único que podían hacer era defenderse. Con Eglaras y Tôrkom no tuvieron demasiados problemas.
Al cabo de minutos o de horas, pudieron ver por fin a un grupo de combatientes que había quedado aislado, a cuyo frente batallaba la que parecía ser lady Valemen. Una elfa de pelo blanco hasta la cintura, anudado en pequeñas trenzas, de semblante adusto y decidido, cuyo atractivo parecía haberse perdido en años de sufrimiento. En su mano se encontraba la que parecía la fuente de todo el ambiente de tristeza imperante y que no podía ser otra que Niriennor, el Arcángel de Rokoras. Eglaras cantaba intensamente ante la presencia de su hermana.
A estas alturas, los personajes ya habían averiguado que el combate era debido a una rebelión encabezada por el tal Senescal Faeren contra lady Valemen, en desacuerdo con las ideas de ésta de volver a la superficie. Con Faeren luchaban aquellos Anfiroth que se habían adaptado más a las condiciones del lecho marino, las nuevas generaciones, mientras que con Valemen se habían alineado los Anfiroth más antiguos y de ideas más abiertas.
La ayuda de los personajes inclinó definitivamente la balanza a favor de Valemen.
El combate duró otra noche y otro día. Finalmente, a mediodía del segundo día, las tropas rebeldes se rindieron, y tuvo lugar un cónclave entre los personajes y la señora de los Anfiroth.
El día siguiente fue el día designado para anular la maldición de los Anfiroth. Ayreon lo intentó con la ayuda de Demetrius, Ibrahim y Alcanar, pero no fue lo suficientemente fuerte para conseguirlo. Lo intentarían de nuevo al día siguiente.
La segunda vez sí que tuvo éxito. Convocados todos los Anfiroth en la cúpula central de la ciudad, a un discurso grandilocuente y altisonante de Demetrius le siguió la impresionante canalización de poder de Alcanar, Ibrahim y el propio bardo en la persona de Ayreon. La maldición desapareció de un plumazo, y Ayreon, agotado, hubo de descansar varias horas.
Durante los siguientes tres días, muchos planes fueron trazados, mientras los marineros ilvos sanaban poco a poco y el siguiente movimiento de la flota se fraguaba...